sábado, 23 de julio de 2022

Punto final a las mentiras y a los miedos


Cuesta creer que el globo Vox se esté desinflando, pero tras el patinazo de Olona en Andalucía, los modos altivos y groseros del joven vicepresidente de Castilla y León y el patético papel de Abascal en el debate sobre el Estado de la Nación, está por fin quedando al descubierto la verdadera esencia de la ultraderecha de siempre: son la nada, pero la nada envuelta en un celofán crispado y hortera que ha intentado sin éxito sacar tajada en tiempos convulsos y revueltos.

En cuanto al Partido Popular, y a pesar del espejismo de la victoria en Andalucía, saben de sobra que necesitan un “reseteado” urgente. Las encuestas les son favorables por defecto y más bien poco pero, con ridículos como el que Cuca Gamarra hizo en el Congreso la semana pasada, puede que muchos presuntos votos con los que cuentan se les esfumen en cuatro días.

¿Qué a dónde se van a ir? Al Psoe, naturalmente. Esos impuestos a las eléctricas y a los bancos anunciados a bombo y platillo y celebrados como un éxito que aún está por ver son un tramposo brindis al sol, una engañosa propina que permite a los abducidos “olvidar” el noviazgo formal con la OTAN, la pertinaz defensa de un Marlaska que cada día recuerda más al Zoido del Octubre catalán o los mil millones para defensa aprobados a todo correr. No olvidemos tampoco el anuncio de ir incrementando ese gasto hasta doblar el presupuesto militar de aquí hasta 2029 y alcanzar así el dos por ciento del PIB. Otro detalle que casi ha pasado desapercibido: aumentar el sueldo a 120.000 militares por “la libre disposición las 24 horas al día”.

Hay que tener en cuenta por otra parte que un buen porcentaje de las medidas sociales adoptadas por este gobierno, que han mejorado la vida de mucha gente, los socialistas las han suscrito a regañadientes, instados a ello por sus socios de Unidas Podemos. Eso sí, una vez aprobadas, intentan hacerlas suyas, capitalizarlas para anular todo lo posible las expectativas de sus socios de izquierdas, pero mucho me temo que les está empezando a salir el tiro por la culata.

En muchas agrupaciones del Psoe, y en las instituciones donde gobiernan, la perdurabilidad del ejecutivo de coalición se sigue admitiendo a regañadientes. El boca a boca del militante medio socialista, no digamos ya de la vieja guardia pretoriana, continúa siendo “A los de Podemos, ni agua”, razón esta por la que en un alto porcentaje ha sido posible la cacería judicial, policial y periodística llevada a cabo durante años contra las principales cabezas visibles de sus socios en el Consejo de Ministros. Unas veces esos socialistas miraron para otro lado y otras los provocaron y continúan provocándolos a ver si estallan, bien permitiendo los ataques desde la información servida por empresas públicas como Efe o Rtve, bien ninguneándolos, aunque con escaso éxito.

Las conversaciones del inevitable comisario Villarejo con Cospedal o Ferreras que hemos conocido en medio de estos calores de julio han dejado a todos, incluido el partido socialista, con las vergüenzas al aire. En algunos de ellos se escuchan maniobras encaminadas no a anular las expectativas electorales de Unidas Podemos, sino a borrarlos directamente del mapa, algo que por fin parece que Sánchez y algunos allegados a él empiezan a entender -a regañadientes, eso sí- que no es precisamente lo que más les conviene.

Como suele decir Juan Carlos Monedero, “los fusilaron mal”. Había y hay en el Podemos que nació en enero de 2014 sólidos cimientos intelectuales, propuestas políticas muy serias y enormes ganas de trabajar, algo de lo que tanto Ciudadanos como Vox carecieron siempre. Por eso estos dos partidos se diluyen o se irán diluyendo, a pesar de su insultantemente desproporcionada presencia en los medios y los miles de millones gastados para sostenerlos primero y evitar que se desinflen después.

Además de una base sólida, Unidas Podemos cuenta con la amplia infraestructura de una organización como Izquierda Unida, que entre otras cosas dispone de Casas del Pueblo en buena parte de los municipios de este país. Eso lo saben de sobra quienes, instalados cómodamente en el 78 y sus prerrogativas, se resisten a que se les acabe el chollo.

En ese intento de aniquilación es en el que se han empleado a fondo los últimos ocho años y continúan empecinados a día de hoy los llamados grandes poderes de este país: intentando por un lado que el Partido Popular espabile, porque con los datos de las encuestas no van a ninguna parte por mucho que hayan mejorado, y por otro que el Partido Socialista recupere con urgencia sus maneras de antaño. Pero por mucho que se empeñen en resucitar el bipartidismo, en la reunión urgente de Ferraz este fin de semana no les va a quedar más remedio que organizarse para el año y medio de Gobierno de coalición que aún queda por delante. Les guste o no.

Año y medio en la que tanto a Sánchez como a los dinosaurios con los que se reconcilió en el último congreso les gustaría que “la parte contratante de la primera parte”, es decir, Unidas Podemos, se limitara a sacar adelante un proyecto buenista y descafeinado que, para las próximas elecciones, le cubriera de manera cómoda el flanco izquierdo al socialismo de siempre.

Pues mucho me temo que va a ser que no. Los recientes datos conocidos del CIS, en los que las expectativas electorales de Unidas Podemos crecen un 3,6 por ciento permiten deducir que hay una buena parte del electorado que sueña con la posibilidad de reeditar lo que estuvo a punto de suceder en 2016. Que tiemble el lawfare. Punto final a las mentiras y a los miedos.

J.T.

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