Pertenecer al equipo
fundador de Canal Sur fue para mí un verdadero honor. Como muchos de mis
compañeros de aventura, en los meses previos al día de la primera emisión, el 27
de febrero de 1989, me parecía estar como flotando todo el día ¡Menuda ilusión!
Recuerdo perfectamente hasta los olores de aquel invierno del 88-89 en San Juan
de Aznalfarache, y los de aquella primavera en el Aljarafe donde acabábamos
exhaustos cada jornada y aún nos quedaban fuerzas para irnos a bailar hasta las
tantas de la madrugada a los garitos de la calle Betis. Todo era demasiado
bonito para ser verdad. Cuando Paco Lobatón, director de Informativos me contó
el proyecto, me presentó a Paco Cervantes y a Salvador Domínguez “Salvi”, que eran
los jefes máximos, y me ofreció montar la delegación de Canal Sur en Madrid yo
me lo creí. Me creí que por fin iba a ser posible contar con un
instrumento de progreso y modernidad que
contribuiría a poner a Andalucía en el mapa y que nos ayudaría a los andaluces
a conocernos mejor los unos a los otros. Y dije que sí encantado, con la
sensación de tener en mis manos el mejor juguete de reyes posible, orgulloso de
figurar entre los pioneros de un proyecto que ayudaría a modernizar y a
dinamizar nuestra tierra.
J.T.
¡Qué equivocado estaba!
No pude ser más iluso. En menos de un año la realidad se encargó de despertarme
de mi sueño a base de bofetadas. En el mes de julio estaba yo en Reikiavik
cubriendo un viaje institucional de los reyes y allí me llamó Lobatón para
contarme que Salvi, Cervantes, él y casi todo el resto del equipo directivo
abandonaban el barco. Todo un mazazo, seis meses escasos y primera crisis en
toda regla. Se marcharon también Félix Bayón, y Charo Fernández Cotta, y Marià
de Delàs… Nos quedamos en pañales. Boni R. Cañibano asumió la dirección de
Informativos y me ofreció la subdirección de Edición, así que me trasladé a
Sevilla, ya con la mosca detrás de la oreja, pero con la secreta esperanza aún
de que aquello aún podía merecer la pena. Craso error: ni Boni ni yo acabamos
el año en nuestros puestos. El nuevo director general, Manuel Melero, no tuvo
ningún pudor en ejercer de comisario
político puro y duro desde el primer día. Su objetivo era convertir la tele en
un instrumento de propaganda al servicio del gobierno socialista andaluz y
complacer sin fisuras a Gaspar Zarrías, el gran muñidor durante lustros de las
más oscuras y siniestras conspiraciones e intrigas palaciegas que en nuestra
tierra han sido.
Soñaba yo con una tele
que acercara Huelva a Almería, que ayudara a los andaluces a conocerse y a
entender mejor su pasado, su realidad social y económica, que les contara de dónde
vienen y por qué. Soñaba con programas culturales como vehículo de estímulo
para aprender y saber más de nosotros mismos. Soñé con la posibilidad de elaborar
una programación que fuera un guiño para los inteligentes y un sabroso
entretenimiento para quienes se sentaran frente al televisor con ganas de
aprender y divertirse a la vez. Pensé, ingenuo de mí, que los informativos podrían
elaborarse de una manera plural, imparcial, objetiva, honesta. Las televisiones
autonómicas que nos precedieron, TV3 y ETB, servían descaradamente los
intereses de los gobiernos de derechas que las habían puesto en marcha, pero en
Andalucía eso no iba a ser así, quise soñar. En Andalucía había un gobierno “de
izquierdas” que no renunciaría al carácter de servicio que se supone ha de
tener una televisión pública ¿se puede ser más ingenuo?
Apenas se sentó en el
sillón de director general, Manuel Melero trufó los puestos de responsabilidad,
tanto en la radio como en la tele, tanto en Sevilla como en las delegaciones
provinciales, de subcomisarios políticos cuyo objetivo, para el que hay que
reconocerles que han sido harto eficaces, era garantizar la continuidad del Psoe en el gobierno andaluz. Confeccionaron
una programación de perfil bajo y cutre, manipularon descaradamente los
informativos mañana, tarde y noche y así continuamos desde entonces.
Me duele mucho Canal
Sur. Siempre me dolió, y ahora me duele mucho más. Aunque suene cursi, la veo
como un hijo descarriado, al que no le ha ido mal en la vida, pero que nada de
lo que ha hecho ni hace tiene que ver con lo que tú hubieras querido que
hiciera. Me acuerdo mucho, y con mucho carriño, de los jóvenes veinteañeros que
nutrían aquella redacción, llenos de vida y cargados de ganas de comerse el
mundo, ahora ya cincuentones todos y buena parte de ellos quemados a fuego
lento, viendo la vida pasar durante años desde su mesa y su ordenador, y comprobando
cómo a los jefes les importaba un pimiento la información honesta y solo
aspiraban a perpetuarse en el cargo pagando el precio que hiciera falta. Lo
consiguieron, se perpetuaron. No quiero saber cómo, ni a qué precio, ni con qué
prebendas porque lo único que siempre me interesó saber es cuándo Canal Sur
tendrá la oportunidad de ser una radiotelevisión decente y útil, como yo creí
que podía ser el día en que decidí sumarme al proyecto fundador. De corazón
espero que el feo asunto de las conexiones de Canal Sur con los corruptos de
Ausbanc sea una excepción, una gota en el océano y no el hilo de una espesa y
pestilente madeja.
A pesar de su
lamentable deriva, Canal Sur continúa siendo mi criatura, por mucho que haya
transgredido tanto el buen gusto como el derecho a la información durante
tantos años. No me gustaría verla acabar como Telemadrid o, mucho peor, como
Canal Nou. Seguro que algún día puede llegar a ser la tele que siempre soñamos
quienes la pusimos en marcha. Mientras tanto, seguirá siendo un honor figurar en
la lista negra. Lo único que me fastidia es compartir algo con Antonio Burgos.
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