miércoles, 3 de febrero de 2016

Sánchez y Rajoy, como gatos panza arriba

Desde que Camilo José Cela pusiera de moda aquella falacia -"quien resiste gana"-, parece que existe entre el común de los mortales, clase política incluida, mucha gente dispuesta a aplicarlo a rajatabla. Mariano Rajoy, tan gallego, o más, que el controvertido Nobel, la puso en práctica desde que fue señalado en 2004 por el dedo del entonces todopoderoso José María Aznar... y por lo visto le funcionó.

Resistir: esa parece haber sido la clave de la supervivencia de Mariano. Aguantar carros y carretas hasta que el asedio remita. Cuando en 2008 perdió sus segundas elecciones y la vieja guardia del partido fue a por él, con Aguirre y Aznar a la cabeza, el PP valenciano lo arropó y le ayudó a sobrevivir. ¡El PP valenciano, menuda deuda más incómoda a estas alturas! Aprendió a resistir como gato panza arriba y gastó algunas de sus siete vidas, pero salió vivo.

Tras su jugada de este martes en la Zarzuela, poniéndose de perfil por segunda vez en diez días, espera ahora sentado, una vez más, ver pasar por su puerta los cadáveres de quienes quieren quitarlo de en medio. Le salió bien con Rato, con Aznar, con Esperanza, con Zapatero... y en esta ocasión aguarda a que Pedro Sánchez se pegue el gran batacazo para volver a colocarse en la casilla de salida.

¡Menudo superviviente este Rajoy! Pero no solo él parece dispuesto a darle la razón a las boutades de aquel Cela que en vida tocó todos los palos (de censor franquista a plagiador desvergonzado, pasando por unos cuantos libros de gran calidad). Al Nobel gallego también parece querer hacerle caso ese atildado valor emergente que responde al nombre de Pedro y a los apellidos de Sánchez Pérez-Castejón. Nacido un 29 de febrero (solo ha podido celebrar hasta ahora diez cumpleaños en su vida), parece propietario de una temeridad que, en cierto modo, recuerda la de aquel Adolfo Suárez que, infravalorado por la mayor parte de su entorno, acabó echándole a su función unos redaños cuyos resultados acabaron pasando a la historia.

Yo no sé si al momento que estamos viviendo se le puede llamar "segunda transición". De hecho, no me gusta nada ni la expresión ni lo que transmite. Pero aún así, y hablando de Sánchez, he de reconocer que manda narices ponerse a gestionar el marrón que tiene por delante. Alguien lo dibujaba este miércoles en la pasarela de un barco, instado por el Borbón de turno, a lanzarse a unas aguas donde le esperan cuatro tiburones: PP, Podemos, Ciudadanos y los "colegas" de su propio partido que, como se sabe, suelen ser siempre los más crueles, peligrosos y cainitas.

Pues ahí está él. Dispuesto a torear. Con una ya importante historia de resistencia detrás, a la que desde este martes habrá de añadir una sustanciosa ración de osadía. Ha llegado hasta donde está porque consiguió sobrevivir a dentelladas y puñaladas a discreción y ahora tiene ante sí el papelón de su vida. Muy posiblemente, hasta la supervivencia de ese partido descompuesto y desestructurado que dirige dependa de la habilidad que en las próximas semanas sepa demostrar.

¿Se hará de derechas para siempre certificando la deriva de sus recientes predecesores? O, por el contrario, ¿será capaz de dar un golpe de timón y reivindicar las señas de identidad de las que tantos de sus dirigentes anteriores y actuales apostataron?

De la capacidad de resistencia de Pedro Sánchez dependerán muchas de las cosas que ocurran en nuestro país durante los próximos años. Tendrá que defenderse como gato panza arriba, resistir bombas y bombazos, rayos y truenos, presiones, amenazas y extorsiones del más grueso calibre. Si sale vivo, igual Mariano, el otro gato, se ve obligado, por fin, a dar por amortizadas para siempre las siete vidas que han estado amargando la nuestra durante los últimos cuatro años... y pico.

J.T.

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