sábado, 15 de octubre de 2022

Jerga militar y católica hasta en la sopa


Asumir la jerga de aquello de lo que se informa es olvidar que el periodismo consiste en hablar lo más clarito posible sobre algo que el común de los mortales no conoce y nosotros le queremos contar.

Los profesionales de la información estamos básicamente para eso: para servir, masticado y a ser posible bien digerido a quien no entiende algo, aquello que tenemos la oportunidad de conocer de primera mano.

Estamos para hablarle bien clarito a los lectores, a los oyentes, a los televidentes. Sin contaminarlos. Nuestra obligación es que no queden dudas sobre lo que contamos a aquellas personas a quienes puede interesar una determinada información. Y para eso tenemos que emplear el lenguaje de la calle: ni tecnicismos, ni perífrasis, ni frases enrevesadas ni jergas empleadas por grupos o instituciones cuya información estemos cubriendo.

Cuando un periodista cuenta una historia o elabora una información salpicada de frases ininteligibles, cuando usa expresiones propias de la jerga específica del acontecimiento que cubre puede ser por una de las siguientes razones:

1. Se ha dedicado a repetir como un papagayo lo que ha anotado en su cuaderno sin entender lo que está contando.

2. Se ha limitado a copiar y pegar.

3. Le interesa más la opinión que sobre su trabajo tienen sus fuentes que la que puedan tener sus lectores.

4. Está reproduciendo mensajes mediante el uso de una jerga concreta... Y si hace esto último puede ser por dos cosas:

- porque apuesta conscientemente por ese enfoque, que suele ser especializado y confuso como ocurre en buena parte de las informaciones económicas o judiciales

- o porque ha sido abducido por el ambiente, la emoción o el entorno. Una especie de síndrome de Estocolmo que le impide mantener la perspectiva necesaria para informar sobre lo que está viendo, que no protagonizando.

Repito: los informadores no podemos permitirnos el lujo de hacernos eco de la jergas si queremos hacer bien nuestro trabajo.

Un profesional de la información no debe usar expresiones como "santo padre" o "santísima virgen” cuando cubren una información religiosa, ni lenguaje militar cuando elabora una pieza sobre el ejército o la fiesta del 12 de octubre. En todos los medios, no solo en los que son propiedad de la iglesia o afines a la ultraderecha, se oyen expresiones así. Cuesta escuchar una sola información elaborada con la prescriptiva y deseable distancia y esto no puede ser.

¿Qué es lo que pasa aquí?, ¿se trata de una abducción generalizada, de un síndrome de Estocolmo colectivo?; ¿hemos entrado los periodistas en un lamentable ataque de amnesia y hemos olvidado reglas tan elementales en el oficio como que en las informaciones correctamente elaboradas no caben los adjetivos, ni los juicios de valor, ni las palabras de uso interno de una organización por muy militar o católica que esta sea?

El país plural y laico que preconiza nuestra Constitución merece informaciones asépticas y objetivas que, de momento, no se ofrecen siquiera en los medios públicos, ya estemos hablando de la fiesta del 12 de Octubre o del mismísimo Papa de Roma. 

J.T.

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