domingo, 6 de marzo de 2022

11M. Cuando el PP institucionalizó la mentira descarada


Dieciocho años ya de los atentados de Atocha. El próximo viernes se cumplen. El documental sobre el 11M que desde hace unas semanas se puede ver en Netflix es muy oportuno en estos momentos. No solo por recordarnos aquel espanto, no solo por brindar un excelente resumen de lo que pasó aquel día a quienes son demasiado jóvenes para recordarlo o para haberlo vivido, ni tampoco únicamente para que se nos vuelvan a poner los pelos como escarpias recordando la tragedia. 

Es oportuno también porque nos ayuda a no olvidar con qué derecha nos estamos jugando los cuartos en este país desde entonces. Ya llevaban tiempo entrenando, pero fue a partir de esos días cuando el Partido Popular institucionalizó en nuestro país la mentira descarada. 

Que tres días antes de unas elecciones generales el gobierno de José María Aznar decidiera mantener una versión falsa sobre la autoría de los atentados en cuatro trenes que acabaron con la vida de 192 personas e hirieron a otras 1.500 es sin duda una de las mayores vergüenzas históricas que se han producido en este país. Que por razones electorales se empeñaran en atribuir a ETA lo que a todas luces era un atentado de Al Qaeda fue imperdonable entonces y lo sigue siendo aún más a medida que v transcurriendo el tiempo.  

Como sostiene alguien en el documental, si en aquel momento el gobierno del PP hubiera reconocido la verdad, hubiera llamado a la oposición, y juntos hubieran comunicado a la ciudadanía la necesidad de condenar unidos la monstruosidad que acababa de ocurrir, si hubieran apostado por hacer política de Estado en definitiva, el 14 de marzo de 2004 habrían ganado ellos las elecciones. Pero no. Decidieron mentir, y pagaron el precio. Se les echó del gobierno después de vergonzosas comparecencias los dos días anteriores de Ángel Acebes, ministro del Interior y Eduardo Zaplana, portavoz del gobierno, en las que se les notaba en la cara que ni ellos mismos se creían lo que decían. El electorado, claro está, no les perdonó la desfachatez y votó en consecuencia. 

Lo lógico hubiera sido que a partir de entonces el Partido Popular tomara nota de lo caras que salen las mentiras y hubiera decidido cambiar de táctica, ¿verdad? Pues contra lo que pueda parecer, no solo no ocurrió nada de eso, sino que se empeñaron en sostenella y no enmendalla con la ayuda de los palmeros de cabecera. Con Pedro Jota y Jiménez Losantos al frente, la derechona mediática y política de este país estuvo años sembrando la duda y empeñándose en que ETA había tenido algo que ver con los atentados de Atocha. Ni siquiera después de celebrarse el juicio donde se condenó a los responsables que quedaban vivos dejaron de dar la turra; solo transcurridos bastantes años, algunos de ellos decidieron pedir perdón, pero no todos ni mucho menos. Aznar jamás se bajó del burro, y su modos y manera de funcionar por la vida parecen haber dejado buena impronta en quienes le sucedieron después. 

Tanto la derecha desgajada del PP y ahora convertida en ese partido ultramontano llamado Vox como los que siguen en Génova 13, hace tiempo que se han instalado en la mentira sistemática bien para ocultar una corrupción que les sale por las orejas, bien para atacar al gobierno, bien para sacar petróleo de la divulgación de mentiras disfrazadas de verosímiles. 

En los tiempos de Zaplana y Acebes aún no existía, o no lo conocíamos, el término fake news, pero sin duda alguna ellos fueron los precursores de esta manera de proceder. Ellos, con el boss Aznar al frente, fueron los que dejaron los moldes que han derivado en un parlamento encanallado o en la difusión de bulos por todos los medios a su alcance, redes sociales, periódicos, radios y televisiones públicas y privadas. 

Ni mintiendo sobre el Gobierno de coalición, ni llamándole social comunista o ilegítimo, han conseguido sacar del foco sus propias miserias ni tampoco dejar de devorarse entre ellos como acaba de quedar patente durante las últimas semanas. La aparición en su día en la escena mundial de un amoral como Donad Trump vino a redondear la faena, y desde entonces han surgido personajes que no hay día que no nos asombren con sus desprecios, sus groseras descalificaciones o sus mentiras. Abascal, Ayuso, Olona, Almeida, Smith y compañía parecen dispuestos a superar con creces la perfidia de sus antecesores. Ni Aznar o Esperanza Aguirre se atrevieron a tanto, quizás por eso miran ahora orgullosos a su aventajada prole sin poder disimular la alegría que les produce que les hayan salido tan aplicados. 

Como nos enseña el documental sobre el 11M, actuar así les supuso perder unas elecciones y puede que les cueste algunas más si se empeñan en continuar mintiendo como bellacos. El nominado Feijóo dice que viene a ganar y no a insultar, pero sobre si seguir usando mentiras o no, sobre eso, al menos que yo sepa, aún no se ha pronunciado. 

J.T.

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