domingo, 12 de diciembre de 2021

¿Qué está pasando aquí?


Hablo con amigos de toda la vida y percibo resignación, con vocacionales eternos de la lucha por los derechos y veo desidia, con personas propietarias de un extenso currículum reivindicativo que últimamente no disimulan su cansancio, con antiguos optimistas profesionales que parecen resignarse a la llegada del desastre… ¿Qué está pasando aquí? 

El problema es que les estamos dejando casi toda la cancha a los chulos y a los mentirosos y andamos apocados. Vemos cómo propagan bulos y fakes sin vergüenza alguna y no reaccionamos. Incendian las redes, envenenan los periódicos y las radios, colonizan los informativos y los programas tanto de las teles privadas como de las públicas… y se les deja hacer.  

Asaltan las ruedas de prensa del parlamento, son petulantes y soberbios, miran con desprecio y hablan como los eternos dueños del cortijo que andan cabreados porque les han entrado unos ocupas. No asumen que la democracia consiste en que si no tienes mayoría no puedes gobernar. Sueltan estupideces que los incondicionales aplauden a rabiar… y no se les deja en evidencia. 

En los municipios y las autonomías donde gobiernan se cargan derecho tras derecho, practican una política, rancia, decimonónica, retrógrada, proclaman sin pudor que esto es solo el anticipo de lo que llegarían a hacer si consiguen el gobierno de la nación… y aún así las encuestas continúan siéndoles favorables. 

¿Qué está pasando aquí? ¿Nos hemos vuelto todos locos? ¿Acaso no está claro que si entran en Moncloa lo lamentaremos durante mucho tiempo? ¿Seremos capaces de no abrir los ojos ni verlo claro hasta que se consume la tragedia? Porque hay que estar muy ciego, o muy tonto, sobre todo si eres una persona del montón y no disfrutas de privilegios, para creer que las derechas van a solucionar mejor tus problemas cuando tengan la sartén por el mango. 

¿Por qué sigue siendo necesario aprender solo a palos? ¿Es posible no verlos venir? ¿Nunca aprenderemos de la historia, siempre hará falta sufrir para aprender?¿Por qué tendemos a valorar lo que tenemos solo cuando lo perdemos? ¿Por qué es necesario que nos hundamos en el fango antes de volver a pelear para salir de él? ¿De verdad las eternas víctimas de las políticas de la derecha van a votar contra sus bolsillos, contra la posibilidad de tener un empleo digno, contra su tranquilidad si se ponen enfermos, contra el derecho de educar a sus hijos aunque no tengan dinero…? 
 
Les sale la corrupción por las orejas, han ensuciado la convivencia y la vida política con las cloacas, el lawfare, el uso más rastrero de las peores artes en las instituciones y en los medios… y a pesar de todo ahí están, vivitos y coleando según las encuestas mientras sus víctimas apenas reaccionan, como si no acabaran de creérselo o la estupefacción les paralizara. Como si de verdad se hubiera asumido que resulta inevitable que las derechas, y desde hace un tiempo con la infame ultraderecha incluida en el “kit”, acaben volviendo al poder. Como si hubiera que aceptar resignados y sin discusión que esto es lo que hay en lugar de plantar cara como es debido y conseguir desenmascararlos.  

Si los profesionales de la lucha están desanimados, en el común de los mortales la apatía parece aún más evidente. A pesar de los logros del Gobierno de coalición, muchos de ellos reconocidos y ponderados internacionalmente, se ha instalado en el imaginario popular la idea de que son un desastre. La oposición pendenciera y miserable, esos lechuguinos frentistas que no dan la talla ni realizan jamás una propuesta seria ni clara, han conseguido con sus insultos y sus invectivas que el personal se trague sus mentiras. No entiendo nada. Si lo que reflejan los sondeos es lo que nos espera, si nuestro futuro consiste en más Ayuso, más Monasterio y más Abascal, que paren el tren que me bajo. O no. 

J.T.

Escrito para LUH Noticias

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