lunes, 10 de mayo de 2021

Susana tiene ganas de guerra


Me cuesta trabajo imaginarme lo que debe estar pasando por la cabeza de Susana Díaz en estos momentos. Con la experiencia que tiene en política, si se tira a la piscina como lo ha hecho, debe ser porque sabe que algún agua hay. Vivió muchos años de su vida rodeada de aduladores, es verdad, pero desde que se vio obligada a abandonar San Telmo hubo muchos, preocupados por su futuro, el de ellos, no el de ella, que viraron hacia donde se encontraban los pedristas otrora estigmatizados.

Además de perder profesionales de la lisonja, a Susana dejó de sonarle el teléfono con la frecuencia que lo hacía cuando era presidenta de la Junta de Andalucía. Por eso, si a pesar de la cura de humildad a la que ha sido sometida en los últimos dos años y medio, decide de nuevo volver a la arena, es que puede que haya partido. No creo que sea porque ha perdido la perspectiva.

Los últimos acontecimientos han debido contribuir a animarla en su vuelta a los ruedos. El trabajo del sanedrín monclovita le está resultando eficaz a Sánchez, pero no parece que funcione con la misma solvencia cuando sale de gira. En Catalunya fue Moncloa quien pilotó la campaña de Illa; los socialistas resultaron los más votados, pero de momento ahí quedó todo. Cuando fueron a por lana a Murcia y promovieron una moción de censura, salieron escaldados ellos y achicharrados los de Ciudadanos, presuntos socios de conspiración. En Castilla León tampoco hubo suerte. Y en Madrid, donde también se empeñaron en meter cuchara, son responsables directos de la estrepitosa derrota de Gabilondo.

Susana ha debido pensar que ahora le toca a ella cobrarse viejos agravios, pero aquí el asunto se presenta algo más complicado. Fue ella quien disparó primero cuando, en octubre del 2016 se convirtió en la jefa de los golpistas que descabalgaron a Sánchez de la Secretaría General porque el PSOE quería investir a Rajoy y Pedro se negaba. Lo echaron sin compasión alguna y, mientras la gestora propiciaba el espaldarazo socialista a un gobierno del PP, el desahuciado Pedro tomó su coche y se paseó pueblo por pueblo haciendo campaña en cada Agrupación con el objetivo de recuperar el puesto cuando se convocaran primarias en el partido. Se convocaron, se presentó él y se presentó Susana, quien durante la campaña interna no se cortó un pelo a la hora de insultarlo y menospreciarlo -“Tu problema eres tú, Pedro”, ¿recuerdan?-. Contaba ella con la aquiescencia de la vieja guardia socialista al completo, empezando por González y Guerra, continuando por Rubalcaba y Bono y terminando por Zapatero. Con tales mimbres ¿cómo no iba a ganar?, pensaban. Pues no ganó. Lo hizo Pedro, que recuperó la secretaria general, echó a Rajoy moción de censura mediante y, tras ganar dos elecciones seguidas, año y medio más tarde conformó el primer Gobierno de coalición desde que se recuperó la democracia en España.

No obstante, Sánchez cometió un error que en política se suele pagar caro: dejó viva a su rival, y ahí esta ella de nuevo, dispuesta a brindar al respetable nuevos episodios de un enfrentamiento con aires de culebrón. Susana sabe que Pedro no la quiere ver ni en pintura, menos aún como candidata a la Junta, pero ha decidido plantar cara en la lucha por la secretaría general del partido en Andalucía. Si fuese Sánchez quien se enfrentara de nuevo a Susana, el morbo estaría servido y su victoria, la de él, casi asegurada, pero como no tiene más remedio que delegar ahí empiezan los problemas, porque últimamente no da una. El rival elegido, Juan Espadas, no hace demasiado honor a su apellido mientras que Susana tiene sobrada práctica en el arte de sostener el cuchillo entre los dientes y utilizarlo cuando llega el momento con la destreza de todo superviviente.

Espadas no es Illa, quien sin ser precisamente la alegría de la huerta, tiene un cierto tirón del que el alcalde de Sevilla carece. Transmite buen rollo, eso sí es verdad, pero también Gabilondo inspiraba ternura y miren ustedes la que se ha liado en Madrid por haberse empeñado en mantenerlo de candidato.

No, Pedro Sánchez no está acertando en sus elecciones territoriales y descabalgar a Susana casi tres años después del momento en que debió de hacerlo le va a costar, si es que lo consigue, muchos más sudores de los que en principio pensaban tanto él como el equipo de estrategas a su servicio que comanda Iván Redondo.

Nada más saltar a la arena, Susana ha dejado claro que piensa pelear duro. Igual que Ayuso ninguneó a Gabilondo, ella hace lo propio con el melifluo Espadas y dirige sus primeros dardos envenenados directamente a Sánchez y a su laboratorio monclovita: de cobrar peaje en las carreteras, nada, qué se han creído, y ese Rasputín que maneja los hilos de la vida de su eterno adversario, ese tal Iván, qué se piensa, ¿que todo es diseño y planificación desde los despachos? No, señor. Las victorias se trabajan en las casas del pueblo. Y claro, uno no puede menos que sonreír al escuchar esto y recordar que fueron precisamente las bases quienes apostaron por Sánchez frente a ella en las primarias del PSOE que redimieron al proscrito.

Aún así, vaya usted a saber cuál puede ser el desenlace. Es llamativo comprobar la mucha carne en el asador que están poniendo solo para ver quién lidera el socialismo en Andalucía. Porque para volver a San Telmo tanto Sánchez como Susana o Espadas saben que, sea quien sea finalmente el candidato socialista a la Junta, les queda una larga travesía del desierto por pasar todavía antes de volver a ganar.

J.T.

Publicado en Confidencial Andaluz

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