martes, 23 de febrero de 2021

Artículo de Cebrián… ¡cuerpo a tierra!

No lo puedo evitar, pero cada vez que Cebrián publica un artículo de opinión a toda página en su periódico del alma, página impar, por supuesto, me da por pensar que algo gordo está pasando. De primeras intento no leerlo, porque aquello sobre lo que pontifica suele ser bastante predecible, sobre todo si has escuchado sus tertulias o leído sus editoriales de los días anteriores. Sabes que viene a rematar la faena para que quede constancia en las hemerotecas de la línea de pensamiento de la casa. Sabes que no va a decir nada que no haya sido hecho público ya en alguno de sus negociados. Que no lo va a decir mejor, porque escribe confuso, puede que a propósito, como aquel columnista que daba a leer el artículo a su empleada doméstica antes de publicarlo y, si esta lo entendía, acto seguido lo “oscurecía” para no ser tachado de vulgar. Sabes, además, que te vas a cabrear leyéndolo pero acabas cayendo en la trampa, lo lees y entonces certificas tus sospechas.

En el artículo de este lunes, Juan Luis Cebrián se ha cubierto de gloria comparando los tuits de Trump con los de Echenique, Rufián, Otegi o Abascal. Él sabe mejor que nadie que mezclar nombres así, al presunto tuntún, es artero pero lo hace. Meter a fascistas y a demócratas en el mismo saco es vejatorio, pero lo hace. Señalar que a Trump le quitaron la cuenta y a Echenique no, es grave, pero lo hace. Echando mano, además, de un recurso estilístico lleno de trampas: “Me pregunto -escribe textualmente- si quienes han aplaudido y justificado la expulsión de Trump de Twitter y Facebook jalearían idéntica medida aplicada a Echenique, Otegi, Rufián, Abascal o cualquier otro”. ¿Se puede ser más retorcido? Ni los tuits de Rufián ni los de Echenique han instigado a nada y lo sabe. Y si habla de oídas sin haberse molestado en leerlos detenidamente, peor.

¿Cómo es posible que quien capitaneó un buen periódico durante años incurra ahora en reflexiones que recuerdan usos y costumbres de los enemigos de la democracia? Por mucho que se repita una mentira, él sabe mejor que nadie que no se puede consentir que esta acabe convirtiéndose en verdad. Me niego a pensar que ha pasado a formar parte de quienes repiten consignas sin pudor porque cuentan con que, la mayoría de quienes las leen o escuchan, no se molestan en verificarlas. Como atribuir al vicepresidente del Gobierno la intención de establecer controles sobre la prensa cuando, de lo que este dijo en sede parlamentaria, únicamente se puede extraer esa conclusión si se conocen solo frases sacadas de contexto o se actúa de mala fe.

No me puedo creer que alguien como Cebrián, con lo que él ha sido, se haga eco de un total sin molestarse en escuchar la comparecencia completa. Y mucho menos me puedo creer que recurra al victimismo mezclando churras con merinas: “Debe ser -dice también textualmente en su artículo- que los comentarios de los tertulianos son un peligro para la democracia mayor que los ripios de cualquier psicópata egocéntrico”. Y añade para terminar de aliñar la ensalada: “Y hasta en eso puedo estar de acuerdo, pero legislar sobre derechos fundamentales exige más reflexión y menos cainismo ideológico que el que viene mostrando el banco azul” Ahí queda, mezclado todo, confuso y embotado para que, quienes no se tomen a molestia de leerlo con cuidado, no descubran la trampa.

En ningún momento se cuestionó en el congreso el derecho de los tertulianos a expresar libremente sus ideas, lo que se dijo fue que “los poderes mediáticos deciden las agendas, los temas de los que se habla y los que no, las voces y opiniones que se pueden escuchar; que en lugar de actuar como contrapoderes, lo hacen como brazos mediáticos de los poderes económicos” ¿Y acaso no es cierto? Cebrián sabe mejor que nadie que el abanico de la pluralidad, como reclama Pablo Iglesias, es necesario que se abra mucho más de lo que lo está en estos momentos. Que falta equilibrio en las voces de quienes analizan a diario la actualidad en los medios, que hay monstruosidades que obtienen una gran repercusión y reflexiones imprescindibles que no llegan, ni por asomo, al común de la ciudadanía.

Cebrián sabe mejor que nadie el nivel de beligerancia del que es víctima el Gobierno de coalición, sabe mejor que nadie la cantidad de acusaciones sobre Unidas Podemos que han abierto telediarios y primeras páginas de periódico y que, cuando los juzgados las han ido desestimando, no se ha enterado nadie. Cebrián sabe mejor que nadie el poder de la lluvia fina, de la gota malaya, al que su periódico lleva contribuyendo desde hace siete años. Fue su periódico el que llamó insensato sin escrúpulos a Pedro Sánchez y desleal a Iglesias. En el artículo de este lunes habla del “pasmo” del presidente del Gobierno (o sea, que le llama “pasmao”) porque a su juicio ha tardado demasiado en “expresar su opinión sobre los desórdenes públicos, “parapetado” como sigue en la Moncloa frente al desconcierto y la angustia…” Ahí queda eso.

Es muy fuerte, alguna vez me lo he preguntado pero no tengo más remedio que repetirlo: ¿por qué están envejeciendo todos tan mal? ¿qué demonios pasa aquí? ¿qué necesitan salvaguardar? ¿a qué le tienen tanto miedo? ¿por qué no dejan trabajar en paz a las nuevas generaciones?¿a qué viene tanta conspiración? ¿dónde está el truco, qué es lo que aún permanece escondido, desconocemos y no quieren que se destape? Bonito día, el del 40º aniversario de aquel 23 de febrero, para preguntárnoslo.

J.T.

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