martes, 7 de julio de 2020

Echenique, Vallés y la libertad de expresión

¿Quién apoyó a mi compañera Patricia López cuando, tras empezar a desnudar en el diario Público las inmundicias de las cloacas de Interior, hace cinco largos años, no dejó ya de ser insultada ni amenazada hasta hoy? Desde entonces no han parado, cerrándole las puertas además para intervenir en alguna que otra tertulia.

¿Quién ha apoyado a Virginia P. Alonso y a Ana Pardo de Vera cuando, en su condición de directoras de Público, han sido víctimas de provocaciones, bulos, fakes y presiones varias?

¿Quién ha salido en defensa de Cristina Fallarás cuando ha sufrido todo tipo de intimidaciones y acosos?

¿Dónde están las proclamas de la FAPE (Federación de Asociaciones de Periodistas Españoles) contra Abascal cuando éste ha arremetido contra Elisa Beni?

¿A qué ha venido, pues, ese sospechoso cierre de filas en torno a Vicente Vallés, conductor del informativo nocturno de A3 Televisión, tras un comentario sobre su trabajo hecho público el pasado fin de semana por Pablo Echenique? Esto fue lo que escribió el portavoz parlamentario de Unidas Podemos: “En realidad lo que le pasa a Vicente Vallés es simple, y es lo mismo que le ocurre a toda la derecha y la ultraderecha: le produce sarpullidos que las cloacas no consiguieran su objetivo y Unidas Podemos esté en el gobierno. Está en su derecho, pero que no lo llamen "informativos".

Que Vicente Vallés sea o no un profesional más o menos aceptable no creo que sea lo que está en discusión. Su trabajo, como el de cualquier periodista, se puede, y se debe, criticar. Y el término criticar no tiene por qué ser sinónimo de señalar, por mucho que algunos se empeñen en ello.

¿Por qué quienes dieron el pistoletazo de salida en redes contra Echenique no hicieron lo propio en su día frente a los maltratos que sufrieron –y sufren- las compañeras de oficio que he citado al comienzo del artículo? * Incluso ellos mismos han sido víctimas de ataques, ¿por qué el caso de Vallés es especial? ¿por qué no han levantado la voz cada vez que ultras como Espinosa de los Monteros arremeten contra profesionales de la comunicación citando nombres y apellidos?

¿Hemos descubierto la solidaridad de pronto? Si así fuera, les aseguro que yo sería el primero en levantar mi copa para celebrarlo. Pero no se trata de eso, ni mucho menos.

¿Por qué no se promovió algo parecido cuando a Jesús Cintora lo echaron de Cuatro Televisión? ¿Por qué tampoco ocurrió con Javier Ruiz quien, cuando gobernaba el PP, fue amenazado por Maroto durante una conexión en directo y su programa, -¡qué casualidad!- acabó siendo clausurado apenas unas pocas semanas después? ¿A qué se debe el empleo de varas de medir tan diferentes?

Para defender a Vallés, han saltado al ruedo apellidos ilustres que van desde Enric Juliana a Pérez Reverte o Esther Palomera. Se ha creado una etiqueta, #YoSoyVicenteVallés, en la que han picado inocentes criaturas de toda edad y condición. A algunas de ellas me he tomado la molestia de llamarlas para preguntarles si de verdad sabían lo que estaban apoyando y me han reconocido que no tenían ni idea, que se habían dejado llevar por la inercia porque la campaña “sonaba bien”. Que estaban atacando a un periodista y había que defenderse. Muy bien, vale, estupendo, qué alegría, pero vamos a ver, si llevan atacando periodistas por tierra, mar y aire, con toda la saña del mundo desde hace años, ¿qué ha ocurrido esta vez para que espabilemos todos de pronto?

¿Que Vallés no es como Inda, Negre, Rojo o Losantos? Bien, de acuerdo, pero si comete errores, ¿no se le puede criticar haciendo uso de esa libertad de expresión que no nos cansamos de defender con uñas y dientes? ¿Qué pasa, que porque Echenique sea portavoz de un partido político no tiene derecho a protestar? ¿De verdad que de lo escrito por el portavoz de Podemos se puede deducir amenaza o persecución? ¿Quién ha tocado el silbato para que tanta gente se remangue y se ponga diligente a la faena?

¿Por qué estamos tan mal acostumbrados los periodistas? No soy sospechoso de no haber reivindicado durante toda mi vida, y hasta la saciedad, la libertad que nuestro oficio necesita para trabajar sin presiones ni condicionamientos. Me he desgañitado reclamándolo y he pagado mi precio por ello, así que espero que nadie venga a darme lecciones sobre lo que es o no es políticamente correcto a la hora de analizar este espinoso asunto.

Como he escrito en mi cuenta de twitter, no existe la solidaridad entre periodistas. El oficio está repleto de trepas y advenedizos que lo invocan para reclamar un blindaje frente a las críticas que no se ganan con su trabajo. Si un periodista miente, miente, por muy periodista que sea. Se puede, y se debe, denunciar.

Y hay algo peor que el corporativismo en el periodismo de este país: el miedo a dejar de comer si te sales del carril. Precarios haciendo la pelota y propagando insidias en lugar de plantarse para informar con dignidad y sin que los exploten. El resultado ya lo estamos viendo.

Una vez dicho todo esto, permítanme una última reflexión: Convengamos, por poco que nos guste a algunos, que Echenique tiene que callarse. En ese caso, se supone que tendrán que callarse todos, ¿no? Que nadie intimide a Cristina ni amenace a Patricia, a Elisa, Ana… Que a nadie se le ocurra mentir más sobre la directora de este medio y, si alguien se empeña en continuar con el raca-raca, defendámoslas a todas con la misma vehemencia por lo menos que estos días se ha hecho con Vicente Vallés, ¿no les parece?

J.T.

* ACTUALIZACIÓN (12:45): Algunas referencias personales que figuraban en una primera versión de este artículo han sido eliminadas tras comprobar que una de las personas citadas escribió un tuit dando su apoyo a otra de las periodistas señaladas.

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