El ataque a Ramón Espinar es solo un apunte más en un ya largo y cansino suma y sigue. Fusilan mal pero disparar, disparan. Fusilaron mal a Juan Carlos Monedero quien, a medida que va pasando el tiempo, incrementa su autoridad moral hasta el punto que lo que dice y escribe es tomado siempre, tanto por amigos como por enemigos, con interés y respeto. Un referente. A Errejón no llegaron a fusilarlo, pero lo de la presunta irregularidad de la beca en la universidad de Málaga puso cachondos a los socialistas andaluces con Susana Díaz a la cabeza durante meses. Luego todo quedó en agua de borrajas pero enredar, enredaron. Mucho. Ahora le ha tocado a Espinar. Suma y sigue.
Intentaron también, con un fantasmal y vergonzoso informe policial llamado PISA, acabar con Pablo Iglesias, y como los promotores de la iniciativa fueron desautorizados hasta siete veces por los tribunales la nueva estrategia parece que es, si concedemos credibilidad a las palabras del veterano conspirador Luis María Anson, poner el CNI a currar a ver cómo pillan en un renuncio al incómodo líder de Podemos, control de su vida privada incluido. La Stassi resucitada.
Han ido también a por Rita Maestre por aquella célebre protesta universitaria en la capilla de la Complutense, y a por Guillermo Zapata por controvertidos tuits escritos en la red cuatro años antes de ser concejal. Y a por la jueza Rosell, y a por Echenique... El asunto es enredar, crear confusión, obligarles a explicarse y que sus comparecencias en las ruedas de prensa y en los juzgados sea lo que finalmente permanezca en la memoria de la gente. Que quede la foto, aunque luego todo acabe en agua de borrajas. Da igual que sea mentira, pero que se expliquen. A Carmena llegaron a cuestionarle hasta su modesta manera de veranear. Busquemos, busquemos, que algo encontraremos. Y ahí están a piñón para ver cómo desprestigian, cómo desactivan o cómo paran a las caras visibles de un movimiento imparable.
Con ataques como el de este miércoles a Ramón Espinar se equivocan. Se equivocan porque aquellos a quienes quieren hundir son tan solo representantes de lo que significa un poderoso movimiento de indignación y protesta incubado durante años, que explotó el 15M, y que cada día que pasa va a más, en la medida en que mayores son los abusos, las injusticias y la pérdida de calidad de vida que sufre el ciudadano medio. Por mucho que se intente hundir a todo aquel que ose asomar la cabeza.
Ahora le ha tocado a por Ramón Espinar, cuyo presunto "pecado" es haber aceptado ahorros familiares para meterse en un piso de una habitación en un barrio de Alcobendas, a veinte kilómetros de Madrid; esperar a que lo construyeran y comprobar cuando se lo dieron que no ganaba lo suficiente para pagar la cuota mensual de la hipoteca. Así que se lo quitó de encima, devolvió a su familia lo que le habían prestado y al menos no perdió dinero, que también podía haberle ocurrido. Los diecinueve mil euros euros a su favor parecen ser ahora el quid de la cuestión. Pongámosles nerviosos. Obliguémosles a comparecer y a ver si con un poco de suerte meten la pata y dicen inconveniencias a las que sacar punta. Así, si no los pillamos por aquello de lo que les acusamos, les pillaremos en algún renuncio cuando les nervios acaben jugándoles una mala pasada. Presionémosles hasta que exploten.
Llevan dos años largos buscando hasta debajo de las piedras y continuarán haciéndolo con quien despunte lo más mínimo. Como lo único que parecen sacar en claro hasta ahora es que se trata de gente normal, ni más santos ni más malvados que el común de los mortales, quizá sea de ahí de donde procedan las ganas que les tienen quienes están de corrupción hasta arriba. Como saben que ni en broma superarían la prueba del algodón, le pasan la bayeta a sus adversarios y, cuando creen haber encontrado una miserable mota de polvo, ponen el altavoz y el ventilador a máxima velocidad a ver si acaba cayendo la breva. Así, mientras desvían el foco y obligan a los atacados a dar explicaciones, ellos pueden continuar con lo suyo.
Este miércoles le ha tocado a Ramón Espinar. ¿Quién será el siguiente?
J.T.
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