Ocurrió el pasado jueves. Manuela Carmena hacía balance de los cien primeros días al frente de la alcaldía de Madrid y disparó:
“Casi todos los grupos políticos tradicionales tienen medios de comunicación que los apoyan. Nosotros hemos llegado huérfanos y nos hemos dado cuenta de que el lenguaje de la verdad puede convertirse en el lenguaje del desprestigio”.
La frase tiene su miga y, aunque antes de comentarla he preferido esperar un par de días para digerirla, he de admitir que se me ha indigestado. Tu quoque, alcaldesa? ¿Tú también -le hablo a usted de tú porque es como prefiere que se le trate- piensas que la solución al vergonzoso discurrir de la mayor parte de los medios de comunicación en España es controlarlos? ¿De verdad crees, admirada Carmena, que frente a los infames e injuriosos ataques que habéis recibido por parte de los esbirros que el poder tiene en los periódicos, radios y televisiones, la solución es ponerse a su altura y contar con medios afines?
No me puedo creer que, desde tu probada y comprobada altura intelectual y política, respetada alcaldesa, desconozcas que reclamar la existencia de medios afines para trasladar tus mensajes se llama propaganda y no periodismo.
No me puedo creer que tus lamentos ante el injusto tratamiento del que habéis sido objeto tú y parte de tu equipo desde el minuto uno en que tomasteis posesión se traduzcan en sentimiento de orfandad porque eso significaría que has caído en la trampa de la derecha depredadora y desprejuiciada. Los medios que te han atacado y la manera en que lo han hecho son cualquier cosa menos periodismo. No se puede entrar en su juego y echar de menos medios que hagan lo contrario. A menos que, como te decía, busques contar con medios de propaganda y no de información. El periodismo es otra cosa, Manuela, y yo sé que tú lo sabes. El periodismo es independencia, servicio al lector, a quien hay que respetar propiciando que sea él quien extraiga conclusiones de la información que le ofrecemos.
En España hemos caído muy bajo a la hora de gestionar los medios de comunicación. No es culpa de la crisis, porque llevamos casi cuarenta años arrastrando un malentendido lamentable: hay periodistas que reclaman su cuota de mérito en que la transición saliera bien y ahí empezamos a fastidiarlo todo.
Los dueños de los medios privados contrataron a periodistas amigos de políticos y comenzó una polarización que cada vez ha ido a más, sobre todo desde que las deudas se comieron el poco aire fresco que quedaba en algunos de ellos, y todos acabaron albergando a bancos y fondos de inversión en los sillones de sus consejos de administración. En cuanto a los medios públicos, la desfachatez con que manipularon Tve desde los primeros ochenta definió el estilo de gestión que practicaron todas las radios y televisiones públicas -autonómicas y locales- a medida que fueron naciendo.
La torticera utilización de TV3% (como la llama Gregorio Morán) estos días de campaña electoral en Catalunya es la demostración más palpable de hasta qué punto se puede perder el decoro, el pudor y la vergüenza.
Quiero imagino, Manuela, que cuando te quejas de “orfandad”, no estás echando de menos un medio como la radiotelevisión pública catalana. Imagino que cuando lamentas no tener “padrinos mediáticos” no estarás queriendo insinuar que aspiras a que te bailen el agua como los medios privados catalanes han hecho, durante tantos años, con los inquilinos del ayuntamiento barcelonés y con la Generalitat a cambio de sustanciosas subvenciones.
Estoy seguro que no quieres decir eso, admirada Manuela. Estoy seguro que tienes claro que la libertad de expresión es patrimonio irrenunciable de toda sociedad democrática y que lo que estás haciendo es denunciar las prácticas infames de algunos periódicos para que dejen de mentir y recuerden de una vez para qué nacieron.
El lenguaje de la verdad nunca puede convertirse en el lenguaje del desprestigio, como tú dijiste el viernes. Discrepo, porque el lenguaje de la verdad, si en realidad lo es, acaba finalmente imponiéndose: el tiempo se encarga de poner las cosas en su sitio como tú, que has sido víctima de tantas injusticias a lo largo de tu vida, sabes bien. De hecho ya está ocurriendo también con los cañones que apuntaban al ayuntamiento desde que llegasteis. Ya se van serenando, ya van entendiendo que el camino de mantener una postura crítica no puede ser la infamia ni la injuria permanentes. Es verdad que estamos huérfanos, todos, no solo tú, de una prensa más decente, de una asociación de la prensa más honesta que denuncie tanta tropelía como silencia y no pierda el norte emprendiéndola contra vuestra web municipal. Es verdad que muchos periodistas llevan muchos años mangoneando donde y como no deben, e intentando usurpar las funciones de quienes gobernáis gracias a los votos.
Pero los votos no dan derecho a promover medios propagandísticos ni sumisos, sino independientes y críticos. Los votos no dan derecho a los políticos a cabrearse con las informaciones que no les gustan ni a decirle a los periodistas de lo que tienen que hablar o no.
Que la prensa española, en este momento, produzca auténtica vergüenza leerla no dota a ningún político de autoridad moral para querer meter sus narices en ella. Que haya muchos que lo hagan porque existen presuntos periodistas que lo permiten no puede acabar sugiriendo a políticos honestos como tú que la solución pasa por continuar con el mismo juego.
Llevo mucho tiempo diciendo que el periodismo en este país, como la política, necesita un auténtico reseteo. Esa es una de las razones por las que hemos apostado por proyectos políticos como el que tú encabezas. Para resetearlo todo, no para echar de menos medios afines ni para que os proclaméis huérfanos. A los profesionales del periodismo nos preocupa mucho la falta de prestigio internacional de nuestros medios. No sé si eso es orfandad, pero desde luego es una vergüenza. ¿Por qué no nos ayudas a solucionar este problema en lugar de preconizar la existencia de medios donde tú y los tuyos podáis decirle a los profesionales que trabajen en ellos lo que queréis que cuenten y lo que no? Ese no es, ni puede ser jamás, el camino de una opción de cambio y frescura como la que representáis quienes nos hicisteis felices el día en que tomasteis posesión del gobierno del ayuntamiento de Madrid.
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