El españolazo es ese tipo de ciudadano, por lo general enamorado de “Ciudadanos” que ni sabe, ni parece que le importe mucho, lo que en verdad se esconde tras la piel de corderito de ese joven catalán felizmente “nacido en democracia” y que atiende al nombre de Albert Rivera.
El españolazo medio ha sido o continúa siendo “muy fan” del PP y parece haberse resignado, con el paso del tiempo, a que los rojos existan y hasta ocupen escaños y desempeñen cargos en las instituciones. Pero por muchos años que pasen, lo que el españolazo medio no parece dispuesto a entender es la personalidad propia de territorios históricos como Euskadi o Catalunya entre otros.
El españolazo suele poner a caldo cualquier tentación de admitir que este país es una suma de maneras muy distintas de entender la vida, que aplicarles un mismo patrón es andar equivocado ya desde el minuto uno. Al españolazo le gusta dividir, enervar y por lo que suele decir y hacer, no parece que lo suyo sea construir, entenderse, dialogar, pactar…
Hay españolazos horteras, españolazos rudos, españolazos violentos… y luego están los españolazos cultos, que son los peores porque a sabiendas manipulan, argumentan de manera torticera (y anticonstitucional) sobre el funcionamiento del estado de las autonomías e intoxican alentando el sentimiento anticatalanista y antivasco por las cuatro esquinas del ruedo ibérico.
Responden al patrón de insignes españolazos, por ejemplo, el avezado demócrata Herman Terstch o los reconocidos intelectuales Arcadio Espada y Federico Jiménez Losantos.
El españolazo, en estos tiempos electorales, está curiosamente más callado que de costumbre. Afila cuchillos para el domingo 24, dispuesto a ensañarse sin piedad, desde esa misma noche, con aquellos partidos y territorios donde los resultados le suministren la carnaza adecuada.
El españolazo no es que no quiera que se hable de independencia o de derecho a decidir. Es que beligera frontalmente con los movimientos que lo propugnan. El españolazo suele ser cruel con quien no piensa como él, intolerante con quien no comparte sus postulados, y excluyente hasta desembocar, en muchos casos, directamente en la xenofobia.
El españolazo no solo anida en los viveros del PP, sino también en los del PSOE y, de un tiempo a esta parte, nutre en tromba a esa especie de coche-escoba llamado “Ciudadanos” que va recogiendo por los caminos todo el lastre que el bipartidismo ha ido dejando en la cuneta.
Aviso a caminantes: “Ciudadanos” es un partido españolazo puro y duro. En Catalunya lo saben bien y en el resto del país, como no andemos espabilados, lo vamos a acabar sabiendo todavía mejor.
Quienes también lo saben, y están aparentemente encantados con este súbito regalo caído del cielo, son los capitostes de la CEOE, los conspiradores del IBEX-35 y todos aquellos que ven en esta fértil y urgente cosecha de españolazos una oportunidad de oro para poder chafar cualquier expectativa de cambio.
J.T.
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