Décadas de progreso y avances sociales, años y años de apuesta por la tolerancia y por la consolidación democrática corren el riesgo de saltar por los aires en esta vieja y ajada Europa. Nos miramos al espejo y éste nos devuelve nuestra verdadera cara a día de hoy: somos racistas, xenófobos, intolerantes, crueles y desconfiados con el extranjero. Nunca hemos dejado de serlo.
Si ese extranjero es árabe o subsahariano, procede de un país pobre y se empeña a toda costa en plantarse aquí... pues ya la tenemos liada. Esta cuarteada Europa, moribunda si la comparamos con lo que fue y si constatamos su lentitud de reflejos para no perder comba frente a la velocidad que lleva el mundo, está plantando al drama de la inmigración la peor y menos inteligente de las caras.
Las balas de goma de El Tarajal son la expresión trágica de lo que piensa la derecha en nuestro país. En la mayor parte del resto de Europa, esto ha cristalizado ya en partidos políticos que proclaman abiertamente su xenofobia y cosechan votos al grito de "Al inmigrante, ni agua". El crecimiento de la semilla fascista está regada por un racismo, hasta hace poco quizás vergonzante, que ha decidido quitarse todas las máscaras y enseñar, ya sin remilgos, su verdadera cara cruel e inmisericorde.
Se habla mucho del imparable ascenso del Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia. Es terrible que pueda ser el partido más votado en su país en las elecciones europeas de mayo. Pero no nos olvidemos que hay muchos más países en Europa en los que la ultraderecha gana terreno por días con una presencia cada vez más numerosa en los parlamentos de sus respectivos países y de los que apenas se habla. Veamos:
Timo Soini, por ejemplo, líder del partido "Verdaderos finlandeses", un político que llama a los inmigrantes "criminales" y "parásitos del dinero de los contribuyentes", consiguió en 2011 con este discurso xenófobo el 19 por ciento de los votos y 39 escaños en el parlamento de Helsinki: multiplicó por ocho el resultado de 2007. En Noruega, el ultraderechista Partido del Progreso gestiona 7 carteras del actual gobierno tras cosechar casi el 23 por ciento de los votos en 2013 prometiendo reducir a la mitad el número de inmigrantes no europeos.
Esto está ocurriendo en los hasta hace poco modélicos y solidarios países escandinavos, donde no se libra ni Suecia: Jimmie Akesson, que en su discurso político relaciona inmigración y criminalidad, cuenta desde 2010 con 20 de los 349 escaños que tiene la Cámara de Estocolmo. De Suiza, tras el referéndum del pasado día 9, poco hay que añadir: impulsada la consulta en solitario por el partido ultraderechista Unión Democrática de Centro, el 50,3 por ciento de los ciudadanos decidieron acabar con la libre circulación de personas en su país. Este partido, liderado por Toni Brunner consiguió en 2011 el 28,9 por ciento de los votos en las elecciones legislativas suizas.
En Austria, Holanda y Dinamarca, los partidos xenófobos superaron también el diez por ciento de los votos en las últimas elecciones que se celebraron en cada uno de estos países. El holandés Geert Wilders, líder del Partido por la Libertad, ha llegado a comparar la fe islámica con el nazismo; uno de los eslóganes del Partido Liberal Austríaco ha sido "Trabajo en vez de Inmigración" y Pía Kjaersgaard, lider del Partido Popular Danés, anda proponiendo una barrera con Suecia porque considera que Estocolmo, Goteborg o Malmö se están convirtiendo en "Beiruts" de Escandinavia.
De la peligrosidad de los ultras griegos de "Amanecer Dorado" tenemos suficiente constancia: estética nazi, guardaespaldas amenazantes, disturbios y prisión el pasado octubre para su líder, Nikolaos Mijaloliakos, acusado de ser el dirigente de una "banda criminal".... En Hungría Gabor Vona cimenta los recientes éxitos de su formación, Jobbik, en sus proclamas antigitanas... También hay partidos xenófobos con éxito electoral en Bélgica, Reino Unido, Bulgaria, Eslovaquia... Los ultraderechistas de la Liga Norte cuentan por su parte con más del diez por ciento de los votos italianos... Una ruina, una desgracia, una amenaza, una vergúenza. Pero estos son los mimbres con los que se prepara la cesta de las elecciones europeas.
¿Conseguirán los partidos xenófobos y racistas reunir 25 diputados de 7 países diferentes y contar así con grupo parlamentario propio en la Cámara de Representantes que se constituya en Estrasburgo tras las elecciones del próximo 25 de mayo? No lo sabemos, pero lo que hemos expuesto aquí es la cera que arde en un continente que, como sostiene Eslava Galán, "se suicidó en el siglo XX con dos guerras mundiales y ahora se está acabando de matar y destruir", olvidándose de hacer cumplir hasta la Declaración Universal de Derechos Humanos.
A nosotros, que nos ha tocado ser una de las puertas de entrada de esa Europa insolidaria y asustadiza, al margen de amagos como el del racista Josep Anglada en Catalunya que consiguió 67 concejales en 2011, todavía no nos ha germinado -a pesar del nacimiento de "Vox", quiero creerlo así- un partido xenófobo que consiga amplio respaldo electoral. De momento lo que tenemos son balas de goma. Balas de goma que hemos usado.
J.T.
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