Mi hija menor, que como todos los hijos, piensa que los padres tenemos respuesta para todo, me puso el otro día en un comprometido aprieto cuando me preguntó
- ¿Cómo definirías tú el poder, papá?
No me preguntó qué es el poder porque sabe que si me lo pregunta así le digo que se esfuerce y busque en el diccionario. Me preguntó cómo lo definiría yo. Así que, para no defraudarla mucho, opté por responder con rapidez de reflejos. Los hijos, por lo general, no creen nada de lo que les dices, pero si dudas te creen menos aún.
- El poder, cariño, es la capacidad de administrar un presupuesto, le dije. Así, sin anestesia.
Claro que desarrollando después la idea, nos dimos cuenta que, aunque la definición de la rae (por supuesto, lo consultamos) no contempla la acepción que yo me acababa de sacar de la manga, mi contestación a su pregunta -modestia aparte- podía ser aceptable: Dispones de presupuesto cuando tienes dinero en el banco, cuando ganas un sueldo, pilotas un negocio boyante o regentas un tinglado al que le llegan cuotas y subvenciones. Y administrar eso es poder. O "Poder", con mayúscula, dependiendo de la envergadura de lo administrado.
La política consiste -ya nos fuimos por otros derroteros- en cambiar las cosas administrando un presupuesto de una manera u otra. Gobernar es administrar presupuestos según el programa con el que distintas formaciones políticas concurren a unas elecciones. Esas formaciones políticas, a su vez, cuentan con un presupuesto, derivado teóricamente de las cuotas de sus afiliados, para sostener su organización y poder dar a conocer su programa. Así que el que administra el presupuesto de esas formaciones también tiene poder.
En una formación política hay reuniones, viajes, congresos, comidas, gastos generales y... puestos de trabajo. Los que tienen cargos en esas organizaciones conforman lo que ellos llaman " comités de dirección" o "comisiones ejecutivas", pero en la práctica son consejos de administración que administran presupuestos y ejercen poder.
Los cargos de estas organizaciones, los que conforman lo que se conoce como "el aparato", tienden a olvidarse que sus responsabilidades tienen fecha de caducidad, y cuando se han tirado calentitos en un sillón varios años tienden a buscar la manera de perpetuarse, a convertir su presuntamente dedicación "temporal" en fuente de ingresos para toda la vida. Surge entonces el "profesional" de la política, el que no ha hecho otra cosa en su vida, el que si se tiene que buscar la vida fuera del partido, de la organización, no sabe cómo hacerlo. Así que por mantenerse...¡mata!
Pasa a segundo plano la preocupación por resolver los problemas de los ciudadanos, que es el objetivo de la organización a la que pertenecen. Lo importante ya no son las mujeres maltratadas de las que se ocupa tu ong, ni los trabajadores a los que debe defender tu sindicato, ni las injusticias que debes combatir como político: lo importante es poder seguir mamoneando, mamando de la teta, pasando dietas, kilometrajes, codeándote con la "crème"... Y para mantener eso, mientras tienes el poder te dedicas a rodearte de fieles, de gente que te deba favores, de mediocres que no te dejen en evidencia... estómagos agradecidos dispuestos a hacer una piña apenas alguien ose poner en cuestión esa manera de funcionar y toque las narices más de la cuenta o ponga el dedo en algunas llagas. Y así, pasito a pasito... ¡ya tenemos creada una secta!
Esto, que sucede en buena parte, por no decir en todas, de las organizaciones políticas y sociales, formaciones políticas, es especialmente sangrante en la izquierda. Los partidos de derechas están formados, en general, por descendientes de quienes ya robaron antes, cuentan con patrimonio, estudios y tienen el riñón cubierto. Los partidos de izquierdas... más bien no. Si falla todo, los de derechas suelen disponer de carreras profesionales como fiscales, notarios o registradores de la propiedad a las que recurrir como plan B. Los de izquierdas, en una gran parte de los casos... no tienen donde caerse muertos. Eso de las primarias, un mecanismo que aporta higiene democrática, con la derecha no parece ir mucho y tampoco se les ve muy preocupados por ello.
Pero a la izquierda sí. Un proceso de primarias en las izquierdas parece claramente necesario y ninguna organización parece rechazarlo pero, eso sí, con condiciones. El otro día escuché a Cayo Lara, coordinador de Izquierda Unida, afirmar que "es simplista decir que los que no hacen primarias son carcas y retrógrados, que lo importante en una organización es el programa y el proyecto político, independientemente de las caras". En resumen, que de primarias abiertas, nada.
Al oír aquello, me pareció interesante vincular la noticia en twitter y acompañé el link con el siguiente texto:
- "Mi chiringuito es míiiio. Primarias caca (Cayo Lara)"
No pasaron ni dos minutos cuando, en tromba, mi TL empezó a llenarse de insultos y de juicios de valor.
-"Sirves bien a tu amo", me espetaba alguien que pilota un medio on line y que en su avatar luce orgulloso una camiseta del pce
- "Eres un mamporrero", gritaba otro
- "Si tú eres periodista yo soy madame Curie", soltaba una tercera...
En twitter, la regla de oro es no contestar a las provocaciones, pero a uno de ellos le repuse
- Mientras usted me despelleja y yo le contesto, la derecha se frota las manos
Y me llamaron victimista. Lo reconozco, me asusta esta gente. Uno de los privilegios que se tienen al llegar a ciertas edades es poder decir lo que a uno le da la gana, pero aquello me dio miedo, la verdad: si se me han tirado encima por un miserable tuit y sin conocerme, ¿qué no harían conmigo si perteneciera a la organización y osara discrepar?
Creo que el funcionamiento sectario de las organizaciones de izquierda es un terrible cáncer. Una maldición gitana que nos anquilosa. Quiero pensar que ninguno de los que me insultaron está a sueldo de la organización. Quiero pensar que sus invectivas son producto del ejercicio de su libertad y no porque les deban nada a nadie. Quiero pensar que tuvieron un mal día y punto. Porque si esa ess u manera de comportarse habitualmente, tirársele al cuello al que se permite una gracieta en twiter, esto , queridos míos es un verdadero desastre.
- Papá, nos hemos ido un poco del tema, ¿no?
- Llevas razón, cariño. Pero quizás no tanto. Porque, si como decíamos al principio, el poder es la capacidad de administrar un presupuesto y la política consiste en cambiar las cosas administrando unos Presupuestos Generales... si para llegar a eso empiezas por emplear el presupuesto de tu organización en cerrarte en banda, promover un funcionamiento sectario y pagar a turiferarios que muerdan a quien te cuestionan... pues sí parece que estamos hablando de poder, ¿no te parece?
J.T.
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