Más de ochenta consejos de ministros ya. Más de ochenta canalladas todavía impunes que a punto están de hacer rebosar el vaso de la paciencia. Los escépticos, los impacientes suelen lamentar que de momento no pase nada, que todo esté tan tranquilo, pero yo no creo que sea así. Está pasando. La conciencia y la memoria colectiva hacen su trabajo y van archivando.
No es verdad que nos dé igual lo que hagan quienes mandan y su gobierno títere. No es verdad que tengan barra libre. No es verdad que nos dejemos engañar por estos papasfritas mercenarios de Bruselas y Berlín. La sabiduría del ciudadano de a pie, que aguarda pacientemente el momento de darles su merecido, siempre estará ahí.
Encaramados como andan en lo más alto de sus pedestales, el gallego registrador y su tropa han perdido la perspectiva despistados por unas encuestas que parecen bastante cuestionables. Si alguien en este país no tenía costumbre de mentir, con tales maestros en el arte de negar la evidencia y echarle tanto morro a la vida, hemos completado en estos dos años no ya un cursillo intensivo, sino un verdadero doctorado que nos permite, llegado el caso, soltarle a un encuestador lo contrario de lo que pensamos sin mover un solo músculo de la cara.
La calle no parece sentir ni pensar como dicen las encuestas. Los jóvenes que atestaron este jueves las calles de toda España pertenecen a una generación que empieza a tener conciencia de que hay que rebelarse para que no les pase como a sus hermanos mayores, que andan buscándose la vida en el extranjero con mejor o peor fortuna. Exigen igualdad de oportunidades, estudiar sin trabas y, cuando acaben la carrera, contar con posibilidades laborales sin verse forzados a hacer las maletas para ganarse la vida. Es su derecho y protestan porque no quieren perderlo.
Los profesionales de clase media, de 40, 45, 50 años... saben que, si no espabilan, el confortable estatus del que algunos todavía disfrutan puede irse a tomar viento cualquier día de estos. Esa clase media española de la que Franco solía presumir diciendo que había sido su mejor obra y que puede acabar ahorqa siendo dinamitada por los herederos del dictador que todavía nos gobiernan.
Jubilados, enfermos, desempleados y dependientes, para quienes la vida se ha vuelto mucho más difícil, no salen de su asombro cuando oyen las cosas que los gobernantes del pp cuentan en la tele: les niegan en su cara las dificultades por las que están pasando. Muchos de ellos, que los votaron, hacen lo posible para que no se les note demasiado el aspecto de tontos que se les ha quedado tras sentirse engañados y estafados. A ver qué hacen cuando llegue su momento, el del papelito en el sobre y en la urna, para desquitarse de las decisiones de más de ochenta consejos de ministros ya, a cual de ellos más infame.
Nos recordaba Juan Carlos Monedero la otra tarde en la presentación de su libro más reciente, "Curso urgente de política para gente decente" cómo, según Gramsci, los cambios hay que hacerlos en las conciencias para que sean verdaderos cambios. Hay que cambiar la manera de pensar de la gente.
Y gotita a gotita, "tacita a tacita", cada vez son más quienes van entendiendo la trágica e inadmisible dimensión de lo que nos está pasando. Gentes a quienes no les gusta lo que ven ni lo que oyen ni lo que viven, consecuencia de más de ochenta vejatorios consejos de ministros, y que no se conforman. Como escribía más arriba, la conciencia y la memoria colectiva hacen su trabajo y van archivando.
J.T.
La foto es de Nieves Pastor
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