Agoreros de toda clase y condición vienen anunciando la muerte de Podemos desde el mismo día, 17 de enero de 2014, en que este proyecto político se dio a conocer. El sistema se percató enseguida que lo que significaba esta iniciativa política no era precisamente una broma, que sus análisis eran profundos y sus propuestas ponían el dedo en la llaga. El bipartidismo y la monarquía corrupta, la banca y el empresariado supieron ver pronto que las reflexiones y diagnósticos de aquellos profesores universitarios calaban porque manifestaban exactamente lo que buena parte de la ciudadanía sentía y pensaba en aquellos momentos. Había que cargárselos pues, matarlos, acabar con ellos. Aquel maldito espejo de Blancanieves les estaba diciendo que existía alguien más guapo. Intolerable.
Y a ello se pusieron. Casi once años después, los más de veinte casos judiciales abiertos contra diferentes miembros de la formación con cualquier pretexto, pero siempre sin fundamento, han quedado en agua de borrajas como no podía ser de otra manera. Los dos últimos, el caso Neurona y el caso Niñera, acaban de cerrarse por fin dejando claro que todo fue una patraña urdida para arruinarles la vida a quienes habían osado poner en solfa las inercias de la manoseada Transición, los acuerdos que durante décadas habían dejado vivos en las instituciones a buena parte de los herederos de la dictadura. Algunos nunca dejaron de asomar la patita y otros, desde que han decidido quitarse las caretas en los juzgados, la policía, el ejército o los periódicos, están consiguiendo acorralar a los miembros socialistas de un gobierno que nunca supo verlas venir hasta que no les ha tocado a ellos.
Como sigamos así, la jaula de grillos que es hoy el Parlamento podría convertirse más pronto que tarde en una bañera de pirañas. Recordaba el otro día Gabriel Rufián, recién elegido mejor orador del año, cómo hace ya doce años "una diputada del PP dijo en el Congreso “que se jodan” durante un debate en el que se hablaba del paro y de parados. Aquello fue un escándalo, se le sancionó y ella y su partido tuvieron que pedir perdón. Hoy se aplaudiría, se jalearía y se harían camisetas con la frase”.
Aún así, las encuestas de estos días certifican una vez más que Podemos, ese muerto que tantos han querido matar tantas veces, goza de buena salud. Ahora solo disponen de cuatro diputados en el Congreso, es verdad, pero se trata de cuatro votos tan válidos como los siete de Junts o de Esquerra, los seis de EH Bildu o los cinco del PNV. Cuatro escaños sin los que no se puede hacer nada. Cuatro votos que Ione Belarra y sus compañeros usan para cumplir con lo que sus electores esperan de ellos: conseguir avances sociales, luchar contra la desigualdad o poner pie en pared frente a las injusticias. Algo que en Sumar no han sabido hacer. O no han querido, vaya usted a saber.
La última humillación sufrida por la ministra de Sanidad, plegándose con el asunto Muface a una decisión contraria a su voluntad política, deja a Mónica García en muy mal lugar. Sumar nunca fue nada y ahora es mucho menos. Si mantiene alguna expectativa de voto es gracias a la incondicional militancia de Izquierda Unida, que sigue dentro porque no sabe qué hacer con su vida. Y mientras tanto en Podemos, cada vez que habla Irene Montero le tiemblan las piernas a más de uno, cada vez que Ione Belarra interviene en el parlamento deja más en evidencia la tibieza de un Gobierno de coalición algunos de cuyos miembros, empezando por el presidente, están empezando a sufrir el mismo tipo de ataques que soportaron tantos responsables de Podemos mientras los socialistas miraban para otro lado.
Y hete aquí el panorama actual, los mismos cañones que dispararon contra el partido morado andan ahora copando telediarios y primeras páginas con Ábalos, Aldama, Koldo, Begoña… los mismos que acosaron en su casa durante meses a un vicepresidente y a una ministra del gobierno están yendo ahora a por todas contra el entorno familiar y político del presidente. Puede que Pedro Sánchez se haya dado cuenta ya que se equivocó apostando por intentar hundir a Podemos. Sus cuatro diputados y los postulados políticos que estos defienden le son a día de hoy más necesarios que nunca, sobre todo desde que en Junts han decidido hacerle descarados ojitos al Partido Popular.
Más vale que nadie baje la guardia. Como sostiene mi admirado Javier Leizaola, “vienen curvas y toda alerta será poca”. Feliz Navidad.
J.T.
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