Reconocidos colegas mantienen estos días que estamos viviendo tiempos peligrosos. Que tanta irritación, tanta grosería y tanto revuelo en las calles por parte de las derechas no presagia nada bueno. No digo que esto no pueda ser así, pero también creo que existe un cierto aire de performance en esas actuaciones, en esas puestas en escena.
Si sale adelante el Gobierno de coalición, las derechas vivirán un tiempo sin poder trincar como a ellas les gustaría (en el fondo todo acaba siendo cuestión de dinero), pero aún así el bipartidismo tiene razones para concluir que, pasito a pasito, va ganando batallas. Haber conseguido relegar a Podemos e intentar despojar de relevancia a esta formación política es una de ellas ¿Catalunya? Yo creo que les preocupa menos de lo que dicen porque en el fondo, piensan, los nacionalismos son de derechas y al final entre ellos siempre acaban entendiéndose.
Los principales actores del posible Gobierno de coalición, PSOE y Sumar, no se cansan de emitir señales hablando de estabilidad, de ausencia de ruido, de su apuesta por gestionar desde el “vamos a llevarnos todos bien”. Esto, por mucho jaleo que monten las derechas con lo de la amnistía y el se rompe España cala en la ciudadanía media. En la derecha lo saben porque, con Podemos de momento en una leve esquinita del tablero, socialistas y populares juegan al mismo juego, la recuperación del bipartidismo ¿Abascal y Yolanda? Meros comparsas.
El bipartidismo está empeñado en cerrar un ciclo de casi diez años en el que, tras constatar cómo peligraba su chiringuito de décadas, se puso manos a la obra sin perder un minuto. Entendieron que Podemos había dado con la tecla para desenmascarar sus tejemanejes, que su mensaje calaba hasta tal punto que Pedro Sánchez ganó las primarias con las que resucitó a la vida política asumiendo parte del discurso de Podemos. Hasta las más díscolas vacas sagradas del PSOE saben, por mucho que pataleen, que eso salvó a su partido, que consiguió librarse del sorpasso de milagro.
Podemos logró sintonizar con la sensibilidad y las preocupaciones de un importante porcentaje de la población, decía y dice cosas que mucha gente piensa pero nadie expresa con claridad, emitía y emite diagnósticos acertados, además de proponer soluciones y medidas que se demostraban eficaces a pesar de las resistencias previas con las que siempre se encontraron. Un peligro manifiesto.
La tarea a la que se pusieron policía, jueces y medios de comunicación es bien conocida: había que conseguir que quienes resultaban beneficiados por las políticas que propugnaba Podemos, es decir, la mayoría de la población, acabara tratando como enemigos justo a quienes se preocupaban por mejorar sus vidas. ¿Tertulianos (por lo menos en los medios públicos) que denunciaran esta situación? Ni por asomos. Cuando Podemos llegó al gobierno, las tertulias de tve continuaron siempre atestadas de periodistas de La Razón, El Mundo, ABC o El Confidencial, derecha pura, solo de vez en cuando alguna excepción.
Los machacaron vivos hasta intentar diluirlos en Sumar y ahora Pedro y Yolanda se dedican a repartir sonrisas y buen rollo para tranquilizar a los preocupados con el ruido al tiempo que repiten sin parar viva la estabilidad, viva la moderación. Por eso la indignación de las derechas me parece pura performance. Abascal ya ha hecho su trabajo como en su día lo hiciera Albert Rivera, ya está amortizado y él lo sabe, por mucho que todavía se permita amenazar desde la mismísima tribuna del Congreso de los Diputados. Serán unas semanas duras porque lo de la amnistía hay que meterlo con calzador, pero el resultado parece claro. Que no se preocupen las viejas glorias socialistas, que sus miserias seguirán sin salir a la luz.
No nos despistemos con las maniobras de distracción. Tampoco debemos asustarnos ni asumir que vienen tiempos “peligrosos”, por mucho que los ultras se empeñen. Habrá Gobierno de coalición porque ya les gustaría a quienes lo van a componer ser tan feroces como los pintan. Puede pues que el bipartidismo consiga dejar vacío por un tiempo el campo de la izquierda en las instituciones, pero los postulados que defiende Podemos continúan más vivos que nunca, así como las razones por las que nació.
Tragar en nombre de la moderación y de la tranquilidad no vaya a ser que se enfaden los “supercicutas” es solo postergar los problemas, pero no solucionarlos. Y la política es solucionar problemas, no asustar a quienes los tienen para que se conformen con las migajas.
J.T.
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