lunes, 10 de abril de 2023

La larga sombra del Magariños


Oigo y leo a los crispadores de guardia, que no han parado ni en Semana Santa, y la evidencia parece bien clara: el domingo de Ramos metimos la pata, podría ser el resumen de sus intervenciones. Pensamos que apoyando a Yolanda Díaz nos comeríamos con patatas a Podemos a las primeras de cambio y nos equivocamos, admiten ahora compungidos en ciertos cenáculos mediáticos progresistas, también en el seno de ese batiburrillo impreciso llamado Sumar… y hasta en el PSOE, instigador clave de la proclamación del Magariños.

Magariños, el lugar donde Yolanda admitió por fin que quiere ser presidenta del Gobierno de la nación, fue la nada envuelta en celofán, solo faltaba Paulo Coelho predicando ese buen rollo falso que le hizo millonario. Todo muy guay, muy fashion, muy tierno y muy blanco pureza, pero ya durante la misma celebración de tan distópico show empezaron a darse cuenta que ese pastiche organizado al margen de Podemos iba a ser muy difícil que funcionara.

Cuando te empeñas en que alguien se asocie contigo por lo civil o por lo militar ninguneando su peso especifico, cuando lo haces intentando que agachen el lomo sin prever del todo cuáles pueden ser las consecuencias si no tragan, las posibilidades de que, si insistes en seguir adelante, te quedes con el culo al aire son muy altas. Y así parece que está siendo.

Tras la subida de Yolanda Díaz a los altares se ha producido durante esta Semana Santa un llamativo giro de guión en el que “las personas que no querían que Podemos acabara confluyendo con Sumar se han puesto nerviosas ante la posibilidad cierta de que Podemos no acabe confluyendo con Sumar, según resumía un reconocido tuitero. Lo único que pareció quedar claro hace ocho días es que Yolanda Díaz no quiere tutelas a pesar de que el empleo de tal expresión inquieta y siembra dudas: “ni tutelas ni tutías”, tenía que haber rematado, pero no se atrevió.

Se conoce que prefiere directamente abrazos de oso como el que le prodigó el presidente del Gobierno cediéndole un buen porcentaje de protagonismo durante la moción de censura de la ultraderecha. Es el momento de las mujeres, repitió una y otra vez en el sermón del Magariños, a pesar de llevar meses evitando a Ione Belarra e Irene Montero, sus dos principales compañeras en el grupo minoritario del Gobierno de coalición.

Sostiene un amigo mío que Pedro Sánchez y Yolanda Díaz están tomando decisiones dando por hecho que la izquierda perderá el poder en las elecciones generales de final de año. La tesis de mi amigo puede ser descabellada, pero a lo mejor no lo es tanto: según él, el presidente solo piensa ya en un cargo europeo, Yolanda se ha creído que el PSOE no tendrá relevo después de Sánchez y en consecuencia será ella quien se quede con el voto de izquierdas. Como se ve heredera del electorado del PSOE, pone todo el empeño que puede en agradar a esa parroquia y la verdad es que, repasando con detenimiento el sermón de Magariños, parecía más una candidata del PSOE que muchos del propio PSOE.

Yolanda ha reconocido en círculos privados, y a veces no tan privados, que tiene un proyecto para diez años; que se ve como presidenta, sí, pero no en estas próximas elecciones. Si Sánchez pierde el Gobierno y ella conserva el apoyo de los mismos aliados mediáticos que tiene ahora, durante la próxima legislatura podría convertirse en la única diputada del Congreso con peso suficiente para hacer oposición, porque el nuevo secretario general que deberían elegir los socialistas es posible que tuviera un perfil más bien soso, tipo Juan Lobato o Juan Espadas, actuales líderes del partido en Madrid y Andalucía, o incluso fuera alguien que ni siquiera contara con escaño parlamentario.

Esto permitiría entender por qué a Sumar puede que no le preocupe tanto el número de diputados que la “plataforma” consiga en las próximas elecciones generales, aunque en lugar de cincuenta sean solo veinte. Lo único que necesita Yolanda Díaz es que nadie le haga sombra en el Congreso, ni Ione Belarra, ni Irene Montero, de cuyos linchamientos ya se encarga el equipo mediático habitual; ni tampoco Ada Colau o Mónica García, a quienes apoya para ayudarles a ganar en Barcelona y Madrid. Mejor lejos que sentadas a su lado con actas de diputadas, que la competencia es “mu mala”.

Si otorgamos aunque sea una mínima credibilidad a estas hipótesis, ¿verdad que no resulta descabellado deducir que a los “sagaces estrategas” de Sumar puede que no les importe tanto concurrir a las elecciones generales de diciembre sin contar con nadie más?

Magariños no ha sido precisamente un buen comienzo para acabar con Podemos, quizás habían pasado por alto que el partido morado cuenta con más fuerza, empuje y respaldo del que pensaban; en el PSOE y en Sumar se dieron cuenta de su error nada más finalizar el acto del polideportivo y ahora andan de los nervios buscando cómo deshacer el entuerto cuanto antes.

Para que el resultado de las generales de diciembre no les importe a Sumar y compañía, estos han de conseguir primero que se cumpla la premisa de partida: acabar con Podemos, ese gran sueño húmedo de tantas y tantos. Saben que lo tienen muy difícil y que si no lo logran el chiringuito, la plataforma o como demonios quieran llamar a ese invento con tanta fachada como tan poca sustancia, se les irá al traste.

En resumen, que a Podemos le toca ahora resistir con más empeño que nunca para que Pedro Sánchez y Yolanda Díaz no se salgan con la suya. Es posible. Una vez más, sí se puede, pero como siempre toca pelea.

J.T.

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