lunes, 4 de enero de 2021

¡Dejad que nos vacunemos en paz, miserables!

 

¿También en 2021 vais a encanallar estos tiempos de esperanza? ¿No vais a parar? ¿Por qué le tenéis tanta alergia a la convivencia en paz? ¿Por qué no es posible dirimir las legítimas diferencias entre unos y otros en el campo del debate y de la búsqueda de soluciones?¿Dónde está escrito que es mejor hacerlo a cara de perro? 

Dejadnos en paz que nos vayamos vacunando poco a poco y no molestéis. Dejadnos soñar con la vida que echamos de menos y no echéis más mierda encima. Queremos creer, confiar, así que dejad de meter cizaña cuando lo que está en juego es nuestra salud.  

No todo tiene que parecerse al fútbol en la vida. Considerado un deporte noble por tantos millones de aficionados, a mí me parece sin embargo que está basado en la capacidad de destrozar las habilidades y el buen trabajo del adversario. Ya puedes ser la persona más brillante, más trabajadora y más habilidosa del mundo, que siempre habrá alguien en el equipo contrario dispuesto a romperte las piernas. Aunque funcione como una parábola de la vida misma, hay muchas maneras, y mejores, de relacionarse que las que nos propone el llamado deporte rey.  

Cualquier clase de competición debería poder incrementar su atractivo sin que el espíritu deportivo quedara arrinconado. Así como existen entrenadores capaces de reconvenir a sus pupilos cuando no se comportan con la suficiente violencia en la cancha, hay muchos políticos que sin la agresión verbal no saben vivir. Como si los hinchas solo valoraran su capacidad de agredir y destruir. Nada de “jogo bonito”, nada de propuestas ¿de verdad queremos solo sangre? ¿de verdad nos parece bien que las patadas que se pegan entre ellos acabemos sintiéndolas todos en nuestros propios culos? Ni para que nos vacunemos en paz parecen dispuestos a dejarnos tranquilos. 

Tenemos una oportunidad única, con este gobierno de coalición, de aprender a ponernos en la piel del adversario a la hora de confrontar y asumir que, por mucha razón que creamos tener, la otra parte también tiene la suya. No siempre ganar los partidos por goleada es la mejor opción. Un buen trato es aquel en que, tras arduas negociaciones, las dos partes tienen la sensación de haber salido ganando.  

Los flamantes presupuestos generales y los recientes acuerdos legislativos aprobados en el Congreso demuestran que entenderse es posible. Quienes todavía no han asumido que ese es el camino para crecer como país tienen la obligación de hacerlo cuanto antes, por muy rivales ideológicos que se consideren. Se lo deben a tanta gente querida como el año pasado se quedó en el camino. Criticar al gobierno es compatible con dejarlo trabajar.  

Reconozco que con el título de este artículo quizás no contribuya demasiado a bajar el balón al suelo, pero es que el comportamiento de la derecha y la ultraderecha me parece una táctica miserable, y así hay que señalarlo. Votaron en contra del estado de alarma cuando más necesario era, han hecho todo lo posible por boicotear los fondos europeos tan necesarios para que este país se recupere, votaron también en contra de los presupuestos y, para remate, no se molestan en disimular lo que les molesta que lo de las vacunas esté saliendo bien: que si las pegatinas, que si los criterios de reparto… Propaganda, lo han llamado propaganda ellos, que se fotografían repartiendo bocatas de calamares y hasta cuando colocan dispensadores de gel alcohólico en cuatro estaciones de metro. 

¿Cómo es posible que estemos dejando pasar una oportunidad como esta pandemia, con un adversario común que no entiende de ideologías, y no nos organicemos para hacerle frente desde la misma trinchera? ¿Quién os ha engañado haciéndoos creer que con el mal rollo salís ganando? ¿No vamos a aprender nunca a confrontar sin encanallar, a debatir sin insultar, a ganar sin necesidad de romperle las piernas al adversario? Derrotar a la otra parte no es buen negocio nunca. El asunto es aprender a convivir, que ya va siendo hora. 

J.T.

Publicado en La Última Hora

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