lunes, 14 de marzo de 2016

Ochenta y cinco días sin vender una escoba

Tal como está el patio, yo creo que lo mejor es escaparse unos días, o unos meses, y largarse bien lejos a tomar el aire. Con viento fresco. Esto está muy aburrido, muy repetitivo, el manido día de la marmota una y otra vez... Ochenta y cinco días ya desde aquel domingo de diciembre en que fuimos a votar y aquí no pasa nada. Ochenta y cinco días de gobierno en funciones, ochenta y cinco días de continuos mareos de perdiz, ochenta y cinco días vacilándonos. Como reza aquel célebre dicho, "ni se muere, ni cenamos", nadie come ni deja comer, cual perros de un hortelano fatuo, promiscuo y reticente a los compromisos.

Las radios no saben a quién entrevistar y a los invitados de turno solo les sacan lugares comunes y banalidades: todo el mundo despejando balones y hablando mucho pero sin decir nunca nada sustancioso ni proporcionar un maldito titular que llevarse a la boca. Las teles fracasan en sus intentos de intoxicación y se inventan titulares porque no tienen ni con qué manipular. Y los periódicos difunden informes vacíos e insulsos intentando en vano rellenar unas secciones de política que cada día ocupan menos páginas en el planillo.

Las encuestas son ya un verdadero coñazo y los artículos de opinión, puras pajas mentales y patéticas especulaciones que evidencian la escasez de chicha en estos tensos días de sequía. ¿Será la calma que precede a la tempestad? No caerá esa breva, me parece.

Tenemos un gobierno que se ha declarado en rebeldía y se niega a rendir cuentas de su actuación ante el parlamento. Y quienes no estén de acuerdo, que recurran, el caso es estirar el chicle, para desesperación de quienes exigimos, en nombre de nuestro voto, actuaciones concretas ya. La otra pata del bipartidismo ahí está, con sus patéticos palos de ciego a diestra y siniestra... Y las dos formaciones recién llegadas no consiguen sacudirse ese embarazoso tufillo de nuevos en esta plaza, de patosos novatos, por mucho estiren el cuello y jueguen a hacerse los gallitos en el patio del recreo.

Y así, el uno por el otro, van transcurriendo en balde los días sin que nadie parezca recordar que están donde están porque prometieron contribuir a que este país se gobernara de otra manera, que la gente puteada iba a dejar de estarlo y que esos desaprensivos culpables de la situación de la desigualdad y la injusticia que sufrimos iban a a recibir su merecido desde el minuto uno ¡y un mojón!

Se acaba el invierno (era otoño cuando votamos), llega la primavera, pasará la semana santa , se acabará el siempre estimulante mes de abril... y esto continuará siendo un vergonzoso cachondeo. Nadie dice nada, nadie cuenta nada sobre esta triste y deslavazada película de intriga que vivimos. ¿Elecciones el 26J? ¿Acuerdos a la catalana, en el último minuto? ¿Cuántas margaritas tendrán aún que deshojar para llegar a la conclusión de que ahí no parece existir amor alguno, por muchos besos y tiradas de tejos que "miembros y miembras" del parlamento protagonicen dentro o fuera del hemiciclo?

Vergüenza me dan las cábalas que leo cada día. Infumables caldos de cerebro que evidencian la desorientación de los plumillas. Entre los que me encuentro: por eso, como decía al principio, igual lo mejor es escaparse unos días, unos meses, a buscar aire fresco en otra parte.O a evitar, por lo menos, que continúen contaminándote.

J.T.









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