miércoles, 12 de marzo de 2014

10 admoniciones a Rouco Varela en su despedida

Rouco Varela y Ricardo Blázquez se saludan en el día del relevo

Señor Rouco Varela: 

En este tan ansiado y gozoso día de su jubilación me va usted a permitir que, a modo de despedida, le dedique las siguientes diez admoniciones: 

1. La iglesia no debe patrocinar ninguna forma ni ideología política, y si alguien utiliza su nombre para cubrir sus banderías, está usurpándolo manifiestamente. 

2. No pertenece a la misión de la iglesia presentar opciones o soluciones concretas de gobierno en los campos temporales de las ciencias sociales, económicas o políticas. 

3. La fe cristiana no es una ideología política ni puede ser identificada con ninguna de ellas. 

4. La iglesia nunca debe determinar qué autoridades han de gobernarnos. 

5. Hay que exigir a todos los gobernantes que trabajen al servicio de la comunidad entera, que protejan y promuevan el ejercicio de la adecuada libertad de todos y la necesaria participación común en los problemas comunes y en las decisiones de gobierno. 

6. Los gobernantes han de tener la justicia como meta y como norma, y caminar decididamente hacia una equitativa distribución de los bienes de la tierra. Todo esto los creyentes católicos han de predicarlo, y gritarlo si es necesario, si quieren ser fieles a los evangelios. 

7. La iglesia tiene una enorme responsabilidad a la hora de proyectar su influencia sobre la sociedad, especialmente cuando se trata de promover los derechos humanos, fortalecer las libertades justas o ayudar a promover las causas de la paz y de la justicia. 

8. Ya desde el Concilio Vaticano II quedó claro que la actuación de los miembros de la iglesia católica debía extenderse a quienes piensan de manera distinta, pues -se decía textualmente- “nos urge la obligación de hacernos prójimos de todo hombre”. 

9. La Iglesia, como institución, no debe pedir, ni reclamar, ningún tipo de privilegio. 

10. Sería bueno que en España reinara algún día la verdad, que la mentira no invadiera nunca nuestras instituciones, que la adulación no entrara en nuestras casas y que la hipocresía no manchara las relaciones entre los seres humanos. 

Estoy seguro que por mucho que usted, señor Rouco, no coincida con estos planteamientos, todo lo que aquí aparece le suena y mucho ¿verdad? 

Claro que sí, porque las diez frases que me he permitido dedicarle están extraídas, prácticamente de manera literal, de la homilía que su ilustre antecesor Vicente Enrique Tarancón pronunció el 27 de noviembre de 1975 -¡hace casi cuarenta años!- en la ceremonia de coronación de Juan Carlos I 

Por si acaso se le traspapeló aquel texto, aquí tiene el enlace en el que puede encontrarlo en internet. Menudo prontuario de todo lo que usted no ha practicado durante su abominable mandato ¿verdad? Si, ya sé, a buenas horas. 

De todos modos, ingenuo que es uno, aquí lo dejo por si hay suerte, su sucesor se equivoca y decide desempolvar aquel histórico discurso y recuperar aquella añorada línea de tolerancia, respeto y convivencia que preconizaba. Aunque, visto lo visto, no creo que caiga la breva. 

Adiós, monseñor y, como dicen en mi pueblo, tanta paz lleve como descanso deja. 

J.T.

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