lunes, 24 de febrero de 2025

¿Por qué calla Europa frente a los desmanes de Trump?


Nos están retransmitiendo en directo el caos y nosotros en la inopia. Nos están cambiando el mundo, o al menos intentándolo, en nuestras propias narices y aquí nadie reacciona. Hiperactivo y enfurruñado, volvió Donald Trump a la Casa Blanca con ganas de revancha y en poco más de un mes ha superado con creces los peores augurios. El catálogo de desafueros es tal que tiendes a pensar que ha de tratarse  de una broma. Debutó fustigando a Canadá, México, Panamá, Dinamarca, Colombia, persiguiendo inmigrantes o purgando funcionarios y continuó zarandeando el tablero con los aranceles, anunciando su intención de convertir Gaza en un resort, ninguneando a Europa y cortejando a Putin para repartirse Ucrania porque total, fue Zelenski quien empezó la guerra. Cada disparate que lanza supera al anterior mientras medio mundo asiste al espectáculo con cara de lelo.


¿Derechos humanos? ¿Eso qué es? Nos vamos de la Organización Mundial de la Salud, fuera también Estados Unidos del Acuerdo de París sobre el cambio climático, nada de ayuda exterior humanitaria, faltaría más, ni de dinero para la acogida de refugiados… Se acabó, ¡qué caray! A recortar como si no hubiera un mañana y a usar las embajadas para extender las políticas más insolidarias. Ni un minuto de respiro para el mundo tal como se conoce hasta hoy. Tiene prisa en su regreso este nuevo amo, como si temiera morirse antes de conseguir hacer realidad sus sueños más húmedos, antes de poner todo patas arriba, antes de dejar esto hecho unos zorros: “…y en todas partes dejé/memoria amarga de mí”, que decía Zorrilla en el Tenorio.  


Que a los ciudadanos de a pie nos esté costando digerir tanto desmán parece lógico. Por muy previsible que pudiera ser, que lo era aunque quizás no tanto, nos cuesta asumir que está ocurriendo pero… ¿se pueden permitir las instituciones continuar boquiabiertos y sin saber qué hacer un mes después de la llegada del elefante a la cacharrería? ¿Por qué nadie reacciona aquí? 


Y lo que es peor, no es que nadie reaccione, es que el holandés Mark Rutte, ahora secretario general de la OTAN, el mismo que cuando era presidente de su país nos ahogaba sin piedad en lo peor de la crisis para que países como España pagásemos la deuda y nos dejáramos de gastos sociales (austeridad, austeridad, ¿recuerdan? es ahora quien nos insta a aumentar en nuestros presupuestos los dineros destinados a Defensa con la anuencia, por cierto, de nuestro nunca suficientemente bien ponderado gobierno de coalición. ¡Pleitesía al gran dinosaurio americano! 


Macron organiza una cumbre en París para buscar respuestas al lío de Ucrania y no deciden nada. Nadie contesta, nadie enseña los dientes. ¿Qué va a pasar con la Europa de las ultimas décadas, qué va a pasar con el estado del bienestar, con los derechos sociales y laborales arrancados tras años de lucha, de manifestaciones y negociaciones a cara de perro? Descorazona la inacción de las democracias europeas, esta inexplicable parálisis en un momento en que cada minuto es oro porque está claro que quieren acabar con el sistema de convivencia que nos habíamos dado. Ellos se comportan como matones y el personal cada día con más cara de panoli ¿Todavía alguien tiene dudas de que vienen a por nosotros? 


La ultraderecha crece y las calles de toda Europa continúan vacías, sin manifestaciones, sin plantarle cara a quienes importa un comino la desigualdad, la injusticia o usar la mentira como instrumento de trabajo. Hay muchas voces desaparecidas, ¿dónde están los líderes de opinión de la izquierda, dónde los referentes que doten de munición intelectual al común de los mortales? ¿dónde los foros de debate, dónde la caras conocidas y comprometidas que motiven para comenzar a reaccionar? ¿dónde las organizaciones sociales que han de mover a la ciudadanía para que exprese públicamente y cuanto antes su rechazo a tanto desmán? El mundo está cambiando en vivo y en directo y quienes han de defender los valores que han regido hasta ahora nuestra convivencia andan en la inopia.


“Los alemanes vestían de gris y tú ibas vestida de azul” le decía Humphrey Bogart a Ingrid Bergman en el París de “Casablanca” el día en que la capital de Francia fue tomada por los nazis. Siempre nos quedará la poesía, cuando los acontecimientos nos desbordan. 


J.T.



lunes, 17 de febrero de 2025

Honor a La Desbandá!

Entre Nerja y La Herradura quedan aún ciertos tramos de la carretera más antigua que unía Málaga con Almería por los que se puede caminar. Deteriorados y avejentados, poco cuidados, son trechos como este, hay algunos más, los que mejor permiten hacerse a la idea de la espantosa ratonera que aquello debió ser. Miras el paisaje y no puede ser más bello, recuerdas lo que aquí sucedió y no puedes sentirte más sobrecogido. Somos más de trescientas personas y no se oye una mosca, solo nuestros pasos. Nadie habla ahora porque todos sabemos lo que están pensando los demás. 


A nuestra izquierda, la montaña. Enorme, inaccesible, eterna. A nuestra derecha los acantilados y al fondo, quinientos metros más abajo, el mar desde donde tres barcos de guerra disparaban sin piedad sobre una mayoría de ancianos, mujeres y niños que buscaban salvarse de las fauces de Queipo de Llano. Para muchos, después de caminar varios días con hambre y con frío, esa salvación nunca llegó. Si no les alcanzaban los disparos de las fragatas, aparecían los aviones italianos para rematar la faena. Una calamidad de tal envergadura que tuvieron que pasar muchos años para que alguien hablara. Los republicanos porque no supieron proteger a la ciudadanía; los asesinos porque, aunque carecían de sentimiento de culpa, eran conscientes de las dimensiones del genocidio.


Por mucho que se recuerde, siempre será insuficiente. Por eso tiene tanto valor que cada mes de febrero desde hace nueve años, un grupo cada vez más numeroso de personas recorra a pie los doscientos kilómetros de aquella pesadilla entre los días 6 y 15, las mismas fechas en que ocurrió allá por el año 1937. Que nadie se llame a engaño ni intente desnaturalizar su sentido. Esto no es una excursión, tampoco una romería, la marcha de La Desbandá es una manifestación en toda regla, con un recorrido y una duración de libro de los récords. Esto es un tributo a la memoria de entre ocho y diez mil personas asesinadas de las que durante mucho tiempo nadie se atrevió a hablar. Han pasado 88 años y los pocos testigos que quedan vivos, por entonces niños, son ya ancianos que apenas aciertan a recordar, por ejemplo, cómo se escondían en los cañaverales o cómo saltaban de cadáver en cadáver llorando y buscando a su madre. 


Que existan las marchas de La Desbandá contribuye a recuperar esa memoria: a través de hijos y nietos que escucharon las historias de los supervivientes pero durante décadas callaron por miedo, a través de las pocas fotos que hizo el equipo de Norman Bethune, un médico canadiense que consiguió salvar muchas vidas yendo y viniendo con una ambulancia desde zona republicana… Estas marchas de ahora son higiene democrática pura. Que cada año la conformen un número mayor de personas demuestra que quienes decidieron promoverlas acertaron. Los vascos, catalanes o gallegos que acuden, a los que en esta ocasión se han sumado franceses, ingleses, alemanes, argentinos o finlandeses, son más cada año.


Y no, no vienen de excursión. Pasar las noches en el suelo de pabellones deportivos metidos en un saco de dormir con setenta años (la mayoría de los participantes, de momento, son personas mayores, pero eso también va cambiando) madrugar para recorrer veinte kilómetros diarios de media durante diez días o asearse en duchas comunes no es precisamente el mejor de los planes. Asombra constatar la buena disposición y el ánimo con la que esto se vive y se gestiona. Hay fuerza, convicción y muchas ganas de luchar detrás. Esa determinación fortalece la iniciativa y contraría a aquellos sectores a los que molesta, alcaldes del PP que no solo no facilitan las cosas en las localidades por la que transita la marcha, sino que hacen lo posible por torpedearla, ciudadanos de ideología ultra (abundantes en buena parte del trayecto) que insultan a nuestro paso… 


La fuerza de La Desbandá es incuestionable y cada vez se ve más clara su necesidad. Por supuesto, la mayor parte de los caminantes se sitúan ideológicamente a la izquierda. No quiero creer que sea esa la razón por la que, incluso desde instituciones oficiales que dependen de los socialistas, como es el caso de la subdelegación del gobierno de Almería, se pongan pegas a circular por según qué trayectos como ha sucedido este año. Difícil entender que esto ocurra al tiempo que el BOE declara La Desbandá “Lugar de Memoria Democrática”, pero ha ocurrido. 


¿Que es La Desbandá pues, una china en el zapato? ¿o quizás un sabroso caramelito que, comprobadas su fuerza y su potencia, ahora quieren patrimonializar PSOE y compañía? Sea lo que sea, algo parece claro: tocará trabajar para que La Desbandá no sea torpedeada ni colonizada. Sería funesto que perdiera su esencia. Es algo que se les deberá por siempre a quienes perdieron la vida en la carretera Málaga-Almería y a quienes, tras sufrir aquellos ataques, sobrevivieron obligados a aprender a gestionar sus miedos y sus silencios durante el resto de sus vidas.


J.T.

lunes, 10 de febrero de 2025

¿De qué “unidad” de la izquierda estamos hablando?

Que me lo definan, por favor, que me definan qué entienden por unidad de la izquierda quienes ahora la vuelven a preconizar. Vamos a ver, ¿no estaban unidos ya según ellos? ¿No habían conseguido constituir un grupo de gente guay que se sobraba y se bastaba para formar un gobierno de coalición, de donde la “verdadera izquierda a la izquierda” del PSOE iba a salir reforzada? ¿A quién le piden socorro ahora las gentes de Sumar y de Izquierda Unida, a los mismos que llamaron fusibles quemados, a las mismas personas ante quienes se pusieron de perfil descaradamente mientras estas eran acusadas de hacer ruido y promover leyes que “sacaban delincuentes de las cárceles”? 


Los negaron tres veces antes de que cantara el gallo, no les dieron ni agua a la hora de negociar la composición del actual gobierno, se callaron cuantas veces la derecha judicial, política y mediática arremetió contra ellos, los ningunearon, proclamaron que estaban muertos y ahora, cuando comprueban que el Podemos que intentaron matar goza de mejor salud a medida que ellos languidecen, vuelven a las andadas. Como si no hubiera pasado nada. “Venga, anda, pelillos a la mar, que siempre nos hemos querido” ¡Hace falta cuajo!


Desde hace varias semanas, no salgo de mi asombro cuando compruebo los manotazos de náufrago de Yolanda Díaz y compañía. A medida que constatan hasta qué punto Pedro Sánchez los ha timado, a medida que adelgazan en las encuestas y constatan cómo aquella operación de éxito inventada para acabar con Podemos ha sido un rotundo fracaso, en lugar de reconocer que más vale partir de cero y, con la mayor humildad, trabajar por algo distinto, vuelven con la misma cantinela intentando vender la mercancía de siempre.


Lo hacen apelando al miedo a la derecha, porque no es que quieran cambiar las cosas sino que se resisten a dejar paso, a perder su diminuto trocito de pastel. Porque ese es el asunto. Tanto en el PC como en Izquierda Unida, como ahora en Sumar, la cuestión ha sido siempre, y continúa siendo, conservar los cuatro silloncitos que mantienen calentitos a unos cuantos espabilados vendiendo a su potencial electorado que lucharán para combatir las injusticias y las desigualdades. Mentira. Si eso significa poner en peligro su status y sus prebendas nunca lo harán, como demuestra su docilidad frente a un PSOE con los colmillos retorcidos que tiene bien claros los límites en los que ha de moverse para que los verdaderos amos del cotarro se mosqueen con el Gobierno lo menos posible. Que se mosquean igual, porque todo lo que no sea que gobierne la derecha pura y dura les parecerá mal.


Si los socialistas siempre han sido timoratos, algo que tampoco se empeñan demasiado en disimular, quienes en la actualidad gobiernan con ellos teóricamente  a su izquierda son cada vez más gaseosos. Y algo ciegos, porque en lugar de pedir perdón, irse a su casa la mayoría de ellos, reconocer que las putadas que le gastaron a Podemos no tienen nombre y que sin ese motor, que diría Iván Redondo, no levantarán cabeza, Yolanda y sus adláteres recurren al comodín de siempre: vosotros seréis los culpables si la ultraderecha acaba gobernando, proclaman. No se molestan ni en ser pelín originales e interpretar una partitura distinta, ¿para qué se van a esforzar si están convencidos, como sus socios mayoritarios, que con apelar al miedo les vale? Si siempre que recurren al chantaje funciona, ¿para qué cambiar de melodía? 


Apenas han sacado la patita, Yolanda Díaz, Enrique Santiago, Antonio Maíllo y demás apóstoles de ese Sumar esbafado ahí tienen otra vez a su disposición al noventa por ciento de los medios de comunicación dispuestos a proporcionarles cuantos altavoces necesiten para insultar una vez más la inteligencia de la ciudadanía y apelar a nuestra presunta desmemoria. Cancha gratis para pregonar que los malos siguen siendo Ione Belarra, Irene Montero y compañía cuyo rencor según ellos, nos acabará buscando la ruina y propiciando la llegada de la ultraderecha.


No se puede ser más tramposo, más desprejuiciado ni más amoral. Aún en el supuesto de que fuese cierto que, salvo con la descafeinada “unidad” que preconizan esto se acabará yendo a la mierda, no puede ser que salvar los muebles una convocatoria electoral tras otra les valga siempre a los mismos, a aquellos que, en el mejor de los casos, solo continuarían peleando con la boca chica asuntos de poca monta porque no le echarían jamás valor suficiente para plantar cara a las presiones de bancos, farmacéuticas u organizaciones empresariales varias. De cuestionar la monarquía o plantar cara el entramado mafioso que condiciona el día a día de nuestra convivencia ciudadana, mejor ni hablamos. 


En palabras de Javier Lezaola, “al fascismo no se le vence con "unidad de la izquierda", se le vence con unidad antifascista que no es exactamente lo mismo. Otra cosa es que España ande justa de antifascismo, pero es que anda aún más justa de izquierda”.


J.T.





martes, 4 de febrero de 2025

El día que el teatro Falla de Cádiz dijo ¡basta! a los negacionistas




Me emocionó ver el domingo pasado a todo el teatro Falla de Cádiz en pie pero no para aplaudir, sino para abuchear, a un hatajo de impresentables que aprovecharon su intervención en el concurso de carnaval para lanzar mensajes ultras y negacionistas en las piezas que cantaron. Piezas estas que, para más inri, estaban pésimamente interpretadas. Ni las desafinadas voces, ni la puesta en escena, ni el tipo de vestuario superaban un mínimo nivel. 


Fue un momento conmovedor. Soy de los que piensa que las agresiones de los intolerantes no se pueden dejar pasar, sino que hay que contestarlas siempre, y eso fue lo que hizo el público del teatro Falla cuando decidió ahogar la provocación de la presunta chirigota cantando más fuerte que ellos, dado que el jurado decidió no bajar el telón como se pedía. Si existe libertad de expresión hasta para los gamberros, también ha de haberla para un público que no estaba dispuesto a permanecer callado ante tanta desfachatez. Y no se callaron.


En Cádiz, el Carnaval siempre ha sido ese momento sagrado en el que la crítica social se adereza con coplas, disfraces y, sobre todo, irreverencia. Ahí es donde los gaditanos se despojan de toda compostura y, como en un rito ancestral, aprovechan para soltar lo que les corre por las venas, con humor negro, ácido y afilado. Siempre ha sido el espejo en el que reflejar lo peor de la política, la sociedad y la vida en general. Pero lo de "Los negacionistas", que así se hacía llamar para colmo la presunta chirigota, no fue precisamente una sátira sino una provocación de pésimo gusto, una ofensa descarnada. No solo parodiaron la pandemia de COVID-19, sino que la minimizaron, ridiculizaron a las víctimas, a los sanitarios y a todos los que sufrieron o se sacrificaron durante el confinamiento; negaron el cambio climático, profirieron un discurso anti LGTBIQ+… Un horror!


Por eso admiro y aplaudo la reacción del teatro entero cuando decidió corear temas populares como “Los duros antiguos”, el himno de “Los hinchapelotas” o “Qué bonito está mi Cai'” hasta que los ultras abandonaron el escenario. Parte del público protestó por razones técnicas, es verdad, dado que los fascistas ni siquiera se habían tomado la molestia de presentar los temas debidamente ensayados; otros, como los miembros del jurado, no estaban de acuerdo con que se bajara el telón pero el caso es que prácticamente la totalidad de los presentes decidió dejar claro que aquella intolerable falta de respeto merecía ser replicada.

 

Nos dieron los gaditanos una lección a todos de cómo hay que parar los pies a estos profesionales de la crispación y el frentismo. Porque es de maneras tan sibilinas como la de esta mal llamada chirigota como el fascismo se va introduciendo en todos los recovecos de nuestra vida cotidiana. Ya lo han hecho en las instituciones políticas apelando a la democracia que dicen combatir, están en los colegios, también en según qué actividades deportivas, en clubes sociales, asociaciones de vecinos, y ahora se infiltran en el carnaval de Cádiz. Pues no señor, va a ser que no, un respeto. Un respeto a una de las tradiciones en libertad más antiguas de nuestro país, un respeto a quienes la organizan, la preparan, escriben letras magnificas y hacen felices a tanta gente. 


Frente a quienes se proponen prostituir atmósferas de tolerancia y frescura crítica como el Carnaval de Cádiz hay que reaccionar siempre con contundencia. Un hurra por ellos, un hurra por enseñarnos a todos el camino, por demostrar que cuando se tienen las cosas claras es fácil pararle los pies a los sinvergüenzas. Hay que parárselos la primera vez que te intentan morder un dedo, porque cuando ya están a punto de cortarte el brazo, igual es demasiado tarde.


J.T.


Publicado en "Confidencial Andaluz"


lunes, 3 de febrero de 2025

Motosierras y rotuladores negros gordos


Cumplir un programa electoral como el del fascista que ha vuelto a okupar la Casa Blanca es muy fácil: lo destruyes todo y ya está, te cargas los derechos humanos, las políticas de igualdad, te vengas de quienes investigaron tus delitos, acabas con las políticas de cambio climático, reconoces sin pudor que alentaste la toma del Capitolio indultando a sus protagonistas, mientes sin parar, denigras a los desfavorecidos, jaleas la amoralidad de los milmillonarios y punto. El que venga detrás que arree, que total para lo que me queda en el convento…

Cumplir un programa electoral de izquierdas ya es harina de otro costal. De izquierdas… o de presuntas izquierdas, porque estamos llegando a un punto donde defiendes la necesidad de que la gente tenga un trabajo bien pagado y un techo digno, y ya te están llamando rojo peligroso ¿Se imaginan algún gobernante mínimamente progresista firmando decretos sin parar –con rotulador negro de gran calibre- para mejorar la vida de la gente? ¿habrá alguien alguna vez que en solo diez días consiga reconstruir lo que su predecesor destruyó? Difícil, ¿verdad? 


Este es a mi juicio el verdadero drama, no solo la impunidad con la que se desenvuelven los amorales, sino su convencimiento de que están haciendo lo correcto y la impotencia con la que medio mundo asiste al espectáculo. Décadas de lucha y sufrimiento de millones de personas para eliminar desigualdades están quedando hechas fosfatina solo en dos semanas retransmitidas en directo minuto a minuto y nadie parece reaccionar ¿impotencia? ¿incredulidad? ¿desconcierto? ¿desidia quizás?


Los acólitos europeos del monarca norteamericano, Orban, Le Pen, Ayuso o Meloni hacen palmas con las orejas sin disimulo alguno al tiempo que sueñan con su momento rotulador o adquieren motosierras para estar a la altura de Milei, el sátrapa que hoy gobierna en lo que un buen día fue el país más occidental y avanzado de América Latina. 


Según algunas encuestas, el cuarenta y cinco por ciento de la ciudadanía estadounidense aprueba las felonías perpetradas en menos de quince días por quien los gobierna solo desde el pasado 20 de enero. Si esto es así apaga y vámonos, porque aquí se estrellan todos los talentos, aquí resbala cualquier análisis que se base en esquemas tradicionales. Me niego a admitir que de pronto al personal le parezca bien que nos avasallen, algo que se percibe no solo en Estados Unidos sino en muchos países europeos empezando por el nuestro, donde escuchar según qué conversaciones produce, sobre todo entre gente joven, verdadero pánico ¿qué nos ha pasado, cómo nos hemos podido equivocar tanto, qué es lo que la izquierda ha hecho tan mal?


Me refiero a la verdadera izquierda, porque la izquierda light ya sabemos lo que hace, templar gaitas, molestar lo mínimo posible a quienes verdaderamente tienen la sartén por el mango, ponerse de perfil para sobrevivir y agitar el fantasma de la ultraderecha para perpetuarse en el poder sabiendo como saben que así lo único que hacen es huir hacia adelante hasta el día en que llegue lo irremediable. Me produce verdadero espanto detectar en el ambiente ese aire de resignación que parece dar por hecho que más pronto que tarde los intolerantes acabarán gobernado este país provistos de motosierras y rotuladores de gran calibre. Si eso ocurre no será jamás porque son más listos pero sí más hábiles a la hora de contar las cosas. 


Las izquierdas andan perdidas discutiendo aún el sexo de los ángeles y así no hay manera. Somos víctimas de la educación judeocristiana que nos inoculó la idea de que los buenos son premiados y los malos castigados, esa gran mentira que hace que los malos acaben siempre ganando la partida. Eso es lo que se tiene que acabar. Como ha de acabarse la ingenuidad y el posibilismo. De nuevo vuelvo a leer y escuchar  a quienes abogan por la unidad de la izquierda, ¿qué unidad, qué izquierda? ¿la misma historia que antes de las elecciones de julio del 23? ¿que nada cambie para que todo siga igual hasta que un día se nos coman con patatas?


Ya me gustaría tener la solución, pero una cosa sí sé con seguridad: que las izquierdas resuciten, al menos en nuestro país, implica un reseteo en toda regla porque no va a ser fácil arreglar tanto desaguisado el día en que eso vuelva a ser posible. Espero que antes no tengamos que pasar por desaprensivos que, motosierra en mano, acaben con los derechos que nos quedan y encima haya medio país que se rompa las manos aplaudiendo mientras nos machacan.


J.T.