En un panorama laboral con decenas de tipos de contratos diferentes para los sindicatos, o mejor, para los comités de empresa, existen sólo dos tipos de trabajadores
Uno: Los fijos, cuyos intereses defienden a muerte.
Dos: Los que no son fijos (ya sean contratados por obra, a tiempo parcial o meros colaboradores) a los que en todo caso se plantearán defender cuando la suerte les ponga en el camino un abogado que los haga fijos.
No existe mayor discriminación (y bien que siento decirlo así porque he tenido y tengo muchos amigos sindicalistas) que la de las secciones sindicales de las empresas, y no digamos ya si la empresa es pública.
Un fijo de una empresa pública tiene un seguro en su vida, no ya por ser fijo que también, sino porque los sindicalistas harán por él todo el trabajo sucio que sea necesario.
A cambio de pelearse en su nombre con la empresa de turno les pedirán bien el voto bien secundar una huelga de vez en cuando. Hasta ahí.
El no fijo que se dé por jodido. Si acude al comité pueden ocurrir dos cosas
Una: Que con la mayor amabilidad le digan que no sabe cuánto lo sienten, pero que ellos no pueden hacer nada para luchar por sus derechos porque "el mundo es así y no lo han inventado ellos".
Dos: Que lo manden directamente a tomar por culo, adornado quizás con que lo sienten mucho pero que te busques la vida, vamos, como sepas y puedas porque no eres de los suyos.
Si encima hablamos del mundo de la comunicación, entonces ya es la repera: En una misma cobertura informativa pueden coincidir redactores y cámaras de pitiminí (con camisas y zapatos de marca, tiempo libre a mansalva y siempre haciendo cuentas del montón de días que tienen pendientes de librar) con verdaderos pringaos vestidos de mercadillo para los que no existen horarios ni vida privada y tienen siempre colgada sobre sus cabezas la espada de Damocles de un contrato que en el mejor de los casos les vencerá a los seis meses, todo ello para ganar mil euros mal contados al mes sin pagas extras ni festivos ni dietas ni la madre que los parió.
Hablo del mundo de la comunicación porque es el que más conozco, pero doy fe de que esto sucede igual entre los entrañables “compañeros del metal” dependiendo de si son contratados directos o subcontratados, ocurre también en el mundo de la minería, en los astilleros, en las refinerías, entre los conductores de autobuses fijos o contratados… no hay sector que se salve.
Lo dicho: hay dos tipos de trabajadores, dos subclases sociales (una más subclase que la otra) entre los currantes: Aquellos a quienes amparan los comités de empresa y aquellos que ya pueden darse con un canto en los dientes cada vez que consiguen que les renueven un contrato.
J.T.
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