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Los ojos no salen en la tele ni en las fotos como son al natural. Toda mirada transmite cara a cara matices que las máquinas, por muy sofisticadas que sean, no acaban de captar.
Para acercarse al mensaje de los ojos de un poderoso creo que es imprescindible tenerlo cerca, seguir el recorrido de sus pupilas sin pátinas ni difusores, mirarlo tú también aunque tus ojos y los suyos sólo se crucen unos instantes.
Los ojos de Zapatero en su comparecencia tras el consejo de ministros celebrado en Sevilla el viernes 19 no tenían nada que ver con la expresión de esta foto de hace algunos años. El otro día en Sevilla transmitían prepotencia, incomodidad... contrariedad ante las mismas preguntas que hace aún escasos meses él mismo animaba a formular.
Ahora ya no. Ahora le molestan. Las preguntas.
El síndrome de la Moncloa comienza a hacer sus efectos en esos ojos azules que tantos votos ganaron en su día. Me acordé de Octavio Paz cuando escribió que los ojos son "una mentira que alimenta".
Otros ojos que al natural hablan más y distinto a lo que transmite la foto oficial que coloco aquí son los de José Antonio Griñán.
En su primera comparecencia tras el tajante lavado de cara que le ha propinado a su equipo de consejeros, los ojos de Griñán no estaban animados este martes en la sala de la Cartuja sevillana donde atendió a la prensa: hace menos de dos semanas que ganó un congreso con el 99,8 por ciento de los votos, ha conseguido componer un gabinete casi a su imagen y semejanza, es el rey del mambo en Andalucía pero sus ojos... me parecieron tristes.
Como si se estuviera preguntando constantemente a sí mismo: ¿pero quién me habrá mandado a mí meterme en este follón?
Y entonces me acordé de Baudelaire cuando se preguntaba:
"De aquellos ojos fervientes, ¿que ha quedado?"
J.T.
23 de marzo de 2010
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