lunes, 30 de marzo de 2020

Bilis y bulos


Muchos grupos de guasap están envenenando la convivencia. Las redes sociales andan endemoniadas y eso ayuda poco a la serenidad con la que necesitamos gestionar el espanto que estamos viviendo. Por si faltaba algo, la tele está desaprovechando la mejor oportunidad que ha tenido en su historia de dotar de sentido a su existencia y ofrecer el servicio público que siempre se esperó de ella.

El problema del veneno que destilan bastantes grupos de guasap, con todo el mundo practicando el copia y pega como si no hubiera un mañana, es la facilidad con la que se suelen asumir los bulos y la bilis que rezuman esos videos, fotos y memes que parecen multiplicarse por esporas. Son mentiras como castillos, pero cuelan porque hay miedo y si el miedo lo riegas con odio, el cóctel resultante ya nos lo podemos imaginar.

Los profesionales de propagar el pánico y el cabreo crean miles de cuentas nuevas en las que sus falsos titulares difunden las falacias y provocaciones que acaban llegando a nuestros teléfonos móviles. Es el método Bannon, como nos recuerda Julián Macías: si tienes liquidez y careces de escrúpulos puedes montar en las redes un pollo del carajo.

Resistir una crisis de las dimensiones de la que estamos viviendo es, ya de por sí, difícil para cualquier gobierno. Comprobar cada mediodía cómo se dispara la cifra de personas fallecidas no hay estómago que lo digiera fácilmente. Es como, si a diario, se estrellaran en España dos aviones 747. Muy fuerte, demasiado fuerte. Hiela la sangre constatar cómo el overbooking que padecen las Unidades de Cuidados Intensivos en los hospitales puede llevar a recurrir al triaje. Medicina de guerra.

Esto es una tragedia en toda regla, señores, y frente a ella resulta poco explicable que no seamos una piña, al margen de colores y tendencias políticas; asombra que no seamos capaces de aparcar por un tiempo la crispación y la mala leche para ponernos a currar juntos y doblarle el brazo a esta pesadilla cuanto antes.

Esto nos ha pillado en bragas a todos, no era predecible en absoluto y desde el reconocimiento de esa limitación es desde donde se debe trabajar para buscar salidas. Esta crisis gigantesca le ha tocado gestionarla al primer Gobierno de coalición que tenemos en España desde hace más de ochenta años. ¿Me quieren decir que alguno de los gobiernos de los cuarenta que llevamos de democracia lo hubiera hecho mejor? Lo dudo mucho, y creo que también lo dudan los mismos que no desaprovechan ni un segundo para lanzarse a la yugular de los actuales gestores. No me quiero ni imaginar cómo estarían siendo las cosas en materia de transparencia, de libertades, de medidas de ayuda social o de política laboral, entre otros muchos asuntos, si en la Moncloa estuviera el Partido Popular.

En una situación así, todos lo sabemos, hagas lo que hagas, tienes muchísimas posibilidades de meter la pata con frecuencia: has de tomar infinidad de decisiones cada día y sería estadísticamente insólito acertar siempre. No se le puede dejar de presuponer la buena fe al gobierno de coalición encargado de gestionar esta crisis. Me parece pornografía pura escuchar cómo Casado, Abascal y compañía parecen esperar ansiosos la más mínima pifia para acto seguido airearla a los cuatro vientos y comprobar luego cómo sus cortes de voz abren informativos y portadas de periódico relegando a segundo término la información que todos buscamos, que se resume básicamente en conocer cómo llevar mejor todo lo que nos está pasando y cuándo y cómo puede acabar remitiendo esta pesadilla. Me parece delincuencia pura que haya responsables políticos de algunas autonomías que en lugar de cerrar filas con el Gobierno de coalición se dediquen a poner palos en las ruedas de la bicicleta. Nosotros muriéndonos a centenares y ellos jugando a ver quién mete mejor el dedo en el ojo.

Luego llegan las redes y los grupos de guasap contagiando el veneno y la insidia a mayor velocidad casi que la propagación del propio virus, insultando, amenazando y llenando el aire de dudas y mal rollo. Y para remate, la tele: me pongo en el lugar de tanto anciano cuyo único medio de información es la televisión y me los imagino temblando horrorizados con el panorama que cada mañana pintan programas como el de Quintana o Griso. Minerva Piquero ponía el otro día el dedo en la llaga con un dramático SOS en su cuenta de twitter: “no acojonéis más a nuestros mayores, por favor, decía, ¿de verdad no podéis ofrecerles información que los entretenga, los distraiga, los alivie? ¿No os da vergüenza tenerlos asustados temiendo ser ellos los próximos en caer?”

Unos acojonando y otros poniendo a caldo sin parar al gobierno de coalición, unos con el desvergonzado “nosotros ya lo sabíamos” cuando no tenían ni puñetera idea y otros, como Pedrojota, yendo más lejos aún y proponiendo, en su línea desestabilizadora de siempre, la formación de un gobierno de concentración.

Vamos a ver, ¿de verdad no podemos bajar el balón al suelo un ratito, chicas y chicos? Ya que no sabemos cómo puñetas va a acabar esta historia, ya que cada vez nos cuesta más reírnos de algo, ¿no podríamos aparcar las miserias por unos días? ¿El Gobierno de coalición lo podría estar haciendo mejor? De eso no tengo ninguna duda, pero tampoco la tengo de que si fuera el PP quien se encontrara al frente de la gestión, esto sería ahora mismo una ruina. ¿Acaso nos hemos olvidado ya del 11-M, el Prestige, el Yak-42 o la guerra de Irak? Y eso sin hablar de corrupción, de rescates bancarios ni de cloacas.

J.T.

sábado, 21 de marzo de 2020

Guerra al coronavirus... y al gobierno de coalición!

No soportan que Sánchez, por culpa de la presencia de Podemos en el Gobierno, se haya atrevido a promover medidas de gran calado social con las que afrontar esta espantosa crisis. Ni en estos jodidos momentos parece dispuesta la derecha a levantar pedal. Ni coronavirus ni gaitas, a continuar con el raca-raca sin tregua así se caiga el mundo, que por cierto se está cayendo, porque de lo que se trata es de conseguir dinamitar el gobierno de coalición cuanto antes. Deprisa, deprisa, no vaya a ser que las medidas anunciadas funcionen y queden en evidencia tantos años de mentiras neoliberales.

No hay que olvidarlo: la única diferencia entre la manera de afrontar la crisis en 2008 y la de 2020 es la presencia de Podemos en el Gobierno. Por aquel entonces, Zapatero no dudó en machacar derechos sociales, con el célebre hachazo al artículo 135 de la Constitución, para plegarse a las exigencias de los supercicutas europeos y priorizar la estabilidad en las cuentas aunque eso supusiera, como así fue, el incremento de la desigualdad y la ruina para los más débiles.

Las medidas adoptadas en el Consejo de Ministros del sábado 14 de marzo, ¿habrían sido las mismas si no hubiera habido segundas elecciones en noviembre y el Psoe estuviera gobernando desde el verano de 2019 con el apoyo de Ciudadanos? “Hay que echar a estos perroflautas del poder cuanto antes”. Esa es la única obsesión, el único objetivo de una derecha que no soporta ver a un señor con coleta ejercer con solvencia sus responsabilidades como vicepresidente del Gobierno. Por eso cada mañana, desde muy temprano, empiezan a bombardear:

Queridos jóvenes, queridos españoles, no seáis como Iglesias y demos ejemplo. Respetemos la cuarentena y estemos en casa. No se puede estar más pendiente de un sillón en el CNI que de proteger a los sanitarios que se juegan la vida.” (Teodoro García Egea, todavía secretario general del PP, en twitter) “Muchos padres no hemos podido ni ver a nuestros hijos en el día del Padre más que por las redes, mientras un tío que es VP del gobierno rompe la cuarentena, con un par de huevos, para echarnos un mitin.” (Rafael Hernando, intentando hacer méritos en el PP para volver a primer plano, también en twitter).

Los periódicos disparan desde primera hora sin piedad, así como las radios, cadena Ser incluída, donde la mañana de este viernes, por cierto, se despacharon a gusto contra Iglesias en el programa de Ángels Barceló y Miguel Ángel Aguilar remató la faena en su famoso “telegrama” de las noticias del mediodía. De postre Televisión Española, que no se sabe a qué juega, y si lo sabe peor, volvió a meter una cuña infecta en una pieza del Telediario de este viernes en la que se hacía eco, como de pasada, de una recogida de firmas en change.org contra Iglesias sin añadir más explicaciones.

¿Tendrá algo que ver con todo esto que el vicepresidente se pronunciara a favor de la libertad de expresión que protege a los muchos ciudadanos que por todo el país protagonizaron una contundente cacerolada el pasado miércoles a la misma hora en que Felipe VI hablaba por la tele?

¿Sería mucho aventurar que existe un movimiento coordinado para minar la cohesión en el ejecutivo y propiciar un gobierno de concentración PP-Psoe, esa ansiada gran coalición con la que los poderes de siempre llevan tanto tiempo soñando?

No han dejado pasar ni los primeros cien días –todavía falta un mes para ello-, ni parecen dispuestos tampoco a respetar el momento tan complicado que estamos viviendo. Guerra al coronavirus, sí, pero al gobierno de coalición, también.

Me llamó mucho la atención una frase de Espinosa de los Monteros durante el desangelado debate del miércoles en el Congreso de los Diputados: “Miedo me da –vino a decir el portavoz de la ultraderecha- que le ocurra a usted algo, señor Sánchez, y acabemos teniendo a Iglesias (también citó a Calvo) en la presidencia del Gobierno ¡Cómo me hubiera gustado que el realizador nos hubiera ofrecido en ese momento un contraplano de Cayetana o de Casado para ver la cara que estaban poniendo! Ahora va a resultar que Sánchez les gusta a todos, ¿no es maravilloso?
J.T.

miércoles, 11 de marzo de 2020

¿Por qué La 1 de TVE no ofreció la rueda de prensa de Sánchez sobre el coronavirus?


Se cierran los centros de enseñanza, se cancelan viajes al extranjero, la Champions se juega a puerta cerrada, se postergan las Fallas, se considera no autorizar las procesiones de Semana Santa y la histeria colectiva vacía los supermercados como si estuviera a punto de empezar la Tercera Guerra Mundial… ¿Cómo es posible que con este panorama generado por la expansión del coronavirus, el presidente del gobierno comparezca tras participar en una Cumbre europea extraordinaria celebrada por videoconferencia, y la Primera Cadena de la televisión pública del Estado decida continuar con su programación habitual como si no pasara nada postergando al Canal 24 horas la retransmisión en directo de la rueda de prensa?

Era la primera aparición de Pedro Sánchez para abordar la crisis producida tras el alarmante aumento de las cifras de afectados por el coronavirus en nuestro país. No se trataba de una de las habituales comparecencias del competente técnico habitual, Fernando Simón, ni siquiera del Ministro de Sanidad: era el presidente del gobierno hablando por primera vez de la crisis más seria vivida en este país en los últimos tiempos, intentando tranquilizar los ánimos, dando cuenta de sus gestiones y anunciando medidas de enorme calado que en las próximas semanas van a afectar y condicionar de manera directa la vida diaria de buena parte de la ciudadanía. Pues no, la Primera Cadena de Televisión Española no lo estaba dando.

Sentado frente al televisor, yo no podía creérmelo. Escribí un mensaje en redes denunciándolo y manifestando mi estupefacción: “Como no doy crédito, concluía en el texto, espero que en breves minutos este tuit no tenga sentido”. Pues tuvo sentido, porque en la Uno continuaron hablando de animalitos, comidas y temperaturas mientras Sánchez iba explicando asuntos de máximo interés para la vida que nos espera en los próximos quince días: suspendidos los viajes del Imserso, protección a los trabajadores de baja por el virus, suministro de productos sanitarios para prevención, recomendación del teletrabajo, aplazamientos o moratoria en el pago de impuestos, ayudas económicas para empresas y familias que sufran las consecuencias del coronavirus, en especial para los padres que no puedan ir a trabajar porque necesitan cuidar de sus hijos, liquidez para las pymes... Para combatir la crisis, remató Sánchez, "haremos lo que haga falta, donde haga falta y cuando haga falta”.

Hasta las nueve de la noche pude al menos seguirlo en el Canal 24 horas pero… ¿qué ocurrió a partir de ese momento? Pues que tampoco pude, que abandonaron también la retransmisión en directo, cortaron la rueda de prensa de Moncloa y conectaron con el TD2 que trataba lo que en esos momentos sucedía en directo en Moncloa como un asunto más introduciendo en la cabecera una de las frases pronunciadas por Sánchez unos minutos antes en esa misma comparecencia. Solo la Sexta continuó con la retransmisión, y algunas emisoras de radio. Siguieron haciendo periodismo, que es para lo que estamos, pero también se convirtieron en transmisores de un momento de Servicio Público desempeñando una función que por obligación le correspondía haber ofrecido en primer lugar a la televisión pública del Estado.

Tanto despropósito no puede ser casualidad ¿Negligencia? Cuesta creerlo ¿A qué puede ser atribuible? Se supone que los servicios informativos están comandados por periodistas que conocen su oficio, ¿entonces, qué demonios pasó? ¿O acaso hay que contemplar la posibilidad de que en alguna alta instancia existía cierto interés por restarle importancia a la comparecencia de Sánchez?

Quien quiera que haya sido responsable de esta desidia, sea en los predios políticos o en los profesionales, compromete muy seriamente el sentido y el futuro de la televisión pública en España. ¿Hasta cuándo vamos a seguir así? ¿Será posible que esto tenga remedio alguna vez?

J.T.

miércoles, 4 de marzo de 2020

La incógnita Omella


El 26 de junio del 2005, los obispos convocaron una manifestación en Madrid contra la legalización del matrimonio homosexual. Juan José Omella (Cretas, Teruel, 1948), por entonces obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño, no fue porque se encontraba participando en una marcha contra la pobreza, según contó en su día Jesús Bastante. Pero al mismo tiempo, en una nota difundida por todas las iglesias de La Rioja, según refiere este martes en Público mi compañero Danilo Albín, el flamante presidente de la Conferencia Episcopal Española criticaba con dureza a quienes “no quieren admitir que el matrimonio es de uno con una y para siempre”.

Recuerda Juan G. Bedoya que en junio de 2017 en el Vaticano, apenas 24 horas antes de recibir del Papa Francisco la birreta cardenalicia, Omella advirtió que ya no iba a cambiar. “A los 71 años –dijo- el arbolito está hecho. Sigo llevando la cartera, salgo con la bolsa de plástico del Corte Inglés. No entiendo el cardenalato como un ascenso de categoría." Humilde sí, pero combativo también si tenemos en cuenta que en marzo de 2005, según la información de Albín, en sus cartas pastorales no faltaban las condenas al aborto y la eutanasia.

Este perfil no ha debido parecerle mal a Francisco, dado su interés en imponer el nombramiento del arzobispo de Barcelona como presidente de la Conferencia Episcopal Española para el próximo cuatrienio. Siete años le ha costado al Papa colocar como jefe de la Iglesia en nuestro país a alguien de su cuerda. De 87 obispos, 55 fueron disciplinados este martes y votaron a Omella siguiendo las directrices del Vaticano, aunque en tercera votación, eso sí, que siempre es bueno resistirse un poco.

En la Moncloa, y quizás también en la Generalitat, respiran aliviados porque por lo visto la opción Omella era la menos mala dado que la alternativa era el incombustible y controvertido Antonio Cañizares, arzobispo de Valencia, o alguien peor aún: Jesús Sanz Montes, obispo de Oviedo, que el pasado 8 de enero dio la bienvenida al Gobierno de coalición con esta lindeza en twitter: “La incertidumbre dibuja hoy el horizonte. Sabemos que tras las nubes y tormentas, el sol amanece devolviendo el color a cuanto la torpeza, la mentira y la vanidad nos había secuestrado. Pido a Dios que ese sol que nace de lo alto alumbre nuestro camino. Santina, sálvanos y salva España. 29 de los 87 votos ha conseguido este aventajado discípulo del ultraconservador ya jubilado Antonio María Rouco Varela, el emérito cuya sombra continúa siendo aún larga en los cenáculos de poder de la Iglesia española.

El famoso y veterano padre Aradillas se ha apresurado a pedirle al recién elegido que resucite el espíritu conciliador entre la Iglesia y el Estado que caracterizó durante la Transición al cardenal Vicente Enrique y Tarancón, y el teólogo Juan José Tamayo ha recordado que Omella llegó a protagonizar en su día actuaciones polémicas en su diócesis. De hecho, aunque habla catalán y se lleva bien con Oriol Junqueras, con Carles Puigdemont y los suyos no parece que sea lo mismo. En octubre del 2017 no tuvo ningún éxito en sus intentos de mediación, y en el referéndum del 1-O se puso de perfil: un grupo católico llamado Cristians per la independència le exigió que cediese locales para votar y Omella guardó silencio pero contempló, también en silencio, cómo lo hacían muchos de sus párrocos.

Para el gobierno de Pedro Sánchez, en especial Carmen Calvo, encargada de las relaciones del gobierno de coalición con la Iglesia, parece claro que la elección de Juan José Omella, dentro de lo malo, es lo mejor que podía ocurrir. En los próximos dos años se jubilarán casi la mitad de los obispos actuales y habrá nombramientos nuevos. A ver entonces qué pasa, porque ahora en breve van a empezar a saltar chispas con los asuntos que Gobierno e Iglesia tienen pendientes de abordar:

1. Ley de eutanasia. El gobierno sacó adelante hace poco tramitarla por tercera vez con el apoyo de 201 diputados. En esta ocasión todo parece indicar que saldrá adelante.

2. Las inmatriculaciones. Otra patata caliente. Según el Colegio de Registradores, hay más de 30.000 fincas que la Iglesia inscribió a su nombre entre los años 1998 y 2015. Buen número de estos registros se realizaron de manera indebida y el gobierno se propone revertirlas.

3. La gestión de la educación concertada, algo que cambiará apenas se tramite en el Parlamento el proyecto de la nueva ley de Educación aprobado este mismo martes en el Consejo de Ministros y que quitará peso a la asignatura de Religión. Su oferta ya no será obligatoria en Primero y Segundo de bachillerato y las calificaciones no computarán para el acceso a la universidad o la obtención de becas.

4. El pago del Impuesto de Bienes Inmuebles en los espacios propiedad de la Iglesia que no son de culto, igual que sucede en Francia o Italia.

5. El cumplimiento en los centros religiosos de la ley de Memoria Histórica.

Aunque tiene fama de ser enérgico actuando, el nuevo presidente de la Conferencia Episcopal también la tiene de ser dialogante. Es, aseguran quienes lo conocen, flexible en sus modales y partidario de implicarse en los conflictos con la intención de suavizarlos. Parece pues que la vía del diálogo Iglesia-Estado está abierta, contando como cuenta también, desde los tiempos en que fuera nombrado miembro de la Congregación para los Obispos (viajaba con mucha frecuencia al Vaticano) con la complicidad del equipo del papa Francisco, en especial la de Bernardito Auza, actual Nuncio del Vaticano en España.

A pesar de las reticencias de sectores independentistas en Catalunya, son mayoría los que piensan que Omella será una aliado en la Mesa de diálogo. “Nos necesitamos. Estamos dispuestos a colaborar siempre”, fueron las primeras palabras que pronunció al comparecer tras su nombramiento en una rueda de prensa donde midió cada frase y puso especial cuidado (en eso él y sus compañeros son verdaderos expertos) en no meterse en ningún charco. A ver qué pasa. Y a ver cómo lo cuenta 13TV.

J.T.

lunes, 2 de marzo de 2020

Galicia es la cuestión



Ha pasado ya más de medio año desde que Ayuso y Almeida son las máximas autoridades en la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid. Algo que ni el propio PP pudo imaginar hasta que ocurrió y que fue posible merced a un infame pacto con Ciudadanos y con el partido verde vómito, similar a los firmados también en Murcia y Andalucía. No parece haberle servido esto de mucho a los populares porque, aunque ejercen así el poder en esos predios, no acaban de levantar cabeza ni como partido ni como proyecto.

Pablo Casado, que durante la campaña electoral del otoño reciente moderó el estridente tono de abril, lo que le permitió recuperar más de veinte diputados con respecto a las generales celebradas seis meses antes ha vuelto a esgrimir, tras la toma de posesión del gobierno de coalición, el estilo agrio y frentista que creíamos olvidado. Esto impide ser optimistas a quienes apuestan por la existencia de una derecha mesurada y comprometida en los asuntos de la gobernabilidad del Estado. A juzgar por lo que dice y hace, el líder de los populares no parece muy dispuesto a llegar a acuerdos: ni en la justicia, ni en los medios públicos ni mucho menos en Catalunya, donde no para de echar leña al fuego ni de clamar por la aplicación del articulo 155 de la Constitución.

Con cada paso que da, transmite Casado más la impresión de andar perdido, sin ideas, propinando palos de ciego. Su entente con Ciudadanos carece de respaldo en Galicia, como ha quedado claro, y para imponer en Euskadi su acuerdo con lo que aún queda del partido naranja ha tenido que desempolvar el baúl de los recuerdos y fulminar a sus anteriores gestores. No es fácil encontrar fuera del PP de Madrid ejemplares tan estólidos como Ayuso y Almeida, pero en este caso parece que ha habido suerte y han conseguido dar con alguien que casi los hace buenos: ahí está Iturgaiz redivivo, recién salido del túnel del tiempo, agitando de nuevo el fantasma de ETA y deshaciéndose en elogios hacia el partido de la ultraderecha. Será el candidato a lehendakari en las elecciones vascas previstas para el domingo de Ramos, ¿no es maravilloso?

A Feijóo en Galicia, que rechazó tajantemente el pacto con Ciudadanos para ir juntos a las elecciones autonómicas, solo se le ha ocurrido para intentar salvar los muebles reducir el anagrama del PP a la mínima expresión en pancartas y atriles de los actos de campaña. Les invito a buscar dónde está el logo en la foto que encabeza este artículo, porque cuesta trabajo encontrarlo. Necesitarán una lupa.

¿Qué hay detrás de esta maniobra de ninguneo? ¿Por qué actúa así el candidato gallego a la presidencia autonómica? ¿Son sencillamente discrepancias con la dirección actual?, ¿le avergüenzan las salidas de tono de sus todavía compañeros Ayuso y Almeida? ¿Están las siglas del PP definitivamente quemadas?

La corrupción de muchos de sus miembros, todavía pendientes de comparecer ante la justicia, va a continuar sin duda perjudicando a la marca PP a medida que, con el paso de los meses y los años, se vayan celebrando juicios y conociendo sentencias. Quién sabe si la maniobra gallega de Feijóo no es un primer paso para acabar cambiando primero el nombre y luego las caras del partido.

Claro que para eso el líder gallego tiene primero que volver a ganar la presidencia de la Xunta, algo que a día de hoy no está nada claro. Necesita mayoría absoluta, 38 de 75 escaños, porque de lo contrario gobernará la izquierda -socialistas, BNG y Galicia en Común (UP, Anova y mareas municipalistas)-. Y la encuesta de Key Data que mi compañero Carlos E. Bayo dio a conocer el pasado jueves en Público sitúa el escaño 38 en el filo de la navaja.

La victoria de Feijóo podría significar el comienzo de la reconquista, dentro del PP, del sector que considera a Casado, García Egea, Cayetana y compañía un equipo de transición. Pero si se queda en 37 escaños y no consigue el número 38, la historia de Galicia cambiará con el Partido Popular en la oposición.

Y esa circunstancia pondrá irremisiblemente en marcha una especie de efecto dominó que podría llevar a los populares a la hecatombe, a disolverse como un azucarillo si la derecha civilizada, que por algún sitio andará, digo yo, no espabila y se reinventa, dado que Ciudadanos ni está ni se le espera. A menos que lo que quieran sea renunciar a su espacio y dejárselo enterito a ultramontanos y fascistas.

J.T.