(Primera publicación: 15 de diciembre de 2009)
¿Qué nos está pasando?
Le pegan a un periodista madrileño en un bar madrileño un domingo por la noche. La desprejuiciada madrileña Aguirre lo vincula a una broma televisiva de la Sexta y vamos nosotros, todos a coro, en Madrid y fuera de Madrid, y entramos en el juego de pelearnos unos con otros confundiendo enfoques diferentes pero legítimos con enfrentamientos a degüello.
Wyoming se ve obligado a explicar públicamente la discutible broma lanzada en su programa “El intermedio”; Terstch en abc contradice a los que vinculan la broma del presentador con la agresión sufrida, pero al dia siguiente en la razón lo amenaza. Wyoming y los suyos pican el anzuelo… los digitales hierven tomando partido.
Telemadrid dispara a discreción y Curri Valenzuela, con el apoyo de Miguel Ángel Rodríguez, califica de telebasura a la Sexta asegurando que nunca serán amigos suyos a pesar de los inútiles intentos por poner paz que realiza su contertulio Fermín Bocos.
Resultado: unos y otros acaban acusándose mutuamente hasta de haber matado a Manolete. Y poco a poco, todos van perdiendo lamentable y vergonzosamente los papeles. En “El Plural”, periódico digital de izquierdas, recuerdan a Alfonso Rojo, cabeza visible de “Periodista Digital”, web crítica con el gobierno socialista, que él también fue partidario de la violencia, concretamente si se practicaba contra un antiguo obispo de Donosti llamado Setién. Lo hacen porque Rojo ha tomado partido a favor de Terstch, es decir, frente a los presuntos rojos de la Sexta, que ya me río yo-dicho sea de paso- de ese tipo de rojerío.
¡Cuánta hacha de guerra, madre! Miro atrás, y ni en los peores momentos de mis veinte años en Madrid que me llevaron a marcharme hace ya doce harto de muchas cosas, recuerdo unas tensiones similares. Hasta en plena transición me resulta impensable un estado de crispación tal entre los periodistas como el que se desprende de todo lo que está pasando estos días.
¿Y qué es lo que nos está pasando?
En tertulias televisivas nocturnas de fin de semana, otrora respetables directores de informativos de televisión española se dedican ahora a pelearse como porteras con antiguas secretarias de productoras televisivas venidas a más. Que Enric Sopena se ponga a la altura de Isabel Durán y se enzarce en una crispadísima discusión con ella me abochorna y me rompe los esquemas.
Se gritan, se ofenden, tiran de manuales de agravios que yo creía definitivamente resueltos: Repito, ¿qué nos está pasando? ¿Cómo podemos estar cayendo tan bajo? Recompongamos esto, por favor. Hagamos periodismo, que es lo que siempre hemos sabido hacer aunque la pasta que nos paguen no sea tanta como la que se cobra divirtiendo al personal. ¿te parece, Urdaci; te parece, María Antonia Iglesias?
Yo no me quiero bajar del autobús de este precioso oficio, pero tampoco me gustaría que las circunstancias me acabaran obligando tarde o temprano a entrar en un juego (madrileño fundamentalmente de momento) que crispa, despista y le hace un impagable favor a quienes disfrutan viendo cómo nos enzarzamos entre nosotros entrando a todos los trapos que nos ponen por delante mientras ellos se frotan las manos viendo cómo caemos en la trampa.
Además de precarios, malpagados, serviles, dóciles sin horario y sin criterio nos quieren divididos. Y si nos damos de ostias entre nosotros, bingo. No tropecemos en las zancadillas de Aguirre, por favor. Desde esta humilde esquina reivindico el derecho a no prostituir la esencia del periodismo, que es contar con objetividad aquellas cosas de las que somos testigo. Simple y llanamente eso: contarlas en tercera persona, sin protagonismo de ninguna clase. Y menos este tipo de lamentables protagonismos.
Llevémonos bien aunque trabajemos para medios de diferente orientación ideológica. Las guerras son de los dueños de los medios, no nuestras. Son muchas las veces en las que hemos visto cómo posturas aparentemente irreconciliables pactaban en las alturas con el paso del tiempo y los que se quedaban colgados de la brocha y sin escalera eran los currantes de una y otra parte que habían caído en la trampa de tomar partido.
Dejémosle a otros oficios (políticos, empresarios y correvediles varios) el protagonismo. Limitémonos, si es posible, a contar lo que pasa, que es para lo que nació nuestro oficio y para lo que, hasta que se demuestre lo contrario, nos pagan, ¿hace?
J.T.
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