martes, 21 de abril de 2020

"Si cuido de los pobres me llaman santo, pero si pregunto por qué son pobres…


…me llaman comunista".

La frase es de Helder Cámara, obispo brasileño defensor de los Derechos Humanos, figura destacada de la Teología de la Liberación que murió en 1999 buscando respuestas a esa pregunta, soluciones que acabaran, o al menos mitigaran, la extrema pobreza. Pero los ricos prefieren la beneficencia, y no parecen estar muy dispuestos a renunciar al placer de practicar la caridad. Por eso les da yuyu el Ingreso Mínimo Vital, porque les despoja de la válvula de escape con la que están acostumbrados a acallar sus conciencias. Por un lado te robo, pero no te preocupes que por otro te doy limosna. Llama la atención
que Luis Argüello, actual portavoz de los obispos españoles, esté más de acuerdo con los ricos que con su colega brasileño. IMV vale, ha venido a decir este lunes, pero por poco tiempo, ¿eh?, que si no los pobres se acostumbran a la sopa boba (cf. minuto 48.47 de su comparecencia) 

En el franquismo, lo he contado alguna vez, hubo durante años un programa de éxito en la radio llamado “Ustedes son formidables” donde si alguien necesitaba unas muletas para caminar, o dinero para ser operado de un tumor, o muebles por haber sido víctima de una inundación... la noche de la emisión se hacía el milagro: abrían los teléfonos y gente a la que en muchos casos le faltaba para cubrir sus necesidades más primarias se desprendía de unas cuantas pesetas entre lágrimas, emoción y aplausos, y se comprometía a ingresarlas en la cuenta de un programa cuyo presentador, Alberto Oliveras, cobraba un pastón y se daba la vida padre en París.

Pobres que no querían ser menos que los ricos ayudaban a personas más pobres que ellos, miserables que, como en la novela de Galdós, al día siguiente se liaban a tortazos disputándose el puesto de pedigüeño mejor situado a la puerta de las iglesias.

Según el VIII Informe Anual de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social, en 2018 la pobreza severa en España se situaba en el 6,9 por ciento de la población, más de tres millones de personas. Los que son pobres hoy, lo son mucho más que hace diez años. Y en esas andábamos cuando apareció el coronavirus en escena.

Durante la dictadura, el programa de Oliveras en la radio resolvía problemas que tenía que solucionar el Estado, pero el poder de entonces parecía más interesado en blindar los privilegios de los poderosos que en ocuparse de los problemas de los más desfavorecidos. Para eso ya estaban las cuestaciones en días señalados, (Cáritas, Domund, Fiesta de la banderita de la Cruz Roja…) esas mesas petitorias que en Madrid presidía Carmen Polo y en provincias las mujeres del jefe local del Movimiento.

Los ricos, para sentirse verdaderamente ricos, han de mantener "sus pobres", a los que graciosamente socorren, para poder garantizarse así que los mantienen serviles y agradecidos. Con coronavirus o sin él, los dos partidos que componen el Gobierno de coalición habían pactado, antes de su formación, contribuir a paliar las desigualdades ayudando a los más desfavorecidos con el llamado Ingreso Mínimo Vital. El momento que vivimos obliga a acelerar ese acuerdo, que prima los derechos frente a caridad “cristiana”.

Esta España acostumbrada a rezar ante los contratiempos, a confiar en los juegos de azar y en el enchufismo (colócame al niño, Pepe!) va a descubrir que el IMV va a servir para ayudarles a tener fe en sus propios méritos, a convencerse de que merece la pena el esfuerzo para prosperar en la vida. El IMV no es una muleta, sino una palanca hacia la dignidad y el empoderamiento. Quien te contrate lo hará con respeto y no podrá aprovecharse de tu hambre.

Los políticos que ponen el grito en el cielo cada vez que se implanta una medida nueva de cariz progresista (que por lo general acaban asumiendo como suya poco más tarde), esos sepulcros blanqueados que califican de despilfarro el Ingreso Mínimo Vital, no tardarán en comprobar que el dinero que pondrá en circulación esta medida contribuirá a que haya más puestos de trabajo, más actividad económica, más vida, más esperanza en definitiva. Lo que cuesta hacer esto supone cinco mil quinientos millones de euros al año, la mitad de lo que aportamos también cada año a la Conferencia Episcopal y la undécima parte de lo que Luis de Guindos tuvo que emplear en 2012 para
evitar que la banca española se fuera al garete. Y mire usted por dónde ese mismo Luis de Guindos, en la actualidad vicepresidente del Banco Central Europeo, apoya la implantación del IMV. Como el Papa Francisco, dicho sea de paso.

Los explotadores no pueden soportar la idea de que la gente deje de pedirles empleo humillados y asustados, no les gusta que los trabajadores tengan oportunidades para formarse, prosperar y mejorar su futuro, que es a lo que contribuye la implantación del IMV. Y no les gusta quizás porque intuyen que, cuando se apruebe, se abre un camino sin marcha atrás, una revolución que mejorará la vida de mucha gente pobre y permitirá que por abajo se pueda empezar a vivir sin miedo.

Basta de caridad. Bienvenidos sean los derechos por los que Helder Cámara nunca dejó de pelear. Esos derechos que el portavoz de los obispos españoles (desconozco si todos piensan como él) dijo aceptar siempre que no sean "una coartada para una especie de subsidio permanente".

J.T.

sábado, 18 de abril de 2020

Editorial triste de Miguel Yuste Street

Para los que lo desconozcan, Miguel Yuste es el nombre de la calle madrileña donde se encuentra la sede central del diario “El País”, periódico que este viernes volvió a las andadas con usos y costumbres del equipo de dirección anterior que ya teníamos olvidadas, o casi: meterle caña a Pablo Iglesias y a Podemos por tierra, mar y aire.

Claro que desde Antonio Caño ha pasado cierto tiempo, y ahora ya Iglesias no es solo líder de una fuerza política considerada antisistema en los entornos de la empresa matriz del diario, sino que ostenta el cargo de vicepresidente del Gobierno de la nación nada menos. Da igual, hay que leerle la cartilla porque “no acaba de comprender su papel institucional y su obligación, como vicepresidente, de coordinar el área encomendada”, palabras textuales incluidas en el editorial del periódico de este viernes 17 de abril. 

¿Qué se habrá creído este chico?, deben pensar quienes durante decenios nos han querido tutelar, llevar a todos por el buen camino y decirnos qué teníamos que pensar, cómo y cuándo, si queríamos ser probos ciudadanos, progres correctos y antiderechistas persuadidos de la conveniencia de pasar de puntillas sobre tabúes tácitos como la monarquía o la Constitución.

Se vinieron arriba en Prisa porque pocos cuestionaban aquello sobre lo que su amplia nómina de predicadores tenía a bien pontificar y mira por dónde, por primera vez desde hace más de cuarenta años, llega un señor al Gobierno de España que se declara abiertamente republicano, templa escasas gaitas con los poderes fácticos y esgrime un comportamiento tan inédito que, como no acaban de dar crédito, les descoloca y claro, se sienten amenazados.

Aún así, los editorialistas del otrora “diario independiente de la mañana” se resisten a renunciar al aire paternalista que durante tanto tiempo caracterizó al rotativo y no dudan ahora tampoco en echarle la bronca al líder de Podemos porque no está actuando como ellos creen que debe hacerlo: “Si no la lealtad institucional, al menos un mínimo instinto político debería hacerle comprender que sus recurrentes salidas de tono solo favorecen, precisamente, a quienes vinculan la posibilidad de un pacto amplio a su salida del Gobierno”. Claro que, pensándolo bien, esta frase… ¿qué significa exactamente? ¿es una reconvención o una amenaza? No creo, ¿verdad?

No pueden con él y están de los nervios. Me permito deducir esto de la lectura de este otro párrafo extraído también del editorial de marras: “La habilidad para la comunicación que Iglesias exhibe se está convirtiendo en un problema político, no solo para el Ejecutivo del que forma parte, sino también para afrontar los ingentes problemas que se ciernen sobre el país”. Tendría gracia que esta idea estuviera inspirada por Felipe González, cuya capacidad de persuasión cuando era presidente llevaba a Luis María Anson a aconsejar a sus redactores al encargarle entrevistas con él: “Andad con cuidado, que como os despistéis os convence”, les advertía el entonces director de “ABC”.

Debido a la compleja aritmética parlamentaria que sostiene al Ejecutivo –continúa el editorial-, la presencia de Unidas Podemos en él es una realidad con la que hay que contar, lo mismo que la situación de Iglesias como vicepresidente.” Les ha faltado añadir: “nos jode soberanamente, pero no tenemos más cojones que aguantarnos”.

Y rematan para cerrar: “...sigue existiendo una diferencia fundamental entre lo que sí se puede, que es la renta básica, y lo que no se puede, que es buscar la rentabilidad propagandística a cualquier precio.” Solo ha faltado que llamaran a Iglesias “insensato sin escrúpulos”, como en su día hicieron Antonio Caño y Torreblanca con Pedro Sánchez.

En resumen, una pena esta canción triste de Miguel Yuste, este editorial que a muchos nos quita esperanzas que a lo mejor debíamos haber perdido ya hace un tiempo. Ni al periódico ni a la radio de Prisa parece gustarles mucho este Gobierno de coalición y no queda demasiado espacio para la duda: les revienta que Iglesias ocupe la vicepresidencia y que Podemos esté en el Gobierno. Punto.

¡Qué pena con “El País”! Fue bonito mientras duró.

J.T.

viernes, 17 de abril de 2020

Las videollamadas, ese peligro

El asunto no es que en este confinamiento estés recuperando el contacto con familiares y amigos con los que ni siquiera te felicitabas por Navidad desde hacía ya bastantes años. El problema es que, para colmo, te llaman como si os acabarais de ver ayer y, con toda la naturalidad del mundo, lo hacen por videollamada. A traición.

Momento solemne ese en el que tienes que decidir si contestas o no. Descubres que estás en pijama, que ni siquiera te has peinado, que necesitas buscar un rincón anodino que proporcione la mínima información posible sobre el entorno en el que te mueves. Sabes que acabarán haciendo una captura de pantalla durante la conversación, foto que luego ampliarán para no perderse detalle de lo que te rodea… En resumen, una ruina en toda la dimensión de la palabra. Un coñazo.

Puede que eso de recuperar viejos afectos sea estupendo, que más vale hablarse y demostrarse cariño por si acaso llega el apocalipsis y así nos pilla a todos besados y abrazados, aunque sea virtualmente. Pero, por lo menos, que nos pille también peinados, ¿no? Porque una vez que decides contestar sabes que vas a estar a merced de la vocación de cotilla de quien llama, aunque tú también te pongas las botas observando el cuadro tan feo que tu interlocutor ha colgado en un salón pintado con pésimo gusto, o la cantidad de pelo que el pobre ha perdido desde la última vez que os visteis.

¿Y qué me dicen de las conversaciones por videollamada múltiple con la familia más cercana, que cada vez se parecen más a las cenas de Nochebuena? Una caja de bombas, porque siempre hay alguien que empieza a hablar de política y no para hasta que se acaba liando parda.

El peligro aumenta considerablemente en las reuniones de trabajo por videoconferencia, quince o veinte sujetos y sujetas viéndose al mismo tiempo en una pantalla hecha cuadritos, todos y todas más pendientes de lo que hay detrás tuyo que de lo que estás hablando. Y ya lo más es cuando teletrabajas en casa, sigues con el pijama puesto, tienes el gin tonic en primer plano y ves que te videollama el jefe, ¡tierra trágame! Tiempo muerto, camisita rápido, limpieza del decorado y devolución inmediata de la llamada: perdona, jefe que me has pillado en el baño, dime.

La videollamada está siendo también el instrumento favorito de la televisión low cost. Cuando ves los fondos que, durante estos tiempos de excepción, se buscan para aparecer en pantalla Gabilondo, Buenafuente o Évole, por ejemplo, o los tertulianos del 24 horas (por cierto, qué pasará, que ahora no salen)en Televisión Española, no puedes dejar de preguntarte si han elegido a propósito el rincón más insulso del que disponen en todo el domicilio para no dar pistas del casoplón que nos maliciamos que algunos de ellos tienen.

A los cantantes que suben videos interpretando piezas, solos o en grupo, parece que también les ha dado por jugar a austeros, porque se colocan con su guitarra y su micrófono delante de fondos a cual más cutre. ¿Es que nadie tiene una casa como las que salen en el ¡Hola!? ¿Solo Bertín Osborne y sus amigos?

¿Por qué no se maquillan un poquito, por que no se peinan, por qué no se iluminan algo mejor? ¿Por qué de pronto salir hecho un desastre en la tele queda cool? ¿Por qué en estos tiempos parece que vale todo y hasta ahora cuando acudías a un plató, aunque fuera para intervenir en una humilde tertulia, habías de pasar obligatoriamente por maquillaje para que acabaran dejándote como una puerta recién pintada?

Ni tanto, ni tan calvo, ¿no? Espero que el amor a las videollamadas de mis amistades resucitadas sea una moda pasajera. Mientras tanto, resignación: todos a hablar, viéndonos los unos a los otros las caras pálidas y desmadejadas, criticándonos los pijamas y poniéndole objeciones al color del sofá o a la distribución del mobiliario.

Es verdad que tienes la opción de devolver la llamada por audio, como toda la vida, pero acaba pareciéndote poco cortés. Y al final tragas a sabiendas de que, a buen seguro, tu desaliñada imagen quedará debidamente archivada para la posteridad mediante la correspondiente captura de pantalla por parte de tu amable interlocutor. Lo dicho: una ruina. Y termino ya, que tengo que hacer un par de videollamadas. A traición, por supuesto.
J.T.

jueves, 16 de abril de 2020

Oportunidades perdidas

¿Soy de los pocos que se levanta cada día pensando que, dado que lo del coronavirus va para largo, sería deseable que en la relaciones políticas de nuestro país se instaurara la tregua y el consenso, la cordura, en definitiva?

¿Somos una minoría los que deseamos que la oposición deje de pegar patadas en las espinillas de los gestores de esta crisis y se pongan a ayudar de una vez?

¿Acaso son más los ciudadanos que desean que continúen las miradas a cara de perro, los insultos y las descalificaciones? ¿Son más los que no quieren bajar el balón al suelo, los que se niegan a buscar puntos de entendimiento que ayuden a mejorar la capacidad de lucha contra la pandemia?

¿Qué encuestas maneja la derecha que hace que insistan una y otra vez en el mal rollo? ¿Qué le hace a Casado, a su avinagrada Cayetana y al inquietante Egea persistir en sus petulancias y aumentar la agresividad de su tono?

¿Por qué priorizan la competencia con Vox en su pelea por el espacio político? ¿Tan poco personalidad propia ha acabado teniendo el Partido Popular?

Supongamos que el Gobierno de coalición lo ha hecho tan mal como se empeñan en repetir Casado y su cohorte, algo que solo el tiempo se encargará de aclarar. Aún así, ¿en qué ayudan no contribuyendo a buscar soluciones para que si ha habido errores se solucionen cuanto antes y dejemos de infectarnos más ciudadanos, y dejemos de morir como chinches y solos, lejos de nuestros familiares, sin abrazos ni consuelo?

Como ciudadano que se siente en riesgo, que ya ha tenido la desgracia de conocer casos de gente querida cercana que se ha marchado estos días -otros afortunadamente se han curado, y otros continúan en la UCI-, a mí toda la fanfarria que nos toca presenciar cada vez que se celebra una sesión parlamentaria hace que me tiemblen las piernas.

Supongamos que el gobierno se cansa de tanto palo en las ruedas, de esperar una ayuda política que considera imprescindible y que nunca llega. Supongamos que decide dimitir ¿Es en esta oposición en la que tenemos que confiar para que tome el relevo? ¿O están pensando en una solución “militar, por supuesto”? ¿en un triste y bufo remedo del fatídico 23-F? Si, como algunos sospechan, está en marcha un golpe, ¿quién se encargaría de preocuparse por nuestra salud y nuestro bienestar? A ver, venga, nombres y déjense de rodeos ¿Estamos todos locos o qué?

¡Qué oportunidad más hermosa está perdiendo la derecha española de mejorar nuestra convivencia, relajar los ánimos y practicar el ejercicio de la actividad política con la dignidad que esta se merece! Y qué oportunidad está perdiendo el periodismo de demostrar que nuestro oficio tiene más sentido que nunca en momentos tan duros como los que estamos viviendo.

Espero que luego, cuando ya sea demasiado tarde, nadie que no esté arrimando el hombro ahora tenga la desvergüenza de llorar por la leche derramada al no haber sabido defender un periodismo decente en lugar de hacer concesiones, una tras otra, para poder seguir comiendo de una actividad  cuya razón de ser es comunicar y no dedicarse a encabronar el ambiente más aún de lo que ya está.

Por eso no me rasgo las vestiduras ante la portada de El Mundo de este miércoles, porque era completamente previsible. Conociendo a su actual director, cualquier cosa es posible. Rosell heredó todos los defectos de Pedro Jota y ninguna de sus virtudes. Lo cuento en mi libro, “Periodistas”, y David Jiménez en el suyo, “El Director”. La desgracia es la cantidad de Pacos Rosell que existen en el universo periodístico de este país, mercenarios dispuestos a vender a quien sea a cambio de un plato de lentejas y unas migajas de satisfacción para su codiciosa vanidad.

Por fortuna, aunque por desgracia para el futuro del oficio, los periódicos impresos cada vez tienen menos repercusión. Pero quienes en estos días de confinamiento recurren a la tele como alivio de su ansiedad no merecen tampoco los torticeros discursos que profieren la mayoría de tertulianos que a diario siembran el pánico entre los espectadores más indefensos con la severidad de sus apocalípticos dictámenes.

Periodistas y políticos estamos ofreciendo estos días un espectáculo bochornoso del que me avergüenzo. Seré un ingenuo, pero me sigo levantando cada mañana con la esperanza de que la gravedad de lo que está ocurriendo acabe convenciendo a unos y a otros de que igual es mejor para todos apostar por modos y maneras que transmitan aliento, que ayuden a mejorar nuestro ánimo y nuestras ganas de convivir.

Sería triste que “cuando acabe todo esto” frase que, dicho sea de paso, no me gusta en absoluto, ese día salgamos todos a la calle con ganas de mordernos los unos a los otros. Los que quedemos vivos, claro.

J.T.

Foto: Agencia EFE

lunes, 13 de abril de 2020

No es fácil escribir con los bares cerrados

Mientras mis bares estén cerrados, algo en mi corazón, en mi ánimo y hasta en mi respiración estará también cerrado. Después de lo que empleo en libros, el dinero que más a gusto gasto es en los bares. Los libros puedo continuar pidiéndolos por internet. Las tostadas, no.

Nada hubiera sido igual durante mis catorce años sevillanos sin mi amigo Antonio otorgándole el punto exacto a la media integral para aceite –mollete de Antequera- cada día en “La esquinita de Arfe”. Sin su hermano Sergio, o su compañera Paula, completando el kit de supervivencia mañanero con ese americano en vaso con dedito de leche fría que me ayudaba a salir a la calle dispuesto a comerme el mundo.

Me falta la vida de los bares para sentirme vivo. La vida del bar “La Estrella de Jorge Juan” junto a la casa de Alicia en Madrid, con mi amigo Nicolai, rumano, siempre empeñado en cambiarme la tostada por un croissant a la plancha, o la de los bares de las esquinas del ensanche barcelonés en mis momentos de felicidad catalana, esos en los que mi amigo Marcial, manchego, insistía por sistema en añadir al café más cantidad de leche de la que a mí me gusta.

Los bares cerrados son el auténtico certificado de este confinamiento. En el Poniente almeriense, donde me está tocando vivirlo, lo que peor llevo es recordar mis mañanas en el “Quesada” o en “El Cruce” con mi amigo Fran –el café y la tostada listos en la barra al mismo tiempo que entraba yo, porque lo empezaba a preparar apenas me veía aparcando-, cuyas conversaciones echo mucho de menos.

Me falta inspiración y ánimo para trabajar en estos días, y a esa desidia quizás pueda atribuirle muchas explicaciones, pero una de ellas es, sin ninguna duda, que no puedo ir a los bares a pegar la hebra con mis amigos. El café es la excusa, como lo es el vino del país con tapa que Dani, Luis o Teo, me han dispensado durante años en el bar “Flores” de Las Cabañuelas.

Echo de menos los bares, pero sobre todo a mis amigos los camareros, porque son mis amigos, sí: me sé sus vidas y ellos la mía, reímos, hablamos de política y de fútbol, de la familia, de los contratiempos, de las deudas… Con Sergio y Antonio, sevillistas, yo jugaba a ser del Betis; con Dani, Luis y Teo, madridistas, defiendo al Barça y al Atlético, pero me quieren y los quiero. Ahora hablo con muchos de ellos por guasap y me envían fotos haciendo gimnasia en familia. O comentamos los libros que estamos leyendo, porque algunos de ellos leen libros, sí, que no todo van a ser series y videojuegos en la viña del señor.

Reclinado en el mostrador, me han visto emborronar servilletas de papel cuando me ha venido una idea y en más de una ocasión me han tenido que prestar el bolígrafo. Suelo anotar no solo lo que se me ocurre, sino lo que escucho, y ellos me toman el pelo –“ya te han visitado las musas, Juanito?”- Al llegar a casa me apresuro a desenvolver el fajo de papel cebolla garabateado y lo paso al ordenador sin demora para que nada se pierda.

Lo que se escucha en los bares es oro puro, la vida misma, esa realidad que tanto burócrata desconoce. Porque, como el lector seguro imagina, mis bares no son bares de pitimí, sino bares de los de toda la vida, bares en los que te encuentras cómodo porque, aunque estés rodeado de gente, te sientes mejor que en tu cuarto de trabajo. Si te ven escribiendo, los parroquianos no te hablan y en caso contrario, enseguida surge un tema de conversación y puede que hasta una irrepetible partida de dominó. Eso me falta. Para escribir y para vivir.

No es fácil escribir con los bares cerrados. Los bares son imprescindibles para la vida. Los bares cerrados son la verdadera tragedia de este confinamiento.

J.T.

sábado, 11 de abril de 2020

¿Por qué se llaman patriotas cuando quieren decir golpistas?

Se les llena la boca de vocablos como patria y de himnos como el de la legión, desparraman mala leche por las calles y banderas por los balcones, banderas que son de todos y que no conseguirán confiscar por mucho que se empeñen en ello. Se autoproclaman patriotas. ¿Patriotas de qué? Os lo voy a decir:

Patriotas de la crispación.
Del frentismo.
Del encanallamiento.
Del bulo.
Del gamberrismo.
Del insulto en las cuentas de twitter. De poner palos en las ruedas a todo lo que sea contribuir a buscar soluciones a lo mal que lo está pasando tanta gente.
De rechazar la mano tendida de los gestores de la crisis para buscar soluciones que nos saquen cuanto antes de esta pesadilla.
De frotarse las manos cuando sube el número de infectados y fallecidos.
e practicar el “cuanto peor, mejor”, algo en lo que, como certifica la historia, son verdaderos maestros.

¿Qué buscan ejerciendo una oposición tan desaforada? ¿En qué ayudan las caceroladas para que dejemos de morir como chinches y podamos salir a la calle pronto? ¿De verdad se creen, como proclaman a voz en grito, que el Gobierno de coalición trabaja con mala voluntad, que nos quiere buscar la ruina a propósito? ¿De verdad piensan que ellos lo harían mejor, de verdad se creen más competentes que el ejecutivo al que le ha tocado gestionar esta crisis inédita e imprevisible? ¿Qué gobierno proponen formar? ¿Con qué nombres? ¿Para hacer qué?

¿Pero no se dan cuenta que el común de la ciudadanía andamos acojonados sin ser capaces de imaginar qué va a ser de nuestras vidas, qué va a pasar con nuestros planes, con nuestro futuro? La mayor parte de los mamporreros de estos ultramontanos propaga sin parar consignas en las que probablemente ni crean, pero se ve que no atinan a divisar en el horizonte mejor manera de ganarse el sustento. Pan para hoy y hambre para mañana, pero no debedarles la cabeza para pensar a largo plazo. Esos mamporreros, columnistas, tertulianos y opinadores varios son mileuristas que para sobrevivir en el oficio han optado por convertirse en incondicionales de quienes les pagan sus miserables sueldos y que son, mire usted por dónde, los mismos que apenas puedan empeorarán sus condiciones de vida más aún de lo que ya están.

¿A qué aspiran estos golpistas que se autoproclaman patriotas? ¿Qué diseño de país proponen? ¿El de Aznar? ¿El de Rajoy? ¿El de Faes? ¿El de un Felipe González al que no reconocería ni la madre que lo parió? ¿El de Rosa Díez? ¿De verdad? ¿Están hablando en serio?

En otras ocasiones he dejado constancia de que Pedro Sánchez no ha sido precisamente santo de mi devoción. Pero da la casualidad que en este infausto momento es él quien preside un Gobierno de coalición que nos representa a todos y, en consecuencia, tiene a su cargo gestionar la mayor maldición que el mundo entero, no solo nuestro país, ha sufrido en los últimos cien años.

¿No sería lógico que la oposición arrimara el hombro y le echara una mano para sacar el agua de esta inundación antes de que nos ahoguemos todos? ¡Ay, qué a cuento viene aquel “Suiza, patria querida” con letra de Forges y música de Luis Eduardo Aute que mi compañera Patricia López se ha encargado de recordarme!:

“Ser patriota no es sinónimo de idiota
yo la bandera la llevo en la billetera
me da canguelo si me huelo algún revuelo
me sienta fatal la reforma fiscal

Ay, Suiza Patria Querida
Ay, Suiza de mis amores
Yo tengo una cuenta en Suiza
con muchísimos millones
Vivan las cuentas en clave
la fuga de capital 
el tráfico de divisas…

O incluso esto otro, pelín más rotundo, de La Polla Records, que me trae a la memoria Albert Vivó:

“Todos los fascistas viven (Cara al culo)
Por eso no ven más allá de su nariz (Cara al culo) 
Ya que sois tan religiosos (Cara al culo)
Por qué no le dais la paliza a Dios (Cara al culo)."

Intentar extraer rédito político, o económico, de lo que nos está tocando vivir es, lisa y llanamente, de malnacidos. Lo haga quien lo haga. Lo intente quien lo intente.

Todo lo que he leído y escuchado en los últimos días, y a fe que he leído y escuchado mucho, me lleva a una conclusión: nadie tiene puñetera idea de cómo frenar, ni mucho menos acabar, con la pandemia. Los talentos del mundo siguen dando palos de ciego. Sería pues de desear que los fascistas dejaran para otro momento sus irredentas ganas de pescar en río revuelto.

¿Por qué insisten en llamarse patriotas cuando lo que quieren decir es golpistas?

J.T.

martes, 7 de abril de 2020

Casado, déjalo ya!


Miro los gráficos y las estadísticas que desde hace casi un mes nos tienen sobrecogidos y extraigo, en líneas generales, una conclusión: se han estrellado todos los talentos, nunca tanta gente junta hizo tanto el ridículo a la vez en tan poco tiempo. Admitidlo de una vez, sobraos del mundo entero: no teníais/no teníamos ni puta idea de lo que se nos venía encima. Nadie. Así que anda, Casado, déjalo ya!

Boris Johnson, hospitalizado, muy probablemente esté ahora en la UCI no por su patética actitud negacionista de los primeros días, sino por indigestión: se ha tenido que comer, sin masticar siquiera, una buena ración de sus propias palabras, su autosuficiencia se ha llevado por delante la vida de muchos de sus compatriotas y lo que te rondaré morena. Casado, déjalo ya!

Donald Trump, sin despeinarse, no se ha olvidado de la laca pero sí de la vergüenza a la hora de decir una cosa y la contraria sobre la pandemia en horas veinticuatro. De ridiculizar a quienes se preocupaban por la propagación del coronavirus, pasó a los pocos días a amenazar a quienes no tomaran medidas y a admitir que, si al final su país pierde en esta batalla “solo” un cuarto de millón de vidas, lo considerará una victoria. Casado, déjalo ya!

La tercera parte de la humanidad confinada, ciento setenta y muchos países infectados, y aquí en España la irredenta oposición anda todavía jugando con los muertos intentando desgastar a un gobierno que, para su desgracia, está metiendo la pata bastante menos de lo que ellos hubieran deseado. Les jode que el número de muertos no suba más, les jode que las medidas aplicadas estén empezando a surtir efecto, les jode que ni una tragedia de estas dimensiones desgaste al gobierno lo suficiente para tumbarlo. Y mira que le ponen afición (práctica en encanallar el ambiente tienen toda la del mundo) para conseguirlo. Casado, déjalo ya!

Trece mil muertos son muchos muertos, qué duda cabe. Pero como ocurre con todo en la vida, depende de con qué se compare. Y en el resto del mundo las cifras son cada día más espeluznantes y no paran de crecer. Mientras tanto, en nuestro país, los números empiezan a estabilizarse, los picos pasan y la curva parece que baja, toquemos madera. No hay mayor desgracia para los golpistas vocacionales que no lograr que Sánchez fracase, porque si el Gobierno de coalición sale de esta y consigue que empecemos a levantar cabeza antes que otros muchos lugares, y encima acabamos enseñándole el camino de lo que hay que hacer a países como Estados Unidos, Francia o Reino Unido, van a tener muy difícil tumbarlo como sueñan cada día como verdaderos desesperados. Casado, déjalo ya, no te alinees con los golpistas generadores de cuentas falsas y promotores de bulos infames.

Olvídate de esos socios desaforados que en esta crisis, y sé de lo que hablo, están llegando a avergonzar incluso a muchos de sus propios votantes. No cuela lo de llamar comunistas a quienes proponen las mismas medidas que sugieren hasta Luis de Guindos o Toni Roldán. No cuela demonizar la aprobación de un ingreso mínimo vital cuando es algo que gobiernos de la Unión Europea, Canadá, y hasta el mismísimo Trump han puesto sobre la mesa. Casado, déjalo, ya!

Como no lo deje ya, el líder del PP lo va a tener difícil sobre todo porque, una vez que levantemos un poco la cabeza, medidas sociales que este gobierno podría haber tardado algún tiempo en desarrollar, es muy posible que consiga sacarlas adelante bastante antes de lo que tenían previsto.

Los gráficos que publican a diario los expertos sobre la evolución de la pandemia en todo el mundo parecen señalar que, si la cosa continúa como hasta ahora, en nuestro país podríamos presumir de estar haciendo bien los deberes. Lo reconoce la Organización Mundial de la Salud, cuyo director regional para Europa, Hans Kluge, ha expresado su "optimismo prudente" como resultado de la actuación del Gobierno español con medidas del Ministerio de Sanidad que considera "audaces", con “enfoques innovadores" y "decisiones valientes".

Si yo fuera el líder de la oposición recompondría sin más pérdida de tiempo la manera de relacionarme con el Gobierno de coalición antes de hacer el ridículo y que toda la opinión pública mundial acabe sacándome los colores, como ya ha hecho el Financial Times. “España –ha dicho el rotativo- es el único país donde la oposición ataca en plena crisis al gobierno que intenta contener el coronavirus. Mientras las muertes crecen, la confrontación ha vuelto con ánimo de venganza". Casado, déjalo ya, anda!

J.T.

miércoles, 1 de abril de 2020

TVE, en el túnel del tiempo


1. Darás cancha a los políticos de las derechas por muchas barbaridades que suelten: conviene tenerlos contentos y que se quejen de ti lo menos posible.

2. A los de Podemos ni agua, no vaya a ser que las derechas o el PSOE, lo que sería peor, acaben cabreándose y entonces, pobre de mí, qué va a ser de mi sillón.

Los diez mandamientos que parecen regir el comportamiento de los actuales responsables de informativos en TVE podrían resumirse en los dos que acabo de enunciar. Entre el resto estarían, por ejemplo, honrarás el bipartidismo sobre todas las cosas, santificarás la manera como se ha informado toda la vida o no pronunciarás el nombre de Pablo Iglesias en vano a menos que sea para meterle caña. El túnel del tiempo.

El Telediario1 de este martes 31 de marzo tenía que haberse interrumpido para dar paso a la rueda de prensa que en la Moncloa se estaba celebrando tras finalizar un Consejo de Ministros en el que se habían aprobado medidas de enorme calado social. En la comparecencia, el Vicepresidente segundo
del Gobierno explicaba decisiones que concernían al sector más desfavorecido de la ciudadanía: no a los desahucios, nada de miedo a quedarte en la calle aunque no tengas medios para pagar el alquiler, un dinero razonable para garantizar el sustento mínimo… Nada de todo esto tenía desperdicio pero, ¡ay! quien lo estaba contando era Pablo Iglesias, ¡lagarto, lagarto!

¡Uf! demasiado protagonismo para el líder de Podemos, mejor continuar con el Telediario y dar la rueda de prensa por el 24 horas que apenas llega al uno por ciento de audiencia. De juzgado de guardia, de tribunal ético, si las Asociaciones de la Prensa, que esa es otra, no estuvieran lo mangoneadas que están. ¿Qué sentido tiene la existencia de la televisión pública? Se supone que ser servicio público, ¿no? ¿Y qué criterio debe primar cuando se está produciendo un fenómeno informativo del calado del que tenía lugar este martes a la misma hora que el Telediario1?

Era información de Estado en una situación de crisis inédita, en un momento en que la pandemia del coronavirus nos tiene acojonados a todos. Y las medidas que anunciaban, mire usted por dónde, le ha tocado ponerlas en marcha a un Gobierno de coalición. ¿nos acostumbraremos en algún momento a asumir que tenemos un Gobierno de coalición, y que eso significa que la televisión pública del Estado tiene que ser útil a todo el mundo y hacer llegar todas las voces de ese gobierno al máximo de gente posible?

La tele pública del Estado debe brindar información de Estado y en los duros momentos que vivimos, más que nunca. No se puede discurrir por el mismo carril que el resto de los medios. Los periódicos están encanallados, las televisiones envenenadas, las radios histéricas y los tertulianos desorientados. ¿No nos merecemos al menos que la televisión pública aproveche esta oportunidad para recuperar el sitio que nunca debió perder?

En ningún hospital nos imaginamos a un médico moviéndose por criterios políticos a la hora de salvar vidas, tampoco en las clases on line, que estos días reciben cientos de miles de alumnos en todo el país, se nos ocurre pensar que sus profesores actúen movidos por otra razón que no sea su vocación de enseñar ¿por qué entonces en la televisión pública esto no ocurre? ¿Por qué la comparecencia de un vicepresidente de gobierno no se da en directo y en cambio sí se hace con las declaraciones del líder de la oposición, con cuyo despacho se conecta a las primeras de cambio aunque lo que tenga que decir no sean más que tonterías, sembrar cizaña y meternos en el cuerpo más miedo del que ya tenemos encima?

Lo de este martes fue especialmente grave, y si faltaba algo para redondear, remataron la faena en el TD2: como además de Iglesias habían comparecido la ministra Portavoz y la vicepresidenta Calviño, en compensación resuelven apostar por un directo con uno de los tres. ¿Con Pablo Iglesias quizás, que fue quien explicó las medidas más importantes? Por supuesto que no, con Nadia Calviño, que hay que tener contento al PSOE.

Y así todo. Continuamos para bingo en el túnel del tiempo. Y cumpliendo los mandamientos.

J.T.

PD. Ninguna otra televisión con cobertura en todo el Estado ofreció la rueda de prensa. Sí lo hizo Telearagón en una parte y Canal Sur completa, por lo que considero de justicia reflejarlo aquí.