viernes, 27 de diciembre de 2019

2020. Ha llegado el momento de gobernar de otra manera


A Pedro Sánchez le ha costado cuatro elecciones y un golpe de estado interno entenderlo. Muchos periodistas políticos todavía no han acabado de darse cuenta. Los bancos y las grandes empresas, después de gastarse millones durante cinco años para borrar a Podemos del mapa, parece que han terminado admitiendo que más vale cambiar de estrategia, tras un 2019 en el que no han reparado en gastos a la hora de disparar con munición de gran calibre para resucitar el bipartidismo sin éxito. Solo cuando les ha salido el tiro por la culata con el crecimiento de los fascistas y la desaparición de Ciudadanos parece que han entendido que este país hace tiempo que no es el que era, o el que ellos querrían que fuera. Ha llegado el momento de gobernar de otra manera.

Lo que significa Podemos responde a un estado de ánimo ciudadano cuya traducción a roman paladino es que la época de las mayorías absolutas se acabó, punto final, que tenemos que modernizarnos y en consecuencia admitir como normal que se constituya un gobierno de coalición. Como todo lo inédito, la digestión cuesta, pero algún indicio empieza a haber de que se va asumiendo. Quienes, impotentes, apuestan por continuar fomentando el alarmismo y predicando el apocalipsis hoy sí y mañana también quedan cada día más patéticos.

El año que ahora acaba nos ha dejado pistas suficientes para que saquemos conclusiones a la hora de encarrilar nuestro futuro. Los astros empezaron a emitir señales en el mes de febrero, cuando confluyeron varios asuntos de primer orden: el martes día 12 se inició el juicio del procés, el domingo anterior fue la foto del trifachito en la madrileña plaza de Colón reclamando elecciones, y esa misma semana Esquerra hizo imposible la aprobación de los presupuestos generales del Estado, lo que obligó a Sánchez a disolver el Parlamento el 5 de marzo y convocar elecciones para abril. Por si faltaba algo, Errejón había iniciado en enero el cisma que en breve consumaría junto a Manuela Carmena; y todo esto mientras Pablo Iglesias se encontraba de permiso de paternidad.

Pedro Sánchez se frotaba las manos porque los números, incluida la encuesta del CIS, pronosticaban al PSOE una importante subida, como a Ciudadanos, eso iba a posibilitar sumar mayoría con los naranjitos y a partir de ahí miel sobre hojuelas. La sorpresa fue el harakiri que decidió hacerse Rivera justo cuando gozaba del mayor capital político de toda su carrera: 57 escaños que tiró a la basura a pesar de que Sánchez bebía los vientos por él. En los debates previos a las elecciones del 28-A, tras el regreso de Iglesias, había quedado claro lo vivo que estaba Podemos, a pesar de las encuestas, y a Pedro no le hacía ninguna gracia tener que medirse con su líder por el indiscutible riesgo de quedar en evidencia.

Los resultados electorales de la primavera, cabezones ellos, no se lo pusieron fácil al presidente en funciones. La testarudez de Rivera negándose a pactar con él obligó a Sánchez a buscar un acuerdo con Podemos y sus 42 escaños. Lo que ocurrió entonces no creo que nadie lo haya olvidado: de nuevo Catalunya como excusa, es que Iglesias ha llamado presos políticos a los políticos presos, es
que Iglesias es un escollo. Cuando el “escollo” decidió dar un paso al lado, toda la estrategia socialista quedó en evidencia y la realidad al descubierto: no había ninguna voluntad real de pactar con Podemos; las encuestas, además, pronosticaban un crecimiento del PSOE en caso de nuevas elecciones y un descenso de los apoyos de Podemos así que, sin pensárselo mucho, aguantó el verano haciendo el paripé hasta aquel día de septiembre en que, desaparecida la posibilidad de formar gobierno porque él mismo se había encargado de dinamitarla, decidió convocar de nuevo a las urnas el 10 de noviembre. Hay quien sostiene que Iglesias pudo haber hecho más de lo que hizo para evitarlo, pero una actitud sumisa hubiera sido un pésimo precedente para el futuro de su formación política.

Sabía Sánchez que a ese laberinto vendría a sumarse en octubre la sentencia del juicio del procés, pero aún así tiró para adelante. Y el 10 de noviembre los resultados estuvieron muy por debajo de sus expectativas: sacó tres diputados menos que en abril, la ultraderecha se disparó, Ciudadanos se hundió en la miseria y Podemos ahí estaba, vivito y coleando, con siete escaños menos, pero con los suficientes para ser determinante en un posible gobierno de coalición. Ahora sí, ahora ya Sánchez y su sanedrín entendieron que no quedaba más remedio y, en menos de 48 horas, pactaron e hicieron público un acuerdo con Iglesias antes de ponerse a buscar los apoyos necesarios para la investidura. Esos apoyos precisan la abstención de Esquerra en segunda vuelta. Y en esas andamos.

La misma Esquerra que tumbó los presupuestos en febrero, la misma Esquerra cuyo portavoz imploró un acuerdo en verano, la misma Esquerra que no quiere ni en pintura un gobierno de derechas se está haciendo ahora la remolona, tensando la cuerda para vender su abstención lo más cara posible, aún a sabiendas de que sus votos para facilitarla son la única posibilidad de que la ultraderecha no siga creciendo y creciéndose.

¡Lo que pueden cambiar las cosas, en tan solo doce meses! Ha dado mucho de sí el año 2019. Todo lo que significó Podemos, al traducir en formación política las reivindicaciones del 15M, está a punto de desembocar en una acción de gobierno que intentará cambiar los usos y costumbres de cuarenta largos años en España. Los políticos parece que van entendiéndolo; los medios ahí están aún, erre que erre, mientras sus señoritos acaban de asimilar lo que está pasando.

Y lo que está pasando es que esto ya no va a volver a ser lo que era, que la gente ha perdido el miedo y que los que mandan se han percatado de ello, como se percibió ligeramente en el discurso navideño del jefe del Estado y hasta en la actitud de los políticos catalanes, a pesar de sus remilgos.

Adiós, 2019, te habrás quedado descansando!

J.T.

martes, 24 de diciembre de 2019

Susana, más pedrista que el propio Sánchez

Hay una variante de las fake news que los políticos practican desde que el mundo es mundo. Consiste en sostener, con cara de póker, una cosa y la contraria según venga el viento y sin mover un solo músculo. Cara de póker o de cemento armado.

Las hemerotecas están llenas de declaraciones de políticos contradiciéndose a sí mismos sin remilgo alguno y sin esperar a que pasara mucho tiempo entre una afirmación y la contraria, pero lo de Susana Díaz me tiene fascinado. Su conversión al pedrismo es tan espectacular que recuerda a la de Saulo cuando se cayó del caballo, se convirtió en San Pablo y se puso a escribir Epístolas como un loco.

En el caso de la todavía lideresa del socialismo andaluz, no se trata ya de una persona dedicada a la política que miente a su electorado haciendo todo lo contrario de lo que prometió antes de ser elegida, ni de alguien a quien cazan en una contradicción y se empeña en negar la evidencia sin pestañear, no; Susana Díaz sube varios peldaños en la escala de la osadía y el desahogo a la hora de hacerle la pelota sin pudor alguno a la misma persona a la que, ella misma, mandó a los infiernos hace poco más de tres años capitaneando un golpe interno contra él.

Y como si no hubiera pasado nada, pelillos a la mar, ahora todo son flores: "Sánchez está ejerciendo la responsabilidad buscando alianzas para sacar adelante una investidura", declaró el pasado domingo a Europa Press. No ha cerrado el diálogo a nadie, al contrario, y esto es positivo para el país y generoso por su parte”. No contenta con la dosis de jabón, continuó: "Pedro Sánchez no ha dejado de buscar acuerdos con todo el mundo, y esto es interpretar el momento en el que está el país, que necesita grandes consensos y mucha gente sumándose al interés general de España".

La milagrosa y rotunda conversión de Susana al pedrismo ha ido aumentando en la misma medida en que los resultados del PSOE con él al frente crecían. Su otrora descarnada agresividad para con Sánchez es ya historia, por lo visto: “Tu problema no soy yo, Pedro, tu problema eres tú”, le espetó sin anestesia en mayo de 2017, durante el debate que mantuvieron junto a Patxi López previo a la celebración de las primarias socialistas. “Yo me preguntaría, le dijo también durante aquella comparecencia, si le conviene al PP el candidato de las dos derrotas históricas del PSOE o la candidata que le gana de diez puntos en Andalucía".

o contenta con tales andanadas, continuó disparando: "¿Por qué los ciudadanos nos han dejado en 85 escaños?, porque hemos dado muchos bandazos, Pedro. Si tu problema fuese yo, remató, el problema habría acabado hace mucho tiempo, el problema es que de la Ejecutiva sólo quedan siete trabajando contigo; José Luis Rodríguez Zapatero ya no se fía de ti; Felipe González también piensa que lo has engañado. El problema eres tú y cuando la gente no se fía de ti, deberías hacértelo ver".

sto sucedía unos meses más tarde de haber ido a saco a por él con aquella célebre frase: “A este lo quiero muerto hoy”, santo y seña con el que lo destituyeron antes de apoyar la investidura de Rajoy con la abstención socialista. Pues bien, en diciembre de 2019, ¡alé hop!, todo esa hostilidad ha pasado a convertirse en rendida pleitesía, como por arte de magia, como si el enfrentamiento hubiera ocurrido hace mil años, a juzgar por los elogios que le dedica a día de hoy al hombre, según sus palabras, “más generoso, más dialogante y que más quiere lo mejor para España.”

esulta patético escuchar estas cosas en labios de Díaz, pero sobre todo da cierta pena deducir que solo hay una explicación posible para tamaña transformación: haberse convencido de que no hay manera de luchar contra una situación que, aunque a ella no le gustó nunca, no le queda ahora más remedio que aferrarse a ella si no quiere desaparecer de la escena política para siempre.

Quién iba a imaginarla hace solo un año permitiendo que Ferraz metiera mano en la confección de las listas electorales andaluzas, y hasta en las diputaciones? Pero con tal de flotar y continuar en la pomada, no tendrá reparo alguno en ir traicionando a quien haga falta para sobrevivir ella mientras en los oídos de Sánchez, que ya ha demostrado su buena memoria, seguro que resuena aún aquella famosa frase, en la que solo faltó el dedo inculpador, como en el himno de LasTesis, señalándolo y acusándolo: “Pedro, el problema eres tú, el problema eres tú, el problema eres tú…”

La verdad es que, para ella, lo sigue siendo.

J.T.

sábado, 21 de diciembre de 2019

Inmunidad y gobierno de coalición

Uno de los argumentos más usados por las derechas para rechazar los postulados independentistas viene siendo que Catalunya nunca sería aceptada en la Unión Europea. Europa como mantra, Europa como coartada, Europa como razón suprema para desdeñar las aspiraciones nacionalistas… hasta este
jueves, fecha en que, de súbito, la idolatrada Europa pasó a convertirse en “Puta Europa” para ultras desaforados como Alfonso Ussía.

Esa Europa, dicho sea de paso, es la misma que obligó a cambiar el artículo 135 de la Constitución cierto día del verano del 2010 para tumbar según qué derechos sociales con agostidad y alevosía, así que tampoco se me vengan arriba según qué sensibilidades izquierdistas.

Pues bien, esa misma Europa es la que acaba de sacarnos los colores dictaminando que Oriol Junqueras poseía inmunidad parlamentaria desde el instante en que se proclamaron los resultados de las elecciones europeas del 26 de mayo. Así que en ese mismo momento, según el Tribunal de Justicia de la UE, al líder de Esquerra Republicana de Catalunya se le debió haber facilitado, excarcelándolo, su derecho a recoger el acta que le acredita como diputado europeo. Si aún así se le hubiera querido mantener en prisión preventiva, el procedimiento legal debería haber sido remitir un suplicatorio a la Eurocámara solicitándolo.

Mi punto de vista es que todo este galimatías beneficia a la formación de un gobierno de coalición pronto y ayuda a que los primeros pasos de ese nuevo gobierno se puedan dar tomando nota de la resolución del TJUE, y continuando en esa línea. ¿El primero de esos pasos? ¡Diálogo ya! Hartos estamos algunos de insistir en ello. El escenario que acaba de abrirse es sumamente atractivo por cuanto obliga a poner la imaginación a funcionar para ponerse de acuerdo sin excusas. Es importante también porque funcionará como referente cuando en cualquier otro lugar de la Unión se produzca una situación parecida.

Justo en el momento en que los británicos se marchan, la resolución sobre la inmunidad de Junqueras abre un frente en la UE cuyo desarrollo despejará muchas incógnitas. Si Europa ha servido como blindaje frente a la vocación golpista y subversiva de la extrema derecha española, en estado de latencia hasta la aparición de Vox, si los demócratas nos sentimos aliviados y en cierto modo a salvo del fascismo gracias al paraguas europeo, es ese mismo paraguas el que ahora nos señala un camino para poner en orden nuestros desencuentros y aprobar por fin algunas asignaturas largo tiempo pendientes.

Por eso, y a pesar de tanto ruido como nos distrae, pienso que va a haber gobierno de coalición. Porque sube enteros Esquerra, con la autoridad moral añadida que le confiere aguantar en la cárcel hasta la llegada de la resolución, mientras Puigdemont y compañía sacan provecho de ese sacrificio ajeno sin haber pasado un solo día entre rejas. Aún así, ese provecho no parece que vaya a serle demasiado útil a la formación política de Puigdemont y Torra en unas posibles elecciones catalanas. Un sondeo del Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat, el equivalente catalán del CIS, ha dado a conocer este viernes que, si hubiera elecciones en breve, Junts per Catalunya bajaría de 43 diputados a 31 en el Parlament mientras que Esquerra se convertiría en la fuerza más votada y subiría de 32 a 39.

Que Europa ayude a Junqueras a recuperar sus derechos es una buena noticia, Si finalmente sale adelante un gobierno UP-PSOE apoyado por la abstención de ERC, quizás sea posible cambiar muchas cosas. Por un lado contribuirán a la formación de un gobierno inédito que podrá promover pronto medidas sociales de calado, y por otro Esquerra llegará a las elecciones catalanas sin que quienes se han beneficiado indirectamente de su sacrificio osen echarle en cara haber facilitado la gobernabilidad en España. Los números en Catalunya darían además, según el sondeo del CEO, para que ERC, PSC y En Común Podem sumaran mayoría en el Parlament.

Una cosa más, para terminar esta reflexión: no parece que resulte demasiado probable que el período de prisión de los condenados del procés pueda durar mucho tiempo más. Por eso la ultraderecha está que se sube por las paredes. Van quedándose sin argumentos y, muchos de sus hooligans, también sin vergüenza, si es que alguna vez la tuvieron.

J.T.

jueves, 19 de diciembre de 2019

Tve, con las vergüenzas al aire


Hubo un tiempo en que aplaudí las maneras de Rosa María Mateo como administradora única de RTVE, pero ese tiempo está muy lejos y las cosas han cambiado mucho desde entonces. Mateo, también. Como es lista y se mira al espejo, ella sabe mejor que nadie que ese cargo le viene grande. Siempre fue una feminista comprometida, una mujer combativa, es verdad, pero de gestionar una televisión sabe más bien poco, por mucho que haya sido una de las mejores presentadoras en la historia española del medio.

Es verdad que, recién nombrada, allá por julio del 18, supo parar los primeros golpes y poner a los políticos en su sitio, pero el excesivo alargamiento de la provisionalidad en el cargo ha ido sacando a la luz sus carencias, algo que tampoco tendría mayor importancia si no fuera porque esa escasez de conocimientos la estamos pagando por un lado los espectadores y por otro las perspectivas de futuro de la televisión pública en nuestro país.

Aunque no hubiera hecho gran cosa, Mateo perdió  la oportunidad de marcharse por la puerta grande si a los tres meses, o a los seis como mucho, hubiera dado por terminada su etapa como administradora única provisional. Pero el Partido Socialista, a pesar de que al principio le salió respondona, prefirió mantenerla como mal menor mientras se despejaba el panorama. El tiempo fue pasando, los problemas para el gobierno creciendo y las ganas de ponerle el cascabel a ese gato postergándose sine die.

Les hubiera bastado para evitarlo, a Sánchez y a los suyos, con no haber dinamitado el Consejo de Administración que pactaron con Podemos y el PNV hace año y medio o, tiempo más tarde, con no estancar el concurso pendiente, cuya primera fase de selección finalizó en diciembre del año pasado.

La espantá de Almudena Ariza rechazando la dirección de Informativos a las dos semanas de haberla aceptado es, a mi juicio, una especie de señal de alarma que sugiere lo mal que deben andar las cosas por los pasillos de Prado del Rey y Torrespaña. Begoña Alegría, todavía en el cargo, finaliza su etapa el 31 de diciembre por voluntad propia, tal como anunció hace un tiempo, pero hace meses que su relación con Rosa María Mateo era imposible e inexistente. Enric Hernández, director de Información y Actualidad, será quien se haga cargo de los informativos de TVE a partir del primero de enero de 2020 de manera provisional, lo que no deja de ser un parche que no impedirá que se noten lo a punto de reventar que están las costuras de un traje demasiado gastado ya.

Para rechazar el puesto, Almudena Ariza argumentó no sentirse suficientemente respaldada por sus compañeros, pero a mí me parece que tampoco debía ser mucho el respaldo por parte del entramado de poder de la casa. Necesitaban una cara conocida para desviar la atención durante un tiempo y dieron con ella, pero ¿iba Ariza a poder ejercer el mando en plaza con la libertad de movimientos que precisa ese cargo y sin ningún tipo de cortapisas? ¿se le habría dejado manejar el presupuesto a su antojo y tomar decisiones profesionales controvertidas sin andar sometida a permanente supervisión? ¿podría trabajar sin presiones ni de fuera ni de dentro de la casa?

Poco claros debían estar estos extremos, sobre todo desde el momento en que Mateo decidió crear un cargo, hasta entonces inédito, entre la presidencia y Alegría, para colocar en él a Enric Hernández. Poco claro debía estar un proyecto cuyas prisas e improvisaciones se entienden con dificultad, a menos que el objetivo fuera que los hechos consumados le pusieran más difíciles las cosas al gobierno entrante a la hora de hacer cambios.

Poco claro debe estar el futuro del concurso pendiente para nombrar los cargos que acaben con el período provisional de Rosa María Mateo. Poco claro parece también el papel de Enric Hernández quien, tras verse obligado a asumir la dirección de Informativos a partir del próximo día uno, adquiere una visibilidad poco práctica. En la sombra, sin duda, estaba mejor situado en caso de que los partidos decidieran olvidarse del concurso “interruptus” para buscar un nuevo presidente para la Corporación.

Según la legislación vigente, ese presidente ha de salir de los 10 miembros del Consejo de Administración que el Parlamento ha de elegir entre los 20 aspirantes que superaron el primer corte. Los miembros del comité de expertos que hicieron esta selección están que se suben por las paredes por la falta de respeto que los políticos han demostrado hacia su trabajo.

Por eso la espantá de Ariza complica las cosas más de lo que ya estaban. Querían distraer la atención con una cara conocida, esa cara ha hecho mutis por el foro y las vergüenzas de TVE han quedado al aire. Las de TVE y las de los partidos políticos, que no parecen tener demasiado claro por dónde meterle mano a este asunto.

El reto del nuevo gobierno ha de ser dejar de ampararse en coartadas y coger este toro por los cuernos ya, sin más pérdidas de tiempo. La televisión pública del Estado es un servicio esencial; su manera de hacer las cosas, tanto en el terreno político, como económico, laboral y profesional debería convertirse además en un referente para el resto de televisiones públicas del país. Tienen la obligación de consensuar y buscar soluciones, no les queda otra; vamos tarde y lo saben.

J.T.

martes, 17 de diciembre de 2019

La importancia del PSC

En el PSOE saben que, sin el PSC, todo lo hubieran tenido bastante más difícil desde hace tiempo. Hay elecciones generales que se ganaron gracias a los votos que sumaban los socialistas catalanes, pero aún así hay sectores en el partido que llevan toda la vida poniendo palos en las ruedas a cuanta bicicleta con acento catalán aparece por Ferraz.

Rodríguez Ibarra y Bono nunca se preocuparon de luchar contra el anticatalanismo de un porcentaje de sus electores extremeños o castellano manchegos, no se atrevieron a jugarse esos votos o, sencillamente, ni se lo plantearon. Ahora tenemos a Vara y a Page, que han hecho buenos a sus predecesores, o a Lambán en Aragón, miembro destacado del sector que mandó a Pedro Sánchez a los infiernos en octubre de 2016. O a Ximo Puig en Valencia y a Susana Díaz en Andalucía, cabecillas también de la expulsión de Sánchez y muñidores de la abstención socialista que hizo presidente a Rajoy ese mismo otoño.

Todos estaban en Ferraz también un año antes, el 28 de diciembre de 2015, cuando en un comité federal se le prohibió expresamente a Sánchez que abriera una ronda de contactos con Podemos si el partido de Pablo Iglesias no renunciaba a defender un referéndum en Catalunya. Y todos siguen ahí, cuatro años después, cuando a día de hoy ya hay firmado un acuerdo de gobierno de coalición con Podemos y se contempla la abstención de Esquerra, con su líder en la cárcel condenado por sedición, como única posibilidad de sumar los votos necesarios para que Sánchez sea investido presidente.

Hasta antes de ayer, y yo diría que hasta hoy mismo todavía, muchos socialistas de los aparatos provinciales y regionales del resto de España aplaudirían con las orejas un cambio de opinión de Arrimadas en el minuto 93 que llevara a la abstención a Ciudadanos e hiciera innecesario el concurso de Esquerra. Se morirían de gusto, por mucho que Calvo y Ábalos se hayan deshecho estos días en halagos y apoyos incondicionales hacia las tesis del Partit dels Socialistes de Catalunya.

Con todas estas premisas, ¿a quién le pueden extrañar las declaraciones públicas de las vacas sagradas que otrora llevaron las riendas del partido? Cuando escucho a Felipe y compañía predicar el apocalipsis si se conforma un gobierno de coalición UP-PSOE con el apoyo de ERC, no puedo evitar recordar a Securitas Direct sembrando el pánico en esos anuncios de radio impresentables donde te instan a colocar una alarma en casa ya, porque de lo contrario te la vas a encontrar vacía a las primeras de cambio, o hasta es posible que te la “okupen” si te ausentas de ella un par de días.

González, Guerra, Leguina, Ibarra y demás viejas glorias socialistas deben temer que la ciudadanía acabe conociendo cosas que ellos necesitan mantener en secreto. Solo así puede llegar a entenderse la obsesión por impedir como sea que Podemos acabe sentándose en la mesa del Consejo de Ministros. Más los escucho gritar, más higiénico e imprescindible me parece un gobierno de coalición cuanto antes.

El Congreso del PSC del pasado fin de semana ha dejado claro que dicha formación política tiene un importante papel que jugar en todo esto; las recientes elecciones generales arrojaron una curva ascendente que certifica que trabajan y van por buen camino. Los socialistas chillones, dinosaurios de antes y groseros de ahora como Page saben que el futuro del PSOE, y puede que la tranquilidad democrática en todo el país pasa por un respaldo inequívoco a Iceta y sus planteamientos, porque ha demostrado sobradamente saber lo que hay que hacer en Catalunya y, sobre todo, lo que no hay que hacer.

El PSC sabe, como lo sabe En Comú Podem, que el diálogo en Catalunya es posible, y que se trata de conseguir bajar el balón al suelo y disponerse a hablar de todo con tranquilidad. Sabe también que no es buen camino humillar a quienes se encuentran en inferioridad de condiciones tras fracasar en su apuesta por la independencia, así que se impone encontrar entre todos una salida digna, una solución airosa. ERC da la impresión de estar por la labor; en el PDeCAT, donde parece que volverán a cambiar de nombre, temen que unas elecciones en Catalunya les lleve a la oposición y el gobierno acabe conformado por ERC, PSC y En Comú Podem. Aunque se lo calle, una mayoría sabe que esa no sería una mala opción, bastante digerible además por una sociedad adulta y civilizada como la catalana. Solo hace falta que los partidos progresistas del resto del país, empezando por el propio PSOE lo entiendan, lo asuman, y nadie de entre sus filas continúe remando en contra por más tiempo.

J.T.

sábado, 14 de diciembre de 2019

Las mentiras matan el periodismo


¿Quién promueve el amplio despliegue de miembros de OK Diario allá donde exista una tertulia? ¿Quién sostiene a Jiménez Losantos para que día tras día insulte a tirios y troyanos sin mayores consecuencias? La mentira es uno de los principales instrumentos de trabajo de medios como estos, pero no el único. Otro es usar las intervenciones en cualquier foro para desviar el foco de lo que realmente interesa; utilizar la provocación y con ella conseguir marcar la pauta de los debates.

Torea Inda en todas las plazas, ya pertenezcan a Mediaset o Atresmedia, con la soltura de quien sabe que pisa sobre seguro. Esgrime informes falsos que luego son desacreditados pero da igual, el director de OK Diario continúa con su siembra de la discordia sin que nadie parezca nunca interesado en pararle los pies. No hablo de claves judiciales, que en ese campo ya hay suficientes doctores, sino estrictamente informativas. ¿En qué clase de universo periodístico nos estamos moviendo desde hace ya años para que los reyes del mambo sean Inda, Losantos y compañía?

Las ideas y consignas que difunden buscan complacer a una clientela muy definida, enervar los ánimos y agitar el patio, sea o no verdad lo que dicen. Y si en alguna tertulia hay quien rebate sus infundios con datos, en el fondo lo que acaba descubriendo es que les está siguiendo el juego, con lo que se contribuye a que cumplan sus objetivos. Es la escuela de la amoralidad, que Pedrojota instauró en el diario El Mundo, tras ser despedido de Diario 16 por un editor, Juan Tomás de Salas, que todavía creía en el periodismo honesto.

Queda lejos ya aquel tiempo en que una veintena de periodistas se conjuraron en Marbella (verano de 1994) para trabajar por el advenimiento de Aznar a la Moncloa. Dos años de trabajo les costó y ahora, décadas más tarde, sus más aventajados alumnos han conseguido crear el caldo de cultivo necesario para la resurrección de una peligrosa ultraderecha que creíamos amortizada para siempre. Lo han hecho de una manera más sofisticada que entonces: a los métodos de sus mentores han incorporado el uso de las redes sociales con un trabajo de zapa en el que la insidia y el embuste se reproducen por esporas. Hay quien responsabiliza a Catalunya de buena parte de todo este lío, pero yo discrepo: el huevo de la serpiente anidaba en el PP y la corrupción de este partido rompió la baraja creando un río revuelto en la derecha donde, gracias a la complicidad de periódicos, radioactivistas y telepredicadores varios, han acabado pescando los avispados promotores de Vox.

“Hay que darle a la gente lo que quiere, aunque no sepa lo que quiere; la gente no quiere estar informada, quiere sentirse informada; les daremos una visión del mundo como ellos quieren que sea”. El autor de este tipo de sentencias, como queda reflejado en la miniserie televisiva “La voz más alta”, fue Roger Ailes, fundador y presidente de Fox News, cargos de los que se vio obligado a dimitir tras ser acusado de acoso sexual. Los modos y maneras de este sujeto quien, entre otras muchas lindezas, obligaba a sus redactores a llamar a Obama “Barack Hussein”, son los que lamentablemente hemos acabado importando a nuestro país, donde el odio a quienes piensan diferente, ya sean partidos políticos, mujeres, menores, inmigrantes u homosexuales, ha acabado adquiriendo dimensiones inimaginables hace solo unos años. ¡Valiente precursor, Roger Ailes, de políticos instalados en la mentira compulsiva como Donald Trump, Bolsonaro, Boris Johnson u Ortega Smith!

No puede ser que los amantes del frentismo controlen la narrativa porque, contra la falta de prejuicios, el periodismo decente lo tiene muy difícil para abrirse paso. Estamos consiguiendo acabar con la corrupción, luchando para que los usos y costumbres del bipartidismo pasen a la historia, ¿y no vamos a ser capaces de atajar el empleo de la mentira en los periódicos, las radios y las televisiones de nuestro país?

No es bueno seguir así. Urge una toma de conciencia donde la ética sea la prioridad, urge también que asociaciones y colegios profesionales dejen de ponerse de perfil y afronten este asunto con mucha más contundencia de lo que hasta ahora han demostrado. Las empresas periodísticas no pueden acunar desestabilizadores en nombre de la libertad de expresión, y esta a su vez no puede ser sinónimo de ley de la selva. Hay que desenmascarar a los profesionales de la agitación y defender a muerte la información ponderada y honesta. No es tan difícil, solo hace falta que perdamos de una vez el miedo a denunciar a quienes desprestigian nuestra profesión usándola para mentir a sabiendas. ¡Ya está bien!

J.T.

lunes, 9 de diciembre de 2019

Rufián el agitador


Cuando leí el tuit de Gabriel Rufián llamando “cobarde” a Pablo Iglesias, lo primero que me vino a la cabeza fue Chiquito de la Calzada caminando a trompicones y gritando a continuación “pecador de la pradera”. Lo segundo fue una amarga sensación de sorpresa porque en la expresión no existía atisbo alguno de esa sutileza con la que el portavoz de ERC en el Congreso acostumbra a entretener a sus seguidores. Usaba el término cobarde sin que tampoco el insulto encajara muy bien en el contexto de lo que, al parecer, le había ofendido: la foto de una conversación distendida de Iglesias con el portavoz de Vox en el acto institucional del día de la Constitución, que el líder de Podemos había colgado en twitter junto a otra en la que aparecía charlando con Oriol Junqueras hace unos meses en la sala de plenos del Parlamento.

Yo no acababa de encontrarle a la frase todo su sentido, pero sabido es que Rufián gusta de expresiones cargadas de mala leche, unas más crípticas que otras. Aunque a Puigdemont no lo llamó cobarde directamente, aquello de las “155 monedas de plata” fue todo un bofetón que no contribuyó precisamente a templar los ánimos el 27 de octubre de 2017, una de las fechas más críticas para las relaciones entre Catalunya y el resto de España en los últimos tiempos.

Lo que el portavoz de Esquerra Republicana de Catalunya en el Congreso ha hecho con Iglesias no ha sido un bofetón, sino una pataleta puede que de impotencia. En un partido donde siempre han contado con referentes de considerable nivel político e intelectual, Rufián es sencillamente un agitador. Con dotes para la puesta en escena y una reconocida capacidad para transmitir mensajes y brindar titulares, pero un agitador. Punto.

¿Cómo hay que interpretar este insulto realizado a través de las redes sociales justo en estos momentos de suspense político? Cuesta trabajo admitir que el gobierno de coalición pueda peligrar por un rabieta así, por mucho que su protagonista sea uno de los interlocutores en las conversaciones. Cabe deducir por tanto que, por mucho portavoz que sea, igual pinta menos de lo que creemos en la negociación. Entre otras cosas porque él sabe de sobra el respeto que Junqueras le tiene a Podemos y a su líder.

Queda el factor envidia. ¿Podría aventurarse que siendo como es Rufián la cabeza visible y actuando como actúa de intermediario, no pueda soportar percibir que en el fondo es ninguneado? Hay factores que permiten deducir que hace tiempo que intenta imitar a Iglesias; el caso más reciente es la puesta
en marcha en Barcelona de una programa de entrevistas televisivas llamado “La Fábrica” cuyo formato es idéntico a “Otra vuelta de Tuerka”. No tiene el portavoz de ERC buena relación con casi nadie de la dirección de Podemos hasta el punto que cuando estos mantienen algún tipo de conversación con Esquerra, él nunca está presente.

Tampoco soporta que en Podemos hayan dado a entender que echan de menos a Tardá en momentos como estos. Aún así, que utilice sin rodeos la palabra “cobarde” me ha rechinado mucho. Demasiado fuerte en los tiempos que vivimos. Suena a pérdida de papeles por parte de alguien cuya hostilidad con la formación morada ha ido aumentando desde que tuvieron lugar las sesiones de investidura del pasado verano.

Cuesta entender que el enfado de Rufián llegue al extremo de subirse al carro de quienes exigen a los políticos que olviden la cordialidad en los actos institucionales. ¿Qué hay que hacer pues? ¿actuar como si estuviéramos en guerra, encanallar más el ambiente? Siguiendo con twiter, recordaba Enric Juliana en una de sus entradas recientes cómo el 11 de junio de 1984, cuando murió en Italia Enrico Berlinguer, secretario general del Partido Comunista, el líder neofascista del Movimento Social Italiano se presentó en Roma, en la capilla ardiente, y se cuadró ante el féretro. Las hemerotecas que guardan los periódicos de los primeros años tras la muerte de Franco están llenas de fotos con Fraga y Carrillo dando conferencias juntos, o de Adolfo Suárez saludando cortésmente a La Pasionaria.

Seguro que sabe Rufián, aunque se le haya olvidado por un momento, que sin diálogo el Congreso es inútil. Y que los insultos nunca fueron un buen comienzo para construir nada. Si finalmente las conversaciones llegan a buen puerto y acabamos teniendo gobierno de coalición, confirmaremos lo que de momento es solo una sospecha: Rufián es mucho menos relevante de lo que se empeña en hacernos creer y por eso no sabe qué hacer para no dejar de salir en las fotos. Aunque el precio sea parecerse a Chiquito de la Calzada gritando “¡Cobarrrdeeee!”

J.T.

sábado, 7 de diciembre de 2019

Esa discreción que a tantos desespera


Parece que los muchos enemigos del preacuerdo entre PSOE y Unidas Podemos para conformar un gobierno progresista de coalición están empezando por fin a asumir que es bastante probable que ese pacto fructifique. Por más que obispos, empresarios, bancos y vacas sagradas del socialismo añejo se hayan esforzado en pintar el más apocalíptico de los escenarios, hay suficientes señales que indican que existen bastantes posibilidades de que ese preacuerdo, firmado el pasado 12 de noviembre, acabe obteniendo los respaldos necesarios para gobernar.

Radioactivistas y telepredicadores no cesan de bramar, insultar y vaticinar la mayor de las hecatombes, pero ni sus soflamas ni las infames portadas de periódicos como ABC o El Mundo parece que vayan a conseguir esta vez sus objetivos. Eso sí, son pesados, demasiado pesados, cansinos y muy poco originales.

La nueva moda es criticar el silencio y la discreción con que se ha ido llevando el desarrollo de los acuerdos. Les pone de los nervios sentirse fuera de juego a esos santones del periodismo que siempre se ufanaron de obtener primicias y ahora apenas tienen nada que llevarse a la boca salvo las medidas declaraciones que tanto Iglesias como Sánchez vienen ofreciendo en las escasas veces que han aparecido en público durante las últimas semanas.

Los mismos que el pasado verano criticaron con dureza que las negociaciones entre Echenique y Carmen Calvo se retransmitieran prácticamente en directo, y calificaban por ello de irresponsables a sus protagonistas, ponen ahora el grito en el cielo porque pasan los días y no hay manera de saber quién tendrá qué cartera, qué ministros se irán y cuáles se quedarán, cómo estarán distribuidas las competencias y las tareas de gobierno, o cuáles serán los contenidos.

Pero vamos a ver, queridos colegas todos, incluidos próceres de antaño que ahora andáis a dos velas, ¿no están ahí los programas? ¿no están ahí los diez puntos del preacuerdo del 12 de noviembre? Es de suponer, se me ocurre, que estarán hablando sobre cómo encajar todo eso, ¿o no?

Esta calma, dentro de un orden lo de calma, claro está, podría ser un buen presagio. Los focos de la intriga andan estos días centrados en Esquerra y sobre cuál será su decisión final, si ayudará a que el gobierno de coalición sea posible o no. Pero al mismo tiempo están pasando otras muchas cosas, y una de las más importantes es sin duda el trabajo diario entre socialistas y Podemos para, en el caso de conseguir luz verde, tener a punto y al detalle, con los mínimos flecos posibles, el acuerdo en el que ha de basarse el primer gobierno democrático de coalición que vería la luz desde que, tras la muerte de Franco, recuperamos las libertades.

Llama la atención el descoloque de los figuras de las exclusivas porque llevan casi un mes viviendo de migajas, pequeñas píldoras que Sánchez e Iglesias sueltan con cuentagotas cuando no les queda más remedio, pero sin ofrecer apenas ninguna pista sabrosa. En cenáculos como Casa Manolo, el famoso bar de las trasera del Congreso de los Diputados donde periodistas y políticos vienen reuniéndose desde hace más de cuarenta años, no llevan nada bien que sus fuentes de siempre los tengan ahora en ayunas. Unos andan cabreados porque en sus redacciones les reclaman titulares jugosos con urgencia, y otros echan chispas porque pasan los días y continúan sin disponer de la carnaza que esperan con ansiedad para poder tirarse a la yugular del nuevo gobierno, ya con datos concretos, desde el primer minuto.

A lo mejor, quién sabe, esta vez se hace realidad aquel refrán inglés –“no news, good news-“, y la ausencia de noticias acaba desembocando en buenas noticias. Falta nos hace. Y si es pronto, mejor.

J.T.

sábado, 30 de noviembre de 2019

Queipo de Llano resiste en La Macarena



“Nuestros valientes legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombre de verdad; también a sus mujeres: esto es totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen. Vayan las mujeres de los rojos preparando sus mantones de luto. Estamos decididos a aplicar la ley con firmeza inexorable: ¡Morón, Utrera, Puente Genil, Castro del Río, id preparando sepulturas! Yo os autorizo a matar como a un perro a cualquiera que se atreva a ejercer coacción ante vosotros; que si lo hiciereis así, quedaréis exentos de toda responsabilidad”.

Los restos mortales de quien ladraba este tipo de soflamas desde los micrófonos de Radio Sevilla durante el verano de 1936 continúan enterrados en la basílica de la Macarena, nada más entrar a la izquierda y, según cuenta en este periódico mi compañero Raúl Bocanegra, ahí seguirán de momento porque este jueves, en el Parlamento andaluz, Vox, PP y Ciudadanos votaron en contra de su exhumación.

Rechazaron una propuesta de Adelante Andalucía en la que se instaba a la Junta a sacar cuanto antes de ahí los huesos de quien, para empezar a hablar, mandó fusilar a centenares de miembros de esa misma cofradía, una de las más punteras de Sevilla. En esta ciudad, pertenecer a una cofradía -más de sesenta distintas salen a la calle en Semana Santa- es un hecho social, una pasión que en muchos casos nada tiene que ver con la fe o la práctica religiosa.

El golpista Gonzalo Queipo de Llano sembró el terror en buena parte de Andalucía durante aquel trágico verano en el que liquidó sin contemplaciones a todo el que había tenido algún tipo de predicamento en el mundo político y social de la región durante la República. Abogados, médicos, arquitectos, filósofos, profesores, notarios –entre ellos Blas Infante- fueron fusilados por las tropas bajo su mando.

Mientras Mola arruinaba Pamplona, Saliquet acababa con la esperanzas de los vallisoletanos y un tal Francisco Franco cruzaba el charco camino de su investidura en Burgos como jefe de Estado, Queipo convertía Sevilla en un reguero de cadáveres. Cada jornada, cuando terminaba de aterrar por la radio a los que quedaban vivos, abandonaba el palacio de la Gavidia y regresaba al hotel Simón, donde se hospedaba; reponía fuerzas y al día siguiente continuaba con la masacre.

Al finalizar la guerra civil Queipo de Llano regó las barriadas sevillanas de nuevas cofradías con la misma fruición con que antes las había empapado de sangre. A la del barrio del Porvenir la llamó “Virgen de la Paz”, y a una de sus imágenes la bautizó como el Cristo de “la Victoria”, para más recochineo. Entre Triana y el Tardón fundó la hermandad de “San Gonzalo”, para su propio autobombo, y una vez satisfecha su vanidad le tocó el turno a su mujer, Genoveva Martí; en el distrito del Tiro de Línea promovió la creación de una cofradía más a la que llamaría “Santa Genoveva”. Desde entonces y hasta hoy, miles de nazarenos de Santa Genoveva y San Gonzalo abarrotan y colapsan las calles sevillanas durante las largas tardes de lunes santo. La Paz es la primera de todas en salir en procesión: el domingo de Ramos, a la una de la tarde.

El sátrapa murió en 1951, doce años después de finalizar la guerra civil, y desde entonces está en La Macarena. En 2008 decidieron maquillar la lápida, y donde ponía “excelentísimo teniente general” ahora puede leerse “hermano mayor honorífico”. La fecha de la rebelión, que también figuró en la losa durante los cincuenta y ocho años que tuvieron que pasar hasta que se atrevieron a retocar la inscripción, fue hábilmente cubierta con el escudo de la cofradía. Un timidísimo parche, tras mucho tiempo de debate, que dejaba sin resolver el asunto fundamental: ¿hasta cuándo continuarán en la Macarena los restos de Gonzalo Queipo de Llano?

Además de votar en contra de la exhumación de los restos del golpista, Vox, PP y Ciudadanos tumbaron también este jueves en el Parlamento de Andalucía la elaboración de un nuevo protocolo de exhumaciones y el desarrollo del régimen sancionador de la Ley de Memoria, donde se contemplaba la posibilidad de aumentar un quince por ciento la partida para las políticas de memoria en el presupuesto de 2020.

Igual lo que habría que hacer, como siempre ha defendido mi amigo Cecilio Gordillo, es desentenderse de todo esto de una vez, y punto. ¿No se trata de un asunto entre católicos y la familia del asesino? Pues que lo arreglen entre ellos, ¿no?

J.T.

miércoles, 27 de noviembre de 2019

Cordón sanitario ya!


Feroces cuando consiguen el poder, resultan patéticos cuando no lo tienen. Por mucho que algunos partidos de la derecha les hayan otorgado cancha a cambio de poder gobernar, los fascistas a los que representan Abascal y compañía no van a conseguir encanallar el ambiente, y menos montando pollos como los de Ortega Smith, que cada vez que abre la boca deja más a la vista la escasa talla humana e intelectual que posee. Incapaz fue de mirar a los ojos este lunes a una víctima de violencia de género que le increpó ofendida por su grosera intervención en un acto institucional. Quedó así patente la ausencia de valentía y de vergüenza que tienen estos fachas cuando no los ampara un atril, una tribuna o una pistola.

Entre todo el ramillete de atentados a las libertades que despliegan en su ideario (xenofobia, machismo, frentismo…), los ultras españoles han priorizado beligerar en materia de género y a fe que le ponen empeño a crispar el ambiente y dejar amarga constancia de su peligrosa catadura. El debut tuvo lugar hace menos de un año en Andalucía, donde sus socios se vieron obligados a comulgar con ruedas de molino para poder sacar adelante los presupuestos, socios a los que también les toca tragar en Murcia, Comunidad de Madrid y ayuntamiento de la capital cada vez que necesitan aprobar por mayoría cualquier iniciativa importante, y más si tiene que ver con la justicia social.

Tanto en el PP como en lo que queda de Ciudadanos saben que vivirán una legislatura con el aliento de los ultras en la nuca. En el Partido Popular hacen cálculos: hay quienes creen que ya están recuperando votos que un día se fueron con los naranjas, y que algo similar acabará sucediendo también con los de muchos que ahora se han marchado a Vox. Suponen que los cabreados de derechas que de momento les han dado la espalda, pronto se darán cuenta que han apostado por unos frikis que solo venden lugares comunes envueltos en himnos, banderas y mal rollo, consignas torticeras con las que embaucar a gente joven que decide votarlos para epatar o porque en sus ambientes se ha puesto de moda hacerlo.

Días antes de las elecciones unos amigos y yo tomamos en Madrid un taxi cuyo conductor nos contó que votaba socialista, pero su mujer no, y eso le tenía preocupado. ¿Qué me aconsejarían ustedes que le dijera para convencerla de que no vote a Vox?, nos preguntó. Dígale que se lea el programa, le respondimos. Es que no sabe leer, contestó. En mi tierra, la provincia de Almería, uno de los graneros de Vox, algunas de las razones por las que ciertos paisanos apuestan por los fascistas son de lo más peregrino: viven en esa perpetua contradicción que consiste en depender de los inmigrantes para prosperar en la vida, y al mismo tiempo aplaudir que Vox quiera acabar con los extranjeros mandándolos de vuelta a sus países de origen ¿Alguien puede entender esta esquizofrenia?

La derecha no tendrá más votos de los que suma el llamado trifachito, y los populares saben que solo volviéndolos a reunir todos en una sola candidatura podrían volver a ganar. Tendrán que desmarcarse de las tremendas propuestas anti derechos humanos de las huestes de Abascal si quieren recuperar votantes; dejarlos solos con sus nostalgias y sus provocaciones, y asumir que el cordón sanitario a los fascistas, limitando su capacidad de torpedear la acción legislativa como sucede en otros países de Europa, se hace imprescindible si se quiere salvaguardar la democracia.

Para empezar, el infame raca-raca con la violencia de género hay que pararlo ya. Se están pasando muchos pueblos los ultras con este asunto y a todos los demás partidos, por muy socios de gobierno suyos que algunos de ellos sean en Comunidades y Ayuntamientos, les corresponde desmarcarse cuanto antes. Soflamas como la de Ortega Smith este lunes en el acto institucional del Día contra la Violencia de Género en Madrid no se pueden tolerar más. Espero que los populares no tengan que acabar arrepintiéndose de no apostar ahora por el cordón sanitario impidiendo que Vox ocupe sillón alguno en la mesa del Congreso. Stop ya!

J.T.

lunes, 25 de noviembre de 2019

Sobre Griñán


Siempre mantuve que Pepe Griñán es un buen hombre y continuaré haciéndolo, a pesar de las invectivas que recibo desde que, nada más conocerse la sentencia de los ERE, donde se le condena a seis años de cárcel y nueve de inhabilitación, empecé a hacer pública mi postura sobre el asunto tanto en artículos como en redes sociales.

En materia jurídica carezco de formación suficiente para pontificar sobre qué es malversación o no. Expertos jurídicos como Javier Pérez-Royo o Tomás de la Quadra Salcedo sí lo han hecho, y algo creo que nos aclaran al común de los mortales legos en la materia pero, aún así, prefiero no entrar en el contenido de la sentencia. Quiero hablar de sus efectos.

Con sus defectos y sus tentaciones de arrogancia, claro está, Griñán se paseó por la política con dignidad y discreción. Escrito tengo que transmitía la sensación de estar de paso y que parecía costarle mucho afrontar la parte prosaica que conlleva la gestión del día a día. No era, ni mucho menos, el ámbito en el que se sentía más cómodo.

No queda demasiado “cool” en estos tiempos de saña e histeria escribir a favor de alguien estigmatizado, y más raro puede parecer aún que lo haga desde mi blog personal, por lo general crítico con el PSOE andaluz por sus políticas de compra de voluntades, sus presiones, sus desmanes y sus listas negras en Canal Sur. Pero quizás por eso, porque no queda “cool” hacerlo, es por lo que lo hago, porque no todo puede valer en estos tiempos de crueldad y canibalismo.

He oído y visto durante los últimos días, en radios y televisiones, críticas injustas y hasta despiadadas en boca de muchos que se deshicieron en halagos cuando Griñán ostentaba el poder; he leído también infectas invectivas firmadas por los mismos que durante años fueron depositarios de su confianza, empezando por la propia Susana Díaz, el mayor dechado de deslealtad que recuerdo en mucho tiempo.

Me cuesta bastante, lo reconozco, entender la condición humana, y mucho más admitir sus contradicciones. La verdad es que todo lo que andamos viviendo con el linchamiento de Griñán está escrito en el teatro griego desde hace tres mil años, y en el de Shakespeare desde hace quinientos. Las traiciones, las envidias, las deslealtades y las puñaladas traperas son las mismas desde que el mundo es mundo, pero a mí me produce mucho asco constatar que este axioma continúa manteniendo intacta su vigencia sin que el paso del tiempo nos haya mejorado en absoluto.

Incluso partiendo de la premisa de que la responsabilidad de Griñán en el caso de los ERE fuese la que la sentencia dice que es, muchos de los que le deben tanto y ahora lo niegan tres veces antes que cante el gallo podrían, por lo menos, permanecer callados si tuvieran un mínimo de vergüenza. En momentos como estos, el silencio es la mayor muestra de honorabilidad que se puede tener. Así que, dado que ellos no se callan, yo tampoco lo hago a riesgo, como sé, de tener que pagar el alto precio que, por lo general, supone actuar así.

Se han lanzado a la yugular de Griñán a las primeras de cambio perdiendo de vista, sin prudencia alguna, que la sentencia no es aún firme. No puedo evitar que me venga a la cabeza aquella secuencia de “La lengua de las mariposas” (Manuel Rivas, José Luis Cuerda, Fernando Fernán Gómez, 1999) en la que un niño que adoraba a su maestro republicano no duda en tirarle piedras al carro en que se lo llevaban para fusilarlo, para que así a los fascistas no les quedara ninguna duda sobre de qué lado estaban tanto él como su familia.

Con tanto sinvergüenza con chaletaco en Simón Verde y demás zonas chics en los alrededores de las grandes ciudades andaluzas que se lo han estado llevando crudo durante décadas, con tanto petulante venido a más gracias a subvenciones mal utilizadas y comisiones descaradas, con tanto ladrón que nunca pagó por sus tropelías, no es justo que sea Pepe Griñán quien acabe costeando los platos rotos. Como lo siento, lo escribo.

J.T.

domingo, 24 de noviembre de 2019

¿Quién dinamitó Ciudadanos?


Afirmaba este viernes en Onda Cero José Manuel Villegas, bombero de guardia en Ciudadanos mientras los que aún quedan en el barco buscan la mejor manera de disfrazar el naufragio, que es “incapaz de identificar la decisión concreta que desencadenó el mal resultado del 10 de Noviembre.” Seguro que lo sabe, pero le da vergüenza reconocerlo. Seguro que sabe que la vocación pirómana de Rivera, Girauta, Páramo y demás marineros huidos viene de bastante atrás.

En Catalunya se dedicaron siempre a avivar las llamas del enfrentamiento y en cierto momento encontraron brecha en un sector no independentista de la población al que dijeron las cosas que quería oír, estos los votaron en masa y se produjo el espejismo. Pero nunca aportaron ni una sola propuesta en positivo, solo palo y mano dura en unos momentos de alta crispación donde lo recomendable hubiera sido bajar el balón al suelo y ponerse a construir juntos cuanto antes. Pero Ciudadanos nunca construyó nada solvente, y Villegas lo sabe.

Encontraron otra brecha, la corrupción, cuando dieron el salto a la política nacional, y aplicaron las mismas recetas que en Catalunya: cero propuestas y alto voltaje para generar enfrentamientos, crispación, insultos, con el único objetivo de capitalizar, sin contraprestaciones, el cabreo de los votantes del PP cabreados con su partido de siempre.

Hablaban de regeneración y se creían los más listos, capaces de pactar ora con la socialista Susana, ora con la pepera Cristina. Eran la nada envuelta en celofán pero se crecieron, perdieron la perspectiva y caminaron durante unos años con el viento a favor, si consideramos viento  favor esos empresarios de postín convencidos de que Iglesias y los suyos eran poco menos que el diablo en persona, y decidieron ponerse manos a la obra para apadrinar un Podemos de derechas que hiciera de contrapeso.

No creo que exista una decisión concreta que acabara propiciando el descalabro de la formación política a la que aún pertenece el señor Villegas; quizás la génesis de la catástrofe pudo tener lugar tras las elecciones andaluzas de diciembre del año pasado, donde no tuvieron pudor alguno en contar con el apoyo de los fascistas de Vox para conseguir la vicepresidencia de la Junta. Tampoco creo que les haya ayudado mucho su actitud pendenciera, ni las provocadoras visitas a Waterloo, Vic o Alsasua para sembrar cizaña.

A todo esto hay que sumar la célebre foto en la madrileña plaza de Colón, cuando para protestar contra el gobierno socialista, Ciudadanos acompañó a los gamberros de Vox, junto a las huestes de Casado, para exigir todos juntos elecciones ya y conseguir echar a Sánchez cuanto antes del poder. Desde aquel domingo de febrero (apenas han pasado poco más de nueve meses, quién lo diría), nadie tuvo dudas de que cada vez que Albert Rivera pudiera aliarse con los filonazis lo haría, como sucedió en la Región de Murcia, la Comunidad de Madrid y también en el ayuntamiento de la capital.

El siguiente paso natural, dada su carencia de escrúpulos, hubiera sido pactar con los socialistas tras las elecciones generales (algo que a Sánchez, por cierto, le habría encantado) y gobernar juntos dado que su formación y la del PSOE sumaban 180 escaños. Pero ahí, sin que sea fácil explicar por qué Rivera se comportó como lo hizo, defraudó las expectativas de sus mentores y empezó a cavar su propia fosa.

¿De verdad necesita usted buscar una “decisión concreta” para explicar lo que le ha ocurrido a Ciudadanos, señor Villegas? ¿Acaso no recuerda cuando se les subió el pavo en la primavera del 18 porque las encuestas contemplaban la posibilidad de que fueran ustedes los más votados si en ese momento se hubieran convocado elecciones? Pero, ¡oh, desgracia!, en lugar de elecciones llegó la moción de censura que descabalgó a Rajoy y situó a Sánchez en la Moncloa.

Seguro que conoce usted el famoso principio de Peter, donde se explica que todo incompetente suele experimentar un empuje hacia arriba inversamente proporcional a su capacidad para asumir las responsabilidades que se le encomiendan, ¿fue eso? ¿eran un souflé, un globo al que hincharon más de la cuenta hasta que les explotó en la cara cuando, este verano, los mismos poderes que un día les auparon, se cansaron de tanta tontería y decidieron dejarles tirados?

El resultado de tanto sinsentido ya lo conocemos: un memorable tortazo que se estudiará para siempre en la historia de España, de 57 diputados a 10 en solo seis meses. Quizás con el tiempo se vayan despejando tantos interrogantes aún pendientes, entre los que figuran también las razones del fracaso de la operación Valls en Barcelona, o la extraña habilidad con la que dilapidaron en un plis plas el enorme caudal de apoyos con el que contaban en Catalunya, donde en 2017 llegaron a ser la fuerza más votada. Y ya puestos, señor Villegas, cuéntenos, ¿cuándo tomó usted la “decisión concreta”, aunque sea en diferido, de salir corriendo también?

J.T.

jueves, 21 de noviembre de 2019

Chaves y Griñán


“Manuel Chaves, siempre cordial, era más bien soso y algo estirao. Pepe Griñán creo que mantenía una relación de amor-odio con el ejercicio de la política, y a veces daba la impresión de estar preguntándose qué puñetas hacía él metido en semejante sarao. O supieron engañarme muy bien, a mí y a otros muchos durante bastante tiempo, o ninguno de los dos me parece un delincuente.

Durante mis años como delegado de Cuatro Televisión y CNN+ en Andalucía (1999-2010), mantuve una relación periódica tanto con Chaves como con Griñán. Coincidíamos con frecuencia y me tocó entrevistarlos muchas veces, así que eso me permitió, creo, extraer datos suficientes para hacerme una idea de la personalidad de ambos.

Con la autoridad moral que entiendo me otorga no haberles dorado nunca la píldora, y haber denunciado en múltiples ocasiones tanto el sectario funcionamiento clientelar del PSOE andaluz como lo nefasta que me parecía la ausencia de alternancia en el gobierno de la Junta durante más de treinta y cinco años, me permito decir que creo que Chaves y Griñán no se merecen ni el duro castigo que suponen las penas de la sentencia, ni tampoco el calvario que afrontan desde que dio comienzo la investigación judicial de los ERE. Nunca entendí el débil apoyo público de sus correligionarios, empezando por una Susana Díaz que tras llegar a presidenta de la Junta gracias a los designios de Griñán, no tardaría demasiado en ponerse de perfil.

¿Hicieron algo mal Chaves y Griñán? Decidieron eliminar trabas burocráticas para acudir en ayuda de los Expedientes de Regulación de Empleo que muchas grandes empresas estaban llevando a cabo en Andalucía durante la primera década del siglo. A ese procedimiento se le llamó transferencias de financiación y  fue tramitado, y aprobado sin problemas por el Parlamento autonómico, cuando Magdalena Álvarez era consejera de Economía y Hacienda, y Griñán ni siquiera era aún miembro del gobierno andaluz. Necesitaban los socialistas comprar paz social con urgencia para no poner en peligro la permanencia en el poder y eso les llevó a perder la perspectiva. Y el pudor.

Claro que, siguiendo la lógica por la que se procesó a Chaves, a Griñán y a una veintena de cargos públicos, desde este martes condenados buena parte de ellos, por esa misma razón quizás tendrían que haber encausado también a los miembros de todos los gobiernos andaluces en pleno habidos durante doce años. Y a todos los parlamentarios que dieron el visto bueno.

¿Tuvieron responsabilidad Chaves y Griñán en el asunto de los ERE? Sobre todo, la de no haberse enterado, o no haberse querido enterar, de la cantidad de sinvergüenzas que robaron dinero merced a la ausencia de control de unas partidas presupuestarias destinadas a pagar jubilaciones anticipadas.
Tienen responsabilidad por no haber conocido, o no haber querido conocer, la abultada nómina de buitres que revoloteaban en torno suyo a cuenta de ese dinero y a quienes debían haber marcado mucho más de cerca, como era su obligación: subordinados malversadores y prevaricadores, sinvergüenzas y cocainómanos, compañías de seguros, sindicalistas y ladrones varios tan largos de lengua como cortos de mente, y hábiles para meter la mano allá donde veían dinero con menos control oficial del recomendable. Gentes que distrajeron más de cien millones de euros nunca empleados en los fines para los que estaba destinada una partida que en total acabó llegando casi a los setecientos. Vergonzoso retrato de una época de arrogancia y corrupción en las instituciones, cuyo reto ahora es conseguir que queden limpias para siempre.

La mayor parte de ese dinero, cuyas cifras ha habido costumbre de manejar en las informaciones sobre los ERE con más desahogo y ligereza que rigor y exactitud se empleó, y se emplea aún a día de hoy, en pagar jubilaciones anticipadas a muchos trabajadores víctimas de expedientes salvajes de regulación. Es cierto que una parte se la quedaron varias docenas de sinvergüenzas, pero me habría costado mucho admitir que entre ellos se encontraran también Manuel Chaves o Pepe Griñán. La sentencia reconoce que ninguno de los dos se llevó ni un euro, pero ellos tenían la obligación de velar porque tal cosa no sucediera en ningún caso. Y sucedió.”

(Texto -actualizado- extraído de mi libro “Periodistas, el arte de molestar al poder”, Barcelona, Roca Editorial, 2018, págs. 269-271).

J.T.

viernes, 15 de noviembre de 2019

El silencio de los obispos


Tras la firma del preacuerdo entre Podemos y el Partido Socialista “para conformar un Gobierno progresista de coalición”, todos los cabreos que vemos aireados desde el martes en redes, televisión y demás medios de guardar eran previsibles. Y si me apuráis, hasta adivinables en los términos en que se van produciendo así que, desde este punto de vista, no parece que exista nada nuevo bajo el sol. Faltan los obispos, que aún no han dicho esta boca es mía. Si no ladraran quienes ya lo están haciendo a pleno pulmón es cuando habría que preocuparse, porque significaría que no se cabalga.

A tenor de los espumarajos que sueltan por la boca personajes como Rodríguez Ibarra, Leguina o Felipe González, algo importante está empezando a pasar. No hay que descartar que haya sido el miedo de Sánchez a las veleidades golpistas de sus propios correligionarios lo que propiciara la celeridad con la que se fraguó el contenido de los dos folios del preacuerdo. Que Pedro y Pablo se hayan prometido lealtad y respeto hasta que la muerte política los separe es algo muy difícil de digerir para los patriarcas de la familia socialista y para los tradicionales jerarcas de este país, acostumbrados como han estado siempre a decidir quién se casa con quién, en qué momento y con qué dote.

A pesar de las crisis gordas vividas durante el noviazgo, son muchas los desafíos en que la pareja Sánchez-Iglesias parece haberse puesto de acuerdo, como apostar por la justicia social, garantizar la convivencia, acabar con el frentismo de este país o terminar con la delincuencia fiscal. El escollo más peliagudo, como siempre desde hace tanto tiempo en España, continuará siendo la Iglesia, que sigue manteniendo prebendas y privilegios impropios de un país cuya sociedad es abierta y moderna. Mucho están tardando los obispos en piar y no sé por qué me temo que cuando lo hagan -el lunes 18 tienen convocada una Asamblea Plenaria- no va a ser para nada bueno. De momento ya han enseñado la patita apenas la ministra de Educación en funciones ha cuestionado el actual estatus de los centros educativos concertados. "Espero que sea un lapsus", ha dicho el portavoz de la Conferencia Episcopal.

Si, con sus conspiraciones, la Iglesia puede desestabilizar el acuerdo lo hará; sus movimientos de ajedrez serán más peligrosos que los de todos los miembros del Ibex 35 juntos. Que la bolsa baje o suba apenas afecta al ciudadano medio, al fin y al cabo solo el once por ciento de la población tienen algún dinero invertido en acciones, pero los tentáculos de las sotanas, a día de hoy, aún continúan llegando hasta el último rincón del país.

Inquietante cóctel el de las sotanas cabreadas y la ultraderecha en plena ebullición. Ahí está el verdadero peligro, no en los militares, los banqueros ni los empresarios, sectores cuya proyección internacional les pone difícil apostar por desvaríos decimonónicos sin hacer el ridículo en foros e instituciones europeas. El follón lo van a montar los curas y los fachas, aunque ojalá me equivoque. Costará hacerles entender, si el acuerdo Psoe-Podemos llega a buen puerto, que el mal rollo en blanco y negro no va tener sitio en la nueva España por construir, y que ya va siendo hora de poner al día aulas y púlpitos, tal como ordena la Constitución.

 J.T.

jueves, 7 de noviembre de 2019

¡Disparen a ese periodista!


Es lo único que les falta ya por decir. No es ninguna broma y ya está bien de cachondeo. Estoy harto. Los pasquines en paredes de calles catalanas señalando a seis de mis compañeros con nombres y apellidos es la gota que ha colmado el vaso. Estoy francamente cabreado, muy cabreado, porque, como suelo decir a menudo, no se puede ser tolerante con los intolerantes, y quienes señalan a profesionales de la información porque no les gustan las cosas que cuenta, son unos impresentables de la peor ralea que no merecen más tratamiento que el desprecio.

Entre los seis compañeros señalados con foto y filiación hay algunos que trabajan para medios cuya línea editorial no me gusta en absoluto, pero la gravedad de lo sucedido está muy por encima de mis posibles discrepancias. Esto no puede ser, no puede ser que los periodistas acabemos siendo siempre el pim pam pum fuego de los cabreados de este país, pertenezcan al sector que pertenezcan.

El día en que mi querida Laila Jiménez fue escupida, vejada y maltratada cuando el dos de octubre intentaba hacer una conexión en directo desde las calles de Barcelona para Telecinco ya vi claro que el asunto había rebasado los límites de lo aguantable. No puede ser, y no puede ser tampoco que ni Laila, ni los seis retratados en esos infames pasquines, ni a tantos como han tenido que recurrir a informar con casco como si estuviéramos en los peores tiempos de Beirut o Sarajevo, no reciban una llamada de apoyo y solidaridad por parte de los representantes de las instituciones. No puede ser pero se entiende, porque estos representantes resultan ser los mismos que consideran que es bueno para sus objetivos que la imagen de Cataluña en el extranjero sea la de un perpetuo estado de conflictividad callejera e histeria colectiva.

No se trata solo de Catalunya, ni mucho menos: la profesión periodística está siendo víctima de un maltrato contra el que es necesario alzar la voz y plantarse de una vez. Esta es la lista de los medios vetados por los fascistas de Vox a fecha de hoy, siete de noviembre de 2019, según recopilación de Christian Sellés: El País, Cadena Ser, CRTVG,TV3, Catalunya Radio, EITB, Onda Cero, Eldiario.es, El Español, Público, La Sexta, La Marea, Infolibre, Ctxt, El Mundo (excepto dos periodistas), El Plural, Todo es mentira y El Intermedio. 

Son fascistas, luego es normal que apliquen la intolerancia, pero lo que no es de recibo es que estos radicales se estén beneficiando de los instrumentos de tolerancia que les permite el sistema, porque eso nos sitúa a los demás en inferioridad de condiciones frente a ellos. No es justo, no puede ser, esto hay que arreglarlo, llevamos mucho tiempo cediendo terreno y he aquí los resultados.

¿Dónde están las asociaciones profesionales denunciando todo esto e interponiendo las querellas correspondientes, en nombre de todos nosotros, para que se acabe con unas agresiones contra el ejercicio de la actividad periodística que no se pueden consentir ni un minuto más?

No dudo que en todos los oficios cuecen habas, pero no creo equivocarme mucho si afirmo que la profesión periodística es a día de hoy una de las más maltratadas en nuestro país. Los periodistas nos ayudamos poco los unos a los otros, y las entidades que en teoría representan y defienden nuestros derechos hace mucho tiempo que sobreviven poniéndose de perfil. Teniendo en cuenta estas consideraciones, quizás nos esté bien empleado lo que nos ocurre, porque deberíamos borrarnos todos de aquellas colegios y entidades profesionales que no dan la cara por nosotros ni se baten el cobre por defender nuestros derechos, algo que la gravedad de la situación está pidiendo a gritos desde hace tiempo ya. Pero no, como mucho, cuando algún desmán clama al cielo, se limitan a sacar un comunicado de protesta y a otra cosa mariposa. Así nos va.

Claro que, por otra parte, con el porcentaje de impresentables que cada día practican la delincuencia en muchos medios de comunicación con la coartada de que son periodistas, reconozco que la madeja está demasiado enmarañada y no es precisamente fácil sacar el hilo y poner un poco de orden en todo esto.

Aún así, hay cosas que no se pueden tolerar. Lo de los pasquines señalando a mis compañeros Xavier Sardá, Maika Navarro, Xavier Rius, Joan Guirado, Laura Fàbregas y Estefanía Molina no es admisible bajo ningún punto de vista. Hasta aquí hemos llegado, ya está bien. Toda mi solidaridad, compañeras y compañeros. En cuanto al resto, una pregunta, periodistas todas y todos: ¿Hacemos algo ya o dejamos que, con cualquier excusa y en cualquier sitio, continúen humillándonos y amenazándonos impunemente cuando y como les dé la gana?

J.T.

Vox, la gran pesadilla

A medida que transcurren las horas, la ultraderecha xenófoba y machista goza de mejor salud electoral sin que sus adversarios políticos hayan manifestado durante la campaña excesivos síntomas de preocupación por ello. Meses llevamos ya así y, si nadie lo remedia, este domingo puede que acabemos llevándonos un buen susto. Un sobresalto histórico. Había mucho más miedo a Vox en abril del que se detecta en el ambiente las vísperas de estos comicios, y eso que las encuestas otorgan a la formación radical más del doble de los escaños conseguidos en la primavera pasada.

¿A qué se ha debido pues este relajo? Resulta difícil de entender, porque desde que saltaron al ruedo en diciembre pasado, cuando consiguieron doce representantes en el Parlamento de Andalucía, estos liberticidas van de éxito en éxito (Región de Murcia, Ayuntamiento y Comunidad de Madrid…) sin que se hayan disparado las alarmas todo lo deseable.

Solo Aitor Esteban (PNV) se negó a estrechar la mano al representante de Vox en el debate del primero de noviembre en Tve. Los demás han normalizado una relación que jamás puede ser normal, porque los fascistas cuestionan las mismas reglas del juego de las que se sirven y, como nos enseña la historia, cuando triunfan dinamitan sin miramientos al mismo sistema que les aupó.

¿Por qué, en el debate de los primeros espadas del pasado día cuatro, apenas se plantó cara al despechugado Abascal como se merecía? Solo Iglesias se encaró con él en un par de ocasiones, pero los demás le dejaron verter sus soflamas anti derechos humanos sin apenas réplicas, y en ningún momento se tocó, por ejemplo, el asunto de las escandalosas irregularidades practicadas en materia urbanística por el el matrimonio Monasterio-Espinosa de los Monteros.

¿Por qué nadie le rebatió al líder de Vox sus mentiras cuando criminalizaba a los inmigrantes? ¿por qué, cuando se permitió proclamar que sus vecinas le tenían miedo a los menores del centro del acogida del barrio, no se le contestó como merecía? Espero que no acabemos pagando demasiado cara tanta unanimidad en el ninguneo a un desafío de tal calado a nuestro sistema de convivencia, un sistema de libertades y derechos arrancado con enormes esfuerzos tras décadas de pelea, y que estos desaprensivos se proponen desmontar apenas cuenten con la más mínima oportunidad de hacerlo.

El caballo de Troya está ya dentro de la ciudad, la ultraderecha tiene en sus manos más poder, influencia y vigencia de lo que tendemos a creer y el diez de noviembre puede incrementarla de manera espantosa si no andamos con cuidado. Nadie duda de lo que ocurrirá si los números de las tres derechas terminan sumando, por eso resulta muy difícil entender la deriva hacia la derecha que Pedro Sánchez viene manifestando desde el verano y que se ha acentuado aún más durante la campaña electoral. Por eso parece más necesario que nunca que a la izquierda del Psoe exista una fuerza con gran respaldo de votos. Solo unos buenos datos de participación proporcionarán fortaleza a esta opción, que hoy más que nunca resulta imprescindible para conformar junto a los socialistas una izquierda de progreso que haga imposible un gobierno de derechas con el fascismo dentro.

Sigo sin entender por qué hemos bajado tanto la guardia, justo en este extraño momento político en el que todo anda desmadrado y las proclamas racistas y machistas de Vox continúan calando entre una más que abultada ciudadanía cabreada.

En el PP andan convencidos de que, como pasó en Madrid tras las municipales y autonómicas, los números podrían resultarles favorables. Si las tres derechas suman, no duden que Casado saldrá inmediatamente a las puertas de Génova para fotografiarse dibujando la uve de la victoria como hizo en Mayo junto a Ayuso y Almeida. No le hará falta ni cerrar antes trato alguno con Vox, porque su apoyo se da por descontado. Por peligrosos, racistas y machistas que estos sean, los populares no van a andarse con remilgos si el apoyo de Abascal significa instalarse en la Moncloa.

No tiene por qué ser tan descabellado contemplar la posibilidad de que, si este diez de noviembre no ponemos remedio con nuestras votos, la ultraderecha puede acabar asaltando las instituciones del Estado, devolviéndonos así a tiempos y miedos que creíamos superados para siempre. Estamos a tiempo de evitarlo.

J.T.

jueves, 31 de octubre de 2019

Nadia Calviño y la mochila austríaca


Me extraña la escasa repercusión que han tenido estos días unas recientes declaraciones de Nadia Calviño en las que apuesta sin medias tintas por propinarle un hachazo de muerte al estado del bienestar en nuestro país. “Hay que explorar, dijo el otro día la ministra de Economía y Empresa en un Foro organizado por el Consejo General de Economistas de España, la posibilidad de introducir un sistema como el de la mochila austríaca”.

¿Qué es la mochila austríaca? Pues un timo de la estampita en toda regla que si saliera adelante acabaría triturando buena parte de los derechos laborales que aún quedan vigentes en España. Se trata de lo siguiente: el empresario te descuenta de la nómina un porcentaje al mes (en Austria es del 1,53 por ciento), a continuación lo mete en un fondo privado y con el paso del tiempo, lo aportado mas sus correspondientes intereses es lo que acabarás cobrando cuando te despiden o te jubilas. Solo eso. En resumen y traducido a roman paladino: despido gratis y muerte lenta de la pensión pública de jubilación. Pero, eso sí, te puedes cambiar de empresa voluntariamente y no pierdes derechos de antigüedad, afirman sus defensores con toda su cara de cemento armado. El empresariado encantado, aunque algunos incluso así ponen en duda su viabilidad económica; el sindicalismo descolocado y los currantes mirando a ver quién los protege de un robo a mano armada más, de los muchos ya sufridos, y cuyo objetivo es extinguir derechos conquistados con sangre durante décadas.

Atención al eufemismo: a la mochila austríaca la llaman Sistema de Cuentas Individuales de Capitalización para la Movilidad, ¿no es maravilloso? Esto ya lo propuso Calviño hace meses en Bruselas (por cierto, sin la anuencia del ministerio de Trabajo) y ha vuelto a manifestarlo en público dos días antes del comienzo de la campaña electoral. Ahí queda eso, por si alguien tenía dudas aún de por dónde irán los tiros después del 10 de noviembre si los números le dan a los socialistas para entenderse con el PP o con Ciudadanos. Con Ciudadanos, por cierto, ya hablaron de la mochila austríaca en los primeros meses del 2016, aquellos en que acabaron firmando un pacto para gobernar con 130 escaños, aquel hecho consumado con el que se empeñaron en contar con la bendición de Podemos.

No solo no han tenido jamás intención los socialistas de derogar la reforma laboral perpetrada por el gobierno de Soraya y Rajoy sino que, siempre tan dispuestos Sánchez y su gabinete a apostar por la tranquilidad, la centralidad y la estabilidad, proponen ahora sin disimulo, aunque con tímido bombo, apretar un poquito más la tuerca, pero hacia abajo, faltaría más.

Existe ya una planificación, Agenda del Cambio la llaman, en la que se plantea la posibilidad de aplicar la mochila austríaca en nuestro país, de manera gradual, a partir del 2020. Es decir, que apenas se pueda los nuevos contratados vayan ya aceptando abrir ese tipo de cuentas. La justificación técnica de los promotores de la mochila austríaca no deja tampoco de tener su miga: “si se hace, afirman, se reduciría la brecha de costes entre trabajadores fijos y temporales” ¡Ea! ¿Por qué no lo llaman claramente socialización de la precariedad, que es lo que es, y dejan de insultar nuestra inteligencia?

Ni Guindos ni Montoro se atrevieron a tanto. Si los socialistas ganan con holgura estas elecciones, nadie podrá extrañarse que, además de mantener la reforma laboral que iban a derogar, además de no atreverse a subirle los impuestos a las grandes compañías como prometieron ni ser capaces tampoco de frenar la escandalosa subida de los alquileres, además de todo eso, los economistas del PSOE acaben practicando una política conjunta y pactada con el Partido Popular.

¿Escucharon este miércoles a Cayetana Álvarez de Toledo? “Es probable, dijo, que los resultados electorales próximos obliguen a una nueva forma de entendimiento entre el Partido Popular y el Partido Socialista.” La excusa es Catalunya, pero el trasfondo va mucho más allá: una política económica conjunta en la que tanto la educación como la sanidad y la dependencia continúen privatizándose, y la mochila austríaca acabe debutando con todos lo honores, a cara descubierta ya y no por lo bajini como hasta ahora. En resumen: si los socialistas consiguen formar un gobierno sin contrapesos por la izquierda, no me cabe duda que tendrán pocos reparos en blindar el bipartidismo y promover la reforma laboral soñada por los grandes poderes.
J.T.

sábado, 26 de octubre de 2019

Los Franco, unos gamberros


El perfil, por desgracia, nos resulta demasiado familiar: chulos, pendencieros, maleducados y faltones. Crecieron creyéndose los amos del mundo y como tales se empeñan en continuar actuando, groseros y convencidos de que todo les está permitido por llamarse como se llaman. Tenían prohibido grabar y grabaron; tenían prohibido gritar y gritaron, hasta se permitieron ningunear a la representante del gobierno… ¿qué hubiera hecho su abuelo en un caso similar?

Alguien podría argumentar que han vivido durante toda su existencia carentes de perspectiva, y que eso les mantiene inhabilitados para tener conciencia real del mundo en el que están. Hasta los aristócratas los desprecian, por advenedizos, y en ningún lugar parecen encontrar fácil acomodo. Fueron niños ricos desde la cuna merced a su abuelo el sátrapa, crecieron desconociendo sus desmanes y nunca supieron muy bien lo que significa trabajar para ganarse el sustento.

Pensaba yo estas cosas el pasado jueves en Cuelgamuros, ante la verja que da entrada al Valle, entre periodistas guiris y dispositivos de seguridad innecesarios. Hacía frío esa mañana en la carretera de El Escorial y, a las puertas de la verja de entrada al complejo, donde la policía había fijado el límite de acceso, había más periodistas internacionales que fachas nostálgicos. Hasta más vacas conté, en la finca de enfrente, que alborotadores patéticos junto a nosotros, camorristas cuya irrelevancia numérica ponía de manifiesto la atronadora soledad en la que la familia del dictador iba a llevar a cabo el traslado de los restos de su criminal antepasado.

Pensaba esto mientras veía llegar, escoltadas por la guardia civil, las tres furgonetas (del Parque Móvil) en que viajaban los herederos gamberros del genocida al que en pocos minutos iban a desalojar del lugar que nunca debió ocupar. En silencio y con mucho frío la familia del dictador llegó sola, estuvo arriba sola y se marchó sola.

Sola y derrotada, tras año y medio incordiando para intentar retrasar lo más posible lo que no tenía más remedio que acabar sucediendo, una reparación histórica que necesitaba ser consumada de una vez. Los vi pasar, a Francis Franco con la bandera fascista y a los demás con caras de circunstancias, quizás pensando en la pasta que podrían sacar vendiéndole a la revista Hola unas imágenes que tenían prohibido tomar.

Apenas las furgonetas que los trasportaban pasaron por mi lado de vuelta, en dirección a Mingorrubio, y el helicóptero con los restos del dictador se preparaba para despegar, emprendí el camino hacia el Pardo carretera de la Coruña abajo. Aparqué a casi un kilómetro del cementerio, cuando me encontré con el cordón de seguridad donde otros cuatro frikis, apenas un centenar –nada de trescientos, e incluso seiscientos, como llegaron a decir en alguna tele- intentaban inquietar sin éxito a los escasos guardias que vigilaban unas vallas de contención que apenas eran necesarias. La presencia entre ellos del nonagenario golpista Antonio Tejero ponía la guinda que redondeaba el carácter patético de aquella protesta.

Prescindí de la acreditación que, como periodista, me hubiera permitido avanzar apenas unos metros más y preferí quedarme entre aquellos alborotadores light cuya trasnochada liturgia era la más elocuente expresión de su derrota. Salvo cuatro o cinco anatomías imponentes, de esas cuyos propietarios suelen moldear en los gimnasios para poder trabajar como porteros de discoteca, la mayoría eran ancianos decrépitos como Tejero que lo único que consiguieron con su presencia allí, alejados del lugar donde la comitiva y el helicóptero protagonizaban el resto de la ceremonia, fue aportar con sus cánticos, sus banderas y sus brazos en alto imágenes basura a programas desprejuiciados de unas teles que, huérfanas de imágenes –por su carácter privado- de esta segunda parte de la función, se empeñaban en estirar el chicle y sacar petróleo de donde no lo había.

Los miembros de la familia Franco no acaban de digerir que por fin se les ha acabado el poco cuento que aún les podía quedar y se empeñan en continuar actuando como si las cosas fueran igual que cuando su abuelo estaba vivo. Quizás por eso hasta llegaron a atreverse el jueves a enfrentarse con la policía en el interior del cementerio cuando se descubrió que, a pesar de la prohibición, algunos de los Franco se empeñaban en grabar la ceremonia de inhumación del abuelo con sus teléfonos móviles.

Quienes sostienen que aquello fue un funeral de Estado tenían que haber estado, como yo, en el Valle y en el Pardo, percibiendo la irrelevancia de las protestas, por mucho que la retransmisión pudiera magnificar lo que estaba sucediendo, tanto en un lado como en otro. La foto cenital de Emilio Naranjo que la agencia Efe distribuyó a sus abonados, con la explanada vacía y la familia sola, en medio de la nada, con el féretro camino del coche fúnebre, es el mejor resumen de lo que sucedió.

¿Podía haber sido todo más sobrio aún? ¿Podía no haber salido a hombros de sus herederos el ataúd con los restos del genocida? También, pero a mí aquella manifiesta soledad, aquella incontrolada necesidad que, aún así, parecía tener la familia de continuar haciendo el gamberro lo resume todo. Han perdido. Por fin. No son nadie. Ahora solo les queda devolver propiedades y prebendas de las que llevan disfrutando ocho décadas entre ellos y sus padres, y que no les corresponden en absoluto. Al final solo les quedará la soberbia y el gamberrismo. Y las exclusivas en el Hola, claro.

J.T.