jueves, 31 de diciembre de 2015

¿A qué PSOE votó usted el 20-D?

Como decía Teresa Rodríguez hace poco, resulta difícil encontrar alguien que no cuente, al menos, con un cuñado de Ciudadanos en la familia. O del pp. Tocaré madera porque yo, de momento, me libro. Pero de lo que no me libro nunca porque no quiero, y menos aún estas navidades, es de las ya tradicionales y acaloradas discusiones que suelo mantener por estas fechas, entre anises y mantecados, con mis amigos del psoe de toda la vida. Esos incondicionales que llevan más de treinta años votando socialista a piñón así caigan chuzos de punta. Inasequibles al desaliento.

Los bronquistas de Ferraz no se merecen la fidelidad incondicional de tanto voto enamorado. Me pregunto cuántos votantes le quedarían a Pedro Sánchez, a Susana Díaz en Andalucía o a Page, Iceta, Vara o Ximo Puig en sus respectivas demarcaciones, si les faltaran los votos de tanto altruista bien pensante como mis amigos sociatas de toda la vida, entregados a la causa y leales con las siglas así encabece las listas la mismísima mona chita o la simpática cabra de la legión.

Oyendo estas navidades los argumentos de los amigos con quienes me encuentro cada año por estas fechas, no podía menos que valorar el empeño que ponen en enmascarar sus pesimistas percepciones. Porque son incondicionales, pero no ciegos, y constatan la falta de vigor de los suyos, la ausencia de sangre en las venas, la escasez de creatividad y la poca imaginación, los ánimos lánguidos, los discursos añejos... y la conspiración, siempre la conspiración. En definitiva: ruina en el horizonte. Descontados los carrozas fieles hasta la muerte como mis amigos, mas los estómagos agradecidos, los miedosos y los votos cautivos -que como todo el mundo sabe, haberlos haylos sobre todo en Andalucía y Extremadura- ¿qué votantes le quedan al psoe?

Durante muchas convocatorias electorales, los socialistas han contado con una buena cantidad de sufragios cuyo objetivo principal era frenar al pp, no votar al psoe. El consabido voto útil que tanto perjudicó siempre a Izquierda Unida ¿Qué va a pasar ahora pues, cuando Susana y sus huestes desembarquen en Ferraz y apuesten por una Grosse Koalition que, de cantada que está ya, pronto formará parte hasta del repertorio habitual de los niños cantores de Viena?

No hay entre los hijos de mis amigos ni uno solo que vote al psoe. Al pp se le mueren los viejos votantes de toda la vida y a los ya también veteranos socialistas, los hijos les salen rana. ¿A qué jóvenes fue capaz de seducir el psoe para que conseguir sus votos el pasado día 20? ¿Qué les dirían ahora cuando, diez días después de las elecciones se sacan los ojos sin piedad los unos a los otros para repartirse las migajas que han conseguido salvar? ¿Cómo explicarles la escasa preocupación que manifiestan por los problemas de la gente? ¿Dónde ha quedado la vergüenza de quienes evidencian sin rubor que sus prioridades las marcan la defensa de sus prebendas y de su propio cocido? Así empezaron en IU y mirad por dónde va ya la cuesta abajo.

Harán todo lo posible en el psoe, cuando acaben de matarse entre ellos, por no repetir elecciones. Es un riesgo que no pueden asumir porque al haber perdido la conexión con la gente, sus mensajes suenan vacíos, ñoños, reiterativos y de carril. Es un riesgo tan gordo que harán lo que sea necesario para no correrlo.

Mientras tanto, silbando como si no fuera con él, el perdedor Mariano Rajoy aboga ya a pecho descubierto por un gobierno que genere "estabilidad y confianza". Lo que le faltaba al psoe: un abrazo del oso de libro con pinta de típica oferta que no vas a poder rechazar.

He evitado estas navidades cuñados de C's y del pp, sí, pero me ha encantado estar con mis amigos del psoe, aunque hubiera preferido hablar menos de política con ellos y verlos menos tristes y desconcertados de lo que están. Hemos discutido mucho, sí, pero también les he dicho que les entiendo, que comprendo su miedo a ser estafados, su espanto cuando oyen hablar de gran coalición, sus ganas de que se produzca un milagro y sus subidas de tensión cuando temen que acabe ocurriendo lo peor.

Me transmiten ternura cuando los veo intentando entender por qué demonios no votan al psoe ya ni sus propios hijos. Los votantes socialistas envejecen y los peperos, que ya eran viejos, se mueren. ¿Cómo detener la sangría? Juntándose. ¿Tiro en el pie? Para muchos, un melón sin abrir al que cada vez hay más voces que le hacen menos asquitos.

La muñidora será Susana Díaz, que ya ha puesto toda la maquinaria de guerra y de propaganda en marcha y quien, desde la pasada primavera, cuenta con experiencia en gobernar con la derecha pura y dura. Con Ciudadanos, que también estaría en una salsa a la que, a este paso, no le va a faltar un perejil. Feliz Año Nuevo.

J.T.


domingo, 27 de diciembre de 2015

Ada Colau, Susana Díaz y el café para todos

Lo recordaba Ada Colau hace unos días: "Solo hay una receta: respeto y fraternidad". Dos ingredientes imprescindibles para seducir votantes y crear "sólidas alianzas en todo el Estado".
Todo lo contrario al estrés y la crispación que transmite Susana Díaz cada vez que habla. No, Susana, no. No quiero que me salven políticos como tú, crecidos en la desconfianza y curtidos en la conspiración.

No, Susana, España no es como tú ni como según qué miembros de tu partido, todo el día con la faca en la mano izquierda y con la derecha santiguándoos. No. Susana, no. España no se va a romper porque haya más democracia, ni porque la gente reclame derechos legítimos, ni porque se abran las urnas para conocer cómo, una parte de sus ciudadanos, quieren que sea su futuro. No, Susana, no, el camino no es ni que os despellejéis dentro de tu crispado partido ni que demonicéis a quienes no piensen como vosotros.

Quizás convenga recordar, oh Susana, que has llegado donde estás porque te colaste por la puerta trasera, por una carambola a tres bandas que pasó por la huida de Chaves, la marcha forzosa (por un asunto de presunta corrupción relacionado con su mujer) de Rafael Velasco como secretario de organización del psoe andaluz, la dimisión que te aupó y te dejó el camino libre, y finalmente el cansancio de Griñán. Las urnas llegaron mucho después que tus primeros paseos por Ferraz sacando pecho.

Como andaluz, humildemente me permitiría pedirte que apostaras por la humildad. No me siento representado por tu soberbia y tu prepotencia, que me producen verdadera vergüenza ajena. No sé qué guerras te traes con Pedro Sánchez, y la verdad es que me interesarían muy poco si no fuera porque, en momentos como éste, esas trifulcas nos afectan a todos y desvían el tiro de a donde verdaderamente debería dirigirse.

En nombre del tradicional espíritu progresista de tu partido, en nombre de la esencia que lo dota de sentido, en nombre de las veces que gente como yo os votó en otro tiempo, te pediría que reconsiderases planteamientos frentistas y guerracivilistas como los que últimamente vienes manifestando.

Que Podemos quiere romper España, dices. No te lo crees ni tú. Me gustaría verte defender esa hipótesis en un debate con Pablo Iglesias. O con Teresa Rodríguez, a quien tu Canal Sur por cierto, aferrándose a la legislación vigente, le prohibió medirse contigo en la campaña electoral andaluza del pasado mes de mayo.

El futuro de este país, oh Susana, no puede pasar por las tesis que tú mantienes, y menos aún si eso se hace desde un partido progresista. Es una verdadera pena que en muchos pagos se te compare con Esperanza Aguirre, que crispa, tensa y da esplendor al enredo y al embrollo como nadie. Ese no va a ser tu camino, ¿verdad?

"Ya no hay café para todos, solo para Ada Colau”, has llegado a decir. Y a mí esa frase, como a la alcaldesa de Barcelona, "me suena a vieja, me suena a pasado. La frase y la estrategia que hay detrás: confrontar pueblos para sacar rédito político. Una estrategia irresponsable -como también afirma Colau- que nos ha llevado a un bloqueo del que no saldremos con más crispación y polarización, sino con más respeto hacia la diversidad y con más fraternidad entre pueblos".

Más fraternidad, Susana, y menos "cultura de  partido", ese concepto añejo que prioriza intereses internos y se olvida de lo que verdaderamente interesa a la ciudadanía de a pie. Me gustaría saber, este lunes 28, el tiempo que le dedican en el Comité Federal socialista a preguntarse por qué su partido ha perdido millones de votos, especialmente en los barrios populares y el que emplean en dispararse dardos envenenados. Me gustaría saber cuánto tiempo le van a a dedicar a hablar de Catalunya en serio, a plantearse acabar con las puertas giratorias o con la vergonzosa dependencia de la Justicia del poder ejecutivo... y cuánto a reprocharse los unos a los otros la catástrofe electoral mientras entre todos le van haciendo la cama a Pedro Sánchez sin piedad.

No, Susana, no. Aquí nadie quiere romper España, sino que las cosas dejen de ser como siempre han sido. Es el momento del cambio protagonizado por la gente común. Hombres y mujeres, como diría Ada Colau que "quieren decidirlo todo desde abajo, y que no tienen miedo a resolver los conflictos políticos con la única solución válida en democracia: más democracia".

J.T.


sábado, 26 de diciembre de 2015

¿De qué presume Susana Díaz?

En las elecciones generales de 2011, con José Antonio Griñán al frente del Gobierno andaluz, el PSOE obtuvo 1.594.803 votos. El pasado domingo, con Susana Díaz en San Telmo, los socialistas andaluces consiguieron 1.400.399 sufragios, es decir, 194.494 menos que hace cuatro años ¿De qué presume entonces la presidenta?

Ha perdido tres escaños, uno en Córdoba, otro en Granada y uno más en Sevilla que se ha llevado Podemos. Tenía 25 representantes en la madrileña Carrera de San Jerónimo y ahora van a ser 22. No ha sabido recuperar los dos asientos perdidos por Izquierda Unida ni ha seducido a un solo votante de los 693.960 desertores del PP. Con estos números, ¿cómo se puede sacar pecho?

En las elecciones autonómicas de marzo de 2012, José Antonio Griñán obtuvo 47 escaños con 1.527.923 votos. Tres años después, Díaz consiguió mantener el mismo número de representantes en el Parlamento andaluz, pero perdió 118.881 sufragios. La votaron 1.409.042 andaluces. Después de un largo calvario, y gracias a Ciudadanos, pudo continuar gobernando, sí, pero en Aragón, Extremadura, Valencia, Baleares o Castilla-La Mancha correligionarios suyos han recuperado sillones perdidos y no hacen, ni por asomo, tanto ruido como ella.

En las municipales de mayo de 2015, el PSOE andaluz sumó 1.318.517 votos. Del descalabro del PP (que perdió casi medio millón) sólo consiguió arañar 5.673 papeletas para sumar a las 1.312.844 obtenidas en 2011.

Para que el lío de cifras sea menor, vamos a poner todo esto en orden, si os parece:

Votos conseguidos por el PSOE andaluz en las últimas seis convocatorias electorales: 

Municipales 2011.- 1.312.844 (32,22%)
Generales 2011.- 1.594.803 (36,57%)
Autonómicas 2012.- 1.527.923 (39,52%)
Autonómicas 2015.- 1.409.042 (35,43%)
Municipales 2015.- 1.318.517 (34,32%)
Generales 2015.- 1.400.399 (31,53%)

Las tres primeras convocatorias fueron con Griñán en la presidencia; las tres últimas, con Díaz. El lento descenso le permite mantener el chiringuito, y con los tiempos que corren eso es sin duda un mérito, pero ¿dotan tales resultados de autoridad moral para leerle la cartilla a Pedro Sánchez a diario y echarle sin piedad el aliento en la nuca?

No ha recuperado Susana para el PSOE, en número de sufragios, ni una sola de las ocho capitales andaluzas, donde la lista más votada continúa siendo la del PP. En todas ellas. ¿A qué vienen entonces tantos reproches a los demás? Consejos vendo y para mí no tengo.

“A la izquierda del Partido Socialista ya no hay más votos esperando a Podemos”, escribía alguien afín el pasado lunes. ¿Quiere esto decir que los votos que les quedan todavía, los consideran suyos para siempre? Continuarán perdiendo fuelle y lo saben; en Andalucía el descenso es más lento que en el resto del país, pero es caída igualmente. Y los modos y maneras de Susana no ayudan al optimismo. Al menos para los votantes de izquierdas de toda la vida. Si lo que se propone la presidenta andaluza es quitarle clientes al PP, me callo, aunque no creo que lo consiga. Pero con las declaraciones de los últimos días, lo que parece claro es que los perderá por la izquierda. Un partido progresista (y el PSOE de momento parece que lo es) no puede mantener un discurso unionista en una España plurinacional, certificada sin discusión a la luz de los resultados del 20-D.

Situarse en el plano inmovilista y cerrado en el que se encuentra Rajoy a la hora de afrontar la cuestión territorial no puede ser bueno para un partido socialista que necesita modernizarse y adaptar su discurso a los tiempos que corren. Algo que, con sus más recientes declaraciones, no están haciendo tampoco ni Sánchez, ni Fernández Vara o García-Page, por ejemplo. Pero a quien más se escucha es a Díaz, que capaz es de acabar montando hasta un grupo parlamentario propio en el Congreso con los 22 diputados que ha conseguido. Como decía la canción, ¿de dónde saca pa tanto como destaca?

J.T.

martes, 22 de diciembre de 2015

Merkel quiere volver a acariciar a Rajoy

Merkel no sabe aún a quién felicitar, la pobre; Aznar reaparece en carne mortal con cara de pocos amigos, Susana saca pecho, Fernández Vara marca líneas rojas, Page también, Artur Mas parece feliz con este río revuelto, Luena se trastabilla prometiendo "votaremos no a Rajoy, votaremos no al PP..." ¡Qué digestión más pesada, por favor!

Con el aliento en la nuca de muchos de "los suyos", y sin que hubieran transcurrido ni veinticuatro horas de la derrota, los perdedores Sánchez y Rajoy anuncian que volverán a presentar sus candidaturas para continuar liderando sus respectivos partidos; el perdedor Rivera no acaba de asumir que sus resultados no le sirven ni para tonto útil, al perdedor Garzón ni está ni se le espera y el perdedor Iglesias cierra puertas antes de empezar a hablar con nadie. Cuarenta y ocho horas ya, y la pesada digestión continúa. Solo falta Esperanza Aguirre soltando alguna de sus insolencias habituales.

Los titulares de los periódicos evidencian su desorientación, los columnistas aplican plantillas de análisis trasnochadas. Se habla de pactos en la misma clave de siempre, como si el domingo no hubiera pasado nada. Se hacen cálculos, se elucubra, se realizan prospecciones sin tener en cuenta que ya nada es como era. Que hayan perdido todos es el mejor síntoma de que han ganado los ciudadanos. Pero la casta periodística, mucha de ella acostumbrada a alquilarse al mejor postor durante décadas, continúa utilizando el lenguaje de siempre, las muletillas de siempre, las mismas gafas de culo de vaso de siempre para analizar un panorama que ya es otra cosa. Nada que ver con lo que ha venido pasando tras las elecciones generales de los últimos treinta y ocho años.

No hay nada que celebrar y sí bastante de lo que hablar. Hay que hablar de Catalunya y mucho, entender el mensaje de una ciudadanía que certifica con sus votos una realidad plurinacional a la que hay que buscar con urgencia la mejor de las soluciones; hay que hablar de cómo blindar los derechos sociales para que desaparezcan los recortes, los desahucios y los abusos medioambientales; hay que ponerse de acuerdo para  acabar para siempre con las puertas giratorias, con las intromisiones en el poder judicial, en la fiscalía general del Estado, en Televisión Española... Hay que sacudirse la dependencia de la troika, el chantaje de los mercados, las presiones de esos poderes acostumbrados a llevar siempre la batuta...

Los políticos que votamos el domingo tienen que ganarse el sueldo desde ya, reuniéndose, hablando, resolviendo, acordando... La aritmética no puede funcionar como coartada para justificar desencuentros, sino que ha de ser una oportunidad para demostrar imaginación y ganas de buscar soluciones ¡Qué menos se puede pedir a quienes se han postulado para gestionar nuestros intereses durante los próximos cuatro años!

Nuestros intereses, no los de los grupos de presión ni los de las bolsas, que este lunes no perdieron ni un minuto en desmoronarse como primer aviso para que nos entre el canguelo. Ya han sacado  a pasear hasta el fantasma de la subida de la prima de riesgo. Se van a dejar la piel en presiones, amenazas, extorsiones... Ya que esta vez no han conseguido que votemos con miedo, habrá que acojonar a quienes hemos elegido para que ni se les ocurra intentar cambiar desde dentro las reglas del juego. Reglas como la de esos cheques en blanco al portador en que acaba convirtiéndose ser titular de un escaño, o la inexistencia de rendición cuentas hasta que no termina la legislatura. Ya es hora de introducir mecanismos de corrección ciudadana que liquiden la distancia sideral existente entre los ciudadanos y sus representantes políticos.

Resuenan los tambores de guerra, las amenazas con el llanto y crujir de dientes, proliferan los voceros de la catástrofe y los promotores de la gran coalición PP-PSOE: editoriales de periódicos, columnistas paniaguados, presidente de la patronal... y Berlín. Dando la vara a coro desde el minuto uno. Merkel quiere tener cuanto antes a quien felicitar. Y sabemos muy bien quién quiere que sea. Para volver a acariciarle la mejilla y consolarle del disgusto que se ha llevado el pobre perdiendo sesenta y tres diputados. ¡Qué mal nos está sentando la digestión a todos! ¡Feliz navidad!

J.T.




sábado, 19 de diciembre de 2015

Historia de dos luchadores contra la injusticia

Los Caballeros Templarios acabaron con la tranquilidad de su gente en Tepalcatepec, estado de Michoacán, y la indolencia del gobierno mejicano con su paciencia. Así que un buen día de la primavera de 2013, el doctor José Manuel Mireles decidió que se había acabado la broma y a partir de ese momento empezó a dividir su tiempo entre la atención a sus pacientes en el consultorio médico del pueblo y el liderazgo de los Consejos Ciudadanos de Autodefensa: no más abusos de los narcotraficantes contra él, su familia y sus vecinos, no más decapitaciones brutales, no más violaciones, extorsiones, secuestros ni ejecuciones, no más miedo al crimen organizado. ¿Que para ello había que recurrir a las armas? Pues se recurre.

Encabezó una organización de campesinos armados que durante un tiempo consiguió sus objetivos, porque se recuperó una cierta tranquilidad en la zona, pero no tardó en sufrir el primer atentado: un sospechoso accidente de avión el 4 de enero de 2014 en el que salvó milagrosamente la vida y que le tuvo un tiempo hospitalizado. Finalmente se repuso y continuó en la lucha con más bríos aún, aunque el gobierno encontró la manera de neutralizarlo: consiguieron seducir a buena parte de sus voluntarios, incluidos algunos de sus lugartenientes, como Estanislao Beltrán, más conocido como "Papá Pitufo" y acabaron integrados en las llamadas Fuerzas Rurales de la policía mexicana.

Desde junio de 2014, el doctor Mireles está en la cárcel a la espera de juicio, acusado de haber violado la ley federal de armas de fuego y explosivos.

En Venezuela, en la sierra de Perijá, estado de Zulia, el cacique yukpa Sabino Romero, de la comunidad  Chaktapa, mantuvo durante años una dura pelea con los terratenientes de la zona para recuperar las tierras de sus ancestros. Un contencioso enquistado durante decenios que llevó a Sabino a liderar la conquista de alguna de las fincas para asegurar el futuro de las gentes de su tribu y la agresiva explotación de carbón en la zona. Desde la época de Chávez, el gobierno venezolano siempre ha estado en teoría a favor de las reivindicaciones de Sabino y su gente, pero la burocracia caminaba más lenta para resolver el contencioso que la voluntad política de desquite de los terratenientes. Así que los sicarios acabaron haciendo su trabajo antes que los funcionarios gubernamentales.

Mandaron a Sabino al hospital gravemente herido, éste se repuso y solo algunos meses después, el 3 de marzo de 2013, consiguieron rematar la faena y acabaron definitivamente con la vida del cacique Romero. Los tres escaños obtenidos por los indígenas el pasado 6 de diciembre en el parlamento venezolano han pasado a formar parte de la oposición a Maduro.

Las historias del doctor José Manuel Mireles y del cacique Sabino Romero están contadas en dos sobrecogedores documentales, de más de hora y media de duración cada uno, proyectados hace unos días en el Festival de Cine de La Habana. Dos elocuentes muestras de las miles de heridas abiertas y silenciadas que tiene América Latina en estos momentos. Dos potentes historias que apenas han ocupado tímidos recuadros en páginas par de remotos periódicos.

El documental dedicado al doctor Mireles se llama "Cartel Land" (Tierra de cárteles), una producción mexicana-estadounidense dirigida por Matthew Heineman y producida por Our Time Projects y Documentary Group. "Sabino vive"es el título del dedicado al cacique Romero, Lo dirige Carlos Aizpurúa y está producido por el CNAC (Centro Nacional Autónomo de Cinematografía) venezolano. Dos estremecedoras historias para momentos de reflexión.

Aquí los tenéis. Merece la pena verlos








J.T.

viernes, 18 de diciembre de 2015

Ahora que faltan pocas horas, quizás convenga recordar...


Ahora que faltan pocas horas conviene recordar a Ana Mato, sus recortes en sanidad, sus copagos y su "invisible" jaguar en el garaje de su casa. Ahora que ha llegado la hora de votar conviene recordar a Alberto Ruiz Gallardón y su frustrado intento de acabar con derechos de las mujeres tan largo tiempo batallados; ahora que estamos a tiempo conviene recordar a Granados y su Púnica, a Bárcenas con sus sobres y sus cuentas en Suiza, a Correa, el Bigotes y todos sus beneficiados con la Gürtel; conviene también no olvidarse de Camps, ni de Matas, Fabra, los Eres o Urdangarín...

Todavía no es tarde para recordar, y actuar en consecuencia, la manipulación servil, descarada e intolerable a la que ha sido sometida Televisión Española durante estos últimos cuatro años. Ahora que faltan pocas horas, conviene recordar lo que nos jugamos este domingo 20 de diciembre. Es el momento de rematar una faena cuya siembra comenzó el 15-M, tomó cuerpo con las elecciones europeas de 2014 y recogió sus primeros frutos en las municipales y autonómicas del 25 de mayo de este mismo año.

Ahora toca rematar la faena. Ahora toca hacerles pagar cara la reforma del artículo 135 de la Constitución, realizada con agostidad y alevosía; toca hacerles comerse con patatas esas reformas laborales que han dejado sin derechos a los trabajadores y en ridículo a los sindicatos; toca pasar factura a tanta mentira, tanto desplante, tanta burla y tanto descaro.

¿Recordáis a ese Wert que decía ser como "un toro bravo que se crecía con el castigo"? ¿Y a Montoro, cuando soltó aquello de "Los salarios no bajan, sino que moderan su crecimiento" entre otras miles de perlas del más nefasto ministro de Hacienda que nunca hayamos tenido? ¿Y qué me decís de Margallo, a la greña con Gibraltar al grito de "Se ha acabado el recreo"?  ¿Y Fernández Díaz, todo un ministro del interior yendo de virgen en virgen colgándoles medallas (rogando) y endilgándo a la ciudadanía una mal llamada ley de seguridad retrógrada y filofascista (con el mazo dando)?

¿Y ese Luis de Guindos, negándose a llamar rescate al rescate y proclamando orgulloso que se trataba de un "crédito en condiciones favorables? ¿Y Arias Cañete, comiéndose los yogures caducados, duchándose con agua fría y perdonándole la vida a las mujeres en los debates para, según él, no dejarlas en evidencia?

No olvidemos tampoco a Fátima Báñez y su "movilidad exterior" cuando hablaba de los cientos de miles de jóvenes que se ven obligados a marcharse al extranjero; ni a Morenés justificando la venta de armas a países que violan derechos humanos porque "nada es perfecto en política"; ni a Soraya quitando y poniendo directores de medios públicos y privados; ni a Soria, empeñado en hacer pasar por Canarias el meridiano de Greenwich; ni la peculiar manera que tiene Alfonso Alonso de entender el carácter universal de la Sanidad; ni las presiones de Catalá al Tribunal Supremo; ni la nunca explicada huida de Torres Dulce como Fiscal General del Estado...

Ahora que estamos a punto de dejar tener la papeleta entre los dientes para introducirla por fin en la urna conviene recordar todas estas cosas, que son únicamente una muestra somera y exigua de los desmanes, sobre todo peperos, perpetrados durante los últimos cuatro años- Pero quizás convenga recordar alguna más: por ejemplo, las componendas durante tantos años del bipartidismo con Jordi Pujol y su fenecido partido, las diatribas de un irreconocible Felipe González demonizando todo aquello que cuestiona el tinglado que él contribuyó a montar y que ha derivado en una cada vez mayor desigualdad ciudadana y un descarado uso de las puertas giratorias para él y para quienes, como él, se dedicaron tantos años a favorecer los intereses de las eléctricas, los bancos y otras grandes empresas nacionales e internacionales. Conviene también recordar que una hija y hermana del rey, está a punto de sentarse en el banquillo, junto a su marido, apenas comience 2016. Y quizás convenga también recordar el vergonzoso y patético debate del pasado lunes 14 de diciembre entre Pedro Sánchez y Mariano Rajoy.

Ahora que quedan pocas horas conviene, creo, hacer todo lo posible para quitarles un poder que les habíamos prestado y que han usado, en contra de nuestros intereses, para blindarse, reforzar su impunidad, apoyar a sus amigos delincuentes, retrasar juicios, romper discos duros, demorar trámites, retrasar decisiones... Ahora que ha llegado la hora de la verdad, conviene que tengamos muy claro que este domingo contamos con una histórica, y quizás irrepetible en mucho tiempo, oportunidad de oro para que todo esto cambie.

J.T.

jueves, 17 de diciembre de 2015

20-D. El vuelco depende de la participación

Ya no llegan cartas de amor a los buzones. Tampoco postales. Se acabó el componente romántico de la correspondencia. Se acabó la poesía y a punto está de acabarse la prosa: esas cartas, que más que cartas son un atraco, con la factura de la luz o el teléfono; esos antipáticos extractos bancarios con el saldo temblando... En la era internet, abrir el buzón empieza a carecer de sentido, salvo para vaciarlo de octavillas publicitarias, o salvo que sea porque resides fuera de la ciudad donde te encuentras empadronado, has pedido el voto por correo y estás esperando a que te llegue el aviso.

Hasta ayer no volví de un viaje de quince días fuera de España. Previsor, aunque con cierto escepticismo, efectué antes de marcharme todos los trámites de rigor para solicitar el voto por correo. Así que nada más regresar a mi casa de Madrid, con las maletas aún en el rellano, abrí el buzón temiéndome lo peor. Pero no, allí, entre folletos de tiendas de oportunidades, ofertas de sospechosos chollos y menús de restaurantes chinos, estaba sepultado el ansiado aviso. Con fecha 4 de diciembre y advirtiendo que el plazo para votar por correo finalizaba el día 16. Estábamos a 16, así que me asaltaron dos dudas: Una: ¿estará mi carta todavía en Correos o la habrán devuelto ya? Dos: En caso de que no la hayan devuelto, ¿estaré aún a tiempo de votar? El primer interrogante me lo despejó un funcionario nada más llegar a la oficina de Cibeles.

- Nunca en mi vida había visto tanta gente votando por correo como en esta ocasión - me dijo. Fíjese cómo será el asunto, que el plazo acababa hoy y han decidido ampliarlo hasta el viernes 18 a las dos de la tarde. Así que tiene usted tiempo de sobra.

Me quedaba despejada una de las incógnitas: estaba aún a tiempo de votar. Quedaba la otra, ¿estaría la carta aún en Madrid o la habrían devuelto a Almería dada mi tardanza en acudir a recogerla? Saqué ticket de turno: delante mío quedaban más de cuarenta números sin atender, así que me dispuse a esperar sin prisas. En cada esquina, gentes de diversa edad y condición abrían sobres, elegían papeletas para el Congreso y marcaban "equis" en las candidaturas al Senado. Era una ceremonia electoral en toda regla que dotaba esa tarde a la oficina central de Correos en Madrid de un cierto aire mágico y solemne: las elecciones se estaban adelantando allí nada menos que cuatro días. ¿Podría yo participar, estaría mi sobre?

El suspense tardó en despejarse porque, cuando llegó mi turno, pude ver cómo la funcionaria que recogió el aviso deambulaba entre las estanterías y los minicontenedores sin que pareciera fácil encontrar mi dichoso envío electoral. No lo fue, siete largos minutos tardó en dar con él pero ahí estaba por fin, apartado en una caja ya arrinconada de la oficina de Cibeles, en el mismo edificio del ayuntamiento de Madrid, quizás unas cuantas plantas debajo del mismísimo despacho de Manuela Carmena.

Ahora tocaba dirigirse a otro negociado, rellenarlo todo, incluido el impreso de certificado, y volver a sacar ticket de turno para el envío: quince ventanillas en activo, más de sesenta números por delante mío a las seis de la tarde, la misma hora en que se producía el desagradable incidente de la agresión a Rajoy en Pontevedra, del que yo aún no me había enterado. Para entretener la espera me puse a hacer mi particular sondeo a pie de urna: la mayoría eran votos para Podemos y para Ciudadanos. Y entonces entendí la importancia de los votos de españoles en el extranjero que van a faltar en las urnas. Entendí por qué muchos jóvenes, tras la imposibilidad de participar en las elecciones de mayo, decidieron adelantar sus vacaciones navideñas y, como hace mi hija pequeña desde Liverpool, viajan a España ya en estos días para poder estar en casa el domingo y no faltar a la cita electoral.

Deduje también que si existe tal interés por no perder la posibilidad de votar, eso significa que el índice de participación se puede disparar por encima del setenta y cinco por ciento. Y en ese caso el bipartidismo muere. Es como si todo el mundo hubiera entendido la importancia de no quedarse fuera esta vez, como si nadie quisiera dejar pasar la oportunidad de desquitarse después de tanto palo. Aún así, la cifra de españoles en el extranjero que se quedará sin votar, como mi hija mayor en Berlín, será una vez más escandalosa e inexplicablemente alta. En Cuba, de donde acabo de llegar, solo tres mil de los más de cien mil españoles que querían votar podrán hacerlo, según me contaron fuentes cercanas a la embajada.

Serán muchos cientos de miles los españoles que, al estar fuera, no podrán votar por encontrarse a merced de sospechosas trabas burocráticas. Casi dos millones en total que, de hacerlo, podrían situar la cifra de participación por encima del ochenta por ciento, y eso aseguraría el vuelco que tanto teme el bipartidismo del lamentable cara a cara campovidaliano del pasado lunes. Aún así, haber vivido la tarde de este miércoles una votación por correo tan masiva como les he contado me ha transmitido buenas vibraciones: la ciudadanía quiere ser protagonista y decidir. Intervenir con el arma política más poderosa e incontestable de que dispone: el voto.

J.T.

Ponga una encuesta en su vida

He de confesar que cuando un sondeo electoral fracasa, porque sus vaticinios no coinciden en absoluto con los resultados oficiales el día de la votación, a mí eso me hace feliz. Lo admito. Siempre espero, hasta ahora en vano, que los monumentales fiascos en que se convierten muchas encuestas cuando se abren las urnas deriven alguna vez en la muerte de tan inútil y exasperante costumbre.

Estoy por hacer una encuesta para conocer cuánta gente se fía de las encuestas.

Si tan extendido hábito suele ser casi siempre prescindible en esta ocasión, este veinte de diciembre, despilfarrar cientos de miles de euros para acabar llegando a la conclusión de que un cuarenta por ciento del electorado potencial no sabe aún a quién demonios va a votar cuando solo quedan días para hacerlo, me parece más inútil que nunca.

Que no se hagan encuestas no significa que los demoscópicos se tengan que quedar sin trabajo: está el análisis y la interpretación de los resultados y ahí, a partir del 20-D, me parece que van a tener faena de sobra.

Entre los conceptos más manejados por quienes se dedican a estos menesteres está el conocido “suelo electoral”: el voto fiel, agradecido, incondicional o cautivo con el que cuenta cada formación política y que constituye un impagable número de sufragios que votará siempre a sus representantes aunque estos los defrauden, los humillen, desprecien, engañen… y hasta se rían de ellos en su cara.

Tenemos suelos y tenemos techos. Pero esta vez parece que los techos se han derrumbado y los suelos se resquebrajan peligrosamente. Si esto es así, si como parece probado las nuevas tecnologías –páginas webs, blogs y redes sociales- hacen un trabajo tan eficaz como difícil de cuantificar, si los carteles en las calles son ya un gasto inútil, a los mítines solo van los convencidos y los debates están descafeinados… ¿qué puñetas andamos encuestando?

Tengo para mí que muchos votos de los llamados “indecisos” están decididos hace bastante tiempo. La ciudadanía tiene mucho más claro de lo que nos creemos su voto para el domingo día 20, pero no le da la gana decirlo. Nos enteraremos esa misma noche, y eso está bien.

Por fin una convocatoria electoral con suspense porque, si algo claro se deduce de las encuestas hasta ahora publicadas, es que ninguna de ellas tiene ni idea de lo que puede llegar a pasar.

Tanto los que ganen como los que pierdan van a necesitar amplia y variada ayuda técnica para entender lo que les acabe ocurriendo y actuar en consecuencia. Trabajo a granel para los demoscópicos, de lo que me alegro, y mucho más útil que las encuestas.

J.T.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

¿Votamos con la cabeza, o puede más la rabia?


rajoy con macriAgotar la paciencia de la ciudadanía nunca sale gratis. La victoria electoral de Mauricio Macri en Argentina tiene algo que ver con eso y la derrota del partido de Nicolás Maduro en Venezuela también. El cansancio, la pérdida de esperanza y la indignación se traducen en voto de castigo apenas te ponen una urna delante, aunque no esté nada claro que eso sea lo que más te conviene. ¿Qué otro mecamarine le pennismo mental, si no, puede explicar los resultados de Francia? El treinta y cinco por ciento de los jóvenes franceses entre dieciocho y veinticuatro años votó al partido de Marine le Pen. ¿Cómo ha sido eso posible? No votaron la solución, votaron la amenaza, como el cuarenta y tres por ciento de la clase trabajadora, ¿qué está pasando?
No siempre es la cabeza la que manda cuando nos toca adoptar decisiones que determinan nuestro futuro. La mayoría de las veces hay que contar también con el componente pasional: el amor, el odio, la ilusión, el desencanto, la rabia… Por eso, en ciertos momentos, el voto puede significar para muchos ciudadanos una especie de remate de las protestas y las reclamaciones realizadas durante años sin éxito alguno. Un desahogo, un desquite con el que pasar factura a imperdonables, y larguísimos, memoriales de agravios. Pero la papeleta, cuando llega a la urna, ya no funciona solo contra algo o contra alguien sino que se contabiliza irremediablemente, salvo que votemos en blanco, a favor de alguien… y de algo.
¿Consecuencias? Ahí tenemos las de los últimos días: un nefasto alcalde de Buenos Aires premiado con la presidencia de la República Argentina; un torpe Maduro, cuyo cargo estaba claramente por encima de su nivel de competencia, zarandeado el domingo pasado en las urnas venezolanas de manera inmisericorde, y una peligrosa ultraderechista racista y xenófoba como Marine le Pen convertida en la líder de la formación política francesa más votada.
Es trágico que la indignación de tanto agraviado por el abuso de los poderosos acabe cristalizando en el ascenso de amorales y desaprensivos a los puestos de decisión. Que el voto de tanta víctima de injusticias y desigualdades acabe utilizándose justo para potenciar e incrementar aquellos agravios con cuyos responsables se pretendía ajustar cuentas. Es terrible que acabemos metiéndonos nosotros solitos, voto mediante, en la mismísima boca del lobo.
¿Recuerdan? Eso fue justamente lo que hicimos en nuestro país en 2011: castigamos aGuatemala Zetapé por patoso y mentiroso y nos entregamos atados de pies y manos a un Guatepeor Mariano que nos machacó sin piedad durante cuatro interminables años que parece que no van a acabar nunca. Con los votos de bastantes jóvenes, de un buen porcentaje de gente trabajadora y también de muchas personas desempleadas, caímos en las fauces de un caradura aún más metepatas y mentiroso que su predecesor. Un bienmandao de los bancos, de Merkel y la troika que acabó robándonos derechos y libertades cuya recuperación costará bastante esfuerzo y mucho más tiempo del deseable.
Les llevamos cuatro años de ventaja a Argentina, Venezuela o Francia. Cuatro años de nefasta experiencia que por fin acaban el veinte de diciembre. Esta vez una mayoría de ciudadanos españoles creo que tiene motivos más que suficientes para hacer coincidir, a la hora de votar, lo que piensa su cabeza y lo que siente su corazón. ¿O vamos a dejar pasar también esta oportunidad?
J.T.

martes, 8 de diciembre de 2015

Por qué Rajoy nos ha quitado el miedo

Algo hay que agradecerle a Rajoy. Ya no tenemos que tenerle miedo a nada, porque todo lo que podíamos temer, ya nos ha pasado. En 1978 se cerró en falso una Constitución chirriante porque había miedo a los militares fascistas y golpistas, quedaban muchas cicatrices sin cerrar, recuerdos trágicos aún frescos y el fantasma de la guerra civil paseándose aún por muchas calles de pueblos y ciudades españolas. El dictador se despidió matando y algunos de los ministros que le acompañaban cuando firmó sus últimas penas de muerte, incluso continuaron en la política activa mucho después de ser aprobada la Constitución aún vigente. Miedo, había miedo.

En 1982 se votó en masa la oferta política de unos osados jóvenes que nos aseguraban un cambio, pero sin acritud, sin cuestionar los muertos que quedaban en las cunetas, ni los omnipresentes símbolos franquistas, ni el invasivo protagonismo de la iglesia católica en nuestro día a día, ni la convivencia en el hemiciclo con inquietantes personajes que debían todo lo que eran a su pasado franquista. Unos osados, pero acojonados jóvenes, que prometieron un referéndum para sacarnos de la OTAN y acabaron convocándolo, sí, pero para permanecer en ella. En 1986 votamos permanecer en la organización atlántica porque tuvimos miedo a las consecuencias de salirnos de ella. Ahí continuaba estando el miedo.

Formábamos ya parte de Europa y comenzó a haber avances en materia social (sanidad, educación...), se construían autovías por un tubo, pero no había manera de sacudirse el miedo de encima. Demasiados tabúes han aguantado demasiado tiempo: la monarquía y sus trapicheos, la iglesia y sus indefendibles prebendas en un estado laico...

El país progresaba, sí, en los noventa organizamos una Expo en Sevilla y unos Juegos Olímpicos en Barcelona que asombraron al mundo, éramos modernos ya y parecíamos homologados con democracias avanzadas, pero no: a la hora de votar lo hacíamos con miedo, miedo a los cambios, miedo a más democracia, miedo a terminar con las hipotecas del pasado y a no poder pagar las deudas en que nos habíamos metido, muchas de ellas sin ninguna necesidad.

Fruto de esos miedos acabó apareciendo Rajoy en el horizonte, cuando ya llevábamos gastado un decenio largo del siglo XXI. Llegó Rajoy y, mire usted por dónde, Rajoy ha sido quien nos ha quitado el miedo. Nos gastó tantas putadas desde el minuto uno de su legislatura que el miedo empezó a tenerlo él. Actuaba como lo hacía en nuestra infancia el gafotas repelente, chivato y pelota del cole, que en el recreo no salía al patio porque temía que lo infláramos a collejas. Mariano, actuando como repelente pelotas de Merkel, empezó pronto a tener miedo a "salir al recreo". Fue entonces cuando descubrió los garajes y las puertas falsas para escapar, a comparecer por plasma, a poner pies en polvorosa ante cualquier situación comprometida que se le presentara...

Ha llegado la campaña electoral y continúa igual. Escondido, sin dar la cara en los debates. No puede con su miedo tras haber conseguido que nosotros hayamos perdido, por fin, el nuestro. Puede que estas elecciones sean las primeras en que haya una mayoría de españoles que vote sin miedo. Porque ¿a qué podemos tenerle miedo ya? ¿a no tener empleo? ¿a estar en el paro y que se nos acabe la prestación? ¿a que nos echen del trabajo sin indemnización? ¿a perder la seguridad que antes nos proporcionaba un contrato fijo? ¿a tener que pagar las medicinas cuando te jubilas? ¿a no saber qué será de nosotros si nos ponemos enfermos? ¿a que nuestros hijos no tengan trabajo aquí y se tengan que marchar al extranjero? ¿a que los antidisturbios nos apaleen si nos manifestamos? ¿a que nos metan un multón si se nos ocurre hacer fotos a un policía?

Mariano Rajoy ha puesto en bandeja, incluso a los más reticentes a los cambios y hasta a sus más incondicionales partidarios de siempre plantearse que, venga quien venga, ya es difícil que nos puedan putear mucho más de lo que lo ha hecho este gobierno pepero ¡Como no nos dejen embarazos!

J.T.