sábado, 26 de agosto de 2023

Ellas pasarán a la historia; Rubiales, no

Frente a las pornográficas manifestaciones públicas de Luis Rubiales y su negativa a dimitir, me encuentro entre quienes lamentan que el grosero episodio de violencia machista que este protagonizó en Australia haya acabado ensombreciendo la gigantesca victoria de 23 jóvenes españolas que hace solo unos días hicieron vibrar al país entero ganando la Copa del Mundo de Fútbol.

El día que se jugó en Nueva Zelanda la semifinal España–Suecia, martes 15 de agosto, diez de la mañana, varios clientes de un bar pidieron al dueño que sintonizara el partido. Aquí no se pone la tele para ver fútbol de tías, contestó este. En breves instantes todos los clientes pidieron la cuenta, abonaron sus consumiciones y el bar se quedó vacío ante el desconcierto de un machirulo que, al estilo del camorrista presidente de la Federación Española de Fútbol y su cohorte de turiferarios, no acaba de enterarse que este país ya no es lo que era.

El combinado español ganó 2-1 aquel partido y esa mañana nos aprendimos al menos dos nombres: Salma Paralluelo, 19 años y Olga Carmona, 23, las autoras de los goles del pase a la final de la Copa del Mundo. A nadie le importaba en ese momento cómo demonios podía apellidarse el presidente de la Federación. De un día para otro, buena parte de este país había descubierto que aquí existían mujeres que jugaban al fútbol y que, si el domingo día 20 ganaban en Sídney, podían traerse para España el trofeo más importante de este deporte por primera vez en la historia.

Así fue: ganaron 1-0 a Inglaterra el domingo día 20 al mediodía (gol también de Olga Carmona), dejaron durante dos horas las playas semivacías y dispararon los índices de audiencia de una TVE que hacía tiempo que no se había visto en otra. En pleno mes de agosto y en las antípodas del planeta, 23 españolas acababan de dejar en evidencia la caspa de un país con millones de machistas que de pronto no sabían cómo gestionar sus convicciones de tantos años, tantas certezas mal entendidas.

La repugnante actitud del presidente de la Federación besando en la boca a una de sus jugadoras sin su consentimiento es la elocuente prueba de una confusión en la que militan no solo hombres como él o el dueño del bar al que nos referíamos al principio, sino incluso muchas mujeres. La pesadilla que llevamos viviendo esta última semana evidencia el largo camino que queda por recorrer hasta que todos entendamos de qué va el acoso laboral, de qué va la violencia sexual.

Las futbolistas españolas dejaron además en evidencia, al ganar el mundial y traerse con ellas la Copa del Mundo, tanto postureo como se estila en el fútbol masculino. Con su impecable victoria emocionaron, hicieron llorar incluso a millones, sí, millones de personas. Nos pusieron en el mapa mundial del deporte femenino certificando así una revolución, silenciada más que silenciosa, que hace ya tiempo que se estaba produciendo entre la gente joven a pesar de quienes, comenzando por el trumpista presidente de la Federación Española de Fútbol, parecen empeñados en ignorarla.

Menos mal que Salma, Olga, Alexia, Cata o Mariona son un reflejo fantástico de la diversidad de un país que se mueve a años luz de la España casposa que aún defiende tanto intolerante como todavía anda suelto por oficinas, despachos y escaños parlamentarios. Ivana, Ona, Alba, Jessi o Aitana no solo han desnudado a los niñatos multimillonarios y chulitos que van por el mundo sacando pecho porque saben darle pataditas a un balón, sino a todo ese entorno machista y prepotente que lleva decenios mangoneando en el fútbol de manera impune y pontificando mientras se fuman un puro, se rascan los genitales o ambas cosas a la vez.

Las jugadoras de la selección femenina de fútbol también han dejado en evidencia a ese periodismo baboso y genuflexo que se empeña en dorar la píldora a cretinos de medio pelo. Con su desfachatez, desahogo barriobajero, chulería y horterez supina acreditadas el pasado viernes, Luis Rubiales nos ha jodido la fiesta, ha empañando buena parte de la alegría que supuso que 23 jóvenes mujeres ganaran la Copa del Mundo jugando magistralmente al fútbol.

Las 23 españolas de Sidney (campeonas, que no campeones, por mucho que insistan tanto el nefasto Rubiales como el entrenador Jorge Vilda) han ganado mucho más que un campeonato mundial de fútbol: han contribuido a dar un paso de gigante, de gigantas, en la lucha por la igualdad de las mujeres en España, en la pelea por la equiparación de derechos. Quizás porque se trata de una revolución en toda regla, y toda revolución es política, quizás por eso estamos donde estamos, con Rubiales y sus secuaces revolviéndose como gatos panza arriba. Por mucho que se empeñen, más pronto que tarde serán olvidados. La gesta de las futbolistas, en cambio, pasará a la historia, es ya historia.

De ellas será para siempre el mérito de haber contribuido a situar los derechos de la mujer en el centro del debate. Por muchas consejerías y concejalías de Igualdad que los ultras se empeñen en hacer desaparecer, el trabajo y la victoria en Sidney de 23 jóvenes españolas el pasado 20 de agosto pone fecha al arranque de un tiempo nuevo y mejor.

J.T.

lunes, 21 de agosto de 2023

Lenguas del Estado frente a la madrileñidad tóxica

Francina Armengol, presidenta del Congreso de los Diputados

Aunque hace décadas que son idiomas oficiales, el uso tanto del catalán como del euskera o el gallego continúa siendo demonizado en muchas partes de España, con ese Madrid cada día más tóxico a la cabeza de las hostilidades. Las derechas no parecen dispuestas a entender, mucho menos a admitir que la pluralidad lingüística, además de constituir una realidad con raíces de siglos, contribuye a enriquecer un patrimonio cultural que aporta a nuestra convivencia calor, color y vida.

Hasta este jueves esa realidad no había dado ningún paso para abrirse camino en el Congreso de los Diputados. Lo ha hecho Francina Armengol, su flamante presidenta, y a partir de ahora comienza un tiempo en el que se tendrán que ajustar muchas bielas, claro que sí, pero eso no impide celebrar que en una institución con sede en Madrid se utilicen por fin todas las lenguas del Estado. Por ahí se empieza, por ahí se tenía que haber empezado hace mucho. Resulta difícil entender cómo es posible que haya pasado tanto tiempo antes de adoptar esta decisión ¿Tanta caja de los truenos es?

Pues algo de eso parece que hay, por mucho que el catalán, el euskera y el gallego sean lenguas tan españolas como el castellano. Termino de escribir esta frase y tengo la impresión de haber soltado una perogrullada si no fuera por la eterna hostilidad centralista. Dado lo empeñados que están en llamar español a solo uno de los idiomas del Estado, y lo que desprecian el uso del resto, parece necesario repetir esta idea cuantas más veces mejor. Voy a ello: el catalán es una de las lenguas de España, tan mía, la hable o no la hable, y si no la hablo peor para mí, como el euskera, el gallego o el castellano. Punto.

Que haya quien desprecie esta reflexión no es casual, como tampoco lo es la constante y grosera intromisión en la vida nacional de la madrileñidad tóxica. Ojalá el uso de todas las lenguas oficiales en el Congreso contribuya a ir “desmadrileñizando” una política nacional últimamente tan endemoniada, a quitarle algo de presión a esa olla a punto de estallar en que últimamente se ha convertido la capital del Estado.

Ha llegado la hora de cambiar el chip, por mucho trabajo que exija ese cambio de mentalidad. Donde lo exija, porque la diversidad lingüística no es un problema en ninguna de las comunidades donde se practica. No solo no altera ni perjudica la convivencia, como en su día Wert o Esperanza Aguirre se empeñaron en sostener, sino que hace ciudadanos más competentes y plurilingües. Y si las políticas educativas contienen deficiencias en algunas autonomías, pues sentémonos y hablemos sobre ello, ¿no? ¿o nos dedicamos toda la vida a cerrarnos en banda por ambos lados?

La palabra es diálogo. A eso es a lo que creo que otorgó carta de naturaleza Francina Armengol el pasado jueves haciéndose eco de la España real y dejando por fin a un lado, como tercera autoridad del Estado, la estomagante propaganda de radios, teles y periódicos empeñados en hacernos volver, junto a la derechas más intolerantes, a las tinieblas de los tiempos. Lo hizo entre citas de Salvador Espriu (en catalán) y María Zambrano, la expresión de solidaridad con los afectados por el incendio de Tenerife y una mención específica a la selección femenina de fútbol. Siguió así la línea que minutos antes, durante el breve espacio de tiempo en que presidió la mesa de edad, había esbozado Cristina Narbona: Honestidad, rigor, empatía, respeto...

Si defiendo mi lengua natal y exijo respeto, ¿por qué no he de respetar o admirar las otras de mis compatriotas?, se preguntaba alguien en redes estos días. Recordaba hace poco Guillermo Toledo aquella frase de Ovidi Montllor: Hay gente a la que no le gusta que se hable, se escriba o se piense en catalán, (euskera o gallego). Es la misma gente a la que no le gusta que se hable, se escriba o se piense”.

Sin ánimo de lanzar al vuelo ninguna campana, igual es buen momento para la llegada de la imaginación y la creatividad al Congreso de los Diputados. La primera bola de partido, el primer “match ball” ha caído del lado que favorece esa opción frente a los partidarios de las derogaciones, la intolerancia y la madrileñización tóxica de la vida nacional. Ahora toca rematar la faena con la investidura; que no vuelva a pasar como aquel día de 1873 en que Estanislao Figueres, primer presidente de la primera república, decidió abandonar sus responsabilidades empleando el catalán para hacerlo con una frase ya mítica: “Estic fins als collons de tots nosaltres”. Ciento cuarenta años han pasado.

J.T.

lunes, 14 de agosto de 2023

El próximo día 17 empieza todo


En yates fondeados por calas ibicencas, o en suntuosas mansiones veraniegas cántabras o mallorquinas, algunos de los prebostes que continúan partiendo el bacalao en los cenáculos políticos urden estos días de agosto las estrategias, más bien estratagemas, con las que las derechas tensarán y crisparán cuanto puedan el comienzo del nuevo curso parlamentario, el arranque de la próxima legislatura.

Una vez celebradas las elecciones, incómodo trámite que desde hace décadas soportan a regañadientes, no les queda otra que disimular y hacer ver que aceptan los pasos que marca la Constitución para formar un nuevo gobierno. Cuando sus marionetas no hacen bien el trabajo encomendado y eso desemboca en que es posible constituir un ejecutivo plural que les plante cara, los grandes poderes de este país empiezan a levantar teléfonos y mover dinero para impedirlo. Que parezca un accidente. En eso están. Como siempre.

No admiten otra opción: cueste lo que cueste, la realidad ha de acabar acomodándose a sus fantasías. El bipartidismo los mantuvo contentos durante décadas y los resultados de las elecciones generales en los últimos tiempos los tienen en un sinvivir. Todo estuvo controlado hasta que por una parte los nacionalismos dejaron de bailarle el agua y por otra apareció una fuerza política llamada Podemos que dejó en evidencia el sospechoso acomodo de Izquierda Unida a ser de por vida un convidado de piedra.

No han parado ni un minuto para conseguir que todo volviera a su cauce. Unos años de infame acoso y derribo han bastado para volver a descafeinar a la izquierda, para despojarla de la pujanza y el vigor que tantas cosas puso patas arriba en este país. Bien, pues no les parece suficiente, los poderes reales quieren más caña. Además de los rojazos podemitas, sobran también los catalanes y los vascos, y las mujeres, claro, que han votado izquierda en más de un sesenta por ciento. No se les puede dejar solas.

Creo no equivocarme si digo que reflexiones así han pasado estos días por la cabeza de Núñez Feijoó y su cohorte, obligados a soportar desde el 23 de julio las broncas que les llegan de sus indignados tutores desde yates fondeados en calas ibicencas o desde suntuosas mansiones veraniegas. En el PP no saben cómo justificar ante sus dueños, los que nunca se presentan a las elecciones y siempre quieren ganarlas, que no fueron capaces de conseguir los votos suficientes para gobernar. Por eso andan de un lado para otro, tres semanas ya, como pollos sin cabeza negando la realidad, resistiéndose a admitirla, convirtiendo en patéticos manotazos su manifiesta desesperación.

Hemos triturado a la izquierda pero teníamos que haberle dado menos cancha a Vox, piensan ahora. Por eso han metido la directa para acabar con ellos y recuperar sus votos si hay repetición electoral. Lo intentarán. Teledirigidos por sus mentores desde el mismo domingo 23 de julio, los ganadores-perdedores de las elecciones pondrán toda la carne en el asador para intentar subvertir la legitimidad democrática con parecidos procedimientos a los de los mejores tiempos del bipartidismo, procurando a su vez que no se les vea demasiado la patita ultra, que hay que quedar lo mejor posible con Europa.

Quieren el poder, el manejo de la economía, de los presupuestos, de las decisiones importantes en materia de política sanitaria y educativa, necesitan controlar la gestión en Interior, Justicia y Exteriores, atar en corto la política energética, mantener unas buenas relaciones con la iglesia católica, que la monarquía continúe siendo referente indiscutible… Esas cosas no pueden estar jamás en manos del rojerío ni de los independentistas.

Estos días previos al jueves 17 de agosto, fecha en la que se conformará el nuevo Congreso de los Diputados, conoceremos hasta dónde han llegado las conspiraciones veraniegas para intentar torpedear el resultado de las urnas. El peligro es el PP, no Vox, mira que lo ha repetido veces Rodríguez Zapatero y parece como si no acabáramos de creérnoslo. El PP y sus jueces en el Constitucional, claro, haciendo horas extras veraniegas para torpedear posibles pactos de gobernabilidad tras decidir bloquear el recurso de Puigdemont donde solicitaba anular su orden de arresto. El PP y la Junta Electoral Central, rechazando la revisión de 30.000 votos nulos en Madrid...

Veremos hasta dónde quieren llevar su resistencia peperos, voxeros  y tanto desesperado compañero de viaje como tienen a su alrededor, hasta acabar admitiendo lo inapelable: que una mayoría clara de ciudadanos legitimó el domingo 23 de julio a los parlamentarios suficientes para impedir que el PP llegue al poder con los votos de los fascistas, para frenar en seco la vocación derogadora de Feijoó y para conseguir que leyes que significan libertad y conquista de derechos básicos no solo mantengan su vigencia y se apliquen con rigor, sino que se pueda continuar peleando para mejorar la vida de quienes más lo necesitan. Somos muchos más los que queremos una España moderna, progresista y multicolor. A ver cuándo lo entienden.

J.T.J.T.

miércoles, 9 de agosto de 2023

Por favor, ¡que vuelva el periodismo ya!

 


¿Dónde está aquel espíritu periodístico que se mamaba en los periódicos y revistas de antes, aquellos jefes que te decían vete a la calle y no se te ocurra volver hasta que no traigas una buena historia?

¿Dónde están los Enrique Vázquez de ahora, dónde los jefes como él, que siendo director de informativos de tve confiaba en nuestro trabajo y pocas veces, o ninguna, lo revisaba antes de la emisión?

¿Dónde están los José Antonio Plaza de ahora, que cuando fue mi jefe en Antena Tres de Radio, nos daba las instrucciones por la mañana temprano para trabajar los temas asignados y, a partir de ahí, ya solo veía el guión cuando iba a leerlo en antena y lo hacía palabra por palabra, tal y como se lo habíamos escrito?

¿Dónde están los Martín Ferrand de ahora, un señor de derechas, sí, pero sumamente respetuoso con el trabajo de sus reporteros, a quienes nos decía que lo único que le importaba es que a él no le tuvieran que sacar los colores porque un reportaje nuestro no estuviera suficientemente verificado y contrastado?

¿Dónde están los José Antonio Gurriarán de ahora para quien, como director, su preocupación máxima era no defraudar al lector y siempre te animaba a sacar lo mejor de ti cuando estabas trabajando en un tema?

¿Dónde están los Álvarez Solís de ahora, quien dirigiendo una revista como Interviú, y con el reconocimiento que ello comportaba, no se le caían los anillos por ir a declarar ante los jueces cada vez que un reportero suyo se metía en un charco?

¿Donde están los Vázquez Montalbán de ahora, que nos enseñen en la facultad a diferenciar entre una noticia y un rumor, que sean tan rigurosos para publicar una información como empecinados defensores del punto de vista propio a la hora de escribir una columna de opinión?

Dónde están los Darío Giménez de Cisneros de ahora, que como director ejecutivo de Interviú no tenía reparos en tirar una información a la basura, por mucho que hubiera costado elaborarla, si tenía la más mínima sospecha de que contenía inexactitudes?

¿Donde están los Josep Pernau de ahora, quien tanto como director de diario o como profesor en la facultad dejaba siempre bien claro que un periodista tiene la obligación de ir a los sitios donde están pasando las cosas, ver bien, oír mejor, preguntar a los testigos y solo entonces ponerse a redactar una información?

¿Dónde la Anna Balletbó de ahora quien, a pesar de dedicarse a la política, nos enseñó discernir entre política y periodismo e insistía mil veces en que jamás se debe confundir ni mezclar nunca una cosa con otra?

¿Dónde están los Martínez Albertos de ahora, enorme profesor con la humildad suficiente par aclararnos que lo que nos enseñaba era teoría, que él no había ejercido el oficio, y por eso nos dejaba cancha libre para que complementáramos sus enseñanzas con nuestras experiencias propias, ejercicios de prácticas que nunca olvidaremos quienes fuimos sus alumnos?

¿Dónde están las Mar Fontcuberta de ahora, también teórica ella, pero defensora de la veracidad, la verificación, el carácter de servicio del oficio periodístico, dónde están?

¿Dónde los Miguel Ángel Bastenier, con su mala leche entrañable, transmitiendo con cada gruñido sabiduría y esfuerzo por mejorar?

¿Dónde los Josémarías Izquierdo, siempre minuciosos y tolerantes con las debilidades y los fallos, pero jamás con las trampas de los listillos?

¿Que diría ahora Juan Teba si pudiera presenciar la deriva de antiguos compañeros suyos a los que enseñó a hacer bien las cosas, qué diría si pudiera ver la cara dura que esos mismos le echan ahora a la vida y el antiperiodismo que practican?

¿Dónde la Margarita Landi de ahora?, con su pipa y su seiscientos pateándose las comisarías de toda España, documentándose a fondo sobre cada crimen del que escribía, hablando con todo el que podía y no escribiendo nunca nada que no hubiera contrastado antes? ¿Qué diría ahora ante quienes se dedican a hablar y escribir de sucesos con desvergüenza, sensacionalismo y falta de respeto a las familias de los muertos?

¿Qué diría Pere Oriol Costa, con la mejor cantera que supo crear en Tele/eXprés, si comprobara que todo aquel espíritu de respeto al ciudadano con el periodismo que se practicaba entonces, prácticamente ha desaparecido?

¿Qué diría Josep María Cadena, que siempre nos infundió el amor al dato, a la comprobación, a la búsqueda en los archivos, a las fechas, y que no consentía que se titulara con inexactitud, ni que se emplearan adjetivos o juicios de valor en las informaciones?

¡Que debe estar pensando Paco Basterra de los canales de información continua, de los debates, de las tertulias actuales, con el amor y la exquisitez con la que él puso en marcha la parrilla de programación de CNN+

¿Qué nos ha pasado?

¿No nos da vergüenza el periodismo que estamos haciendo?

¿No nos parece a todos que esta deriva en la que hemos ido desembocando tiene que tener fecha de caducidad más pronto que tarde?

Por favor, que vuelva el periodismo ya!!!

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NOTA 1. Este artículo está inspirado en reflexiones mías durante la procesión laica a la que asistí días atrás por el cementerio civil de Madrid, tras la despedida definitiva a Ramón Lobo. Siguiendo sus instrucciones y con Nieves Concostrina como maestra de ceremonias, íbamos depositando en tumbas como las de Carmen de Burgos, Almudena Grandes, la Pasionaria o Giner de los Ríos las flores de las coronas que le habían enviado a nuestro amigo reportero recién fallecido. La presencia de muchos buenos periodistas hoy ya ancianos, retirados desde hace bastante tiempo pero que acudieron allí y formaron parte de la nutrida comitiva, fue lo que me indujo a hacerme parte de las preguntas que dejo escritas más arriba.

NOTA 2. Por cierto, el periodista Pablo González Yagüe lleva ya más de 500 días encarcelado en una prisión polaca. Es bueno recordarlo –y denunciarlo- cada vez que se pueda.

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Publicado en la web de Canal Red

lunes, 7 de agosto de 2023

Aquel discurso del rey en octubre de 2017


En el hit parade de los discursos políticos pronunciados durante los últimos tiempos en España, existe uno que ocupó en su día lugar preeminente y que recobra jugosa vigencia en este agosto de falsa calma chicha, en este verano de conspiraciones y cuchillos largos en el que quizás estemos viviendo uno de los momentos políticos más complicados desde que finalizó la dictadura.

El verano suele ser tiempo de relecturas, de recopilaciones musicales o cinematográficas donde títulos de años atrás vuelven a ponerse de moda, así que en esta época de pactos políticos que buscan conseguir la investidura que permita gobernar los próximos cuatro años, una pieza como el discurso que Felipe VI pronunció el 3 de Octubre de 2017 quizás sea oportuno incluirlo también entre los remakes estivales de la temporada.

Casi seis años después, aquel discurso de setecientas palabras escasas adquiere de nuevo suma importancia. Sobre todo porque partidos políticos catalanes protagonistas en aquel entonces del 1-O, tan demonizados y fustigados por Felipe VI en su discurso de dos días después, figuran entre quienes tienen en sus manos a fecha de hoy la gobernabilidad del Estado. Dentro de pocos días, una vez se constituya el parlamento el próximo 17 de agosto, el monarca está obligado a recibir y escuchar, antes de proponer candidato para la investidura, a los representantes de aquellos mismos partidos a los que en su momento puso a caldo.

Si él ha olvidado los términos en que se expresó por entonces, nosotros no. 

Aquí dejo el vínculo donde se puede volver a leer el discurso completo, y a continuación me permito resumir algunas de las perlas que el jefe del Estado soltó en aquel ya histórico discurso del 3 de octubre de 2017:

- “Buenas noches, Estamos viviendo momentos muy graves para nuestra vida democrática.

- Determinadas autoridades de Cataluña, de una manera reiterada, consciente y deliberada, han venido incumpliendo la Constitución y su Estatuto de Autonomía.

- Han demostrando una deslealtad inadmisible…
…han quebrantado
…socavado la armonía y la convivencia
…menospreciado

…conducta irresponsable
…inaceptable intento de apropiación de las instituciones históricas
…se han situado totalmente al margen del derecho y de la democracia.

- Han pretendido quebrar la unidad de España y la soberanía nacional.

- Esas autoridades han menospreciado los afectos y los sentimientos de solidaridad que han unido y unirán al conjunto de los españoles.

- Esas autoridades, de una manera clara y rotunda, se han situado totalmente al margen del derecho y de la democracia.”

***

Hasta aquí las lindezas desgranadas por “su majestad” en la parte del discurso dedicada a lo que podríamos llamar “el diagnóstico”. Ahora vienen las admoniciones:

- “Por todo ello y ante esta situación de extrema gravedad…

- Sé muy bien que en Cataluña también hay mucha preocupación y gran inquietud con la conducta de las autoridades autonómicas. A quienes así lo sienten, les digo que no están solos, ni lo estarán; que tienen todo el apoyo y la solidaridad del resto de los españoles.

- Termino ya estas palabras, dirigidas a todo el pueblo español, para subrayar una vez más el firme compromiso de la Corona con la Constitución y con la democracia, mi entrega al entendimiento y la concordia entre españoles, y mi compromiso como Rey con la unidad y la permanencia de España.”

A ver: “Mi entrega al entendimiento y la concordia entre españoles”, dijo textualmente, ¿verdad? Imagino que entre esos “españoles” deberían estar incluidos también los dos millones de ciudadanos catalanes a quienes ignoró en su discurso, y a cuyos líderes llegó a acusar de “deslealtad inadmisible”. Sí, ya sé que ahora son menos los votantes de partidos independentistas, según los resultados de las elecciones del 23J, pero sus representantes políticos, a quienes acusó de “conducta irresponsable” continúan estando ahí, catorce escaños en el Congreso, y no solamente tiene el rey que hablar con ellos estos días, sino que además ha de tener en cuenta tanto su opinión como los pactos a los que estos lleguen con otros partidos si quiere que la gobernabilidad del país sea factible.

La sombra de aquel discurso de octubre del 17 planeará todo este mes de agosto de 2023, y puede que algún tiempo más, por el palacio de la Zarzuela. Voy a ir preparando las palomitas.

J.T.