domingo, 31 de mayo de 2020

El vicepresidente Marín y Vox


Hay muchos políticos que tienen suficientemente acreditado su instinto de supervivencia pero, de entre todos ellos, a mí me fascina la habilidad demostrada por Juan Marín, cuya colección de carnets como afiliado a distintos partidos -Alianza Popular (AP), Partido Andalucista (PA), Ciudadanos Independientes de Sanlúcar (CIS) y Ciudadanos-resulta difícil de superar ¿Le será útil esa experiencia para salir bien parado también del laberinto en que ahora anda metido?

Veamos: la dirección nacional de Ciudadanos, (de momento, todavía su partido) lleva desde noviembre pasado dando manotazos en el agua para sobrevivir y no ahogarse. Si Rivera fuera en estos momentos vicepresidente del gobierno (algo por lo que Sánchez bebía los vientos el verano pasado), no sabemos cómo serían las cosas pero en las condiciones actuales, con un Gobierno de coalición en España en el que participa Unidas Podemos, lo que quedará para la historia es que
Ciudadanos en Andalucía, teniendo la llave con 21 diputados, prefirió gobernar en enero del 2019 con PP-Vox antes que con Psoe y Adelante Andalucía. Y así Marín, en otra finta más de su carrera, pasó de propiciar la presidencia socialista de Susana Díaz, a vicepresidente andaluz con el PP.

¿Qué supuso eso? Ni más ni menos que otorgarle a la ultraderecha, por primera vez en 40 años de democracia, la capacidad de condicionar cualquier decisión de calado que Ciudadanos y PP se propusieran adoptar como gobierno. Traducido: Los ultras, con 12 escaños, no iban a desaprovechar, a lo largo de toda la legislatura, ninguna ocasión que tuvieran para humillarlos y ellos lo sabían. Y tragaron.

Así, cada vez que el gobierno andaluz necesite sacar cualquier iniciativa adelante, habrá de contar con los votos de unos ultras que cada día que pasa se quitan más la careta y dejan al descubierto su vocación política de apostar por el cuanto peor mejor, por el incendio como opción, como reflejaba estos días en un artículo el periódico The New York Times.

Para sobrevivir en España, la dirección nacional de Ciudadanos parece que ha entendido que más le vale intentar entenderse con el Gobierno de Pedro Sánchez, como decíamos más arriba. Y en la Comunidad de Madrid, ¿qué pasará? Por mucha capacidad de aguante que tenga el vicepresidente Aguado y sus compañeros de Ciudadanos en el gobierno autonómico, se presenta complicado convivir en coalición tres años y medio más con una presidenta como Isabel Díaz Ayuso, tanto por las cosas que dice como por las que hace.

Si la gestión del coronavirus se puede llevar a algún gobierno por delante, el que más papeletas parece tener es el de la Comunidad de Madrid. ¿Sería exagerado contemplar la posibilidad de una moción de censura por parte de Psoe y Más Madrid a la que se sumara Ciudadanos? Desde un punto de vista de estricta rentabilidad política, y dependiendo de cómo se configurara ese gobierno, no tiene por qué ser descartable. Los escaños de Ciudadanos, en este caso 26, son decisivos. Sumados a los 37 del Psoe solo necesitarían 4 más (a obtener en Mas Madrid o Unidas Podemos) para conseguir la mayoría. Los 12 representantes de Vox pasarían a la irrelevancia.

¿Qué harían entonces en Andalucía? ¿Cuál sería la posición de Juan Marín? Andalucía, y en Ciudadanos se sabe, necesita sacudirse el estigma de ser la primera comunidad que dio carta de naturaleza a Vox al decidir PP y Ciudadanos ponerse en sus manos para desbancar al Partido Socialista. Susana pagó así la soberbia de muchos años, pero sin duda ha aprendido la lección. Muchos queremos creer que el Psoe de hoy en Andalucía ha cambiado bastante desde enero del año pasado. Igual no sería descabellado contemplar la hipótesis de un entendimiento entre socialistas y populares para quitarse de en medio aquí también a esa mosca cojonera llamada Vox. Depende, una vez más, de Ciudadanos, ¿qué haría Juan Marín?

Darle a los ultraderechistas la presidencia de comisiones que ellos mismos desprecian no creo que pueda ser el camino para sobrevivir aún tres años más. Eso solo abre la veda a una retahíla de trágalas de difícil digestión. Humillaciones que, a medida que más vaya transcurriendo la legislatura y más cerca vuelvan a estar las elecciones, menos les beneficiará. La debilidad no da votos.

Y para terminar, ¿es presentable el camino que lleva la televisión pública en Andalucía? ¿Nadie va a poner orden ahí de una vez? En este asunto Ciudadanos tiene mucho que decir, con una directora de Informativos adjunta que nada tiene que ver ni con la nefasta época de manipulación socialista ni con las purgas irredentas que Zancajo, el actual director, está llevando a cabo para convertir Canal Sur en portavoz sin complejos de la derecha más desprejuiciada y beligerante. Más a las ordenes de Génova que de San Telmo, y con Vox siempre subido a la chepa.

Marín tendría que demostrar una vez más su habilidad para la supervivencia, y no me extrañaría que el camino empezado por Arrimadas y Bal abriendo el diálogo con Sánchez, fuera seguido de una moción de censura en Madrid y una jugada política en Andalucía, que el actual vicepresidente de la Junta quizás podría auspiciar, arrinconando así a Vox en dos de las comunidades donde más daño llevan haciendo los ultras desde que se les otorgó mucha más cancha de la que merecen sus votos y su manera de entender, no solo los derechos humanos, sino la vida misma.

J.T.

Publicado en Confidencial Andaluz

viernes, 29 de mayo de 2020

Equidistantes, no. Gracias.

No, amigos, no; no son lo mismo los unos que los otros. Tenemos una oposición gamberra y faltona que acosa sin piedad al Gobierno legítimo, que no lo deja trabajar, que lo insulta, lo amenaza, le pone palos en las ruedas, no le da tregua alguna ni facilita nada, chilla, anuncia y pone pleitos sin parar… y en el otro lado se encuentra un Ejecutivo que, a los dos meses de tomar posesión, se vio obligado a gestionar el contratiempo de salud más grave sufrido en este país durante los últimos cien años. Una inundación en toda regla que obliga desde entonces a sacar agua sin parar sin conseguir que el suelo acabe de secarse. Ni aquí, ni en el resto del mundo mundial.

Queridos cómicos que os proclamáis equidistantes, no podéis poner en la misma balanza la mesura y la serenidad de Salvador Illa o Fernando Simón, por citar solo dos ejemplos, y el torpedeo sistemático de quienes, además de no valorar ni reconocerles su trabajo, se proponen encima llevarlos a los tribunales para que los juzguen como imputados. ¿Imputados de qué? ¿Estamos todos locos, o qué demonios pasa aquí?

Queridos locutores que os manifestáis indignados con unos y con otros: no, no son lo mismo, en absoluto. Seguro que las conocéis, pero me vais a permitir que recuerde a continuación algunas, solo unas pocas, de las muchas lindezas pronunciadas por políticos de la oposición en sede parlamentaria durante las últimas semanas:

Antes de la traca de este miércoles protagonizada por Álvarez de Toledo cuando calificó a Pablo Iglesias de "hijo de terrorista", ya a finales de marzo, Santiago Abascal acusó al Gobierno de traición y afirmó que los socios de Sánchez representaban una amenaza totalitaria. En abril, el mismo personaje acusó al Vicepresidente Segundo del Gobierno de genocidio en las residencias de la tercera edad. “Pablo Iglesias dando lecciones sobre qué es la democracia es como escuchar a Hitler dar lecciones sobre el amor al pueblo judío”, escribió hace poco en twitter la diputada ultra Carla Toscano. Al Gobierno le han llamado asesino, al presidente, sepulturero; Rocío de Meer, otra ultra, se expresó así el 19 de abril: “Hoy más que nunca, es hora de recordarle al Ejército que la nación no es lo mismo que el Estado. Y que ellos juraron lo primero. Protejamos España”. Por no hablar de aquel texto del inefable Herman Tertsch, eurodiputado ultra: “Muchos países europeos habrían sacado al Ejército ya para imponer el orden constitucional de tener una situación similar a la que se da hoy en España. Aquí el Gobierno tiene atadas de manos a Policía y Guardia Civil para consumar planes del Gobierno con sus socios golpistas”.

No es lo mismo, señor Patxi López, no son lo mismo los unos que los otros. Seguro que recuerda cuando el mismísimo Pablo Casado, en sede parlamentaria, se dirigió no hace mucho al presidente Sánchez en estos términos: “¿Usted no se da cuenta que es partícipe y responsable de un golpe de Estado que se está perpetrando ahora mismo en España?”. El Gobierno de coalición, a pesar de las constantes acometidas en esta política de acoso y derribo practicada por la ultraderecha y la ultra ultraderecha, ha sabido mantener hasta el momento las formas y la serenidad.

Este jueves, poco después de que el Vicepresidente Segundo del Gobierno le dijera al portavoz del partido verde vómito que “les gustaría dar un golpe de Estado, pero no se atreven”, un locutor de la Ser escribía desde su imparcial atalaya en twitter: “Creo que hoy Pablo Iglesias ha perdido la compostura que ayer tuvo al responder a la infamia de Cayetana Álvarez de Toledo. No es fácil, pero un vicepresidente debe medir las palabras, aunque los adversarios no tengan la costumbre de hacerlo”. Hago mía la contestación que, a tan objetivo y neutral periodista, le ha dedicado Joaquín Kremel: "No es perder la compostura, estimado Isaías. Lo que ha hecho Pablo Iglesias es ponerle el cascabel al gato.”

Queridas y queridos equidistantes: la marquesa bronquista no aspira a mejorar la vida de la gente. Tampoco los filogolpistas ofendiditos. El Gobierno de coalición, en cambio, no solo aspira a ello, sino que lo está haciendo y en un momento de gruesos contratiempos que no vivieron ni Felipe, ni Aznar, ni Zapatero, ni mucho menos Rajoy.

Tras subir el salario mínimo, prolongar los Ertes y anunciar la derogación de la Reforma Laboral del PP, este viernes se aprueba el Ingreso Mínimo Vital, la medida social de mayor calado dentro del acuerdo de coalición, como la define en Público el secretario de Estado de Derechos Sociales, en una entrevista de Alejandro López de Miguel. Toda una revolución, porque no será una muleta, sino una palanca hacia la dignidad y el empoderamiento. Quien contrate a un trabajador a partir de ahora lo hará con respeto y no podrá aprovecharse de su hambre. Hasta El Financial Times ha destacado estos días que, el Ingreso Mínimo Vital, supone un impulso del Gobierno español que formará "parte central de su legado y será un modelo para otros países".

No es momento de templar gaitas, queridas y queridos profesionales en el arte de ponerse de perfil. Si los intransigentes no abandonan el raca-raca, no queda más remedio que plantarles cara. A ellos y a sus palmeros mediáticos, tanto a los hooligans como a los equidistantes. A todos los que en estos días se les llena la boca de palabras como objetividad, neutralidad, independencia, imparcialidad, van dedicadas las ilustraciones de este artículo.

Repitamos con Gabriel Celaya:
“Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse”
Buenos momentos estos para recordar al poeta de Hernani. Guipuzcoano, por cierto, como algún que otro equidistante de moda durante estos últimos días.

J.T.

miércoles, 27 de mayo de 2020

Esta vez no pueden ganar los fascistas


Esta vez no. Se están viniendo arriba, lo de la manifestación del sábado 23 fue muy fuerte pero no, esta vez no pueden ganar señoritos que reclaman más privilegios para sumar a los muchos que ya tienen; que usan la libertad de la que ya disfrutan para gritar libertad; que usufructúan la bandera que es de todos y pegan palizas en nombre de Hitler, cincelan esvásticas en estatuas de Lorca y se autoreclaman fachas a tumba abierta, sin pudor alguno, soy fascista, a mucha honra, te dicen, mariquita de mierda, rojo, asesino.

Me llaman amigos de otros países para que les explique lo que para ellos es un jeroglífico en el que se pierden. No entienden nada: Si es la bandera de vuestro país, me preguntan, ¿por qué la usan ellos para agredir al resto? Reclaman libertad, ¿me lo puedes explicar? ¿sois una democracia o no? Unas veces le echas paciencia y lo intentas aclarar, otras se te quitan las ganas y te invade el desaliento y la impotencia de quien no puede creer que después de tantos años de lucha por las libertades, después de tanta conquista arrancada con tanta paciencia y dolor, nos encontremos ahora inmersos de nuevo en esta especie de marcha atrás de pesadilla.

Jueces, policías, guardias civiles, fiscales... Con esto de la pandemia no ha habido tiempo ni de llenar de democracia instituciones donde se le echa de menos desde hace tiempo. ¡Uf! Si quieren poner orden en todo esto, me temo que al Gobierno de coalición se le va a amontonar la faena. Pero tienen que hacerlo porque esta vez no, esta vez los fascistas no pueden volver a ganar.

Y de los presuntos periodistas de-profesión-sus-tertulias, ¿qué me decís? Algunos se han pasado ya sin disimulo al activismo a cara descubierta, a pesar de las mascarillas, y la suficiencia con la que se comportan permite deducir que no tienen demasiado miedo a perder sus salarios. Están convencidos de que ganarán. Combaten la democracia que entre todos nos hemos dado con una actitud que se encuentra en la naturaleza del fascismo y que, como recuerda Antonio Torrijos, coincide con los intereses del Ibex-35. Ven la democracia como un juego de cartas y son como el mal perdedor: si ganan, bien; si no, rompen la baraja.

Espero que el ala del Psoe reticente al Gobierno de coalición, los periódicos y radios hasta hace poco no del todo desafectos y la tele pública que juega a una equidistancia torpe y falsa dejen de hacer el tonto de una vez y se den cuenta que están ayudando a engordar la bestia. Esta vez, no. Más fascismo, no!!!

En el Barrio de la Concepción de Madrid, y en otros muchos enclaves parecidos en toda España, la gente está empezando a salir a a la calle a plantarle cara a los niñatos fachas de las cacerolas y los cencerros. Como recordaba Marta Ávila en su cuenta de twitter, las colmenas de viviendas de esa zona fueron el escenario elegido por Almodóvar para rodar los exteriores de su película “¿Qué he hecho yo para merecer esto?” ¡Qué bien le sienta el título estos días!

La derecha se intenta apropiar de los símbolos de todos, pero se ha olvidado de una cosa: hace seis años nació una fuerza política que prometió terminar con algunas apropiaciones. Queda mucho, como dice un amigo mío al que quiero y respeto bastante, pero continuamos pensando que ¡sí se puede! ¡Esta vez, no!; esta vez los fascistas no pueden volver a ganar!!!

J.T.

Publicado en La Última Hora

lunes, 25 de mayo de 2020

Donald Trump y el odio en Twiter


“¡Madre mía, cuanto odio hay en Twitter últimamente. Qué barbaridad!”. Este sencillo tuit, publicado el pasado 19 de mayo por el actor malagueño Antonio de la Torre, me llamó la atención porque lo reunía todo: no era un lamento; tampoco una denuncia, no era estridente pero tampoco pacato. Y además era breve, una descripción desapasionada pero contundente que invitaba a la reflexión y a interactuar.

Obtuvo más de 17.000 “me gusta”, 2.600 retuits y más de 1.200 comentarios, entre los que estaba el mío: “Algo tiene esta red, es verdad -escribí-, que el odio parece más odio y la ironía no se capta con demasiada facilidad. Y sí, cuesta bastante cribar para quedarse con lo que merece la pena”.

Rosa María Artal, por su parte, añadió en otro comentario que Twitter era “estimulante hasta que llegó la chusma que lo llenó de odio”. El problema es que el cabecilla de esta chusma es nada menos que el presidente de los Estados Unidos quien, con más de ochenta millones de seguidores, se pone el mundo por montera y suelta sapos y culebras cada día en la cuenta que está moviendo al mundo.

Había ya muchos odiadores en Twitter antes de que llegara Donald Trump, y continuará habiéndolos sin duda cuando a él no le queden ya fuerzas ni para insultar, que todo llega. Pero de momento este energúmeno, a quien ningún asesor es capaz de calmar, consigue que lo primero que hagan los periodistas cada mañana, tanto de su país como de buena parte del mundo occidental, sea consultar la cuenta @realDonaldTrump y a partir de ahí estructurar la agenda informativa del día.

En su cuenta, como en su comportamiento diario en la vida, Trump es maleducado, procaz, agresivo, petulante… “¿para qué necesito yo que me entrevisten en la televisión, ha dicho alguna vez, si mi cuenta de Twitter triplica en número de seguidores la audiencia de todos los informativos del país juntos?" Y en ella se explaya, insulta, se pasa mil pueblos, sin necesidad de community manager.

Otros líderes del mundo lo han copiado para encanallar el ambiente, meterle el miedo en el cuerpo a los sectores de su población más influenciables y sacar provecho electoral de ello. Ahí está el destrozo de Bolsonaro en Brasil, o las mentiras de Johnson y compañía que llevaron a los británicos a votar sí al Brexit, y así tantos otros.

Las utilidades de instrumentos como un cuchillo o una cuerda son muchas, pero también se puede matar con ellos. Y Twitter es eso, un instrumento que se puede utilizar bien o mal. En España estos días, como diagnostica Antonio de la Torre, el aire está cargadísimo, insufrible. Cada jornada tropiezo con mensajes de amigos y conocidos que no pueden más y se despiden de las redes. El odio en Twitter, o en Facebook y otras también, sumado al estrés del confinamiento, ha conseguido acabar con la capacidad de resistencia de mucha gente.

Por alguna extraña razón, como decía más arriba, en las redes el odio funciona como en la vida, claro y directo, pero en cambio no ocurre lo mismo con el sentido del humor. Hay que tener cuidado con la ironía o el sarcasmo, porque los dobles sentidos no siempre se captan y las agudezas no siempre se valoran cómo las concibió la persona que escribió los mensajes.

Twitter es como la plaza del barrio, donde conviven jóvenes flirteando, ancianos conversando, mujeres y hombres abrazándose o peleándose, en una esquina hay un bar donde alguien sigue un partido de fútbol, en otra alguien vendiendo algo, en otra alguien quejándose de algo... Y claro, también hay peleas, y gente tóxica. Pero como en la vida misma, puedes elegir entre participar en la discusión o apartarte de ella, entre tratar con los tóxicos o bloquearlos.

Twitter es la fiesta de la libertad de expresión, y quizás por eso hay países en los que se pone límites a su uso, o se prohíbe directamente. ¡Ay, la ley Mordaza! Por cierto, sigue vigente en España, ¿no? Un tuit es un retrato, una radiografía de tu pensamiento en un momento dado, de tu estado de ánimo, exultante unas veces, deprimido otras. Y te la juegas.

Twitter no le niega a nadie el derecho a cambiar de opinión, pero es una hemeroteca virtual. Su estigma son las cuentas anónimas, las creadas con el exclusivo fin de insultar o propagar mentiras. También en este caso, como en la vida misma, hay solución: quien se escuda en el anónimo para insultar ya se está calificando y quien cae en la trampa de responder quizás no tarde en aprender que se equivoca.

A los sinvergüenzas es mejor ignorarlos. Claro que a veces resulta difícil. ¿Cómo ignorar las astracanadas de Trump, el personaje que se pasea por el mundo siempre con el maletín nuclear al lado? ¿O las de tantos malos aprendices como le están saliendo en todo el mundo, comenzando por nuestro propio país?

J.T.

Publicado en Confidencial Andaluz

domingo, 24 de mayo de 2020

Votar NO con los dedos cruzados

La derecha está despreciando el sentido común de la gente de a pie. La ciudadanía media sabe hacerse a la idea de lo que habría pasado con los representantes de los especuladores al frente de la gestión de esta pandemia.

El tsunami se nos podría haber llevado por delante con mucha más fuerza. Los muertos podrían ser diez veces más, la cadena de alimentación podría haber fallado en alguno de sus eslabones, es una tragedia sin discusión lo ocurrido en las residencias, las personas que han muerto solas y de cuyo fallecimiento nos hemos enterado porque los bomberos han derribado su puerta, pero de alguna manera intuimos que con la derecha en el poder las cosas hubieran ido bastante peor.

El miedo que la mayoría hemos pasado, y pasamos todavía, tiene que ver con la sensación de inseguridad que, como seres humanos, tenemos ante una enfermedad que afecta al planeta entero y que nadie sabe cómo demonios atajar.

En nuestro país, los más desfavorecidos tienen la sensación de sentirse defendidos por sus gobernantes. Hay cientos de miles de autónomos que han recibido prestaciones por primera vez, los afectados por Ertes, los que van a poder pedir préstamos en las situaciones ventajosas que ha decretado el Gobierno, saben que este quiere ayudarles y el miedo se lo tienen a los de siempre: a las instituciones bancarias, por ejemplo, que harán todo lo posible por complicar el papeleo, retrasar los trámites, y transmitirles así la sensación de que están desprotegidos.

Si la ciudadanía media nunca fue tonta, ahora que están su hambre y su salud en juego lo es menos que nunca. Esto se confirma cuando vemos quiénes son los que se manifiestan contra las decisiones del gobierno, a bordo de sus Audis A6 y sus Dacias Sendero, algunos incluso megáfono en mano en descapotables con chófer. La ciudadanía media sabe que las cosas son como las percibe en su vida personal y no como los medios de comunicación se empeñan en presentarlas, desde Televisión Española hasta la última hoja dominical predicando obstinados el apocalipsis.

Cuando la curva subía y subía, cuando muchas UCIS pusieron el cartel de “completo”, cuando hubo que elegir entre a quién salvar y a quién no, se llegó a vivir un momento de pánico que los desestabilizadores utilizaron para acojonarnos más de lo que ya estábamos.

La derecha sabía, o va sabiendo, que no cerrar filas con los gestores de la adversidad que nos ha tocado vivir era un arma de doble filo. Ya están empezando a comprobar que no les ha salido bien: no han conseguido sacar de sus casillas a ningún miembro del gobierno, ha intentado alimentar peleas entre ellos, se ha cebado en cualquier error, que los ha habido, aireándolo a los cuatro vientos y sobredimensionándolo. En palabras del ministro Illa, “la quiniela el lunes la acertamos todos”.

Muchos parlamentarios, y no solo los del PP y Vox, tendrán difícil explicar, a medida que vayan pasando los meses, por qué demonios pusieron tan difícil mantener el estado de alarma y por qué mercadearon con unos votos que tenían que haber brindado gratis, con sentido de Estado, dejando para otro momento el legítimo juego político de ponerle precio a las cosas a la hora de buscar acuerdos.

Como este viernes decía María Jesús Montero, algunos partidos votaron No al estado de alarma el pasado miércoles con los dedos cruzados, rezando a su vez para que saliera el .
De estos ataques, el gobierno no ha salido indemne pero ha resistido. La derecha va a tener difícil convencer a la gente trabajadora de que subir el salario mínimo es malo, o derogar la reforma laboral, o controlar el fraude laboral en sectores como el agrícola, o apostar por un Ingreso Mínimo Vital, cuya aprobación ha anunciado el presidente que se llevará a cabo en el Consejo de Ministros del próximo martes.

Produce tristeza comprobar que uno de los cabecillas del cabreo de los poderes fácticos es ni más ni menos que Felipe González Márquez. Cuenta Raúl Solís en La Última Hora que en el más reciente consejo de administración del grupo Prisa, el expresidente dijo textualmente que el impuesto a las grandes fortunas “es la gota que colma el vaso”, y es urgente y necesario echar a Podemos del Gobierno de coalición. Distintas fuentes coinciden en que añadió que hay que hacer hincapié en la discrepancias entre los miembros del Ejecutivo atribuyendo la culpabilidad a Iglesias y generar así inestabilidad. Seguro que estaría encantado con el okey de Casado, porque de esa manera, según su esquema, sería más fácil echar a Podemos del Ejecutivo.

Se entiende así bastante mejor la beligerancia de estos últimos días en la Cadena Ser de algunos tertulianos contra el Gobierno de coalición. Como Xavier Vidal Folch, por ejemplo, que llegó a decir el miércoles en antena, según cuenta Javier Lezaola, que todo lo que rodeaba a la negociación con Bildu para derogar de forma “íntegra” la reforma laboral era “un disparate mayúsculo que alguien tiene que pagar”. “O la firmante socialista del pacto (Adriana Lastra) se va a casa –añadió-, o el vicepresidente que firmó el pacto de gobierno (Pablo Iglesias) se retracta de lo que ha dicho o se va a casa o el presidente lo echa y anuncia una convocatoria de elecciones a medio plazo, cuando la desescalada y la pandemia sean más o menos controladas”.

En la misma línea, Zarzalejos consideraba que “en las próximas horas, el presidente tiene que hacer un descarte”, porque “esto no se puede quedar ni en el silencio ni diluirlo con argumentos que disminuyan el grosor que tiene esta crisis”.

Por no hablar del editorial de El País de este jueves en el que se podía leer textualmente: “Esta vez las cosas han ido demasiado lejos, y la única manera en la que podría contener la hemorragia política provocada por el acuerdo sobre la reforma laboral en un contexto impropio y con un socio inadecuado es depurando responsabilidades”.

Del frentismo hooligan que practican al alimón las radios mañaneras o los periódicos impresos El Mundo, La Razón y ABCni hablamos. Se van a tener que esmerar si no quieren que los medios de Prisa les acaben robando la clientela. La poca que les queda para repartirse entre todos, porque cada vez son más los ciudadanos que solo sintonizan música y pasan de rollos macabeos. Hartos ya de que quieran convencerlos de lo contrario de lo que ellos ven con sus propios ojos.

Cabreados de soportar a los pijos montando pollos, envueltos en la bandera de todos, y de esos jarrones chinos llamados Aznar y González. Aznar es peligroso, pero todo el mundo lo sabe. Felipe es mucho más peligroso porque todavía queda gente que cree en él.

El mundo real va por un lado y la derecha ultramontana y desestabilizadora por otro, las encuestas lo reflejan y parece que empiezan a darse cuenta ¿Tardarán mucho en rectificar, o seguirán votando que No con los dedos cruzados?

J.T.

jueves, 21 de mayo de 2020

Cuando Herrera le dijo a Iglesias “¡Espérate!”…


...¿qué quiso decir exactamente?
Levantarse a las seis de la mañana ya es una putada en sí mismo. Pero levantarse a las seis de la mañana, buscar una emisora que te acompañe en la ducha o mientras te afeitas y tropezar con un radiopredicador, o radiopredicadora, cabreados con el mundo ya de buena mañana y echando espumarajos por la boca cuando todavía ni han puesto las calles, es para volver a meterse en la cama, taparse con el edredón hasta arriba del todo y dimitir del mundo que nos estamos dando en estos tiempos de coronavirus y odio.

Hace ya años que Antonio Herrero y Federico Jiménez Losantos abrieron la espita del mal rollo radiofónico mañanero, y a fe que ambos se emplearon a fondo para ser sintonizados por oyentes ávidos de inyectarse adrenalina en vena, ya desde primera hora. En realidad, lo que hizo Herrero fue copiar la mala leche que se gastaba José María García en su histórico y revoltoso programa nocturno de deportes, y aplicar el mismo cliché para la información política.

Tiempo más tarde Losantos llegaría a bordar tanto la finura en el insulto y la originalidad en la provocación que su club de fans fue creciendo hasta que ocurrió algo insólito: gentes en las antípodas ideológicas del polémico locutor confesaban escucharlo cuando se metía con los políticos (de la izquierda, claro, aunque a Mariano Rajoy le llamaba “maricomplejines”) con la excusa de que había que conocer los argumentos del adversario pero no, sintonizaban la Cope porque les iba la marcha y les producía morbo la osadía y el desahogo del cultivado provocador.

Luis del Olmo se jubiló sin entrar demasiado en estos lodos, aunque hubo tiempos en que apuntó maneras, y Carlos Herrera aterrizó en Onda Cero poco después de que una caja de puros estuviera a punto de estallarle en la cara cuando intentó abrirla en un ascensor sevillano de Radio Nacional: era un paquete bomba remitido por ETA. Tras haber velado armas también en la Ser, Canal Sur y la Cope Herrera se convirtió pues a principios de siglo, fichado por la cadena de emisoras que en su día fundara la ONCE, en conductor de un magazine mañanero donde se dispuso a romper la pana compitiendo con Iñaki Gabilondo y Julio César Iglesias.

Debió romperla, porque cuando en 2015 los obispos echaron a Losantos de la Cope cansados ya de sus excesos, recuperaron a Herrera Carlos que regresó a la emisora propiedad de la Conferencia Episcopal, veinte años después, con más desparpajo y mucho más suelto. Con homilías matutinas de ocho-diez minutos donde se recrea en la suerte y se le nota que se gusta más a sí mismo cada día que pasa. A las seis, a las siete repite, y remata a las ocho, como hacen Carlos Alsina, su sustituto en Onda Cero, y Ángels Barceló en la Cadena Ser, que cada vez parecen querer imitarlo más. A él o a Losantos, que por ahí sigue dando la brasa.

Hay que echarle bemoles para tener ganas de pelea ya desde tan temprano. Te dan el buenos días, te dicen la temperatura y acto seguido… ¡leña al mono! Mono que en los últimos años suele ser Podemos, saco de boxeo favorito en el dial completo, ya sea de radio o televisión. Y desde que esta formación política cuenta con cinco ministros en el Gobierno de coalición, ya no te quiero ni contar: insultos, descalificaciones, diatribas furibundas a cual más desaforada… Solo faltaba la amenaza y, salvo error u omisión, diría que tiene toda la pinta de haber llegado. Fue este lunes 18 de mayo en la Cope, con esta frase textual pronunciada por Herrera Carlos a propósito de las caceroladas de las derechas a las puertas del domicilio del vicepresidente segundo del gobierno: "…acuérdate, Pablete, ¡jarabe democrático!... cuando mandabais gente a la vivienda de Soraya… y se ponían allí a chillar, ¡jarabe democrático! Bien, pues ve tomando jarabe democrático. Y espérate, ¿eh? Espérate!” ¡Uf! qué querría insinuar Herrera con ese colofón, pronunciado ¡a las seis y diez de la mañana!

La radio, esa bendita radio, que tantas veces hemos encendido en nuestra vida para relajarnos, nos mete ahora veneno en el cuerpo sin anestesia desde antes del amanecer. ¿También quiere meternos miedo? No, ¿verdad, Carlos? Anda, dinos que no quisiste amenazar a Pablo Iglesias, que esa no fue tu intención, venga!

Menos mal que estos horribles tiempos que estamos viviendo nos iban a hacer mejores a todos.

J.T.

Publicado en La Última Hora

martes, 19 de mayo de 2020

Esa máquina de insultos llamada Partido Popular



Más que insultos parecen ladridos. Cuando Casado, Cayetana, Ayuso o García Egea abren la boca, ya sabes que lo que van a vomitar es odio y crispación. Son patéticamente predecibles. Este lunes le tocó el turno al campeón mundial de Lanzamiento de Huesos de Oliva. Cada vez más subido al caballo en el que Abascal y los suyos organizan sus particulares cruzadas contra los rojos infieles, Egea ha salido en defensa de los gamberros de Núñez de Balboa y demás barrios pijos de España:

“¿No estará el Gobierno intentando cargar las culpas en los ciudadanos que libremente y cumpliendo las medidas de seguridad expresan su indignación?", se ha preguntado en la primera rueda de prensa de la semana para a continuación explicar por qué el PP no piensa apoyar este miércoles la prórroga del Estado de Alarma: “Sánchez gana treinta días pero España pierde un mes” ¡Ahí queda eso! España son solo ellos y, por lo visto, sus amigos ultraderechistas, nadie más. Pesados!

Hace falta ser desahogado para soltar este tipo de barbaridades sin inmutarse! Y también para argumentar que el presidente Sánchez "está negociando con la salud de los españoles para mantener la salud de su Gobierno”. Por supuesto, como en toda comparecencia pepera que se aprecie, tampoco podía faltar la preceptiva alusión al terrorismo: Las manifestaciones que me preocupan, asegura Egea, son las del entorno proetarra".

Reconozco que no soporto tanta insolencia gratuita. Hace poco, alguien se molestó en contar los insultos que el líder del PP había dedicado al presidente del Gobierno de coalición durante una comparecencia parlamentaria de quince minutos: fueron treinta y siete, más de dos ataques de media por minuto. Por no hablar de las invectivas que recibe el Vicepresidente Segundo en cada sesión de control.

No acabo de entender la flema con la que Sánchez e Iglesias aguantan a pie firme tamaña lluvia de improperios. Me cuesta asumir la filosofía con la que se lo toman, porque en ocasiones reconozco que me entran ganas de verlos reaccionar como el cura de aquel famoso chiste quien, tras recibir sin venir a cuento un soberano guantazo en la cara, primero se dirigió al agresor y le dijo: “Amigo, es preciso que cumpla con el mandato evangélico y eso significa que debo ofrecerle la otra mejilla, así que haga usted el favor de pegarme una bofetada más, si es tan amable”. El provocador, encantado, obedeció arreándole al clérigo una ostia de antología.

Claro que acto seguido el abofeteado, sin perder un segundo, sorprendió al pendenciero propinándole una patada tan rotunda en la entrepierna que este cayó doblado de dolor sin poder apenas respirar. La paliza que llegó a continuación fue de escándalo y, mientras lo machacaba sin piedad, el cura aclaró las cosas: “se me olvidó avisarle que del tercer tortazo en adelante, el evangelio no dejó nada prescrito”.

J.T.

lunes, 18 de mayo de 2020

No solo existe Madrid

Si yo fuera un ultraderechista de Valladolid andaría estos días bastante cabreado, ¿qué pasa, me preguntaría, que solo existe en el mundo el barrio de Salamanca de Madrid? "Queremos salir también en la tele, puede que piensen, con nuestras cacerolas impolutas, nuestros palos de golf sin usar, nuestras banderas rojigualdas recién planchadas, nuestros lazos negros, pero aquí nos sacan en La Tribuna de Valladolid y gracias".

La calle República Argentina de Sevilla, en los Remedios, exhibe muchas más banderas españolas en sus balcones que la madrileña Núñez de Balboa. Y para cacerolas de calidad, las de los pijos de Santander. ¿Y León, y Palencia? ¿Es que no existen? Todas las capitales de provincia de Castilla y León continúan en Fase Cero y parece que solo Madrid permanezca confinada como el primer día.

"Lo digo sin ninguna inquina, escribía el otro día en su twitter la política andaluza Teresa Rodríguez, pero parece que tod@s viviéramos en Madrid: las colas son las de Aluche, una concentración en una calle de un barrio pijo abre telediarios y nuestro corazón desescala al ritmo de la ciudad del Manzanares”.

Ni de Catalunya se habla, con lo que ha dado de sí el procés durante los últimos años. Pues bien, ahí anda Barcelona, tan en fase cero como Madrid y apenas consigue arañar minutos en los telediarios. El PP ahí no rasca bola, aunque esta semana pasada han tenido su minuto de gloria con  la vuelta de Xavier García Albiol a la alcaldía de Badalona.

En todas las redacciones de Madrid se suelen dar instrucciones que se recuerdan de vez en cuando: tened en cuenta que no somos el ombligo del mundo. Si habláis de algo ocurrido en la calle Velázquez, recordad que son cientos las ciudades españolas que tienen una calle dedicada a Velázquez, así que hay que especificar que se trata de la calle Velázquez de Madrid.

Es verdad que las campanadas de fin de año llevan bastantes años descentralizadas (hasta no hace mucho, nos tomábamos las doce uvas con el reloj de la Puerta del Sol y no había otra opción), es verdad que hay algunas cosas en las que Madrid no es ya el referente inevitable, pero todavía son pocas y en buena parte anecdóticas.

Las razones por las que parece tener mayor trascendencia lo que pasa en Madrid que lo que ocurre en el resto del país tiene sin duda muchas explicaciones, entre las que puede que esté que se trata de la ciudad que alberga las principales instituciones del Estado. Pero existe otra razón: es mucho más barato producir información, intoxicar, transmitir bulos, conectar en directo, distribuir fotos de lo que ocurre en Madrid que hacer lo mismo con similares iniciativas desperdigadas por todo el país; los gastos se disparan.

Esta inercia centralizadora, que muchos consideran un mal menor, provoca un efecto falso y proporciona diagnósticos equivocados sobre cómo se mueven las cosas en Aragón, Euskadi o la Comunidad Valenciana, por ejemplo. Porque si bien es cierto que la ultraderecha de Salamanca o de Málaga puede estar celosa del trato de favor dispensado a sus correligionarios de la capital, también lo es que poner el foco en la madrileña calle Núñez de Balboa significa amplificar la escasa importancia de lo que en realidad sucede allí.

Basta con mirar algunas estadísticas para comprobar que son minoritarios: un setenta y ocho por ciento de los españoles creyó necesario en su momento prorrogar el estado de alarma durante quince días más, según un encuesta de SigmaDos hecha pública por A3TV. Entre los votantes del PP, según ese mismo sondeo, estaban de acuerdo más del sesenta por ciento, e incluso entre quienes votan a Vox, más de la mitad lo creía también necesario.

Madrileñizar la información no es higiénico para los madrileños ni tampoco plato de gusto para los cuarenta millones de españoles que viven fuera de su demarcación territorial. Llevamos un mes de mayo de empacho, que si el cierre de Ifema, que si la fiesta del Dos de Mayo, que si la Feria de San Isidro, que si los lloros de su presidenta en misas de la Almudena... Para colmo, el resto va y cae en la trampa, y habla de ello, lo critica o lo defiende, se escandaliza o lo celebra, como si el mundo empezara y acabara en Madrid. Los gestores de derechas de la Comunidad y sus palmeros ultraderechistas se están pasando con tanta sobreactuación.

El setenta por ciento de la población está ya en Fase Uno y la semana que viene puede pasar a la Fase Dos si se hacen bien los deberes. Es una pena que Madrid, sea por la razón que sea, vaya por detrás. Pero sus responsables políticos no pueden estar agrediendo con su aflicción un día sí y el otro también, creando polémicas falsas, mintiendo, enervando los ánimos, crispando el ambiente sin descanso…

Si Ayuso y compañía han de estar confinados, que lo estén calladitos, nos dejen en paz a los demás y cesen ya de armar tanto ruido. Como decía el otro día mi amiga la escritora Pilar Eyre, catalana, la gente de Barcelona tampoco hemos pasado a la Fase Uno, tenemos ganas de salir y abrazar a los nuestros, nuestros negocios se van a pique, los niños sin colegio. Y no lloriqueamos, es más, creemos que es por nuestro bien e incluso estamos agradecidos. Como nos consta a ella y a mí que le ocurre a la mayor parte de la ciudadanía madrileña obligada, a día de hoy, a sufrir a sus excéntricos gobernantes sin remedio ni escapatoria.

J.T.

domingo, 17 de mayo de 2020

El día que dejé de aplaudir

¿Qué fue de aquellos primeros días de aplausos y saludos entre vecinos que nunca hasta entonces se habían dicho ni buenos días? A las ocho p.m. era noche cerrada, ¿recuerdan? y los balcones se abrían para mostrar los salones iluminados, y los que sabían cantar, cantaban; y los que sabían tocar la guitarra, el violín o la trompeta regalaban al barrio las piezas más emotivas de su repertorio… Con los pianos la cosa se presentaba más difícil, menos para Elthon John, claro, que el 18 de abril hizo sacar el suyo al jardín para interpretar “I´m Still Standing” en el videoconcierto solidario “One World Togheter at Home”.

Las videollamadas terminaban poco antes de las ocho para salir a aplaudir y se continuaba con otras, minutos después. O con las mismas. Videollamadas y aplausos, dos rutinas nacidas en estos dos meses de reclusión. Aplausos para contrapesar el encanallamiento del ambiente político, la amoralidad de intentar sacar rédito en una situación de ansiedad, desorientación y desánimo colectivo. Videollamadas para conectar la vida, para reír, llorar, emborracharse, desearse…

Miedo a las once y media de la mañana, la hora diaria del parte de muertos, hastío con las polémicas políticas de cada jornada: que si las mascarillas, que si los tests, que si falta libertad, que si falta transparencia, que si pierdo dinero… daba igual que otros estuvieran perdiendo la vida. Eso sí, a las ocho de la tarde, sin falta, a aplaudir. Hemos salido a los balcones una, dos, veinte, cincuenta veces, pero ¿en qué o en quiénes pensábamos cuando lo hacíamos? ¿de verdad estábamos agradecidos a los sanitarios?

No me lo creo, porque si eso fuera así, ¿cómo se entiende la grosería con ellos de sus propios vecinos, en unos casos acosándolos y en otros acusándolos de poner en riesgo a la comunidad? “Rata contagiosa”, ¿recuerdan?, llegaron a escribir con spray negro en el automóvil blanco de una doctora entre las muchas miles que llevan desde marzo salvando vidas y jugándose la suya propia. Ni todos los aplausos del mundo, así duren hasta que finalice la pandemia, que no será así, compensan tamaño ultraje.

El miedo nos hace ridículos, patéticos, vulgares, nos pone frente al espejo de nuestra miserias aunque no queramos verlas, y nos recuerda nuestra vulnerabilidad. Y no lo soportamos. Eso sí, a las ocho a aplaudir, para luego seguir poniendo a parir al gobierno, encanallando el ambiente, peleándonos con alguien por videoconferencia o regando las redes de odio, tensión y mal rollo.

No tardaron en llegar las contraprogramaciones. Caceroladas primero desde el balcón y luego ya en la calle, desafiando la legalidad, pero también el sentido común. No queremos encierros, gritaban y gritan los mismos que echaban sapos y culebras por la boca cuando la consigna era denunciar que se había decretado tarde el Estado de Alarma. Libertad, libertad, libre comercio, libre circulación, braman los gamberros plagiadores de Trump, Boris Johnson y Bolsonaro.

Pongamos a parir al ministro, pongamos a parir a Fernando Simón, pero luego salgamos a las ocho a los balcones y pongamos a toda pastilla el “Resistiré”. Toda inercia tiene siempre fecha de caducidad, y me temo que se nos están acabando las ganas de seguir con esta. Cambió la hora y empezó a aplaudirse con la puesta de sol, y la intensidad disminuyó porque unos salían a correr, otros a pasear y otros a tocar las narices cacerola o palo de golf en mano para convertir una hora hasta entonces hermosa en un manojo de nervios inflamados por agravios imaginarios.

Porque cuando preguntas de qué se quejan ni siquiera se ponen de acuerdo entre ellos. Salvo en una cosa: van a reclamar siempre lo contrario de lo que decida el Gobierno de coalición, esos socialcomunistas a los que hay que echar cuanto antes de La Moncloa por lo civil o por lo militar. ¿Hay que seguir saliendo a a aplaudir? ¿A quiénes? ¿a los sanitarios, a los que se curan, a los que se debaten entre la vida y la muerte, a las familias de los fallecidos en solidaridad con su desconsuelo?

Hace unos días ya que dejé de salir a aplaudir a las ocho de la tarde. La última vez que lo hice, antes de volverme al salón miré al cielo, pensé en la gente querida que se me ha ido últimamente e intenté imaginarme qué estarán pensando ellos de toda esta pantomima. No tenemos remedio y no saldremos mejores de esta, ni mucho menos. Lo único que nos salva o nos excusa es que para una situación así nadie contaba con manual de instrucciones previo, y es verdad que resulta difícil gestionar tanto desconcierto.

Venga, dejemos de aplaudir ya y hagamos algo práctico: vamos a destensar el ambiente de una vez, vamos a llevarnos mejor, ¿no? ¿Seríamos capaces de aparcar la rabia? Asumamos la única certeza que parece existir entre tanto suspense, que es que nadie tiene ni puñetera idea de lo que va a ser de nuestras vidas, que nadie sabe cuánto durará todo esto ni cómo demonios acabará.

Mi propuesta, menos aplausos y más empatía, sé de sobra que caerá en saco roto, pero por lo menos aquí la dejo.

J.T.

jueves, 14 de mayo de 2020

¿Quién está detrás de la llamada “Plataforma TVE Libre"?

Reviso “Plataforma TVE Libre”, un dominio de twitter en el que sus componentes se autodefinen como “profesionales de RTVE unidos contra el sectarismo y el odio en RTVE”, y al hacerlo me encuentro entre los primeros tuits con esta lindeza: Como venimos denunciando desde esta cuenta, el Consejo de Informativos, Xabier Fortes y el karma negro han convertido RTVE en un cordón sanitario a la libertad de prensa y la democracia plural”.

Releo el tuit y, a la primera, confieso que no entiendo nada, ¿no presumen en su avatar de luchar contra el odio? Reviso media docena, diez, quince de sus mensajes y compruebo que, por lo general, destilan bilis antigobierno de coalición en estado puro. Entre los textos más sangrantes, de este mismo martes, se encuentran aquellos en los que claman enfurecidos porque al parecer los Telediarios no se hacen el debido eco de la indignación ciudadana en el madrileño barrio de Salamanca.

Bien, ya me he centrado: una televisión libre, libre, no parece que sea lo que los anónimos miembros de esta Plataforma estén reivindicando. Indago: Me cuentan que al frente de ella se encuentra una docena escasa de "represaliados" por el PSOE (así se consideran ellos mismos), que eran quienes partían el bacalao en tiempos del PP. Ahora no tocan bola y los populares tampoco les han pagado los servicios prestados como sí han hecho con algunos otros. Deben preferir tenerlos dentro como caballos de Troya, pensando en un posible cambio de tortilla.

Actúan en la clandestinidad y casi siempre andan malmetiendo para presionar a los gestores de ahora. Y la verdad es que da la impresión de que en parte consiguen sus objetivos porque, si a esto añadimos en el cóctel la ambigua postura de Enric Hernández, director de Informativos, que en momentos tan graves como estos pasa la mayor parte del tiempo en Barcelona, y el descoloque de Rosa María Mateo, presidenta de la Corporación, al final acaba uno entendiendo por qué los telediarios salen como salen.

Entre quienes forman parte de esa Plataforma, me aseguran que se encuentran, entre otros, Jenaro Castro, Carmen Sastre, María Eizaguirre o Gemma de Andrés. Y la verdad, ¡oh casualidad! es que la relación entre los contenidos de las cuentas de twiter de algunos de ellos y los de “Plataforma TVE Libre” presentan asombrosas coincidencias, además de reforzarse mutuamente. Este martes Sastre se quejaba de la ausencia en los informativos de TVE de una noticia que había dado ABC acusando a Sánchez de mentir, y Gemma de Andrés remataba retuiteando: Se les habrá pasado a los compañeros del Telediario”.

La verdad es que me pongo en la piel de los editores de los informativos de TVE y entiendo que debe ser bastante complicado vivir inmersos en esta esquizofrenia. Por un lado, los de derechas presionando, por otro los sindicatos publicando hojas en los tablones de anuncios porque entienden que los informativos parecen hechos por el PP, por otro la prensa y sus columnistas arreando estopa desde todos los frentes…

Y dentro de la tele, la amarga sensación que manifiesta buena parte de los 6.400 trabajadores: la cosa no pinta nada bien, te cuentan, la deriva de la empresa no parece tener remedio, nos han metido un gol por toda la escuadra y hemos perdido la guerra, ¿en qué se nota que al frente está Enric Hernández y no Marhuenda, por ejemplo?, se preguntan algunos. Eso mientras los otros, los que mandaban en tiempos del PP, braman una y otra vez que en la tele no se cuenta ninguna de las mentiras que Sánchez y sus ministros profieren a diario, según ellos.

RTVE vive en eterna provisionalidad desde hace dos años, han cambiado tres veces el organigrama y la cosa no pirula ni parece que se conozca cuál es el plan de futuro. Cuando preguntas a los trabajadores de a pie, no te niegan que puede haber motivo para volver a los viernes negros, pero admiten sentirse desmotivados, desactivados. Eso los más jóvenes, porque buena parte de la plantilla con más veteranía, lo que está es deseando jubilarse. “Que Hernández, te dicen, haga lo que por lo visto sabe hacer mejor que nada: Expedientes de Regulación de Empleo como los que llevó a cabo cuando dirigía El Periódico de Catalunya”.

Y en todo este desaguisado, los de la autodenominada “Plataforma TVE libre” frotándose las manos y permitiéndose además lanzar proclamas como la que María Eizaguirre, editora de los telediarios en tiempos de Rajoy, escribió en una carta publicada por ABC el pasado 28 de abril: “¿Desde cuándo es “normal” –se preguntaba- que desde fuera de esta casa se decidan las imágenes que se emiten en La 1 y el Canal 24 horas? Imágenes de Duque en el espacio con su traje de astronauta, imágenes de Simón como voluntario en África… ¿Esto qué es?”

Además de afín a la “Plataforma TVE Libre”, Eizaguirre es una de las 19 personas que, desde que falta Alicia Gómez Montano, continúan integrando la lista de candidatos a la presidencia y consejo de administración de RTVE. Un concurso público paralizado desde hace ya año y medio, y que a juzgar por los hechos, los partidos políticos no parece que tengan mucho interés en sacar del cajón para reactivarlo.

Moraleja: Menudo pollo. Con tanto malestar en ese microuniverso cargado de cuchillos que vuelan en todas direcciones, con tanto mal rollo allí dentro, demasiado bien les salen todavía los telediarios.

J.T.

lunes, 11 de mayo de 2020

El bullying de mis amigos periodistas



Tengo amigos periodistas que se enfadan mucho cuando no les gusta algo de lo que escribo sobre el medio en el que trabajan. Por lo general son, o han sido, gentes de izquierdas que ahora, si entienden que con tus análisis estás poniendo en peligro su pan, se rebotan y acaban comportándose con un sectarismo cercano al bullying. Trabajan, o sobreviven, en medios públicos como TVE, TV3, Telemadrid, Canal Sur o en algunas de las escasas publicaciones escritas que en otros tiempos podían leerse.

Con los periodistas de derechas, entre los que tengo menos amigos, el trato en los últimos tiempos me resulta menos incómodo. Cada uno sabe cuál es su sitio, no nos llamamos a engaño, asumen con aparente deportividad las críticas y no tienen reparo en admitir que trabajan para quienes les pagan y punto. Los lectores, o los espectadores, les importan un pimiento y, por supuesto, no creen para nada en el carácter de servicio de los medios públicos. Una infamia intolerable pero por lo menos, cuando lo escribes o se lo dices a la cara, se ríen y lo asumen sin complejos.

En cambio con muchos periodistas de izquierdas, sobre todo si son amigos tuyos y trabajan en un medio público, la cosa funciona de otra manera: presión, desdén y hasta chantaje en nombre de la amistad cuando no les gusta el enfoque de lo que cuentas. Reconozco que a veces han conseguido parcialmente su objetivo, porque ha habido ocasiones en que me he puesto a escribir y ha acabado pesándome la pluma, lo que me ha obligado a redoblar el esfuerzo.

No pienso cejar así que lo siento, amigos, pero las televisiones públicas de este país me parecen una vergüenza y me propongo continuar denunciándolo hasta que deje de ser así. Como seguiré lamentando la ausencia de radios que no acaben cabreándome cada mañana apenas las sintonizo, como continuaré clamando por la existencia de medios escritos que merezca la pena leer. A partir de ahora tengo el honor de contar con esta nueva publicación para seguir haciéndolo. Gracias a los responsables de La Última Hora por la confianza.

J.T.

Publicado en La Última hora

domingo, 10 de mayo de 2020

Los expertos de la discordia

En la polémica sobre quiénes son los expertos del ministerio de Sanidad que deciden qué territorios pueden o no cambiar de fase durante el descofinamiento, hay algo que no acaba de cuadrarme.

¿Por qué el miércoles 6 de mayo Fernando Simón se negó a dar la lista que le pedían, y nos dejó a todos con la mosca detrás de la oreja? ¿Recuerdan sus palabras? Fueron estas: "No les voy a dar los nombres de ninguna persona del equipo porque en todo este proceso las presiones que sufren por parte de la sociedad en general y de los medios de comunicación en particular, acaba haciendo muy difícil que puedan trabajar con la suficiente libertad”.

El ministro Salvador Illa, también sin aportar nombres, lo intentó explicar así al día siguiente en el Congreso de los Diputados: “No hay un comité único; lo que hay es un conjunto de profesionales de la dirección general de Salud Pública; hemos reforzado, claro que sí, estos servicios, como creo que es lógico, y ellos van a evaluar la información que nos manden los responsables de las Comunidades Autónomas. Hemos realizado ya 13 reuniones bilaterales en las que comentamos los datos que nos ofrecen, cómo ven ellos la evolución de la epidemia..."

De acuerdo, vale, pero quizás bastaría, digo yo, con hacer públicos los nombres y ya está, si a ello obliga la ley y si no, zanjar la cuestión de manera clarita, directa y sin tanto rodeo técnico, ¿no les parece?

Puede que esta vez no tengan obligación de hacerlo, pero lo que pasa es que llueve sobre mojado porque el mes pasado el Gobierno se había hecho el remolón cuando le preguntaron por otros nombres que sí había que hacer públicos: los de los sabios que estaban ayudando a la vicepresidenta Teresa Ribera a preparar y definir las fases del desconfinamiento. Tras presiones al más alto nivel, Ribera acabó cediendo y los nombres aparecieron finalmente en los medios, hasta con foto en algunos casos.

A día de hoy el grupo de Ribera ya no existe, terminó su trabajo el 28 de abril. Y aquellos sabios han sido relevados por técnicos del ministerio, por funcionarios que evalúan y examinan el descenso del número de desinfectados en cada territorio, cuánto ha bajado el número de hospitalizados, cuál es la proporción disponible de camas en las UCI, qué capacidad tienen los Centros de Salud para hacer test a las personas con síntomas…. En resumen, por cómo está de preparado cada territorio a la hora de decidir en qué fase hay que incluirlo. Este análisis, que es diario, se lleva a a cabo a través de reuniones bilaterales cuyo desarrollo, según aseguran en Sanidad, es abierto y hasta existe amplia documentación gráfica de ello.

Se trata de técnicos del ministerio de Sanidad mas diecisiete contratados de refuerzo extraídos de las bolsas de trabajo, y se distribuyen en cuatro equipos distintos: el de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias que dirige Fernando Simón; el de la dirección general de Salud Pública con Pilar Aparicio al frente; los equipos del Secretario General de Sanidad, Faustino Blanco, y por último el de la dirección general de Cartera Básica y Farmacia, cuya titular es Patricia Lacruz. Estos son los cuatro nombres clave, de izquierda a derecha en la foto.  De ellos es toda la responsabilidad, que podría reducirse finalmente a dos: Pilar Aparicio y Fernando Simón.

La pregunta es, ¿esto no lo saben los partidos de la oposición, tampoco los tertulianos que cada día claman “queremos los nombres ya” una y otra vez? ¿eso no lo saben en TVE?

El presidente de Partido Popular ha exigido al gobierno que haga públicos los nombres de los expertos que van a decidir las fases de la desescalada”, se dijo en el TD1 del viernes 8 antes de dar paso a este total de Pablo Casado:Es importante que sepamos quiénes son los expertos que van a decidir qué comunidades autónomas, qué provincias oqué áreas sanitarias pueden pasar de fase.

Durante su comparecencia de este sábado volvieron a preguntarle a Pedro Sánchez por la lista de marras y el presidente, como Simón e Illa habían hecho con anterioridad, despejó el balón una vez mas: “Es un procedimiento reglado y transparente con el acuerdo de las Comunidades Autónomas”, zanjó. “Desde la oposición insisten en conocer la identidad", contaron en la intro del TD1 del sábado 9, y añadían: “Vox ha enviado un burofax al gobierno exigiendo sus nombres. El PP también quiere que se hagan públicos". A continuación, incisivo total del ínclito García Egea:Esos expertos ocultos que están aconsejando a Sánchez en el desconfinamiento, ¿son los mismos que aconsejaron las manifestaciones masivas del 8 de marzo con la crisis del coronavirus ya instalada en muchos de nuestros países vecinos? A esa pregunta no responde nadie, queda en el aire y el informativo cambia de tema. A otra cosa mariposa ¡Viva el periodismo!

“Un comité secreto, un comité de encapuchados, va a decidir sobre la salud y la vida de los españoles. Estamos mucho peor de lo que imaginamos cuando el gobierno actúa como pura mafia. Toda su gestión de la crisis es criminal”, escribía Abascal en twitter este viernes. “No vamos a aceptar esa "nueva normalidad" que consiste en que el gobierno actúe con total opacidad y secretismo ocultando chulescamente a los españoles información a la que tienen derecho”, añadía en otro tuit ilustrado por el burofax remitido a Sanidad.

La verdad es que suena rotundo, pero cuando te detienes a leer reposadamente el contenido del burofax esa admonición, mire usted por dónde, pierde todo el gas, como lo demuestra la redacción del párrafo final, que dice textualmente: “Requiero que en el plazo de 20 días se notifique a quien suscribe y/o se de a conocer públicamente la identidad de quienes forman parte del comité de expertos sobre la crisis sanitaria… que ha dado lugar a la declaración del estado de alarma en el decreto del 14 de marzo y/o el texto íntegro de las recomendaciones de dicho comité.

En primer lugar les da 20 días, un plazo que en estas circunstancias es una eternidad, y en segundo al final se baja los pantalones y admite que se conforma con el “texto íntegro de las recomendaciones".

Resumiendo, a menos que se me escape algo: una tormenta en un vaso de agua más, que encrespa ánimos sin necesidad, y con ese altavoz siempre presto a complacer al PP llamado Televisión Española. Me cuesta entender por qué el gobierno no deja a un lado el buenismo de una vez y responde a  asuntos como este con mayor contundencia.

J.T.

miércoles, 6 de mayo de 2020

La televisión del Estado no hace información de Estado

No puedo estar más de acuerdo con la reflexión de mi compañero Jaime Olmo en una de sus columnas de Infolibre publicada recientemente: “la derecha política, afirma Olmo, está ganando en los Telediarios de TVE.”

Vivimos momentos inéditos para nuestra memoria colectiva, y en la tele pública del Estado continúan tirando de manual en los informativos como si no pasara nada: otorgan los tiempos de aparición de políticos en pantalla según la representación parlamentaria de sus respectivos partidos, lo que tanto desde el punto de vista informativo como de interés general siempre sería discutible, por muy reglamentado que esté. “En caso de duda, periodismo”, reza uno de los preceptos más indispensables del oficio.

Frente al coronavirus y sus desmanes, la gestión que está llevando a cabo el Gobierno de coalición no es una gestión de partido sino de Estado, y esa gestión debería verse reflejada como tal en la televisión pública del Estado.

Tengo probada mi alergia al uso partidista que los gobiernos tienden a hacer de las televisiones públicas. ¡No y mil veces no a las televisiones gubernamentales! Pero aquí estamos hablando de otra cosa. Cuando lo que hace el Gobierno en un momento como este nos concierne a todos, nos interesa a todos, nos afecta a todos, la información que se ofrezca sobre esa gestión no puede regirse por estrictos criterios de representación parlamentaria.

Ni en los informativos de las teles privadas, de propiedad conservadora todas ellas, gozan los desestabilizadores de tanta repercusión como en Televisión Española, medio público que, como tal, se supone debería contribuir a tranquilizar los ánimos de una ciudadanía asustada. O, por lo menos, a no echar más leña al fuego y dejar de estremecer a tanto ciudadano como, desde el sofá, vive aterrado este confinamiento.

“El coronavirus ha vuelto a impactar de lleno en el empleo en Abril, con el peor dato de la historia en este mes”, fue el arranque del telediario el mediodía de este martes ¡Ea! Solo les faltó decir algo como “vamos a morir todos ya”, ¡qué barbaridad! ¡viva el arte que se gastan para relajar el ambiente! 

Tengo decenas de ejemplos con los que me escandalizo a diario, pero pondré solo alguno: ¿Qué hace Pedrojota en programas de tertulias de TVE? ¿A quién representa? ¿Por qué se hace eco la televisión pública de una encuesta del periódico que dirige el famoso desestabilizador en la que se otorga una excelente calificación a Margarita Robles y pésimas notas a Sánchez e Iglesias? Si la exposición de tal asunto es inocente, malo, y si no lo es... ¿es papel de la televisión pública dar pábulo a maniobras de este tipo perpetradas por un elemento con tan amplio currículum en el mundo de la conspiración? Supongamos que la encuesta es decente y que hubiera que referirse a ella sin remisión, supuestos que a quien firma estas líneas le cuesta contemplar. Aún así, ¿por qué se ofrecen los datos desnudos, desprovistos del análisis adecuado?

¿Qué hace el 24 horas debutando este lunes, tras un mes sin ser emitido, con una entrevista a la inefable Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid? ¿Por qué en los telediarios se coloca una declaración tras otra de políticos de distintos partidos metiéndole caña al gobierno, a pelo, y muchas veces sin contextualizar? ¿por qué se hace eso contra un gobierno en cuyas manos está en estos momentos nada menos que nuestra salud y nuestro futuro? Esas manos son las que son, señores, y nos pueden gustar más o menos pero en todo el mundo mundial los políticos han entendido que hay que ayudar al que gestiona y dejar consideraciones de otro tipo al margen, al menos de momento ¿Ayuda la televisión pública a entenderlo así? Decididamente, no.

No es verdad que como la ultraderecha tiene 52 diputados haya que darle amplia presencia en la televisión pública. Salvo Hungría, en pocos países se otorga tanta cancha a los mensajes de la ultraderecha en los medios del Estado. Suponiendo que legalmente no hubiera otro remedio, que sí lo hay, al hacerlo ¿no se podrían apostillar desde el punto de vista profesional, las barbaridades que sueltan sin anestesia Olona, Monasterio, Smith o Espinosa de los Monteros cada vez que abren la boca? Tal que así, por ejemplo: “Miren ustedes, quien acaba de decir esta barbaridad representa un opción política que está contra las libertades, son racistas, se oponen al divorcio, al aborto y minimizan la violencia de género”. Y decirlo mil veces cada vez que hablen, repetirlo hasta la saciedad.

Pero no: el muñeco de feria es Podemos, a cuyos representantes en el Gobierno  se les pone a caldo una y otra vez sin compasión. En la pública y en todas las tertulias e informaciones habidas por tierra mar y aire. Y a final, manda narices, tiene que acabar siendo el conductor de un programa basura el que suelte las verdades del barquero, el que corte por lo sano a un tertuliano facha cuando vomita consignas ultraderechistas sin venir a cuento: “¿pero que tiene que ver aquí Pablo Iglesias? Te quito la palabra, que me tienes harto. ¿Qué soy rojo y maricón? Pues vale”.

La televisión pública tiene que proporcionar la información pública que nadie ofrece ni ofrecerá. Coincido con Olmo cuando expone lo que califica de tremenda paradoja: “cuando el PP gobernaba en España y sus delegados convertían los noticiarios de la televisión pública en propaganda de su partido, fueron derrotados por los trabajadores a golpe de denuncias, concentraciones y ofensivas imaginativas. En estos días, con una coalición de izquierdas en el Gobierno, la alta dirección de RTVE parece estar más preocupada por no aumentar las iras de PP y Vox que por mantener con entereza una línea independiente de vaivenes políticos, rigurosa, plural, que permita a los ciudadanos tener una información cabal y completa de la actualidad.”

Amén.

J.T.

martes, 5 de mayo de 2020

El acento andaluz de Roberto Leal



-“¿Vas a suavizar o dejar el acento andaluz?”

Cuando escuché el lunes en “El Hormiguero” esta pregunta de Pablo Motos a Roberto Leal, próximo conductor de “Pasapalabra” en Antena Tres, no conseguía dar crédito. Hace ya demasiado tiempo que no soporto a este titiritero, cada vez más facha y una vergüenza cuando se mete a preguntador en plan serio. Se cree el rey del mambo, se olvida del zapatero a tus zapatos y con la coartada de la audiencia, cada vez anda más suelto por la vida, con esa sensación de impunidad que transmiten los soberbios y los incultos.

Me confortó mucho la educada pero contundente respuesta de Roberto:
-"Si una cadena de televisión te llama es para que seas tú y no seas un muñeco".

Ahí queda eso, y ven a por otra si te atreves, pareció decirle. Yo creo que Roberto se vio obligado a medir su indignación entre otras cosas porque, según anunciaron, Motos y él van a realizar algún tipo de colaboración juntos. Pero aún así, le contestó con la suficiente dignidad y contundencia como para que el longevo y pelirrojo presentador se marchara a casa esa noche dándole vueltas a la tontería que acababa de decir.

No sé si Roberto se quedó con las ganas de decirle más cosas a Motos o no, pero yo sí lo voy a hacer, con argumentos en la línea de los que Manu Sánchez se encarga de propagar cada vez que ha de enfrentarse al tópico del habla andaluza: el único problema es que somos pobres, que muchos tienden enseguida a asociar nuestra manera de expresarnos con los tiempos en que nuestros abuelos vivían de recoger aceituna o algodón.

Si los andaluces fuéramos los ricos y los catalanes los pobres, sería la pronunciación palatal de la letra “ele” lo que estaría mal visto, y en cambio el ceceo, la apertura de vocales y el ahorro de consonantes como la “ese” sería signo de distinción. Quienes critican el acento andaluz de Leal, o de las ministras Carmen Calvo o María Jesús Montero, parece como si quisieran que nos avergonzáramos de nuestros orígenes y del de nuestros abuelos. Pero en el fondo, como pasa con los árabes, al final todo acaba reduciéndose a una cuestión de dinero. Si intentas saltar la valla de Melilla se te echa a garrotazos, pero si acabas de llegar del Golfo con turbante y chilaba impoluta se te abren en Puerto Banús las tiendas de joyas a la hora que tú quieras.

El andaluz es una manera de hablar el castellano basada, como ocurre en Latinoamérica, en la economía del lenguaje. Una manera de hablar que a la larga continuará imponiéndose. Cuando estudiaba Lingüística, mis profesores la llamaban vanguardista. Hasta hace poco el uso del participio sin la letra “d” era casi inapreciable más arriba de Despeñaperros. Hoy no hay castellanohablante que se precie que no se adorne con un “hemos estao” o “hemos hablao”. Los políticos lo practican casi todos, aunque sean gallegos.

La corrección del lenguaje la dictamina su empleo, y según qué desprecios hacia el habla andaluza es más una cuestión de clasismo e incluso de racismo que otra cosa. Resulta ofensivo que en las series, o en las películas ,cuando sale una empleada del hogar casi siempre tenga acento andaluz. Nunca mallorquín, aragonés o gallego, por mucho que Galicia haya sido semillero de inmigrantes durante tantos años.

¿A qué viene esta moda de denostar el acento andaluz? ¿Qué nos está pasando? Por qué ahora se meten con María Jesús Montero y en su día nadie lo hizo con Felipe González o Alfonso Guerra? Hasta ayer pensaba que podía ser machismo, pero el caso de Roberto Leal me rompe los esquemas.

Por cierto, ayúdenme a recordar, si son ustedes tan amables, ¿recuerdan alguna ocasión en que Pablo Motos le haya afeado a su socio Jorge Salvador el acento catalán? ¿O a Jorge Valdano su entonación argentina?

J.T.