sábado, 29 de junio de 2019

El AVE y el desprecio a Almería


Me dispongo este sábado a viajar en tren Talgo desde Almería hasta Madrid. Primera sorpresa: el viaje empieza en autobús.

Siempre en la vanguardia de la innovación, Renfe ofrece esta singular experiencia sin aumento de precio y en un mismo paquete. Todo un detalle. Usted se compra el billete de tren para desplazarse a Madrid y se presenta a la hora prevista en la estación del ferrocarril de toda la vida, pero allí no hay trenes por ninguna parte. En el andén número 24 le está esperando un bonito autobús que lo transportará hasta Huércal de Almería en veinte minutos de nada. Maletas arriba, maletas abajo, carritos de bebé, mochilas y bolsos de nuevo arriba…

Una vez todo en orden, acomodados ya en los asientos asignados, da comienzo entonces un apasionante viaje de seis horas y media para un trayecto menor que el que une Barcelona con Madrid, y que el AVE cubre en tres horas menos cuarto escasas.

Cuando en este mismo Talgo hago el viaje al contrario, de Madrid a Almería, todo es más divertido aún porque el autobús de postre es la sorpresa que muchos pasajeros desconocían, la guinda burlona de una incalificable cadena de desconsideraciones. Me divierte ver en ese caso a los guiris desconcertados. No, mire usted, les explican, es que quieren eliminar un paso a nivel en El Puche y mientras hacen el túnel, el tren no puede circular. Y los turistas, que no entienden nada, poner cara de entender: “Oh, yes”. Amables ellos.

Pasamos Gádor, Fiñana, y cuando estamos llegando a Guadix, antes de la separación de railes en el desvío que conduce hacia Granada, recuerdo de pronto mis espantosos viajes durante años por esas mismas vías para ir a Sevilla. Es que están construyendo las vías del Ave entre Antequera y Granada, te explicaban un día tras otro, un año tras otro, y te lo seguirán explicando hoy mismo, porque la pesadilla continúa. Lo recuerdo y pienso que, comparado con aquello, el ajado Talgo que me lleva a Madrid a paso de tortuga este 29 de junio del año 2019 es el Concorde.

Estos son los pasos que ha de seguir todo incauto que, a día de hoy, pretenda desplazarse en tren entre Almería y Sevilla:

1. Autobús de Almería a Huércal.
2. Tren de cercanías (así le llaman los cachondos) de Huércal de Almería a Granada.
3. Autobús de Granada a Antequera.
4. Autobús de Antequera a Osuna, porque cambia la contrata.
5. Tren de cercanías desde Osuna hasta Sevilla.

Así continúa el asunto a día de hoy, a pesar de que han terminado las obras del AVE, que desde esta semana llega ya a Granada. Otra tomadura de pelo, porque más que AVE parece el tren de Holanda, que pita más que anda. ¿Cómo se puede tener la caradura de lanzar las campanas al vuelo proclamando que ¡por fin! hay AVE a Granada desde Madrid cuando en algún trayecto ese tren tan moderno no puede circular a más de 38 kilómetros por hora y el total del viaje rebaja en apenas media hora lo que se tarda por carretera en coche o autobús?

En ese mismo AVE, nos tranquilizan a los almerienses, podrá usted ir a Madrid desde Granada si quiere ¡Claro! Tardando el mismo tiempo que en la tartana en la que voy ahora y pagando el doble. Tomo un sorbo largo de agua, también he traído algo de fruta, pero la mayoría de los pasajeros que me acompañan vienen provistos de víveres como si se tratara de una excursión al Himalaya. Lo que no entiendo es la escasa indignación, la resignación con la que aceptan/aceptamos este servicio público con trazas de burla descarada.

Dicen que en el 2025 tendremos ya AVE para ir desde Almería hasta Madrid, pero por Murcia, comenta alguien del vagón. Aunque no lo diga, probablemente alguno de ellos sabrá, como lo sé yo, que de los nueve tramos en que han sido divididos los 200 kilómetros que hay entre Murcia a Almería para adjudicar los concursos, tres de esos tramos están aún más que verdes, sin olvidar que la variante de Totana anda en pañales porque los vecinos de la zona no ayudan mucho que digamos.

En resumen: que la provincia más próspera y emergente de Andalucía no estará nunca conectada por Alta Velocidad con ninguna de las provincias de esta Comunidad. Y que si algún día vemos un AVE en la estación de Almería será para viajar a Madrid vía Murcia.

¿Cómo es posible que los políticos de la ciudad, que las instituciones provinciales no estén pegando puñetazos encima de todas las mesas donde haga falta hacerlo para buscar una solución cuanto antes? ¿cómo es posible que no proclamen sin descanso, alto y claro, que esto es intolerable,? ¿Cómo se atreven, unos y otros, a faltarnos el respeto así?

Cuando vi las fotos de la protesta organizada el pasado jueves por la Mesa en Defensa del Ferrocarril se me cayó el alma a los pies: eran cuatro gatos, a las puertas de la estación Intermodal, esgrimiendo una pancarta en la que se podía leer “Hartos de engaños y promesas. Buscando vías de solución. #Tren digno ya”. Punto.

¿Dónde estaba la Almería indignada, si es que existe? Quizás esa falta de respuesta por parte de los almerienses ante desprecios intolerables como los que sufrimos en materia de comunicaciones pueda explicar la manera como nos tratan.

Por mi parte, qué remedio, después de tantos viajes de indignación estéril, he aprendido a sacarle partido al contratiempo. El tren va todavía por Alcázar de San Juan, he terminado un libro que tenía a medias, he actualizado (aprovechando los escasos tramos en que había cobertura) las redes y el correo, y ya tengo escrito este artículo.

J.T.


miércoles, 26 de junio de 2019

Periodismo pornográfico contra Pablo Iglesias


El ciudadano medio no es tonto y sabe que Pablo Iglesias no es el lobo. No es buena táctica tratar a los votantes como niños y asustarlos con ¡que viene el señor de la coleta! Al ciudadano medio no le asusta un gobierno de coalición, y le parece muy buena cosa que el salario mínimo mensual haya subido a 900 euros; está encantado con la extensión del permiso de paternidad y le parece estupendo que exista por fin transparencia salarial para evitar la discriminación por sexo. Sabe que sin Podemos detrás, medidas como estas no estarían hoy vigentes porque Sánchez se habría hecho el remolón. Como no lo están otras muchas a las que se comprometió también (derogación de la ley mordaza o de la reforma laboral, p.ej.), pero faltó a su palabra.

Se equivocan los socialistas si piensan que el 28 de abril los votaron por su cara bonita; se equivocan si no cuentan con el factor miedo a Vox que por esos días latía en el ambiente. El ciudadano medio no es tonto y sabe de sobra lo mucho que mienten periódicos, radios y televisiones. No les gusta el periodismo pornográfico, ese cuyo único objetivo es convencer de que solo hay salvación si Ciudadanos apoya al PSOE, da igual de qué manera, para evitar así que en las instituciones se pueda desarrollar una auténtica política de izquierdas.

Para asustar, apelan a la histórica mala conciencia del pobre venido a más, ese que aún cree que por tener un apartamento en la playa ya es todo un potentado, ese cuyo miedo a pagar más impuestos le lleva a creer que con la derecha en el poder su patrimonio correrá menos peligro. Le llaman patrimonio a tener cuatro míseras acciones o un piso alquilado con el que complementar la pensión; y van entonces y se ponen en manos de la derecha, que les hace creer que con ella sus ahorros están a salvo, hasta que los estafan. Pero cada vez engañan a menos, solo los cretinos continúan pensando que para ser de izquierdas hay que ser pobre; solo los necios cuestionan el derecho a prosperar de quien se declara de izquierdas.

Desde el mismo momento en que Sánchez ganó las elecciones generales, los estamentos que confunden los intereses de España con los suyos propios dieron a conocer su veredicto: o pacto con Ciudadanos, o repetición de elecciones. Aquel “Con Rivera, no” de la noche electoral incomodó mucho, y desde el día siguiente se inició a cara descubierta el asedio para evitar, cueste lo que cueste, que pueda acabar constituyéndose un gobierno de izquierdas.El ciudadano medio quiere ese gobierno de izquierdas, y Pedro Sánchez lo sabe, como sabe que está en deuda con Podemos, sin cuya gestión jamás habría ganado la moción de censura a Rajoy ¿Y ahora qué, Pedro?, ¿tendrás que volver a sufrir todo tipo de presiones por parte de las altas instancias, como le contaste a Jordi Évole en Salvados, tendrán que volver a traicionarte tus propios correligionarios para que sepamos algún día  lo que realmente está ocurriendo en la Moncloa y en Ferraz durante estas semanas?

Déjate de monsergas ya y gobierna con Podemos de una vez, que no se comen a nadie. ¿O quizás ese es el miedo? ¿Que todo funcione fenomenal con un gobierno de coalición y de pronto se descubra que llevábamos lustros estafados, disfrutando de un bienestar menor del posible y bajo la bota de cuatro prebostes dispuestos a perpetuar prebendas y corrupciones por los siglos de los siglos?

Deben estar muy ansiosos, los presionadores profesionales, para revolverse como lo están haciendo estos últimos días: usando las portadas de los periódicos a la desesperada, proyectando en teles como la Sexta pornográficas encuestas ausentes de matices y de escrúpulos, y gritándonos por las radios día y noche que viene el lobo a ver si así nos asustamos. Pero el ciudadano medio ya no tiene miedo. Como mucho, pereza. Lo entiendo, porque toda esta tragicomedia resulta pelín cansina.

J.T.

domingo, 23 de junio de 2019

La bragueta del Prenda y el cerebro del juez Serrano


La foto del Prenda* tocándose la bragueta mientras salía este viernes de los juzgados de Sevilla, minutos antes de ser detenido y encarcelado, no solo retrata a tan patético personaje, sino que se convierte en una rotunda alegoría que resume el gran esperpento que rodea a todo lo sucedido tras la violación en grupo que él y cuatro compinches cometieron en Pamplona en julio de 2016. La casa en que los cinco miembros de La Manada, premonitorio apelativo, arrinconó y violó a una joven madrileña hace casi tres años se encuentra muy cerca del lugar donde, pocas horas después, yo asistía al homenaje que cada año se dedica a Germán Rodríguez, un militante de izquierdas asesinado por la policía allí mismo durante los sanfermines de 1978.

Frente al monumento a Germán, en la avenida de Roncesvalles, a escasos metros del portal de la calle Paulino Caballero donde sucedió todo, me llegaron los primeros flashes de lo ocurrido. Cuando me dijeron que los por entonces presuntos violadores eran sevillanos, no puede evitar experimentar, como andaluz, un cierto sentimiento de vergüenza. Aquel año Pamplona estaba repleta de reclamos institucionales invitando a denunciar cualquier conato de abuso y mira por dónde unos paisanos míos acababan de protagonizar allí el que con el tiempo acabaría convirtiéndose en uno de los episodios más tortuosos de nuestra historia judicial reciente.

Los ahora por fin declarados delincuentes procedían de un marginado barrio sevillano, en el grupo había un guardia civil y un militar, el abogado encargado del caso decidió poner el foco en la víctima y los medios no desaprovecharon el filón a pesar del claro olor a podrido de toda aquella historia. O quizás por eso mismo, vayamos a saber. Los jueces navarros pusieron la guinda con una sentencia que envalentonó al grupo ya de por sí pendenciero, rodeados de cámaras y micrófonos cada vez que acudían al juzgado convertidos en personajes bufos y horteras de una historia que cada día que pasaba se hacía más turbia y maoliente.

De esos mismos juzgados sevillanos, en cuyos helados soportales se pasa frío hasta en el mes de junio y donde en su día vi llegar a Farruquito, a Miquel Carcaño y demás personajes de la historia de Marta del Castillo, o a la Junta de Andalucía casi al completo para declarar por el asunto de los Eres, de esos mismos juzgados, decía, fue de donde el pasado viernes salía el Prenda con su sonrisa burlona y tocándose la bragueta ante la mirada atónita de Juanjo, Patricia o Blanca, compañeros míos de tantas batallas que, micrófono en mano, parecían no dar crédito a lo que estaban viendo.

Con esos mismos colegas, y con los cámaras con los que forman equipo, hubo un tiempo en que acudíamos al despacho del juez Serrano antes de que lo echaran, cuando aún estaba en activo y sus polémicas sentencias empezaban a chirriar en los oídos de cualquier amante del sentido común. Este fin de semana, el destino los ha unido a los dos: al Prenda y al juez Serrano, convertido ahora este último en líder andaluz de Vox y parlamentario autonómico.

Que la sentencia “es un torpedo directo contra la heterosexualidad, contra las relaciones libres entre hombres y mujeres”, ha escrito Serrano sin cortarse un pelo. Que "si una mujer dice sí pero en cualquier momento posterior dice no, inclusive varios días después, -añade textualmente el político de Vox-, el denunciado será condenado a prisión por violación. Hasta un gatillazo o no haber estado a la altura de lo esperado por la mujer, podría terminar con el impotente en prisión". No contento con tales perlas, remata: "Nos encontramos ante la paradoja progre, en la cual la relación más segura entre un hombre y una mujer será únicamente a través de la prostitución. Desde ahora, la diferencia entre tener sexo gratis y pagando, es que gratis te puede salir más caro".

El Prenda será un prenda, pero Serrano es un prenda suelto cuyas barbaridades son ahora mucho más preocupantes. El Prenda y su pandilla ya están a buen recaudo, condenados por el Tribunal Supremo y pagando por el delito que cometieron. Son cinco delincuentes comunes, cinco violadores con escasa cultura y menos escrúpulos a quienes esperemos que la prisión sirva para reeducarse y regresen escarmentados a la vida civil cuando terminen de cumplir su deuda con la sociedad.

Pero al juez Serrano ¿quién lo reeduca? ¿Cómo digerir sus astracanadas? Hasta en su propio partido, que ya es decir, han tenido que salir a desautorizarlo. Me temo que personajes de tamaña catadura nos van a continuar proporcionando momentos sublimes en fechas venideras ¡Madre del amor hermoso! Siento vergüenza, mucha, como andaluz, y verdadero pavor como padre de dos hijas. Quousque tandem?

J.T.

*Foto de Pepo Herrera distribuida por la Agencia Efe

sábado, 22 de junio de 2019

Alberto Carlos, el gran crispador


En el ránking de políticos que más inspiran a humoristas, tertulianos y columnistas, últimamente no hay quien le gane a Alberto Carlos. Quizás algún friki de Vox, perdido por alguna provincia ignota de Castilla León, pero ni así. Con la experiencia que posee el líder de Ciudadanos en transportar hasta los atriles de los debates electorales el inventario completo de una tienda de chinos, Casado, Abascal y compañía lo tienen difícil para rivalizar con él en excentricidades. Es verdad que la destreza con la que mienten todos es de récord, pero el joven catalán es el mejor del trifachito sin discusión: detrás de esa soltura con la que se inventa sobre la marcha felicitaciones de gobiernos extranjeros, o de la capacidad para negar evidencias en la misma cara de quien le demuestra sus contradicciones, hay muchas horas de entrenamiento en el desprejuicio y la amoralidad.

Ha crispado y sembrado de minas los terrenos por donde ha ido pasando; antes de exportar su franquicia a todo el Estado, ya había estafado a decenas de miles de familias de Cornellá, el Prat y demás pueblos del cinturón rojo de Barcelona haciéndoles creer que él era la solución para el conflicto catalán. Y lo que ha hecho, como hemos podido comprobar, ha sido aumentarlo y enrevesarlo mucho más de lo que estaba.

El problema en Catalunya nunca fue el sentimiento independentista de una parte de la población, convicción legítima que lleva decenios, por no decir siglos, en el corazón de muchos de sus ciudadanos. La desgracia ha sido la capacidad para envenenar la convivencia de advenedizos como Rivera o Arrimadas, auspiciados en su día por intelectuales como Francesc de Carreras, que ahora se rasgan públicamente las vestiduras porque no les gusta la deriva que ha tomado su criatura. “Quien con niños se acuesta…” puede que piense quien, junto a personajes como Arcadi Espada o Albert Boadella, fundó Ciudadanos e hizo líder de la formación a un joven empleado de banca que debieron creer manejable.

Ya le hubiera gustado en su día a José María Aznar poseer tanta habilidad como la demostrada por Rivera para crispar a propios y extraños, y mira que se esforzaba el hombre. Tanto él como Felipe González mentían como bellacos, pero lo hacían mucho peor que Alberto Carlos, quien cuando suelta burradas ante los micrófonos parece que acaba de salir de comulgar. Los demás grandes mentirosos esperaron a estar en el poder para reírse de la ingenuidad de sus votantes. A Rivera le ha bastado con la calderilla conseguida en algunos municipios y autonomías a costa de otorgarle protagonismo a Vox, para dar rienda suelta sin más a su perfil más desaforado. Solo desde el amor al caos y al mal rollo se puede jugar un papel como el desempeñado por su partido en la conformación de los ayuntamientos de Barcelona o Madrid.

¿A quién beneficia la estrategia de Ciudadanos? ¿En qué han salido ganando quienes decidieron votarlos? Rivera y compañía, ¿son tontos útiles, o listos contratados para hacer exactamente lo que han hecho? En Galicia, Euskadi y Catalunya los tienen ya calados tiempo ha, por lo que en muchos pueblos de estas tres autonomías ya han sido borrados prácticamente del mapa.

Aun así, dada su habilidad para asombrarnos con sus triples saltos mortales, el gran crispador y su pandilla todavía son capaces de abstenerse en la investidura de Pedro Sánchez. Rajoy, Aguirre y buena parte del socialismo de toda la vida no cabrían en sí de alegría, orgullo y satisfacción.

J.T.

domingo, 16 de junio de 2019

Melilla, repetición de la jugada


No es la primera vez que a Juan José Imbroda le roban la cartera el mismo día de la toma de posesión. Ya le ocurrió en 1999. Con lo que lleva conspirado en la vida, cuesta entender que al líder del PP en Melilla desde hace varios lustros lo hayan vuelto a pillar con el paso cambiado. La jugada de Eduardo de Castro, único concejal de Ciudadanos, voto bisagra, dejándose elegir alcalde presidente con los sufragios del Psoe (4 concejales), Coalición por Melilla (8) más el suyo propio, sumando así la mayoría de 13 y, en consecuencia, echando a Imbroda del sillón, es de las que deben hacer pupa de lo lindo.

De la envolvente que le hicieron hace veinte años, ¡veinte! Imbroda consiguió salir bien parado, tras unos primeros meses de suspense que convirtieron a Melilla aquel verano del 99 en tema de apertura de los informativos nacionales. Todo empezó en el pleno de investidura del tres de julio cuando, casi con la vara de mando en la mano, Juan José Imbroda descubrió que los números no le daban porque los dos concejales que el PSOE tenía en la corporación habían decidido hacer presidente a un médico musulmán llamado Mustafa Aberchán sumando sus dos votos a los siete del Grupo Independiente Liberal (GIL) y a los cinco de Coalición por Melilla (CpM), el partido de Aberchán.

El ABC, escandalizado, publicó la foto del nuevo presidente ya ungido con el collar que certificaba su nombramiento, el PSOE expulsó de manera fulminante a los dos responsables de la traición, acto seguido se puso en contacto con el PP, y representantes de ambos partidos se conjuraron para deshacer lo que consideraban una amenaza: un musulmán al frente de la gestión de uno de los enclaves más sensibles del país, con el apoyo del corrupto y polémico alcalde de Marbella, Jesús Gil y Gil, impulsor de candidaturas del GIL en varios municipios de la Costa del Sol, más La línea, Ceuta y Melilla, puntos todos ellos a cual más caliente.

A Pío García Escudero (PP) y Ramón Jáuregui (PSOE), les costó mucho trabajo dar con la tecla que les permitiera desatascar aquel embrollo. Se desplazaron a Melilla, mantuvieron conversaciones interminables con todos los partidos de la Ciudad Autónoma en uno de los salones del Parador y, después de semanas sudando la gota gorda, consiguieron primero desactivar la amenaza que suponía la presencia del GIL en la institución y después abrir camino para que, en menos de un año, una moción de censura permitiera gobernar a Imbroda, cuyo partido se llamaba por entonces Unión del Pueblo Melillense (UpM). Algún tiempo después, se fusionaría con el PP.

Aberchán se la debía tener bien guardada, y ahora, veinte años después, con tres concejales más de los que su partido, Coalición por Melilla, tenía en el 99, parece haber encontrado por fin el modo de devolverle la faena. Para consumar su venganza ahí estaba Eduardo de Castro, el único concejal de Ciudadanos, a punto de caramelo. Imbroda necesitaba esa abstención y contaba con ella, así que cuál no sería su sorpresa cuando se dio cuenta que estaba empezando a vivir una especie de día de la marmota muy particular: ya con el pleno en marcha, se enteró que Eduardo de Castro, antiguo compañero del PP, presentaba ahora su candidatura a la presidencia siendo el único diputado por Ciudadanos.

Lo que ocurrió a continuación le debió parecer como viajar por el túnel del tiempo: socialistas y Coalición por Melilla le otorgaban sus votos y lo convertían en alcalde presidente. Fuera de sí, el destituido lo llamó  sinvergüenza, “traidor sin escrúpulos que retuerce la democracia” y, al cruzarse con él en el momento del relevo, le propinó varias palmadas en la espalda que más bien parecieron puñetazos. El flamante alcalde presidente solventará el asunto dándose de baja de Ciudadanos, o no, mientras Imbroda continuará frotándose los ojos sin acabar de dar crédito a la resurrección de la pesadilla de hace veinte años: “Aberchán, eso ha sido Aberchán, el único triunfador de hoy en Melilla”, bramaba desconsolado al finalizar el acto. “De Castro le va a entregar el gobierno de Melilla a un partido cuasi religioso”, añadía.

Esta vez las cosas no parece que acaben adquiriendo la relevancia que tuvieron en 1999. El campo de juego es muy distinto al de entonces pero aún así, y aunque en alguna ocasión había dicho que en breve se retiraría de la política, Imbroda no parece dispuesto a resignarse. Ha anunciado que promoverá una moción de censura y apela a Ferraz para que la apoye porque, recuerda, “los estatutos de los socialistas impiden gobernar con tránsfugas”.

J.T.

sábado, 15 de junio de 2019

El periodismo gana tres batallas… en el extranjero


En la eterna y descorazonadora guerra que la prensa y el poder mantienen desde tiempos pretéritos hay momentos, pocos, en que los periodistas conseguimos ganar alguna que otra batalla. Esta semana han sido tres. Increíble, pero cierto: tres victorias en los últimos días ¿En España? ¡Por supuesto que no! En tres lugares (Rusia, Nicaragua y Brasil) donde, dado el escaso afecto que sus gobernantes profesan a la libertad de expresión, lo normal suele ser que ocurra lo contrario.

En Rusia, el pasado jueves 7 de junio un reportero llamado Ivan Golunov, de 36 años, fue detenido acusado de tráfico de drogas a gran escala. El reportero trabaja para un periódico independiente online llamado Meduza, especializado en destapar escándalos de corrupción, y llevaba algún tiempo publicando artículos sobre turbios asuntos que implicaban a altos cargos del Ayuntamiento de Moscú, además de andar investigando el tétrico mundo de las mafias funerarias. Catorce horas tuvieron que pasar antes de que la policía informara de su detención alegando que habían encontrado drogas en su mochila. Llegaron incluso a divulgar fotografías falsas por internet para avalar una acusación que no tardó en quedar desmontada. La policía fabricando pruebas falsas, ¿de que me sonará eso?

Tras el asesinato de la periodista Anna Politkóvskaya en 2004 la interminable lista de reporteros incómodos para el Kremlin que han ido muriendo en extrañas circunstancias, otros muchos profesionales de la información han sufrido en Rusia intimidaciones, represión y cárcel durante los últimos años. El caso Golunov parece que ha sido la gota que colmó el vaso y el pasado fin de semana se produjeron importantes movilizaciones en varias ciudades del país para protestar contra el atropello. El lunes día 10, tres diarios de gran tirada, Vedomosti, Kommersant y RBC,
agotaron sus ediciones al poco de llegar a los kioskos, los tres con la misma frase en portada: “Soy Ivan Golunov”. En páginas interiores, esos diarios publicaban también un editorial conjunto denunciando los continuados ataques a la libertad de prensa. Ganaron.

Al día siguiente, el ministro del Interior anunciaba la decisión de cerrar el caso, retirar todos los cargos y poner en libertad al reportero “por falta de pruebas”. Una victoria que no acaba de creerse ni el propio protagonista, quien piensa continuar trabajando en las investigaciones que tenía en marcha y asegura que se daría por satisfecho si algo como lo que acaba de pasarle no volviera a ocurrirle nunca a nadie más. No se lo cree ni él, pero aunque solo sea una batalla ganada, se trata de una buena noticia, rara pero buena, que personalmente celebro.

En Nicaragua, los periodistas Miguel Mora, director del Canal 100% Noticias, y Lucía Pineda, jefa de información de esa misma emisora, fueron liberados el pasado martes 11 de junio tras pasar casi seis meses encarcelados. Los detuvieron el 23 de diciembre de 2018, cuando la Policía Nacional asaltó y confiscó la redacción. Mora y Pineda fueron puestos en libertad, junto a un centenar de presos políticos más, tras la promulgación de una ley de amnistía que a la oposición le parece insuficiente pero que el gobierno nicaragüense ha puesto en marcha por miedo a las sanciones anunciadas por la Unión Europea. Han liberado también a un tercer periodista, Marlon Powell, detenido el pasado siete de marzo y en la cárcel desde entonces acusado de terrorismo, incendio y entorpecimiento de servicios públicos en perjuicio del Estado. ¿Su “delito” real? Emitir un programa de radio llamado “El dedo en la llaga” donde solía criticar el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Batalla también ganada, pero pírrica, porque ahora está por ver si a Mora y Pineda les devuelven su canal y si tanto ellos como Powell podrán continuar con sus actividades periodísticas. Aquí hay poco que celebrar, pero al menos son tres periodistas menos en la cárcel.

En Brasil acaba de demostrarse también estos días hasta qué punto el trabajo periodístico bien hecho puede hacer temblar al poder: el diario The Intercept Brasil ha publicado pruebas que demuestran que el exjuez Sergio Moro, hoy ministro de Justicia del Gobierno de Bolsonaro, intercambió mensajes de texto con un fiscal para demoler la figura del expresidente Lula da Silva, encarcelarlo y sacarlo de la carrera electoral. Se sospechaba, pero había que demostrarlo: otra victoria de la prensa.

Viñeta retirada de 'The New York Times'.Pero como las alegrías suelen durar poco en casa del pobre, ahí está la decisión del New York Times anunciando que no publicará más tiras cómicas tras la polémica surgida al censurar la viñeta de uno de sus colaboradores en la que se podía ver una caricatura de Donald Trump arrastrado por un perro guía con la cara del primer ministro israelí y una estrella de David en el collar. Un dibujo que, por cierto, había sido publicado ya días antes, sin problema alguno, en el semanario portugués Expresso. Esta decisión, adoptada por uno de los periódicos de referencia más importantes del mundo, permite deducir que los tiempos que corren para la libertad de expresión no son nada buenos por mucho que de vez en cuando podamos celebrar la liberación de algún que otro periodista encarcelado por hacer su trabajo.

Aquí en nuestro país, al menos de momento no nos encarcelan, pero partidos políticos como Vox vetan la presencia de informadores en sus comparecencias y amenazan con el cierre de cadenas de televisión; alguna portavoz de gobierno autonómico se permite cuestionar el uso del castellano a la hora de hacer preguntas y la Asociación de la Prensa de Madrid premia al autor de informaciones procedentes del ministerio del Interior durante la etapa de Rajoy, perjudiciales para rivales políticos del Partido Popular, tal como recuerda Virginia P. Alonso, codirectora de este periódico, en su columna del pasado once de junio titulada Por qué he solicitado mi baja de la APM”.

J.T.

jueves, 13 de junio de 2019

¿Regeneración o degeneración?



De los bochornosos espectáculos presenciados el martes en la Asamblea de Madrid y el miércoles en el Parlamento de Andalucía, se pueden hacer, como se han hecho, análisis para todos los gustos, pero la mayoría coincide en algo que muchos hace tiempo ya que tenemos claro: el verdadero peligro para este país se llama Ciudadanos, porque en el PP sabemos desde hace lustros cómo se las gastan y los de Vox no engañan a nadie, pero Alberto Carlos y los suyos continúan haciendo méritos para que nadie les arrebate el primer puesto en el podio de la estafa, la mentira y la trampa. Iban a regenerar esa España donde su líder solo ve españoles, ni azules ni rojos, solo españoles, y mire usted para lo que han quedado: para socios no solo de la corrupción a granel sino del franquismo resucitado.

Iban de modernos y guaperas y se han convertido en capazo de tránsfugas y en avalistas de políticas liberticidas; ellos, que predicaban el equilibrio, el centro tranquilo, que se autoproclamaban azote de quienes osaran utilizar los cargos públicos para enriquecerse, han acabado convirtiéndose no ya en peones, sino en coprotagonistas de pactos con quienes defienden las pistolas al cinto o tienen entre rejas, por ladrones, a buena parte de lo que en tiempos fuera su staff más distinguido.

Debe ser el irresistible encanto de la desvergüenza, cuyo instrumento de trabajo básico es ser dueño de una cara de cemento armado. Vendieron en Catalunya odio y enfrentamiento durante casi dos décadas, y saltaron a la política nacional, según afirmaban, para acabar con la corrupción y ayudar a construir una España más moderna y pacífica. Tras pasearse por el País Vasco buscando gresca y protagonizar episodios patéticos en los debates electorales, ahora, en tiempos de pactos, se dedican a menear el patio jurándole odio eterno a Sánchez y posibilitando gobiernos rancios en autonomías y ayuntamientos. A cambio de que les dejen mojar el pan en alguna salsa, de mangonear tocando algún pelo que otro y conseguir sentarse en sillones donde pueda correr el dinerito fresco.

En Madrid lo han reflejado, de momento, compartiendo vicepresidencias en la mesa de la Asamblea; y en Andalucía, renunciando a hablar de violencia de género y cambiando el término por “violencia intrafamiliar”, creando un órgano “para luchar contra la inmigración ilegal” y limitando, puede que liquidando, las ayudas económicas a las asociaciones de memoria histórica. Pactarán también con los fascistas en Murcia y en Castilla León. Los otrora adalides del aire fresco en política han acabado en manos de los enemigos de la libertad.

Media España marcha atrás y Arrimadas proclamando, sin que se le caiga la cara de vergüenza, que el cambio ha llegado. En palabras de mi compañero Christian González, por fin conocemos en qué consistía el cambio sensato para Ciudadanos: en dejar a los mismos pero añadiendo nazis de regalo. Tampoco Rivera, a pesar de su probada habilidad dialéctica, curtida desde joven en olimpiadas universitarias de debate, ha sido todavía capaz de explicar a qué demonios están jugando. La verdad es que no nos hace falta. Ya sabíamos cómo eran, y quienes no se lo creían ahí los tienen, dejándonos las esperanzas de futuro hechas unos zorros. ¿Así que la regeneración era esto? ¿O querían decir “degeneración”?

J.T.

martes, 11 de junio de 2019

Jornada triste en la Asamblea de Madrid


El Eroski que había en Vallecas, justo frente a la Asamblea de Madrid, ya no existe, ahora se llama Carrefour. Cristina Cifuentes también es historia por estos lares, desde aquel video en que la grabaron llevándose dos cremas sin pagar y sus propios compañeros lo guardaron celosamente hasta el momento en que creyeron conveniente acabar con ella. Ya no queda ni su sombra, pero la de Esperanza Aguirre sí anda aún por aquí, encarnada en la eficaz amanuense que prosperó a su lado y que en un mes, si nadie lo remedia, será la próxima presidenta de la Comunidad: con Isabel Díaz Ayuso, su partido alcanzará los treinta años seguidos gobernando Madrid.

Los sueños de Gabilondo y Errejón se esfumaron, y tanto ellos como Isa Serra vagan por los pasillos sin que apenas les hagan caso los tropecientos mil micrófonos y cámaras que rodean el hemiciclo de la Asamblea de Madrid este martes once de junio. Las estrellas del día son los diputados de Vox, en esas estamos. El ambiente me recuerda al que viví en Enero en el Hospital de las Cinco Llagas, en los días fríos de la investidura de Juanma Moreno como presidente de la Junta de Andalucía. En Sevilla los doce diputados de Vox eran toda una novedad y aquí ya no lo son tanto, pero existe un denominador común en los dos paisajes, la irrupción de la ultraderecha en las instituciones, que este martes en Madrid toca pelo ya con un puesto en la mesa de la Asamblea. Un asunto cuya gravedad no debe hacernos bajar la guardia un solo minuto, ni mucho menos perder la perspectiva.

Los fotógrafos y los cámaras buscan a Juan Trinidad, diputado de Ciudadanos que desde las 12:53 de este martes ha sido elegido presidente de la Asamblea de Madrid. En la cafetería, y hasta en los lavabos, los doce diputados de Vox no disimulan su orgullo tras haber conseguido colocar el primer peón en un sillón institucional: Ignacio Arias, vicepresidente tercero, ahí queda eso. No olvidemos nunca que su líder, Santiago Abascal, prosperó en la vida gracias a haber crecido a los pechos de Esperanza Aguirre. Aguirre, el PP: desde que robaron la cartera as socialista Rafael Simancas, allá por el 2003, han destrozado la Comunidad de Madrid, y ahora que la cosa parecía pintar algo mejor, la izquierda se ha quedado de nuevo a las puertas del cambio, con un palmo de narices y con la ultraderecha sentada en la mesa de la cámara para mayor vejación. En la expresión de Gabilondo parece adivinase un cierto hastío: madre mía, otros cuatro años en la oposición, ¿los resistirá? Con una humillación añadida: ni en los tiempos de mayoría absoluta del PP, la izquierda llegó a tener solo dos representantes en la mesa. De los siete puestos en total, la correlación solía ser 4-3. Esta vez, 5-2. Para que no queden dudas de la cera que va arder durante los próximos cuatro años.

Lo que sucede en Madrid estos días trasciende bastante más allá de las fronteras de la Comunidad. No es una plaza más, es el predio que impide a Pedro Sánchez sacar pecho tras los resultados en las elecciones generales. Perder la Comunidad y el Ayuntamiento de la capital es un sonoro fracaso, por mucho que los socialistas se empeñen en repetir una y otra vez que fueron ellos quienes ganaron las elecciones autonómicas y municipales. Se perdió Andalucía y no se ha recuperado Madrid. Eso significa un serio hándicap para las expectativas de la izquierda en los próximos cuatro años. Se trata de dos trofeos de la máxima envergadura, que llenan de oxígeno los pulmones del líder del Partido Popular a pesar de haber perdido, en las elecciones generales, casi la mitad de los representantes que su partido tenía en el Congreso de los Diputados.

El desafío de toda la izquierda es enfrentarse desde el primer día a ese impostado triunfalismo de la derecha, no dejarles respirar ni mucho menos pavonearse. Y no olvidar ni un minuto que si la derecha continúa en las instituciones madrileñas es gracias a los pactos con los ultras, cuya hoja de ruta consiste en liquidar derechos conquistados durante decenas de años con mucho sudor: derechos de las mujeres, de los inmigrantes, de los jóvenes, de los colectivos más desfavorecidos. Malas noticias en una jornada triste. Toca pelear. Mucho.

J.T.

viernes, 7 de junio de 2019

Alberto Rodríguez, un bon començament


El dia en què es va anunciar que Alberto Rodríguez seria el nou secretari d’Organització de Podemos, va passar una cosa inèdita en el tractament que els mitjans dispensen habitualment a aquesta formació política: les televisions, que des que va començar no paren de carregar contra ells hi hagi o no hi hagi motius, van rescatar de les videoteques una intervenció parlamentària del polític canari en la qual aquest donava floretes a un diputat popular: “És vostè una bona persona, i afegeix qualitat humana a aquest lloc”, va dir a Alfonso Candón, company en la Comissió d’Ocupació i Seguretat Social, la tarda en què aquest deixava el Congrés dels Diputats per presentar-se per Cadis al parlament andalús el passat mes de desembre.

Aquesta frase d’Alberto Rodríguez, que parla del seu tarannà per a qui no el conegui personalment, funciona com un autèntic bàlsam en aquests temps de desacords, crispacions i ganivetades per l’esquena. El reconeixement mediàtic al seu gest és una sorprenent excepció que cal valorar. No és un mal començament pel treball que tant ell com la formació a la qual pertany tenen per davant. En primer lloc, per posar les coses en el seu lloc, per contrarestar els atacs grollers i de mal gust d’aquesta dreta rabiosa que no suporta que els postulats de Podemos vagin calant en la ciutadania. 

Que tenen moltes coses per arreglar? Quin dubte hi ha. Però cada vegada cola menys tanta Veneçuela o tanta Cuba. Què les dissensions internes són moltes? Sens dubte també, però si agafem perspectiva per a analitzar tot això, el que sembla clar és que en els seus cinc anys de vida, els qui han donat per morta a la formació una vegada i una altra, s’equivocaven.

L’existència de Podemos és la garantia que el PSOE no té més remei que mirar a l’esquerra, enfront dels postulats de tanta vaca sagrada socialista obstinada a inclinar-se cap a l’altre costat. Una cosa sembla clara: sense el suport de Podemos a Pedro Sánchez en la moció de censura contra Rajoy, el Partit Socialista no seria avui el que és. El resultat obtingut en les eleccions generals d’abril, del qual tant presumeixen, també en les europees, municipals i autonòmiques de maig, té el seu origen en l’èxit dels acords que fa un any van portar el PSOE a la Moncloa. Saben bé, tant Sánchez com els qui des de dins del seu propi partit no es resisteixen a continuar posant-li travetes, que el camí que portaven s’assemblava molt al que han seguit bona part de les socialdemocràcies europees, avui sota mínims.

A banda del revés que per a Podemos van suposar els resultats de les eleccions municipals i autonòmiques, deixant de costat també la resta de suports necessaris per a que el PSOE segueixi a La Moncloa (PNB, Revilla i algun altre), el que cal aclarir en un horitzó cada vegada més pròxim és el paper que es pot jugar en el pròxim govern espanyol, perquè si Sánchez i Iglesias no aconsegueixen entendre’s, tota la resta sobra. Per això l’ara president en funcions sap que ha de tractar Podemos amb respecte. Encara que en el seu fur intern segueixi sospirant per una abstenció de Cs, i fins i tot del PP, l’estabilitat que necessita per seguir quatre anys més a La Moncloa depèn de la seva capacitat per arribar a acords amb Podemos.

Tinc escrit que la força de la formació que lidera Iglesias es troba en què Sánchez la precisa si és cert que desitja dur a terme polítiques progressistes. Tret que vulgui repetir eleccions, però sembla difícil que s’atreveixi, perquè sap que ja no hi ha a l’ambient aquella por a Vox que va fer que vots de Podemos anessin a parar a l’abril a la motxilla socialista. Gestionar el problema català exigeix diàleg i no confrontació, i Sánchez no té per a això millor soci que Podemos, amb un flamant secretari d’Organització com Alberto Rodríguez qui, com dèiem al principi, té acreditada la seva capacitat per la bona sintonia i el consens.

Cinc anys de clavegueres disparant contra la formació morada per terra, mar i aire, no només no han acabat amb ella sinó que l’han situat en el mapa polític amb una posició determinant per molt que es ressalti que compta amb menys vots que fa un temps. La falta d’implantació territorial de la formació, cosa que han pagat amb un alt preu a les municipals i autonòmiques, és una assignatura pendent per una formació jove, però aquest problema no només és polític sinó tècnic, com ho demostra que Cs i Vox es troben també amb moltes dificultats en aquest terreny. I en quant a les divisions internes, a la llarga les aigües tornaran a la seva llera en la mesura en què el procés de demonització i les campanyes orquestrades contra la formació vagin punxant en os.

Els pocs avanços socials que el govern de Sánchez ha tirat endavant en el temps que porta a La Moncloa van ser propostes de Podemos. L’agenda pendent és àmplia, i l’única manera d’assegurar-se el compliment dels pactes és que el compromís no sigui merament formal. Per acabar amb la precarietat laboral, reduir la desigualtat, afavorir la condició familiar o promoure la justícia fiscal cal jugar en primera divisió. No pot tornar-se a repetir el que va passar després de la investidura de juny del 18, quan els acords per resoldre problemes com el preu de la llum o els lloguers, eliminar la llei mordassa o legislar sobre les cases d’apostes, no es van complir.

Ho va dir Sánchez durant la campanya electoral: “El meu soci prioritari és Podemos”. Era mentida? No crec. Si acorda quatre anys de govern amb Iglesias té més que guanyar que perdre perquè, com diu el vell tòpic, pot ser que això es desgasti una mica, però més es desgastaran les dretes a l’oposició. Alberto Rodríguez en la Secretaria d’Organització de Podemos no sembla un mal inici.

J.T.

Alberto Rodríguez, un buen comienzo


El día en que se anunció que Alberto Rodríguez sería el nuevo Secretario de Organización de Podemos, ocurrió algo inédito en el tratamiento que los medios dispensan habitualmente a esta formación política: las televisiones, que a las primeras de cambio no paran de arrearles estopa haya o no haya motivos, rescataron de las videotecas una intervención parlamentaria del político canario en la que este piropeaba a un diputado popular: “Es usted una buena persona, y le pone calidad humana a este sitio”, le dijo a Alfonso Candón, compañero en la Comisión de Empleo y Seguridad Social, la tarde en que este dejaba el Congreso de los Diputados para presentarse por Cádiz al parlamento andaluz el pasado mes de diciembre.

Esa frase de Alberto Rodríguez, que habla de su talante para quien no lo conozca personalmente, funciona como un auténtico bálsamo en estos tiempos de desencuentros, crispaciones y puñaladas traperas. El reconocimiento mediático a su gesto es una sorprendente excepción que hay que valorar. No es mal comienzo para el trabajo que tanto él como la formación a la que pertenece tienen por delante. En primer lugar, para poner las cosas en su sitio, para contrarrestar los zafios y horteras ataques de esa derecha rabiosa que no soporta que los postulados de Podemos vayan calando en la ciudadanía.

¿Que tienen muchas cosas que arreglar? Por supuesto. Pero cada vez cuela menos tanta Venezuela o tanta Cuba. ¿Qué las disensiones internas son muchas? Sin duda también, pero si adquirimos perspectiva para analizar todo esto, lo que parece claro es que en sus cinco años de vida, quienes han dado por muerta a la formación una y otra vez, se equivocaban.

La existencia de Podemos es la garantía de que el PSOE no tiene más remedio que mirar a la izquierda, frente a los postulados de tanta vaca sagrada socialista empeñada en escorar hacia el otro lado. Una cosa parece clara: sin el apoyo de Podemos a Pedro Sánchez en la moción de censura contra Rajoy, el Partido Socialista no sería hoy lo que es. El resultado obtenido en las elecciones generales de abril, del que tanto presumen, también en las europeas, municipales y autonómicas de mayo, tiene su origen en el éxito de los acuerdos que hace un año llevaron al PSOE a La Moncloa. Saben bien, tanto Sánchez como quienes desde dentro de su propio partido no se resisten a continuar poniéndole zancadillas, que el camino que llevaban se parecía mucho al recorrido por buena parte de las socialdemocracias europeas, hoy bajo mínimos.

Al margen del contratiempo que para Podemos supusieron los resultados de las elecciones municipales y autonómicas, dejando de lado también el resto de apoyos necesarios para que el PSOE siga en La Moncloa (PNV, Revilla y alguno más), lo que necesita claridad en un horizonte cada vez más cercano es el papel a jugar en el próximo gobierno de la nación, porque si Sánchez e Iglesias no consiguen entenderse, todo lo demás sobra. Por eso el ahora presidente en funciones sabe que tiene que tratar a Podemos con respeto. Aunque en su fuero interno continúe suspirando por una abstención de Ciudadanos, e incluso del PP, la estabilidad que necesita para permanecer cuatro años en La Moncloa depende de su capacidad para llegar a acuerdos con Podemos.

Tengo escrito que la fuerza de la formación que lidera Iglesias reside en que Sánchez la precisa si es verdad que desea llevar a cabo políticas progresistas. A menos que quiera repetir elecciones, pero parece difícil que se atreva, porque sabe que ya no hay en el ambiente ese miedo a Vox que hizo que votos de Podemos recalaran en abril en la mochila socialista. Gestionar el problema catalán exige diálogo y no confrontación, y Sánchez no tiene para ello mejor socio que Podemos, con un flamante Secretario de Organización como Alberto Rodríguez quien, como decíamos al principio, tiene acreditada su capacidad para la buena sintonía y el consenso.

Cinco años de cloacas disparando contra la formación morada por tierra, mar y aire, no solo no han acabado con ella sino que la han situado en el mapa político con una posición determinante por mucho que se resalte que cuenta con menos votos que hace un tiempo. La falta de implantación territorial de la formación, algo que han pagado caro en las municipales y autonómicas, es una asignatura pendiente para una formación joven, pero ese problema no solo es político sino técnico, como lo demuestra que Ciudadanos y Vox se encuentran también con muchas dificultades en este terreno. Y en cuanto a las divisiones internas, a la larga las aguas volverán a su cauce en la medida en que el proceso de demonización y las campañas orquestadas contra la formación vayan pinchando en hueso.

Los pocos avances sociales que el gobierno de Sánchez ha sacado adelante en el tiempo que lleva en La Moncloa fueron propuestas de Podemos. La agenda pendiente es amplia, y la única manera de asegurarse el cumplimiento de los pactos es que el compromiso no sea meramente formal. Para acabar con la precariedad laboral, reducir la desigualdad, favorecer la condición familiar o promover la justicia fiscal hay que jugar en primera división. No puede volverse a repetir lo que ocurrió tras la investidura de junio del 18, cuando acuerdos para resolver problemas como el precio de la luz o los alquileres, eliminar la ley mordaza o legislar sobre las casas de apuestas, no se cumplieron.

Lo dijo Sánchez durante la campaña electoral: “Mi socio prioritario es Podemos”. ¿Era mentira? No creo. Si acuerda cuatro años de gobierno con Iglesias tiene más que ganar que perder porque, como reza el viejo tópico, puede que eso le desgaste algo, pero más se desgastarán las derechas en la oposición. Alberto Rodríguez en la Secretaría de Organización de Podemos no parece un mal comienzo.

J.T.

miércoles, 5 de junio de 2019

Pero no nos olvidemos de la corrupción


¿Por qué han desaparecido estos días, o casi, las informaciones sobre corrupción de las teles, las radios y los periódicos? Decenas de juicios pendientes, la mayoría con políticos del Partido Popular implicados, y todo ha pasado a segundo plano, desplazado por las especulaciones sobre pactos, los problemas internos de los partidos y el exacerbado protagonismo del Tribunal Supremo, donde en una sala el fiscal llama golpistas a los políticos catalanes procesados mientras en se marea la perdiz para evitar sacar del Valle de los Caídos los restos mortales de un acreditado golpista.

El comienzo del juicio en el que se abordará la destrucción de los discos duros de los ordenadores de Bárcenas está previsto para el viernes 14 de junio, coincidiendo con los días en que se empezarán a constituir los parlamentos autonómicos, y solo veinticuatro horas antes de la toma posesión de los más de ocho mil alcaldes elegidos el pasado 26 de mayo.

No les va a resultar fácil a Pablo Casado y compañía pasar página de todo esto. La agenda de juicios pendientes contra significados próceres otrora influyentes en su partido anda repleta, y en las cárceles purgan sus delitos antiguos miembros del staff que llegaron a ocupar hasta vicepresidencias del gobierno. Las elecciones generales les han pasado una cierta factura a los populares, pero siguen vivos y pactarán con el mismísimo diablo si es necesario para poder continuar huyendo hacia delante.

El precio que han pagado por tener tanto corrupto en sus filas, una caja B, sobresueldos, ordenadores destrozados a martillazos, a mí me parece demasiado barato. ¿Qué explicación puede tener que tamaños escándalos acaben saliendo tan tirados de precio? Quizás pueda deberse a la tolerancia social que en este país se otorga a la picardía, tan instalada en nuestros usos y costumbres; a la complacencia con el tramposo; a la capacidad para hacernos el tonto cuando descubrimos, o incluso convivimos, con una irregularidad. De la cárcel se sale más fácil que de la miseria, solía decirle Jesús Gil a sus acólitos para que estos se integraran encantados en aquella cutre cofradía de ladrones que hace tres lustros acabó vaciando las arcas del ayuntamiento de Marbella.

Para que en un colectivo se instale la cultura de la corrupción, es preciso que exista consenso social, que mayoritariamente la población considere que aprovecharse de la posición en beneficio propio es algo normal. Puede que sea esta la razón por la que el PP continúa flotando. Quizás derivado de un comportamiento de siglos, elocuentemente descrito en El Lazarillo, El Buscón y otras obras maestras de la novela picaresca española, uno de nuestros problemas es que ser corrupto nos parece normal. Las facturas sin IVA, el pirateo informático, el nepotismo, las transacciones en negro y los engaños al fisco son una práctica social demasiado instalada en nuestra vida diaria.

Del rey abajo ninguno nos libramos. Es como si estuviera en nuestro adeene, como si no lo pudiéramos evitar. Ni escarmentamos ni queremos escarmentar. Para eso hace falta contar con una conciencia de transgresión que parece que no tenemos demasiado desarrollada. Regenerar la cultura de la corrupción exige reeducar los usos y costumbres de mucha gente. Y eso es una tarea larga, que mientras se instala o no en nuestro comportamiento social, continuará permitiendo a los políticos beneficiarse de una tolerancia cuya existencia tendrían que ser ellos los primeros en erradicar.

Nos tenemos que regenerar todos para que esto no continúe siendo la misma aburrida y vergonzosa historia otros quinientos años más. De lo contrario, tanta vestidura rasgada se quedará siempre en un mero ejercicio de hipocresía y, como Lázaro de Tormes, seguiremos comiéndonos las uvas del ciego de tres en tres cuando él lo haga de dos en dos.

J.T.

domingo, 2 de junio de 2019

10 razones por las que hay que intentar que el PP no gobierne en Madrid


1. La memoria triste del tamayazo tiene que pasar a la historia de una vez por todas. Para quien no recuerde qué pasó, se lo resumo: en junio de 2003, días antes de la inminente investidura de Rafael Simancas en la Asamblea de Madrid por el Partido Socialista, dos diputados del Psoe llamados Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez no comparecieron en la sesión de constitución de la cámara autonómica, aquella traición propició que el PP obtuviera la presidencia de la mesa y hubiera que repetir elecciones; en“segunda vuelta” ganaron los populares y fue entonces cuando comenzó el infausto reinado de Esperanza Aguirre.

2. Gürtel, Púnica, Lezo y demás latrocinios no pueden acabar siendo blanqueados. Las tramas corruptas del PP más escandalosas en lo que va de siglo se han producido en Madrid, donde el entorno de Aguirre está pendiente de varios juicios. Muchos saben ya lo que es la cárcel, entre ellos Ignacio González y Francisco Granados, dos de sus más destacados lugartenientes.

3. Existen opciones en que los números dan para evitar la catástrofe. O las catástrofes. Porque si malo es que Vox marque la hoja de ruta para cerrarle el camino a la izquierda, no lo es menos la catadura de la candidata y el candidato designados por el PP para gobernar la Comunidad y el Ayuntamiento.

4. Los fondos buitre que alimentó Ana Botella no deben volver a revolotear sobre las viviendas de los humildes nunca más. Los desaprensivos inmobiliarios no pueden volver a campar por sus respetos en Madrid. Los precios, tanto de los alquileres como de la compraventa de pisos, tienen que dejar de dispararse. Basta ya de especulación salvaje.

5. No es de recibo perpetuar las alargadas sombras de Aguirre y Botella, ni de volver a los tiempos de las prebendas y las mamandurrias. Un territorio tan abierto, moderno y vivo como Madrid necesita gente en las instituciones que apuesten por el aumento de las libertades y no por su merma.

6. Cuatro años completitos escuchando a Almeida y Ayuso similares salvajadas a las proferidas durante la campaña electoral no va a haber quien los soporte ¿De verdad que la derecha no tenía nadie mejor que presentar como cabezas de lista? De imaginar los números que finalmente obtuvieron, ¿habrían sido ellos los elegidos?

7. Han de comerse con patatas la precipitada fotografía de la noche del domingo electoral, intentando encubrir el fracaso con una perfomance que los periódicos de la capital -¡qué casualidad, oye!-no tardaron en hacer suya para abrir los periódicos de la mañana siguiente: Casado, Almeida y Ayuso dibujando con los dedos la V de la victoria a las puertas de la sede del partido, sobre un atril improvisado a toda prisa.

8. Hermann Terstch y personajes de similar naturaleza no deben volver a Telemadrid. Los medios de comunicación públicos tienen que desencanallarse ya. Basta de frentismo, de tertulianos cupo, de información sesgada y argumentarios teledirigidos.

9. Tanto el Ayuntamiento como la Comunidad merecen gestores sin constructoras detrás, buenos gobernantes, juego limpio y espíritus sin contaminar. Representantes que te permitan dormir tranquilo porque sabes que van a trabajar para continuar rebajando deuda y planificando un futuro menos hipotecado y más apetecible, no pensando en cómo llenar sus bolsillos y los de sus amigos.

10. Madrid es el espejo de España ante Europa y el mundo y lo que sucede en la capital, en buena parte concierne también al resto del país. Aún estamos a tiempo de evitar el desastre. Tenemos que dar la talla en materia medioambiental, calidad de vida, derechos ciudadanos… Estar a la altura de tantas iniciativas con proyección de futuro puestas en marcha ya en muchos de los principales núcleos urbanos de todo el mundo. Y, por supuesto, cumplir con las indicaciones de la Unión Europea, entre las que la lucha contra la contaminación y la desigualdad ocupan un lugar prioritario.

J.T.