Mostrando entradas con la etiqueta Gallardón. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Gallardón. Mostrar todas las entradas

jueves, 25 de septiembre de 2014

Tve continúa cavando su propia fosa


Minutos antes de marcharse a China Rajoy decidió hablar con los periodistas, esta vez sin plasma por medio y, como solía hacer el teniente Colombo en su célebre serie televisiva, se guardó el asunto con más enjundia para el momento en que ya tenía puesto prácticamente un pie en el avión:
- Por cierto, chicos, una cosa más: esto… que eso de la ley del aborto, que he pensado que me voy a cargar el proyecto. Total, si hay que legislar se legisla, pero legislar pa ná es tontería.
No eran todavía las dos de la tarde cuando esto ocurría y en Televisión Española, para cuyo informativo faltaba aún bastante más de una hora, solo tuvieron tiempo los pobres de meter el total y unas colas, pero nada de pieza sobre el asunto ni tampoco pudieron, qué estrés, profundizar sobre la posición en que quedaba el todavía ministro de Justicia tras la sangrante y flagrante desautorización de su jefe.
¿Directo desde el ministerio de Justicia? ¡Anda ya! eso sería apostar por el periodismo, y en los telediarios hace mucho tiempo que a quien intenta hacer periodismo le ponen la cruz o lo mandan a galeras.
- Encima que tienen el privilegio de trabajar donde trabajan, que son nada menos que redactores de Televisión Española, con lo que eso mola, además de eso se empeñan en hacer periodismo, debió comentar Somoano con sus comisarios políticos, esa cohorte que le rodea y que, a medida que transcurren los meses, aumenta en número sin explicación plausible y sin vergüenza alguna.
Así que transgredieron sin pudor uno de los principios más elementales del oficio, acudir a donde se produce la noticia, y se tomaron su tiempo para mandar a alguien al ministerio de Justicia a ver qué pasaba por allí. ¿Consecuencia? Al canal24 horas acabó pillándole el toro cuando, a las cinco y media de la tarde bien pasadas, Alberto Ruiz Gallardón hacía pública su dimisión. Se comieron con patatas el inicio de la comparecencia e hicieron, una vez más, un espantoso ridículo.

¿Fue mala suerte? ¿Fue casualidad? No. Fueron fallos técnicos, es verdad, pero fallos producto de una decisión política: la de no enviar los medios adecuados con el tiempo suficiente porque, al igual que Rajoy lo había soltado así, como de pasada, había que dotar a la información sobre la despedida de Gallardón del perfil más bajo posible. Una vez neutralizada la comparecencia en el Congreso del todavía ministro obligándole a dimitir un día antes, ahora se trataba de escatimarle relevancia al asunto.
Una muesca más en la pistola de las fechorías de Somoano y sus chicos desde que el PP acabó con el modelo de consenso para elegir cargos pactado con el anterior gobierno socialista, un acuerdo que estuvo vigente hasta que Rajoy y los suyos se lo cargaron. Por la noche los informativos en general abrieron con los insultos de los cavernarios ante la sede pepera en la calle Génova, cabreados ellos porque su ansiada ley para restringir el aborto había pasado a mejor vida ¿Lo contó Televisión Española? Por supuesto que no.
Cualquiera en sus cabales se preguntará cómo es posible tanta torpeza. ¿Acaso los responsables de TVE no ven -se puede uno plantear- que la audiencia está ya en el ocho o el nueve por ciento y que continúa bajando camino del desastre absoluto? Claro que lo ven y que lo saben, pero les da exactamente igual. A ellos y a sus jefes de Génova. Lo único que les importa es insuflar su doctrina sectaria, triunfalista y manipuladora. ¿Que eso expulsa a los espectadores y que acaban quedando los incondicionales y cuatro escasos gatos más? No parece que importe mucho.
- Es que no puede ser, Mariano, le dicen en el partido -y se lo dicen, no me lo invento-. Es que parece como si la tele no fuera nuestra. Encima de que no la ve nadie, no nos podemos permitir siquiera el lujo de contar las cosas como a nosotros nos da la gana. Y van y te hablan de criterios periodísticos, de información equilibrada… Pero vamos a ver, a esos que gestionan la tele, ¿no los hemos puesto nosotros? Pues que se dejen de mariconadas.
Nunca tienen suficiente. Siempre les parece poco. Quieren más propaganda, más genuflexiones, más incienso, más caña a los catalanes, a los socialistas, a Rosa Díez y al mundo mundial. ¿Podemos? A esos ni agua. Ninguneo a tope y si no hay más remedio que sacar un total, colocamos a Floriano detrás poniéndolos a parir y punto. ¡Que es nuestro chiringuito, coño, tanto cachondeo ya!
- No queremos acabar como Telemadrid, gritan los currantes de TVE mientras preparan movilizaciones, reivindican la dignidad de su oficio y denuncian la manipulación de los comisarios políticos que les han colocado como jefes, muchos de ellos procedentes precisamente de la televisión autonómica madrileña.
Y así, de tropelía en tropelía, avanzan camino del desastre final. Ahora necesitan 150 millones para que el déficit no los empiece a devorar sin remedio. Pero parece que Montoro no está muy dispuesto a asumir el coste político que supone soltarle a Echenique esa pasta gansa para lo que considera un pozo sin fondo. Una ruina.
J.T.

lunes, 3 de febrero de 2014

Carta abierta a Alberto, el del aborto


Que no, Alberto, que no. Que no nos vas a volver a meter en aquella España siniestra. 

Que no, Alberto, que ni tu suegro siguiendo “el ejemplo” de Blas Piñar ni tú reivindicando la faceta más negra del pasado de tu padre asustáis ya a nadie. 

Entre tu estomagante voz de pijo, Alberto, y tu mensaje añejo e intolerante has acabado siendo clavadito a aquel entrañable guiñol tuyo del Plus que tanto añoramos. Como decía Picasso, todos acabamos pareciéndonos a nuestras caricaturas. Pero tú es que la has bordao. 

Nos costó mucho, Alberto, sacudirnos las pezuñas de tu gente y no te vamos a consentir que te pases “ni mijita” intentando resucitar viejos fantasmas. Nadie salvo Rouco, tú y unos cuantos meapilas más continuáis obsesionados en este país con los asuntos del bajo vientre, Alberto. Vosotros sabréis por qué. Porque pese a las muchas carencias y a las putadas de órdago que nos gastáis, hace mucho tiempo que este país vuela libre y emite en una longitud de onda distante años luz de tu chirriante discurso. 

Que no, Alberto, que no. Que los fachas como tú ya no dais miedo. Aunque si te esmeras, por el camino que vas no tardarás en acabar dando pena. Cada vez que te escucho, empeñado en no bajarte del burro, me acuerdo de “Don erre que erre”, aquel obstinado y patético personaje que tan magistralmente interpretó Paco Martínez Soria, aquel testarudo comerciante que jamás daba su brazo a torcer porque siempre estaba convencido de ser él quien tenía la razón. 

Parece mentira que un tío culto como tú, que de tan culto llegas a relamido, apuestes por la obstinación y con tu cabezonería nos recuerdes a tus facciosos antepasados cuando en sus tiempos gloriosos, esos que tú tanto pareces añorar, incapaces de explicar sus felonías y mucho menos de argumentar las razones por las que ordenaban tantas cosas absurdas, apostaban por zanjar cualquier atisbo de debate con un grito histérico y un puñetazo encima de la mesa: 

- Esto se hace así porque lo digo yo. S’ha acabao. 


Parece mentira, Alberto, lo engañado que tenías al personal hasta que por fin te has soltado el pelo y has decidido salir del armario. No vamos a parar, Alberto. El domingo fue Femen lanzándole braguitas manchadas de rojo a Rouco Varela. El sábado fue “El tren de la libertad” que llevó a Madrid a decenas de miles de mujeres de toda España para gritar contra ti y tu inaceptable intención de reformar la vigente ley del aborto. Hace unos días el “New York Times” nos sacaba los colores por tu culpa y Europa entera no acaba de darle crédito a tanta chorrada como se te oye decir… 

No lo vas a conseguir, Alberto, y tú lo sabes. Te queda poco tiempo para una retirada honrosa. Del proyecto o, ya puestos, de tu misma mismidad directamente. Así que aprovéchalo. Aprovecha ahora que se marcha Rouco y vete con él. Recógete en un monasterio y dedícate a rezar por la salvación de nuestras almas. Te quedaremos eterna y sagradamente agradecidos.

J.T.

sábado, 21 de diciembre de 2013

De vuelta a Londres o al aborto clandestino


Noqueados como nos tienen sin trabajo digno, sin derechos, con miedo al paro quien aún trabaja, a la vejez, a no poder pagar la hipoteca, a ponernos enfermos y que no nos atiendan si no tenemos dinero... han decidido ir ya a cara descubierta y rematar la faena. El aviso más elocuente de hasta dónde están dispuestos a pisotearnos estos chicos del gobierno pp era hasta ahora la mal llamada ley de seguridad ciudadana, donde al que ose moverse se le van a acabar cayendo los palos del sombrajo. Pensábamos que Fernández Díaz, numerario del opus y más facha que la madre que lo parió, había puesto el listón tan alto que sería difícil superarlo.

Pero qué va. Ahí está el inefable Gallardín-Fachardón, atildado y resuelto tras sobrevivir a un misterioso accidente doméstico el pasado fin de semana. Las dos costillas rotas al caerse por las escaleras de su casa hace solo cinco días no le han impedido plantarse este viernes con su traje de rayas y su impoluta camisa blanca e interpretar el episodio más fascista de toda su vida política.

Este melómano que apunta maneras de megalómano tenía engañada, al parecer, a buena parte de la parroquia política y periodística de este país que lo encuadraba en la derecha moderada. ¿Ha sufrido una temible y temida transmutación o siempre fue el muchacho así de fanático y consiguió disimularlo? No lo sé. El caso es que este viernes, por fin, si alguna vez pareció modosito, se ha quitado la careta del todo y ha enseñado su verdadero rostro de ultra recalcitrante. Ningún ministro de derechas se atrevió jamás en democracia a soltarse tan descaradamente el pelo como el estomagante, pijo y redicho Gallardón lo ha hecho este viernes.

Ha humillado a las mujeres, las ha tratado como ciudadanas de segunda y en algún pasaje de su comparecencia directamente como subnormales. No se puede ser tan mala gente. Cínico, vale; mentiroso nos duele, aunque ya estamos acostumbrados y no nos extraña nada... pero los argumentos que ha esgrimido para defender su indefendible "anteproyecto de Ley Orgánica para la protección de la vida del concebido y de los derechos de la mujer embarazada" solo los puede plantear una mala persona.

Traduzcamos el "anteproyecto de ley" al castellano, que para hablar en plan técnico ya sobran expertos: Lo que va a suceder si se aprueba tal como se ha presentado es que la posibilidad de abortar en España desaparece de hecho. Será una disuasoria carrera de obstáculos para las pocas mujeres que se encuentren en alguno de los supuestos permitidos. El aborto dejará de ser un derecho y solo se permitirá en caso de violación denunciada o de riesgo para la madre que suponga “un menoscabo duradero” de su salud. Por malformación fetal ya no se podrá abortar salvo si es “incompatible con la vida”. Aún así se necesitará el aval de dos médicos ajenos a la clínica... y siete días de reflexión.

Total, palos en las ruedas de la bicicleta, chinas en el zapato para acojonar a quien se proponga abortar hasta hacerla desistir. Cortapisas, condicionantes, trámites burocráticos... Conclusión: hay que tener mucho tiempo, ser muy cabezona y disponer de una alta dosis de fuerza de voluntad y de complicidad y apoyo a tu alrededor para superar la carrera de obstáculos que la ley del repelente, retrógrado y falso Gallardón va a poner en el camino a las pocas mujeres que cumplan los requisitos para abortar en España. 

En un asunto donde la premura es básica eso equivale a desanimarlas, a añadirle más problemas a los que ya tienen en momentos tan traumáticos y necesitados de ayuda, a no facilitarle en absoluto las cosas cuando viven uno de los episodios más duros de su vida. Eso a las que se les permita abortar, que serán muy pocas. Y va el tío y tiene los huevos de decir que esta reforma "protege a la mujer" y es "más constitucional que la de 2010" porque se basa en la sentencia emitida por el Tribunal Constitucional de 1985. Sin que se le mueva un músculo de la cara suelta en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros que lo hace "para regular un acontecimiento dramático, en defensa de los Derechos Humanos, porque es obligación del Estado defender toda vida". Y no contento con los insultos a la inteligencia que llevaba ya proferidos va el muy sobrao y se felicita "porque es la primera vez en la historia que no se penaliza a la mujer por abortar". Paternalista y perdonavidas, redondea precisando que en caso de violación de la ley, quien haya interrumpido su embarazo fuera de los supuestos y plazos establecidos no será penada ni multada, mientras que el profesional sanitario que lo practique será penalizado "en los mismos términos que en la ley actual".

En resumen, sin marear ya más la perdiz y en roman paladino: que la única solución que le queda a la mujer que quiera abortar, si la propuesta de este petimetre sale adelante, será tirar por la calle de en medio, es decir, optar por el aborto clandestino como hace treinta y cuarenta años, con todos los riesgos sanitarios y legales que eso conlleva, o volver a pedir dinero prestado a amigos y conocidos para ir a abortar a Londres. La otra opción, la de acabar pariendo el bebé que no quieres tener, volverá a infestar de familias traumatizadas un tejido social ya de por sí depauperado, puteado y machacado, y que no encuentra más que dificultades para sobrevivir por culpa de las leyes que van haciendo fosfatina todos los derechos laborales y sociales.

Las víctímas del "anteproyecto" de Gallardón no van a ser quienes tengan dinero para solucionar su problema o imaginación para salir de la trampa. Serán las más indefensas, las más débiles, las más desprotegidas, que habrán de añadir esta nueva y cruel putada a todas las que ya están sufriendo por pertenecer a una familia con muchos miembros en paro, con deudas que no saben cómo pagar y con dificultades mil para encontrar un trabajo digno que les reporte un mínimo respiro.

Gallardón y la iglesia católica que lo respalda y aplaude saben que con esta ley contribuyen a la desgracia y la infelicidad de muchos, que van a traer la ruina a centenares de hogares y la desesperación a miles de chicas jóvenes a las que se les truncará la vida. Lo saben pero a estos fundamentalistas de medio pelo les da igual.

No importa que ya en toda Europa no exista ningún país que se plantee las cosas así, no importa que eso nos devuelva cuarenta años atrás en el túnel del tiempo, no importa que eso traiga tristeza y tragedia a muchas familias. Lo que importa es que la iglesia esté contenta y que la caverna se anote un notable triunfo. Sometidos a los designios de Merkel como están, ahora redondean la faena sometiéndose a la voluntad del sector más retrógrado e intolerante de la iglesia española. A los que son más papistas que el papa.

J.T.


jueves, 23 de mayo de 2013

Alberto, ¿por qué no dejas la ley del aborto como está y punto?


Eulàlia vino a verme a Ceuta donde yo estaba haciendo la mili y se quedó embarazada. Cuando algunas semanas después, junio del 77, regresé a Barcelona ya licenciado ella acababa de hacerse la prueba y le había dado positivo. Así que juntos nos pusimos a pensar qué hacíamos con nuestras vidas. Ella, dueña de su cuerpo, tuvo la deferencia de compartir conmigo sus reflexiones, sus dudas y su determinación. 

Ella y yo asumimos afrontar el asunto juntos y nos aliamos para superar todas las dificultades que estábamos seguros surgirían. Contábamos, eso sí, con el apoyo de un envidiable grupo de buenos amigos. Tan buenos que mi pareja anterior, Anna, nos arropó incluso acompañándonos a aquel lúgubre piso de la barriada de Sants donde Eulàlia abortaría. La colecta que hicimos no dio para una aséptica y bucólica clínica londinense pero con las quince mil pesetas conseguidas sí se podía recurrir a una solución doméstica clandestina.

Anna y yo no nos separamos de Eulàlia ni un solo segundo durante todo el proceso que, 36 años después, continúa grabado en mi recuerdo secuencia a secuencia, segundo a segundo. Solo Eulàlia y yo, con la  incondicional complicidad de Anna, sabemos lo que sentimos durante todo aquel episodio, lo que nos costó afrontar tanto la decisión como el hecho y sus consecuencias; el miedo que pasamos a que algo saliera mal por las condiciones en que se desarrolló todo. Éramos conscientes de que nos la jugábamos porque todo era riesgo, miedo, tensión... Qué sensación de alivio la que íbamos experimentando a medida que transcurrían los días y Eulàlia se iba reponiendo. 

Por eso no puedo tolerar a estas alturas que se machaque a la mujer promulgando leyes que la violentan, la limitan y la condicionan, porque yo también me siento concernido por ese puteo gratuito e inexplicable que sufren cuando alguien se interpone entre su cuerpo y ellas. Por eso no puedo tolerar que cantamañanas como el ministro Gallardón nos quieran hacer volver al pasado a través de un inadmisible túnel del tiempo y se propongan obligar de nuevo a las mujeres, a pesar de las casi cuatro décadas transcurridas, a pasar por el mismo calvario por el que pasamos Eulàlia y yo el verano de 1977.

Somos muchos los que desde entonces hemos luchado porque la legislación posibilitara que nadie más tuviera que pasar nunca por lo que nosotros nos vimos obligados a vivir. No, Alberto, no. No hemos recorrido este camino de lucha para encontrarnos al final del trayecto con gente como tú. No, Alberto, no, tú y yo sabemos que en todas las familias con posibles, votantes tuyos la mayoría, el problema de los embarazos indeseados se ha resuelto y se continuará resolviendo, sean las leyes las que sean, con dinero y discreción.

No puede ser que tumbéis leyes, sacadas adelante con mucho trabajo y sudor, que benefician fundamentalmente a los más débiles, a los que disponen de menos recursos. No puede ser que los más pringaos acaben siendo siempre las mayores víctimas de vuestros fundamentalistas, decimonónicos y antediluvianos planteamientos. En nombre de la autoridad moral que me otorga haber sido protagonista de experiencias traumáticas, yo te conmino a que dejes de tocar las narices y nos dejes vivir en la libertad que nos hemos ganado y nos merecemos. Que las mujeres sean dueñas de su vida y de sus cuerpos sin que nadie ose inmiscuirse en ello. Que quien decida abortar lo pueda hacer libremente y sin riesgos.

Para eso solo hace falta que dejes tranquila la ley. Que no la toques. Punto. Deja ya de marear la perdiz con si el supuesto tal o la consideración cual. Que no, que la ley está bien, que la dejes en paz y te dediques a otro de los muchos asuntos que tenéis pendientes, y que va siendo hora que le hinquéis el diente de una puñetera vez.

Me repatea tener que recurrir a repetir lo obvio, Alberto, pero no me dejas otra opción: Vamos a ver,  que la ley, tal como está, no obliga a nadie a abortar. Que se trata de un derecho. Y tú, querido ministro melómano con ínfulas de megalómano, no eres quién para quitárnoslo. Más abortos clandestinos en lúgrebes callejas de la barriada de Sants no, por favor.

J.T.