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lunes, 25 de enero de 2016

Esperanza Aguirre empieza a vengarse de Rajoy

Allá por los años noventa, fue la mosca cojonera de Álvarez del Manzano y con José María Aznar de presidente, consiguió altas cotas de notoriedad al frente de Cultura, un ministerio menor para el PP al que ella se las ingenió para darle un fuste y un lustre muy particulares. Fue Esperanza Aguirre una controvertida presidenta del Senado y, cuando el destino le puso a tiro concurrir a la presidencia de la Comunidad de Madrid, oscuros episodios nunca aclarados (aquellos dos votos traidores -Tamayo y Sáez- que dejaron a Rafael Simancas con la miel de la presidencia en los labios) acabaron llevándola al cargo.

Con ella llegó a la política madrileña la época de mayor ignominia y oprobio jamás conocida en la región. Durante sus legislaturas florecieron tramas corruptas y se enriquecieron hombres entonces de su confianza, como Francisco Granados, que hoy esperan entre rejas ser juzgados por prevaricación, cohecho, blanqueo de capitales y otros presuntos delitos.

Nunca nadie consiguió hacer tanto destrozo en tan poco tiempo como Aguirre al frente de la Comunidad de Madrid. Entre otras lindezas trituró la educación pública, troceó la sanidad para derivarla hacia el sector privado y prostituyó Telemadrid, donde sus comandos entraron cual elefantes en cacharrería y destruyeron en un plis-plas el buen hacer profesional que hasta entonces había caracterizado a la televisión pública madrileña.

Es una terminator en estado puro, agresiva, lenguaraz, metomentodo y conspiradora profesional. Implacable con sus adversarios y suelta, muy suelta de lengua a la hora de repartir dardos envenenados entre propios y extraños. No tuvo nunca demasiado feeling con Alberto Ruiz Gallardón, y algún micrófono traicionero llegó a pescarla llamando a alguien "hijoputa".

No sabe callarse ni debajo del agua, así que el sospechoso silencio al que nos ha sometido en las últimas semanas ha hecho que llegáramos a tener mono de sus gloriosas andanadas. Ya nos ha complacido, ha debido estar contando hasta mil antes de volver a usar el aguijón, pero estos últimos días, por fin, ha reventado ¿Contra quién, contra Podemos, contra Pedro Sánchez? Pues no señor, ha ido directamente contra Mariano Rajoy, al que Esperanza se la tiene bien guardada desde hace tiempo y ahora por fin empieza a encontrar la oportunidad de desquitarse.

Se necesita un gobierno de los tres (partidos: PP, PSOE y C´s. Con sacrificios, los que hagan falta; concesiones, las que sean necesarias”. 

Luego, según contaba Carmen del Riego en La Vanguardia, añadió:“Es verdad que entonces los electores no nos dieron la mayoría para gobernar, pero mucho menos se la dieron a Podemos. Le ofrecí la alcaldía al candidato Carmona -recordó. Incluso ofrecí mi retirada del grupo municipal popular. Pues mis argumentos de entonces son los mismos de hoy” Algo cuya traducción al castellano, lisa y llanamente sería: Antes de que vuelvas a gobernar tú, odiado Mariano, prefiero que el tripartito lo lidere Pedro Sánchez. Esta parte del discurso figuraba en el texto inicial, pero luego se lo debió pensar mejor, no lo pronunció así y se armó el lío: Sí, pero no; no, pero sí.

Condición y figura. Esperanza Aguirre no parece resignarse a dejar de salir en los papeles. Con tal de figurar, morirá matando. A día de hoy, la antaño mosca cojonera del alcalde madrileño Álvarez del Manzano continúa bien viva. Vivita... y coleando.

J.T.

domingo, 4 de octubre de 2015

¿Cuántos jóvenes votarán a la derecha en diciembre?

Lo peor es que ya se han hecho a la idea. Para ellos ya es normal que te paguen cincuenta euros por trabajar un domingo y que en ocasiones eso implique desplazamientos de cien kilómetros con tu propio coche, pagándote tú además la gasolina.

Han asumido que esa es la única manera de conseguir que te vuelvan a llamar otro domingo, y otro, y si tu sumisión y docilidad quedan probadas, entonces puede que cuenten contigo algún día entre semana y hasta te pagarán la gasolina en ocasiones, pero sin que sirva de precedente. Eso sí, cincuenta euros forever y vas que te matas.

Celebran los contratos de tres meses como si les tocara la lotería y aceptan sin rechistar que les den de baja cuantas veces decida la gerencia de turno sin ningún tipo de indemnización, faltaría más. Tragan porque tienen amigos más en precario aún, colegas que firman contratos de un día, o por horas, o que no consiguen salir del paro ni con sacacorchos.

Con veintitantos, o treinta y tantos años, los han convertido en inofensivos corderitos. Y lo peor es que no se creen ya que nadie les puede ayudar a mejorar. Que nadie les vaya a sacar de ese pozo. Saben que reciben migajas pero tragan, con tal de que se las garanticen. Porque tienen el miedo en el cuerpo, porque creen que todo puede ser aún peor, quedarse sin seguridad social, que la educación gratuita acabe siendo un sueño imposible y las pensiones de jubilación una quimera...

Pues bien, sé de muchos de estos receptores de migajas, instalados en la incertidumbre y la desesperación, que van a ser capaces de volver a votar al PP en diciembre. A ellos o a sus sucedáneos, que debería ser el verdadero nombre del partido naranja. Sucedáneos, no Ciudadanos. Son capaces de votarlos en las generales como han sido capaces de votar en Catalunya a la más derechista de las opciones, a los mismos que empezaron con los recortes en sanidad, educación y dependencia mucho antes de que lo hiciera Rajoy y que ahora se dedican a la seducción envueltos en banderas nacionalistas.

Todos los nacionalismos son de derechas, de esa derecha que está machacando a la generación de mis hijas y de quienes fueron mis becarios y a quienes, sin embargo, no les veo yo muy por la labor de rebelarse contra todo esto. ¿Dónde está la indignación? ¿dónde las ganas de pelea? ¿por qué las calles llevan varios meses vacías de protestas? ¿por qué se ha desinflado el globo? ¿por qué los jóvenes están dispuestos a creerse, y en consecuencia temerlo, que todo puede ser peor aún? ¿qué ha pasado para que muchos se hayan bajado del autobús de la lucha por cambiar las cosas, y hayan apostado por el carpe diem y por una muy particular manera de entender la mentalidad práctica?

Unos viven gracias a la pensión de sus abuelos, otros se independizan y pagan el alquiler sudando sangre, pocos se plantean tener hijos, ninguno hipotecarse... administran miseria pero sus puteadores han conseguido que les parezca que todo puede ser peor... La indolencia de quienes están en la edad de la lucha y el inconformismo es la más humillante de las victorias que el neoliberalismo lleva apuntándose desde hace un par de décadas.

¿Estoy equivocado? Me gustaría mucho que así fuera y que los resultados de las elecciones de diciembre contradijeran mis temores. Con sumo gusto me comería lo que acabo de escribir. Todas las palabras. Una a una.

J.T.

sábado, 11 de octubre de 2014

Soraya agarra el timón


Han tocado a rebato en el PP porque la frivolidad y el desahogo con el que llevan afrontando desde hace tres años la gestión de nuestras vidas no les impide intuir que esta vez con lo del ébola la han, literalmente, cagado; que su manera de enfrentarse al contagio de Teresa Romero no tiene nombre y que tanto desatino va a acabar pasándoles factura pero ya, y enviándolos al infierno de una puñetera vez. 

Durante la semana que ahora acaba, los presuntos gestores de nuestra sanidad se han pasado tantos pueblos y han coleccionado tantos despropósitos que buena parte de sus paniaguados no han tardado en salir en tromba, despojados de todo recato, y se han aplicado a conciencia a practicar la contrapropaganda volviendo a tomar por estúpido al personal y demonizando el eslabón más débil: la enferma contagiada. 

Mejorando los panfletos más abyectos, el ABC acusaba de sus males ¡en portada y con foto! a la propia enfermera infectada, el amoral Jiménez Losantos llegó a culpabilizarla hasta el extremo de decir que en el pecado llevaba la penitencia, en la tele de Castilla la Mancha se burlaron de ella y en Telemadrid les faltó poco para responsabilizarla hasta de la muerte de Manolete: llegaron a colocar gráficos y dibujos a toda pantalla con un mamporrero, al estilo del hombre del tiempo, explicando que Teresa Romero no avisó del posible contagio, no se identificó, hizo vida normal y no comunicó fiebre alta. ¡Miserables!

Para redondear la faena, la COPE llegó incluso a matarla directamente -luego retiró de la página web la información donde afirmaba que había muerto- y el ABC entraba en detalles afirmando que habría incineración directa sin autopsia previa (aquí una pausa, me vais a tener que disculpar porque necesito vomitar antes de continuar).

Toda esta tétrica parafernalia tenía como objetivo intentar cubrir y defender lo que no tenía defensa posible: una ministra más inútil que un cero a la izquierda, un consejero madrileño de sanidad zafio y grosero y un presunto presidente del gobierno desaparecido, como siempre, esperando a que pase el temporal y que no se inmuta ni cuando el personal sanitario le lanza guantes de látex en su tardía visita propagandística al hospital.

Pero esta vez no. Esta vez el asunto se les ha ido de las manos y lo ha hecho por el ángulo menos previsible: el marido de la afectada difunde por las redes que las "autoridades" sanitarias han decidido acabar con el perro familiar y el can se convierte en la imagen mundial del despropósito. La CNN lo cuenta al mundo entero y nuestros hijos, que están en el extranjero buscándose esa vida que aquí no encontraron, se empiezan a acojonar más que nosotros mismos:

- ¿Qué es lo que está pasando e Madrid, papá?, me pregunta mi hija desde Berlín, preocupada por mi salud y por la de su madre porque, visto desde fuera, vivir en estos momentos en Madrid es vivir en uno de los enclaves más peligrosos del universo. Los hoteles se vacían, la bolsa baja... ruina absoluta. ¡Viva el vino y la marca España!

De súbito, quienes residimos en Madrid nos hemos convertido en apestados para el mundo, candidatos al contagio tras el primer caso de ébola fuera de África. ¿Dónde tenía que ocurrir? En Madrid, faltaría más, near from the Plaza Mayor. Entre los árboles que te matan mientras paseas por el Retiro, Esperanza Aguirre conduciendo suelta por la calle y el maldito ébola acojonando a medio Alcorcón y al hospital Carlos III, Madrid se ha convertido -para quienes nos ven desde fuera- en una ciudad de alto riesgo.

Pero el peor de todos los riesgos es este gobierno suelto por la calle. Tras la hecatombe, han puesto a la ambiciosa Soraya SS a gestionar el marrón, y lo primero que se le ha ocurrido ha sido soltar una denuncia afirmando que existe una conspiración para crear falsas alarmas sobre el ébola. Conspiración internacional, le ha faltado decir. Lo del ébola tendrá solución, estoy seguro. y más pronto que tarde, pero lo de este gobierno... ¡jamás!

Me malicio que si Soraya SS es lo inteligente que dicen que es, lo que debe estar buscando, para ella y para sus compañeros de gabinete, es el camino más corto para salir corriendo de aquí antes de que acabemos corriéndolos nosotros a gorrazos.

J.T.

sábado, 23 de noviembre de 2013

Responsables de prensa, ¿periodistas o guardaespaldas?

Fernando Llorente y Marc Bartra durante la "accidentada" rueda de prensa en Guinea el 14.11.13

- Señor Rajoy, en mi aula somos 38 alumnos y estamos un poco apretados, ¿usted cree que con esto de la reforma en la educación corremos el riesgo de ser todavía más?
- Cuando yo estudiaba en Pontevedra éramos 40, le contesta el presidente, pero cuando tengamos dinero seréis menos.

La escena tiene lugar en palacio de la Moncloa durante una conversación de escolares con el principal inquilino del edificio. El chaval, dado el buen rollo que parece haber en el ambiente, pretende hacer otra pregunta, esta vez sobre la privatización de la sanidad.

- Pero la periodista no me dejó, le contaba el chico el pasado miércoles a Javier Casal durante la desconexión madrileña de "La Ventana", en la Cadena Ser. Me dijo que esas cosas no me interesaban,
- ¿Y tú estabas interesado?, le pregunta Casal
- Claro, yo estoy muy preocupado por lo que me pueda pasar si me pongo enfermo.

Escena dos: Guinea Ecuatorial. Rueda de prensa de dos veinteañeros, un vasco y un catalán, jugadores de la selección española de fútbol. Se les pregunta qué les parece jugar en un país sin libertades donde gobierna un dictador. Interviene la "periodista" del departamento de Comunicación de la Federación:

- Ellos no están aquí para hablar de esas cosas

Se arma el guirigay en la sala de prensa. Ante la insistencia de quien preguntó, los jóvenes Bartra y Llorente acaban soltando una atropellada respuesta intentando salirse por la tangente, lo que les cuesta que haya incluso quien los ponga a parir.

En las dos escenas, presuntos/as periodistas hacen lo contrario de lo que se supone que tendrían que hacer si realmente son periodistas. En Moncloa cortan a un chaval de instituto que le pregunta al presidente por la sanidad y en Guinea cortan a profesionales que preguntan a jugadores de fútbol sobre el país donde van a jugar. ¿Periodistas? Más bien cancerberos. El problema es que esto no sucede solamente en la Moncloa o en la Federación Española de Fútbol: periodistas que le cortan el rollo a periodistas los hay a miles. Ahora que se ha lesionado Víctor Valdés, seguro que hay algún "periodista-cancerbero" que podría competir con el bueno de Pinto para defender la portería del Barça con similar solvencia. Presuntos/as periodistas de muchos gabinetes de prensa y departamentos de comunicación harían bien en dedicarse al fútbol, al parapente o al aeromodelismo.

Yo no discuto la necesidad de ese cometido, pero para eso están los guardaespaldas, no los periodistas. Cuando un chaval, tras visitar la Moncloa, sale diciendo que una "periodista" no le ha dejado preguntarle a Rajoy por la privatización de la sanidad, vamos mal. Muy mal. Cuando, como en el caso de Bartra y Llorente, quien impide sus contestaciones a un periodista es otro periodista, algo falla.

Los periodistas que trabajan como asesores en los gabinetes de comunicación, si quieren ser llamados periodistas, tienen que comportarse como tales. Tienen que apostar por la transparencia y no por el oscurantismo. A ningún asesorado le ayuda que sus gentes de comunicación actúen de guardaespaldas. Un periodista de gabinete administra la información y, por supuesto, nadie puede esperar de él que actúe en contra de los intereses de quien le paga. Pero si se va a dedicar a entorpecer el trabajo de sus compañeros de oficio, más vale que se quite de en medio. Esa labor no la puede desempeñar alguien que se llame periodista. Que se llamen relaciones públicas, jefes de protocolo, responsables de marketing o comunity manager, pero periodistas no.

Un periodista no puede hacer lo mismo que aquel calvo alto y fornido que, como nos recuerda en su post de este domingo mi compañero Aníbal Malvar, apareció en un documental del Canal Plus francés echando el aliento y empujando a una periodista francesa para impedir que le preguntara a Felipe de Borbón por su cuñado Iñaki Urdangarín.

El periodista tiene que instruir y aleccionar a su asesorado, pero no puede ser su cancerbero. No puede hacer de guardaespaldas. Yo entiendo que el curro está muy difícil y que hay muchos periodistas que se ganan/nos ganamos la vida como podemos: a veces como agentes inmobiliarios, como camareros, o como dependientes de una carnicería. Pero cuando se dedican/nos dedicamos a estos menesteres los clientes no salen diciendo que el piso se lo ha vendido, o que la cerveza se la ha servido un "periodista" como sí contó el escolar de la Moncloa cuando salió dela visita.

Es verdad que al periodismo se dedican muchos piratas impresentables y que hay medios que denigran la dignidad de profesionales en programas y en informativos que producen vergüenza ajena. Pero eso... lo voy a dejar para otro día.

J.T.

martes, 24 de septiembre de 2013

Los parados, esos sospechosos a los que hay que vigilar


Dado que ellos están instalados en la delincuencia (presunta, claro), en la mentira y el cinismo descarados; vista la inflación de casos por corrupción a mano armada a los que tienen que hacer frente no resulta demasiado extraño que Rajoy y su impune cuadrilla traten a los ciudadanos como presuntos delincuentes.

Ahora toca, porque así lo ha decidido Empleo, que los parados -a los que ya se declaró oficialmente vagos y sospechosos hace algunos meses- informen obligatoriamente de sus viajes al extranjero. No vaya a ser que tengan la suerte de encontrar ese trabajo que aquí les escatiman.

Estado policial. Al contrario de lo que proclama la legalidad todavía vigente, nos tratan como presuntos culpables. Quizás porque no les quepa en su cabeza que la media ponderada del ciudadano de a pie no funciona con la caradura y la desvergüenza que ellos se gastan.

No gobiernan para los ciudadanos, sino contra los ciudadanos. Lo que en realidad les gustaría es transformarnos en súbditos. Y actúan como si aspiraran a conseguirlo. Son nuestros empleados pero se comportan como los tiranos. Les financiamos sus nóminas, sus dietas y sus devaneos y ellos a cambio nos pagan con su desconfianza, su desprecio y su ninguneo.

Nueve millones de pensionistas les preocupan menos que una bronca de Merkel. Medio millón de enfermos de cáncer obligados a pagar el diez por ciento de fármacos que pueden llegar a costar varios cientos de euros les preocupa menos que una admonición del Banco Central Europeo. Decenas de miles de estudiantes en la cuneta por no tener dinero para pagar sus matrículas le importan menos que una mala cara de Botín o Fainé.

Esos son ellos. Así funcionan estos magníficos trileros enrocados en un poder que prostituyen y desligitiman con su manera de ejercerlo. No solo hacen lo contrario de lo que prometieron, sino que además nos someten a libertad vigilada.

Gobernantes sinvergüenzas como son, no parecen capaces de imaginar que los gobernados no lo seamos. Y legislan partiendo de la idea de que somos unos pillos, unos tramposos dispuestos a robar y mentir como ellos.

Con sus políticas han buscado la ruina a cientos de miles de trabajadores a los que han convertido en parados. Y ahora, en lugar de buscarles empleo, les buscan las cosquillas.

J.T.


martes, 3 de septiembre de 2013

Una habitación de hospital


- ¿Otra vez por aquí? ¿Cómo están? Les pedimos disculpas si no les atendemos con la rapidez de otras veces. Nos han quitado una enfermera por ala en cada planta. Los recortes, ya saben...

La amable enfermera que atiende a mi madre en sus inevitables y cada vez más frecuentes ingresos en el hospital se dirige así a nosotros al reconocernos. No se queja. Lo expresa como quien describe un paisaje, o como quien ya lo ha contado muchas veces: sin emociones, pero con precisión. Notamos que hay menos vasos, menos servilletas, menos material, digamos, de segunda necesidad.

- Aquí en la habitación hace frío con el aire acondicionado -me dice el hijo de la señora que comparte habitación con mi madre. Si se va a quedar usted de acompañante esta noche, más vale que consiga una sábana o una manta cuanto antes, que se acaban. Y si se la trae de casa, mejor.

Antes de subir a planta, durante el período de observación, pude escuchar en la sala conversaciones de familiares de otros pacientes: a todos empieza a costar más dinero que antes que alguien del entorno se ponga enfermo: medicinas que han quedado fuera de las recetas y que son imprescindibles, servicios para los que antes había ambulancias y ahora no...

Son señales que evidencian el comienzo del declive, pespuntes que anuncian que esos son los nuevos tiempos que llegaron para no marcharse. Será muy difícil volver a lo de antes. Veo a un conocido con una hernia abdominal cada vez más abultada, que ha venido acompañado de su mujer, aquejada de problemas vasculares. Ocho meses lleva él en lista de espera para ser operado. Más que indignados parecen resignados. Por cómo me hablan deduzco que han echado mano de su memoria de infancia, de su recuerdo de la tribulaciones familiares de hace cincuenta años y han decidido poner la mente en modo "resignación". Temen que las cosas, como sucediera en otros tiempos, vayan a peor.

No son los únicos. Aprovecho estos días de hospital para hablar con personas de toda edad y condición y concluyo que en su actitud está quizás la explicación de por qué las cosas no han reventado todavía. Los pacientes, por lo general personas mayores, les dicen a sus hijos y nietos que ellos ya se temían que esto fuera un paréntesis. No parecen tener conciencia de haber conquistado un derecho, sino de haber tenido suerte en una etapa de su vida en que la sanidad funcionaba fenomenal y las medicinas eran gratis. Y recuerdan una y otra vez lo mal que pintaban las cosas cuando ellos eran niños y la guerra estaba recién acabada. 

Salvo algunas excepciones, por lo general los mayores predican mentalidad práctica: las pensiones están amenazadas, sí, pero todavía las cobran. Las listas de espera crecen cada día porque los retrasos son cada vez mayores, pero todavía los operan sin tener que pagar. Cuando se les dice que si no se lucha ahora las cosas irán cada vez peor, buena parte de los enfermos y familiares de la planta en la que se encuentra mi madre no parecen estar muy por la labor de salir a pegar voces por las calles, por ejemplo. Introduzco unas monedas para que funcione el televisor y así las abuelas se entretengan un rato. Cuando llega la hora de las noticias, en el cuarto todo es unanimidad:

-¿Tanto dinero has puesto que no se apaga la tele todavía?, me preguntan
- Ya le queda poco, les digo ¿No queréis ver las noticias?
- ¿Para qué? Solo hablan de ladrones. Qué asco de políticos. Da igual unos que otros, todos se lo llevan a manos llenas.

Los ponen a caldo, es verdad, pero lo hacen en tono descriptivo. No parecen crispados ni enfadados. No se alteran. Se diría que ya han pasado por esto antes, que están escarmentados, que no tienen ganas de follones. Se diría que parece como si supieran que esto iba a llegar. Como si hubieran estado ensayando para cuando aparecieran los contratiempos. Como si hubieran estado ahorrando paciencia para ahora romper la hucha.

J.T.




miércoles, 28 de agosto de 2013

¿Cómo hemos podido degenerar tanto?


Pero ¿qué es lo que hemos hecho con aquella hermosa libertad que empezamos a gestionar en 1976 para que casi cuarenta años después parezca, no solo que no hemos avanzado nada, sino que vamos marcha atrás?

¿En qué nos hemos equivocado para que las cosas nos hayan salido tan mal?

¿Por qué las cárceles visitadas entonces por tantos políticos que luchaban por la democracia albergan ahora políticos y empresarios corruptos de toda calaña y condición (y lo que queda)?

¿Cómo es posible que no nos haya dado tiempo de poner nuestra casa, nuestro país, mucho más en orden de lo que está?

¿Qué es lo que hemos hecho tan mal? ¿tantas heridas cerramos en falso en su día? ¿tantos frentes quedaron abiertos?

¿Cómo es posible que sigamos tan polarizados, tan cainitas, tan crispados los unos con los otros?

¿Por qué tantos avances incuestionables nos han servido de tan poco?

¿Por qué, habiendo menos analfabetos, hay menos librerías, menos cines, menos eventos culturales que muevan y motiven a la gente?

¿Por qué a pesar de los avances sociales y económicos no hablas con nadie que no le tenga mucho más miedo al futuro que hace solo unos años?

¿Cómo es posible que cada día que pasa se batan récords históricos de solicitudes de ayuda a Cáritas y oenegés varias?

¿Por qué hay que volver a buscarse la vida (la supervivencia, no la prosperidad) en el extranjero?

¿Por qué jóvenes que crecieron viendo a sus padres ir a votar van ahora por las esquinas levantando la mano cara al sol y enarbolando símbolos fascistas?

¿Cómo es que no está enterrada y olvidada la liturgia franquista? ¿Quién, cómo se dedica a reavivarla? ¿Por qué?

¿A dónde vamos tan crispados? ¿Por qué nos enconamos tanto?

¿Por qué después de tantos años trabajando por el diálogo y el entendimiento tenemos a tanto energúmeno mediático vociferando en las ondas y redactando inflamables proclamas infames?

¿Qué nos ha pasado? ¿Cuándo empezó la cuesta abajo?

¿Cómo es posible que hayamos degenerado tanto?

J.T.


viernes, 15 de marzo de 2013

Necesitamos muchas Candelas Peña


Este domingo se cumple un mes del aldabonazo que Candela Peña soltó la noche de los premios Goya 2013. Soy de los que piensan que los altavoces están para utilizarlos y eso fue exactamente lo que hizo la catalana de Gavá, reconocida aquella noche como mejor actriz de reparto por su interpretación en "Una pistola en cada mano", de Cesc Gay.

¿Os acordáis? Candela aprovechó su turno de palabra tras recoger el galardón para denunciar la carencia de mantas y de agua en un hospital público, el hospital donde falleció su padre. Sé de lo que habla. Por razones que me gustaría no estar viviendo, frecuento hospitales con cierta asiduidad en los últimos meses y compruebo cómo, a medida que transcurre el tiempo y se suceden las estancias, la carencia de medios es más ostensible.

Hace unos dos meses, en una de mis últimas visitas,encontré en la pared de la habitación del hospital un aviso de los trabajadores pidiendo disculpas si se percibían desatenciones en algún momento. Lo atribuían a la reducción del número de enfermeras por planta que acababa de producirse. En Urgencias, el pasado martes, tuve que ejercer de camillero desde la sala de espera hasta la consulta porque los auxiliares eran menos de los necesarios y estaban desbordados. La carencia de agua que denunciaba Carmela hace tiempo que no la percibimos, pero porque somos nosotros mismos quienes nos hemos ido surtiendo de existencias en una máquina expendedora convenientemente colocada en el pasillo. Eso sí, los vasos de plástico hay que perseguirlos, o traérselos directamente de casa porque los administran con cuentagotas.

De momento, si se nos apura, estamos hablando de asuntos ciertamente menores, pero nada permite deducir que las cosas vayan a mejorar a corto plazo. Son señales, señales de que hemos iniciado una cuesta abajo que, si continúa así, pronto amenazará seriamente la calidad de una sanidad pública que ha sido ejemplar durante muchos años.

El gobierno del PP tiene muy claro que quiere darle un golpe de timón al funcionamiento de la sanidad. La privada tiene que comerle terreno a la pública por civil o por lo militar. En el caso de Andalucía, donde todavía gobierna la izquierda, se resisten como gato panza arriba a que eso suceda, pero sobre su gestión pende la amenaza de la ausencia de "combustible". El grifo del dinero lo tienen al otro lado de Despeñaperros, donde es un hecho que la asistencia pública disminuye por días en favor de los centros privados y concertados. Y peor todavía: quienes tiene la potestad de abrir o cerrar ese grifo, a veces lo abren para pagar directamente a proveedores del gobierno andaluz dejando a éste a los pies de los caballos.

Por eso cuando alguien denuncia públicamente algo, como fue el caso de Candela Peña en la ceremonia de entrega de los premios Goya 2013, lo importante no es la literalidad de la denuncia sino la fuerza y la repercusión que puede llegar a adquirir si se elige un entorno oportuno y un momento adecuado.

Y a fe que lo fue, a tenor de las furibundas reacciones que se produjeron descalificando y hasta insultando a la atribulada actriz. Candela Peña, tras un atril en los premios Goya denunciando que su padre murió en un hospital en el que faltaban mantas y agua es demasiada verdad desnuda, demasiada vida real, de la de a pie de calle, puesta en evidencia en un entorno todo él  fashion y glamuroso.

Parece evidente que les rechinó, les irritó, les violentó tanta verdad, tanta vida real. Por eso me pareció oportuno.Y efectivo. Quienes estamos viviendo en los últimos meses experiencias hospitalarias sabemos bien hasta qué punto llamadas de atención como la de Candela, aldabonazos como el suyo en un escenario donde lo que se dice obtiene trascendencia, son más útiles que muchos manifiestos, incluso que muchas denuncias en los juzgados.

J.T.

lunes, 28 de junio de 2010

¿Dónde está la frontera entre la información y el morbo?


Ver el aspecto de Rafael, el sevillano a quien un equipo de cirujanos del hospital Virgen del Rocío le practicó un trasplante de cara hace tres meses, era un hecho informativo. Un acontecimiento noticiable en toda regla al que el protagonista se ha prestado este martes voluntariamente.

Eso sí, en la convocatoria que nos envió el hospital se precisaba que "el paciente y su familia han decidido comparecer en este mismo y único acto público puesto que han solicitado que, una vez se produzca el alta hospitalaria, se respete su derecho a la intimidad y vida privada".

Retransmitida en directo, la comparecencia de Rafael contaba con todos los componentes de intriga, emoción y final feliz que son siempre los aderezos de un buen melodrama.

Rafael era consciente de la expectación que despertaba su aparición en público y ha aprovechado la ocasión, además de para dar las gracias a la familia del donante y al equipo médico, promocionar este tipo de trasplantes y animar a quienes puedan encontrarse en situaciones parecidas a la suya.

Una vez hecho esto, reclama respeto a su privacidad y el derecho a volver sin interferencias a su día a día de siempre.

Si lo consigue, si lo respetamos, habremos hecho hoy un buen trabajo informativo y a partir de aquí habremos demostrado que sabemos dónde están los límites.

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La foto de Rafael con una de las enfermeras que lo ha estado cuidando durante los tres últimos meses es de mi amigo Eduardo Abad

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Esta entrada se publicó por primera vez en "Las carga el diablo" el 4 de mayo de 2010

J.T.