jueves, 8 de julio de 2010

España, 1; Alemania, 0


Complicado sustraerse al estado de euforia colectiva que parece haberse apoderado de nuestro ánimo desde el momento en que la victoria de la selección española por 1-0 a Alemania fue un hecho.


Adquirido el ticket para disputar la final del campeonato mundial de fútbol en Sudáfrica el próximo domingo frente a Holanda, durante lo que queda de semana habrá que saber gestionar la ansiedad

He de reconocer que yo también me he contagiado. Cuando decidí disfrutar de unos días de vacaciones en Madrid nunca imaginé –hombre de poca fe- que me iba a tocar vivir aquí estos momentos por un lado mágicos y por otro quizás un tanto desmesurados.


El partido contra Paraguay, que ganamos también uno cero y nos dio el pase a semifinales, me pilló el sábado tres de turista por el centro de Madrid. Las caravanas y festejos del día del orgullo gay se entremezclaban con los garitos repletos que retransmitían el encuentro por los aledaños de Gran Vía.

Había competencia de megafonías entre la música de las carrozas y los altavoces que los bares habían colocado en sus fachadas para que se escucharan los avatares del partido. Este miércoles he tenido el privilegio de ver el España Alemania con mi amigo Carlos Santos en un entrañable bar de su céntrico barrio madrileño.

Por primera vez desde que comenzó el campeonato me he sorprendido a mi mismo gritando ¡¡uys!! y lamentando los fallos de nuestros jugadores. Y, por supuesto, gritando como un poseso junto a todos los amigos que seguíamos el partido en el bar cuando Puyol ha conectado el mágico cabezazo que nos ha colocado en la primera final de un mundial en toda nuestra historia.


Cuando me he despedido de Carlos, camino del metro he podido ver, y casi compartir, las celebraciones de gente de diversa edad y condición en la Puerta del Sol, en la plaza de Colón y por toda la Castellana. Y eso que todavía no hemos ganado nada. Como dice Carlos, sonaría raro gritar “Subcampeones, subcampeones, oé,oé,oé”


¿Cómo será la historia, me pregunto, si el próximo domingo la selección holandesa sucumbe ante nuestros inspirados y descarados pipiolos?

Apuesto por el carácter mágico del momento y porque el asunto no se despendole. Porque por muy orgullosos que legítimamente nos permitamos estar, no habría que perder la perspectiva y recordar que sólo se trata de fútbol. Con todo lo que simboliza, de acuerdo. Pero sólo fútbol. ¿O no?

J.T.

2 comentarios:

  1. También estaba yo con vosotros, Juan, en espíritu, no te olvides de mí. Abrazos.

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  2. Es cierto, compañero. Y como ahora parece que habrá más ocasiones, será cuestión de buscar la manera de coincidir en alguna, ¿no?

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