jueves, 30 de agosto de 2012

Los ingredientes de una crónica. Algunas obviedades nunca suficientemente repetidas


Para elaborar una crónica periodística es preciso:

1. Desplazarse al lugar donde ocurre la historia. Es decir invertir en tiempo, gasolina, kilómetros… en riesgo. Parece una perogrullada, pero quien conoce el oficio por dentro seguro que sabe lo que es un gerente intentando evitar un viaje y que el redactor haga la crónica sin moverse de su mesa en la redacción.

2. Ver personalmente lo que pasa e intentar conocer lo mejor posible lo que ha ocrurrido antes de que nosotros llegáramos.

3. Ser testigo directo de los olores, los colores, los sinsabores… de todas las emociones que se producen en torno al caso sobre el que estamos trabajando.

4. Hablar con todos los testigos posibles. No dejarse influir por nada de lo que hayamos leído u oído si no hemos verificado con nuestros propios ojos.

5. Hablar con los protagonistas directos. Intentarlo por todos los medios y no cejar a menos que resulte materialmente imposible 

6. Ver, oír, oler, sentir. Y con todo eso… ponerse a escribir… 

    - huyendo de las especulaciones
   - huyendo del político de turno que aparece "en el lugar de los hechos" solo para hacerse la foto y decir cuatro obviedades 
  - verificando siempre cualquier dato por nimio que nos parezca. Y no te digo ya si se trata de una información comprometida
   - aportando sólo aquello de lo que puedes responder tú porque lo has presenciado directamente. Y si no es así, citar siempre la persona o la entidad de la que procedan los datos que usas a menos que se trate de una fuente a preservar
   - evitando cualquier opinión. Por mucho que, en algunas ocasiones, nos pueda pedir el cuerpo darla. Como mucho un adjetivo, y en casos excepcionales. 

Si es una crónica, no olvides que cuando pasen unas horas tendrás que elaborar una nueva historia apenas  tengas datos nuevos o llegue otra "hora de cierre" para tu informativo o tu periódico. Así que lo importante, una vez hechos los deberes, es la rapidez. Las enciclopedias y las tesis doctorales son otra cosa. 

J.T.

domingo, 26 de agosto de 2012

¡¡¡NO A LAS DECLARACIONES ENLATADAS!!!


No les basta con “intereconomizar” Televisión Española. 

Les parece insuficiente la babosa sumisión de tantas radios, revistas, teles… de tantos periódicos cuyo impresentable trabajo sucio avergüenza a los profesionales del oficio periodístico, pero cuyos gestores están dispuestos a lamer todo lo que haya que lamer a cambio de esos siempre intangibles platos de lentejas que son las inserciones publicitarias. 

Ni aún así se fían. 

Y ahí hemos tenido últimamente, por ejemplo, a la inefable Fátima Báñez remitiendo, muy ufana ella, declaraciones enlatadas para hablar de la prórroga de los cuatrocientos euros de marras a los parados de larga duración antes que se conociera la letra pequeña del farragoso y marrullero asunto. Las razones por las que Fátima y otros devotos ministros optan por las declaraciones enlatadas las conocemos todos, o nos las imaginamos: miedo a las preguntas, inseguridad a la hora de saber salir de según qué atolladeros, engreimiento, suficiencia, equivocada interpretación de lo que significa una mayoría absoluta… Pero da igual. 


Lo grave no es que se atrevan a enlatar declaraciones y enviarlas a los medios, que lo es y mucho. Lo grave es que luego vayan muchos de esos medios y las emitan sin precisar siquiera que el contenido –que puede tener interés periodístico, no digo que no- está elaborado con técnicas puramente propagandísticas y al margen de lo que es una de las más irrenunciables conquistas de la vida en democracia: el cara a cara entre el gestor público y el periodista que puede y debe preguntarle –mire usted por dónde- justo lo que el político quiere evitar que se le pregunte. 

Esto no puede continuar así 

A las ruedas de prensa sin preguntas, a la señal realizada por ellos mismos de buena parte de los actos que celebran, viene a sumarse ahora esto: las declaraciones enlatadas. Insisto: en democracia, queridos y nunca suficientemente bien ponderados políticos españoles, las reglas del juego en materia de comunicación son que el periodista cuenta y pregunta lo que él, el profesional de la información, entiende interesante. Y el político, si no le gusta lo que se le pregunta, tiene todo el derecho a poner mala cara, a cabrearse, a insultar si quiere, pero tiene que asumir que las cosas son como son y no como él quisiera que fueran. Por mucho que mande. Por poderoso que sea. 

Creedme que me produce cierto hastío, y hasta cierta vergüenza tener que estar repitiendo siempre lo mismo. Pero visto lo visto, me temo que tendré que continuar dando la tabarra con este asunto una y otra vez. 

Continuaré haciéndolo tantas veces como ellos pretendan cercenar la innegociable libertad que necesita el oficio periodístico para vitaminar la vida en común. Muchos quieren directa y descaradamente, sin ningún pudor, acabar con esa libertad. 

Saben que no lo conseguirán, pero como no van a dejar de poner empeño en ello nosotros tampoco podemos bajar la guardia ni un solo minuto. 

¿Qué tal si empezáramos por devolver a su remitente las declaraciones enlatadas, por abandonar las ruedas de prensa en las que no se admitan preguntas, por no aceptar señales de actos en cuya realización audiovisual no intervenga ningún profesional del medio que ha de emitirlas? 

J.T.

lunes, 6 de agosto de 2012

Apuntes de periodismo, 15. La transparencia informativa en la era de internet


He visto a Félix Monteira, a Javier Valenzuela, Óscar Lobato o Eduardo Sotillos convertidos de la noche a la mañana en celosos guardianes de la confidencialidad de sus señoritos (presidentes de gobierno, subdelegados del gobierno...), "entorpeciendo" -dicho sea con el mayor cariño- el trabajo de quienes nos dedicábamos a hacer lo mismo que ellos habían hecho durante toda su vida profesional hasta el día en que optaron por pasarse "al otro lado del mostrador". A lo largo de mi vida profesional he visto actuar así no sólo a estos cuatro compañeros, sino a muchísimos más como es natural.

Cuando un jefe de prensa de un cargo político, empresarial o institucional pone trabas al trabajo de los profesionales de la información, se suele decir que "está haciendo bien su trabajo". Yo no estoy de acuerdo. Sostengo que la transparencia es "la madre de la ciencia" en esto de la comunicación. Y más a estas alturas de la película, con internet "hirviendo" las 24 horas del día.

Observo el resultado del trabajo del equipo de Obama y cada vez lo tengo más claro: en la era de internet, lo mismo que no se le pueden poner puertas al campo, los jefes de prensa no se pueden andar con secretismos infantilistas ni con sonrisas pícaras mientras obstruyen el acceso a datos cuya importancia en muchos casos es nimia o escasa. No soy tan insensato como para ignorar que hay niveles. Pero el exceso de celo no puede llevar a ningún asesor a impedir que se conozcan lo mejor posible las actividades, las ideas y hasta las "anécdotas " de sus respectivos señoritos. Su cotidianeidad. En la Casa Blanca lo tienen muy claro desde hace bastante tiempo.

Un asesor de prensa no es un perro guardián. Su trabajo es administrar la información, sí, pero sin olvidar las reglas del juego. Y las reglas del juego son, entre otras muchas, que los periodistas deben contar con las mayores facilidades posibles para hacer su trabajo... a cambio de nada. Ahí está el quid. 

La tentación de cualquier "personaje público", ya sea un político, un financiero o un presidente de club de fútbol, es intentar impedir por todos los medios que salgan a la luz asuntos que no les conviene, o simplemente no les apetece que se conozcan. Un buen asesor tiene que hacerles entender, con carácter prioritario, que las reglas del juego son las que son y que las consecuencias de que las cosas sean así es posible que en muchas ocasiones no les gusten. Se trata pues de ayudarles a asumir que hay que afrontar esta circunstancia con la mayor elegancia y naturalidad posibles, porque a la larga se sale ganando.

Claro que la culpa de que muchos casos esto no funcione como sería aconsejable no es de los asesorados. Existe un cierto tipo de prensa, cada vez más numeroso, que se dedica a hacer la ola a los personajes públicos, que han ido cediendo espacios propios de la información al halago incondicional y a la noticia  sesgada. Y claro, son muchos los casos en que la sumisión del periodista, a base de practicarla, se ha consolidado tanto ante quienes tienen el poder que estos tienden a pensar que todo el monte es orégano y que los periodistas están para comerles en la mano. Esto es terrible. Se trata de una gran amenaza para el oficio periodístico, para la supervivencia de los medios de comunicación y para el derecho de los ciudadanos a estar informados lo mejor posible.

Es imprescindible que los periodistas, se encuentren en uno u otro lado del mostrador, tengan esto bien claro: Un asesorado es alguien que se supone que necesita al asesor para que éste le diga lo que le conviene escuchar, no lo que quiere oir. Que tiene al asesor para que le diga claramente que no cuando tiene que decirle claramente que no. Aún a riesgo de jugarse soportar las malas pulgas del asesorado, o incluso su puesto de trabajo. La transparencia, a mi juicio, no solo no es mala sino que aporta valor añadido a los personajes que apuestan por ella y a los equipos de comunicación que consiguen convencerlos de sus ventajas.

J.T.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Los jóvenes, la Constitución y la Transición



Tienen menos de 30 años. Uno es político y el otro periodista. Los escuché este martes hablar con autoridad, conocimiento de causa, convicción y firmeza.

Y me he llevado una enorme alegría

Me he llevado una enorme alegría porque hace mucho tiempo que ando buscando jóvenes así. Jóvenes que me hagan pensar, que se muestren decididos a tomar el testigo del trabajo político y social que otros, no tan jóvenes ya, han/hemos llevado a cabo a lo largo de los últimos treinta años. Que tomen todo ese trabajo   y  hagan con él lo que crean conveniente: mejorarlo, reformarlo o, directamente, cargárselo si es lo que toca. Y protagonizando ellos el proceso.

Jóvenes que, como Nino, me hagan caer en la cuenta de que todos los nacidos después de diciembre de 1960 no votaron la Constitución y que a lo mejor hay que ir dándole una vuelta, o dos, a eso.

Jóvenes que, como Juan Luis, pongan sobre la mesa teorías trabajadas en libros recientes en los que se analiza el final de la cultura de la "Transición". Pormenorizaba Juan Luis este martes en Torres (Jaén) que la Transición fue básicamente un pacto para alejar miedos a cambio de proteger bienes como los servicios públicos, la educación o la sanidad. Los bienes ya no están siendo protegidos. Los neoliberales se están cargando el Estado del Bienestar. Y en cuanto a los miedos... miedos a la involución, a los militares, a los fachas... parece que, afortunadamente, se han mitigado. En consecuencia, las razones que llevaron a aquel pacto ya no existen o cuando menos lo que lo inspiraba se está quedando vacío.

Moraleja:  Hace falta otra cosa. Ya.

Me encanta escuchar planteamientos de jóvenes que ponen el asunto patas arriba. Que lo hacen desde el trabajo, el compromiso y las ganas de darle a esto el meneo que está pidiendo a gritos.

Nino es Nino Torres Canto, tiene 27 años y es diputado autonómico en Asturias por el Partido Socialista. Juan Luis es Juan Luis Sánchez, acaba de cumplir los 29 y es periodista hasta las trancas. Reportero, excelente contador de historias y un gurú de las nuevas tecnologías en internet. Embarcado como subdirector, junto a Ignacio Escolar, director, en el proyecto eldiario.es , un periódico digital que arranca el próximo 4 de septiembre.

He escuchado a Juan Luis y a Nino explicar estas y otras muchas cosas más, todas ellas interesantes, en uno de los cursos de verano que la Universidad de Jaén organiza en Torres, el pueblo donde nació Baltasar Garzón. Se trataba de un curso dirigido por Rosa María Artal dedicado a analizar la crisis económica.

El título de la mesa redonda era "Refundar la refundación de la democracia" y los dos jóvenes flanqueaban a  Angels M. Castells, Fanny Rubio y Lourdes Lucía, tres luchadoras natas que nos ayudaron también a reflexionar sobre estos temas. Los cinco nos regalaron tres sabrosas horas de excelente debate.

Regreso de allí dándole vueltas a todo lo escuchado y haciendo votos porque sean cientos, miles los juanluises y los ninos que zarandeen a tanto nostálgico, a tanto vocacional de aparatos trasnochados y a tanto abuelo empeñado en seguir corriendo los cien metros lisos aunque sea en silla de ruedas.

Nino y Juan Luis, como tantos otros ponentes de los cursos de verano de Torres, han conseguido con sus exposiciones que los que hemos tenido la fortuna de escucharlos, además de sentirnos unos verdaderos privilegiados, nos animemos al constatar que la lucha va a continuar. Y que más pronto que tarde la ganaremos porque somos más.

Con gente así se puede asegurar sin miedo a equivocarse que "hay partido". Y de los buenos. 

J.T.