jueves, 4 de septiembre de 2025

¿Hasta los 150 años incordiando?




Ayer descubrí que no solo soy de la misma edad que José María Aznar, sino que Vladimir Putin o Xi Jinping también tienen 72 años. Hasta no hace mucho, cuando un dirigente político me causaba desasosiego, siempre me aliviaba pensar que se moriría antes que yo y eso me permitía soñar con la posibilidad de que fuera sustituido por alguien que mejorara las cosas. Desde ayer tengo claro que, definitivamente, he de perder toda esperanza.


El dirigente chino y el ruso fueron cazados por un micrófono abierto, cuando se dirigían a la pekinesa plaza de Tianamenn a celebrar el 80 aniversario de la victoria china sobre los japoneses en la segunda guerra mundial, confesándose mutuamente su sueño más húmedo: quieren vivir hasta los ciento cincuenta años. Lo que traducido quiere decir sin duda que les gustaría permanecer casi ochenta años más al frente de los destinos de la humanidad. 


- Hoy eres un niño a los setenta años, comentó el mandatario chino.

- Gracias a la biotecnología, añadió Putin, los órganos humanos podrán ser trasplantados constantemente.


Ellos puede que consigan llegar al siglo y medio, en mi caso ya sé que no, así que más me vale asumir que ahí seguirán ellos el día que mi organismo dictamine hasta aquí hemos llegado. Seguirán ellos y hasta es posible que siga Aznar, quien seguro que ya ha ordenado en Faes que, por lo civil o por lo militar, se hagan con la receta de la longevidad de la que hablaban Putin y Jinping para así poder continuar luciendo, allá por el año 2100, su tan tupida como falsa cabellera negra.Y no nos olvidemos de Donald Trump, tan mayor que nos parecía por estar cerca ya de los ochenta años y resulta que le puede quedar media vida por delante para seguir poniendo el mundo patas arriba. Porque el hombre de Washington (al lado de los de Moscú y Pekín es solo un aprendiz, por muy listo que se crea) ya se está encargando de dejar claro que no va a resultar fácil echarlo de la Casa Blanca cuando finalice su mandato, así se tenga que cargar la escasa democracia que aún sobrevive en las instituciones estadounidenses. 


La historia de la humanidad se ha escrito siempre con mandatarios prendados de sí mismos a quienes el común de los mortales les importaba un comino. Al que le hacía frente se lo cargaban sin más y procuraban borrar todo rastro de su existencia dificultando con ello el trabajo de los investigadores. Verdaderos sátrapas pasaron a la historia como santos benditos porque nunca hubo documentos ni prueba alguna que demostraran su crueldad. 


Lo que ha cambiado en los últimos tiempos es que tanto el apego al poder como el desprecio por aquellos a quienes gobiernan se retransmiten ahora en directo, bien porque cada vez los autócratas parecen tener menos pudor, bien porque de vez en cuando se queda por ahí algún micrófono abierto ¿Casualidad? Igual ni fue un error.


J.T.

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