No, no se comportan igual. Las derechas y las izquierdas no se comportan igual cuando llegan al poder, ni siquiera esa izquierda bipartidista llamada PSOE que tanta vergüenza, y hasta indignación, le ha hecho sentir en numerosas ocasiones a parte de su militancia.
Las derechas lo tienen muy claro: apenas tocan pelo sacan el hacha y no dejan títere con cabeza. Entran en las instituciones a saco y no mantienen en su puesto ni a un triste funcionario que consideren afecto al equipo anterior. Si no lo pueden echar, lo arrinconarán y aburrirán, intentarán hacerle la vida imposible. Las derechas no hacen prisioneros. Defenestran sin contemplaciones al tiempo que sientan las bases para que, cuando llega el momento de perder el poder, queden dentro los submarinos necesarios para seguir abonando el terreno y preparar el regreso.
Las izquierdas, en cambio, incluso aquellas que a veces de izquierdas solo parecen tener el nombre, andan por el mundo cogiéndosela con papel de fumar. Con la legislación vigente en la mano intentando evitar que les recurran cualquier decisión. Si saben que se la recurrirán igualmente, porque lo harán seguro, ¿por qué le dejan tanto espacio de maniobra a quienes nunca se lo dejarán a ellos? No aprenden. ¿Acaso no tienen claro que, hagan lo que hagan, a las derechas nunca les parecerá suficiente, siempre querrán más porque viven con la convicción de que el poder, por definición, les pertenece a ellos, que las izquierdas cuando lo consiguen, solo lo tienen de prestado?
Lo piensan así porque la timidez con la que se comportan las izquierdas cuando gobiernan les da la razón ¿Por qué se mantienen los privilegios de la iglesia, institución propietaria de una cadena de emisoras dedicada a insultar a diario al presidente del gobierno y despotricar de todo lo que huela mínimamente a izquierda? ¿por qué dura y perdura tanto centro religioso concertado donde adoctrinan y sesgan ideológicamente con nuestros impuestos? ¿por qué se desvía tanto dinero hacia centros sanitarios privados en lugar de reforzar y hacer crecer lo público? ¿Por qué tanta condescendencia con las multinacionales farmacéuticas?
¿Qué se ha ganado con no meter mano en el mundo judicial, con tanto “respetar las decisiones judiciales”, frase que nunca se les ha caído de la boca a muchas izquierdas aún a sabiendas de que en los armarios donde se guardan las togas anidó siempre el huevo de la serpiente? La Constitución se redactó procurando no enfadar a los militares, ni a los jueces, ni a la policía, ni a quienes movían los hilos financieros. Pues ¡ea! aquí tenemos los resultados. Cuarenta años largos hemos estado viviendo entre tabúes; hablar de independencia en Catalunya, por ejemplo, era sacar los pies del tiesto y en cuanto a la monarquía, nadie osaba publicar una sola palabra de la vida que llevaba el rey ni de sus tejemanejes financieros, algo que parte de la prensa siempre supo con pelos y señales, pero calló.
Las izquierdas se rindieron incondicionalmente durante la transición con el argumento de que no se podía repetir otra tragedia como la guerra civil y quienes salieron beneficiados, amnistía incluida, fueron los herederos de la dictadura, que se agazaparon en un partido llamado Alianza Popular, germen del PP, donde durante décadas incubaron los fascistas que, ahora desgajados, campan por sus respetos con las caretas quitadas envenenando la convivencia y subiendo en las encuestas merced a que no se andan con medias tintas. Hacen y dicen cosas fascistas con contundencia y eso parece fascinar a según que segmento de la población, se expresan con esa firmeza que las izquierdas debían haber tenido siempre, pero que no tuvieron porque temían y continúan temiendo violentar o incomodar a los jueces, a la iglesia o a la monarquía.
He ahí el resultado, pues: los ultras cada vez más crecidos, reivindicando todo lo rancio que creíamos haber superado para siempre, volviendo a los discursos de los años más negros de la dictadura, amenazando a los homosexuales, negando la violencia de género, demonizando a los inmigrantes, quitándole subvenciones a las organizaciones sociales, desentendiéndose de los más débiles, desprotegiendo ancianos y niños… Estos son los que van a venir si no ponemos pie en pared. La izquierda light lo sabe pero parece estar en Babia.
Por una vez, instituciones como la televisión pública del Estado parecen haber espabilado y a eso se deben los palos que le están lloviendo a sus gestores por todas partes. A que aparecen por fin en pantalla voces que son claras y contundentes. Una firmeza que se echa de menos en el Gobierno a la hora de enfrentar la gestión sanitaria, la educativa o el mundo del poder judicial, por no hablar del gasto militar o la reducción de la jornada laboral. Andarse con remilgos no es buena táctica, por mucho video de tik tok que difunda Moncloa con mensajes guays de Pedro Sánchez. Insisto: si consiguen gobernar, las derechas no harán prisioneros.
J.T.

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