Los cuerpos policiales están infestados de cómplices de los ultras. He podido ver con mis propios ojos el cariño con el que tratan a Vito Quiles o a Ndongo cada vez que han de llamarles la atención, he visto cómo se comportan en la carretera con los manifestantes pro Palestina en la Vuelta Ciclista y no puedo evitar recordar las veces en que he tenido la oportunidad de tratar con ellos y saber cómo piensan. Por razones que no vienen al caso, he tenido acceso a veces al ambiente de las cantinas en cuarteles de la guardia civil, por ejemplo, y la atmósfera no puede ser más reaccionaria, ¡qué horror!
Entre los militares, policía y guardias civiles que he tratado, al margen de Julio Rodríguez o Juan Antonio Delgado, claro está, solo conozco a uno de ideas progresistas, un buen amigo que, merced a su corpulencia, a su altura, a su contundente presencia, se puede permitir no ser intimidado por sus compañeros. Porque apenas pueden intimidan, ridiculizan, repiten frases comunes de las que escuchan en los programas ultras que radios y teles dfunden cada vez más. Son fans de Íker Jiménez, Nacho Abad, Risto Mejide, Vicente Vallé, Ana Rosa o Jiménez Losantos.
Repiten su argumentario como papagayos y si algunos no piensan como la mayoría, que seguro los hay, guardan un prudente silencio. Hay una asignatura pendiente en la educación y en la formación de quienes integran nuestras Fuerzas Armadas que no sé como demonios se puede aprobar.
No razonan, no transigen, todo son insultos contra Pedro Sánchez y contra los miembros del gobierno en general. No es que estén de acuerdo con Feijóo o Abascal, que también, sino que están radicalmente en contra de Sánchez, les cae mal y meten la cuña con la retahíla de insultos en cualquier conversación familiar o entre amigos, ya se esté hablando de fútbol, del tiempo o del colegio de los niños.
Es una asignatura pendiente esta de la formación en los cuarteles, como decía. Necesitamos cuarteles democráticos y no los tenemos. Es verdad que entre los jefes las cosas no son lo mismo, son más comedidos aunque piensen igual, pero entre la tropa de a pie a mí me produce verdadero pánico escuchar sus opiniones.
Está cabreados con el gobierno, hablan mal de él sin parar y lo que es peor, no saben por qué. Sencillamente, es lo que se lleva, lo cool, y se encuentran cómodos en ese carril. Les mola también la militancia anti Barça, ya sean del Real Madrid , del Atlético, del Iliturgi o de la Ponferradina. Pero a los catalanes ni agua. Odian al Barça, odian Cataluña, odian a los políticos de Podemos, Puigdemont es un prófugo, un traidor que tendría que estar en la cárcel. Este es el prontuario de quienes a diario velan por nuestra seguridad en las calles, de quienes salen de las lecheras a poner orden cuando hay una movilización popular, de quienes estos días reprimen los manifestaciones contra la presencia de Israel en la Vuelta mientras comentan con sus compañeros y con los periodistas afines (que para nuestra vergüenza son más que los que respetan las protestas), que no entienden por qué hay que mezclar deporte y política.
Este es el panorama. De aquí han de partir los gobernantes si quieren hacer pedagogía, si quieren que esta manera de pensar de policías y guardias civiles llegue un día en que no sea mayoritaria. Una democracia fuerte necesita unas fuerzas de seguridad cuyos integrantes, que tienen derecho a tener las ideas que quieran, faltaría más, al menos no hagan ostentación de ellas cuando lo que piensan va en contra de lo que tienen la obligación de hacer para favorecer nuestra convivencia en paz.
J.T.
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