sábado, 21 de diciembre de 2013

De vuelta a Londres o al aborto clandestino


Noqueados como nos tienen sin trabajo digno, sin derechos, con miedo al paro quien aún trabaja, a la vejez, a no poder pagar la hipoteca, a ponernos enfermos y que no nos atiendan si no tenemos dinero... han decidido ir ya a cara descubierta y rematar la faena. El aviso más elocuente de hasta dónde están dispuestos a pisotearnos estos chicos del gobierno pp era hasta ahora la mal llamada ley de seguridad ciudadana, donde al que ose moverse se le van a acabar cayendo los palos del sombrajo. Pensábamos que Fernández Díaz, numerario del opus y más facha que la madre que lo parió, había puesto el listón tan alto que sería difícil superarlo.

Pero qué va. Ahí está el inefable Gallardín-Fachardón, atildado y resuelto tras sobrevivir a un misterioso accidente doméstico el pasado fin de semana. Las dos costillas rotas al caerse por las escaleras de su casa hace solo cinco días no le han impedido plantarse este viernes con su traje de rayas y su impoluta camisa blanca e interpretar el episodio más fascista de toda su vida política.

Este melómano que apunta maneras de megalómano tenía engañada, al parecer, a buena parte de la parroquia política y periodística de este país que lo encuadraba en la derecha moderada. ¿Ha sufrido una temible y temida transmutación o siempre fue el muchacho así de fanático y consiguió disimularlo? No lo sé. El caso es que este viernes, por fin, si alguna vez pareció modosito, se ha quitado la careta del todo y ha enseñado su verdadero rostro de ultra recalcitrante. Ningún ministro de derechas se atrevió jamás en democracia a soltarse tan descaradamente el pelo como el estomagante, pijo y redicho Gallardón lo ha hecho este viernes.

Ha humillado a las mujeres, las ha tratado como ciudadanas de segunda y en algún pasaje de su comparecencia directamente como subnormales. No se puede ser tan mala gente. Cínico, vale; mentiroso nos duele, aunque ya estamos acostumbrados y no nos extraña nada... pero los argumentos que ha esgrimido para defender su indefendible "anteproyecto de Ley Orgánica para la protección de la vida del concebido y de los derechos de la mujer embarazada" solo los puede plantear una mala persona.

Traduzcamos el "anteproyecto de ley" al castellano, que para hablar en plan técnico ya sobran expertos: Lo que va a suceder si se aprueba tal como se ha presentado es que la posibilidad de abortar en España desaparece de hecho. Será una disuasoria carrera de obstáculos para las pocas mujeres que se encuentren en alguno de los supuestos permitidos. El aborto dejará de ser un derecho y solo se permitirá en caso de violación denunciada o de riesgo para la madre que suponga “un menoscabo duradero” de su salud. Por malformación fetal ya no se podrá abortar salvo si es “incompatible con la vida”. Aún así se necesitará el aval de dos médicos ajenos a la clínica... y siete días de reflexión.

Total, palos en las ruedas de la bicicleta, chinas en el zapato para acojonar a quien se proponga abortar hasta hacerla desistir. Cortapisas, condicionantes, trámites burocráticos... Conclusión: hay que tener mucho tiempo, ser muy cabezona y disponer de una alta dosis de fuerza de voluntad y de complicidad y apoyo a tu alrededor para superar la carrera de obstáculos que la ley del repelente, retrógrado y falso Gallardón va a poner en el camino a las pocas mujeres que cumplan los requisitos para abortar en España. 

En un asunto donde la premura es básica eso equivale a desanimarlas, a añadirle más problemas a los que ya tienen en momentos tan traumáticos y necesitados de ayuda, a no facilitarle en absoluto las cosas cuando viven uno de los episodios más duros de su vida. Eso a las que se les permita abortar, que serán muy pocas. Y va el tío y tiene los huevos de decir que esta reforma "protege a la mujer" y es "más constitucional que la de 2010" porque se basa en la sentencia emitida por el Tribunal Constitucional de 1985. Sin que se le mueva un músculo de la cara suelta en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros que lo hace "para regular un acontecimiento dramático, en defensa de los Derechos Humanos, porque es obligación del Estado defender toda vida". Y no contento con los insultos a la inteligencia que llevaba ya proferidos va el muy sobrao y se felicita "porque es la primera vez en la historia que no se penaliza a la mujer por abortar". Paternalista y perdonavidas, redondea precisando que en caso de violación de la ley, quien haya interrumpido su embarazo fuera de los supuestos y plazos establecidos no será penada ni multada, mientras que el profesional sanitario que lo practique será penalizado "en los mismos términos que en la ley actual".

En resumen, sin marear ya más la perdiz y en roman paladino: que la única solución que le queda a la mujer que quiera abortar, si la propuesta de este petimetre sale adelante, será tirar por la calle de en medio, es decir, optar por el aborto clandestino como hace treinta y cuarenta años, con todos los riesgos sanitarios y legales que eso conlleva, o volver a pedir dinero prestado a amigos y conocidos para ir a abortar a Londres. La otra opción, la de acabar pariendo el bebé que no quieres tener, volverá a infestar de familias traumatizadas un tejido social ya de por sí depauperado, puteado y machacado, y que no encuentra más que dificultades para sobrevivir por culpa de las leyes que van haciendo fosfatina todos los derechos laborales y sociales.

Las víctímas del "anteproyecto" de Gallardón no van a ser quienes tengan dinero para solucionar su problema o imaginación para salir de la trampa. Serán las más indefensas, las más débiles, las más desprotegidas, que habrán de añadir esta nueva y cruel putada a todas las que ya están sufriendo por pertenecer a una familia con muchos miembros en paro, con deudas que no saben cómo pagar y con dificultades mil para encontrar un trabajo digno que les reporte un mínimo respiro.

Gallardón y la iglesia católica que lo respalda y aplaude saben que con esta ley contribuyen a la desgracia y la infelicidad de muchos, que van a traer la ruina a centenares de hogares y la desesperación a miles de chicas jóvenes a las que se les truncará la vida. Lo saben pero a estos fundamentalistas de medio pelo les da igual.

No importa que ya en toda Europa no exista ningún país que se plantee las cosas así, no importa que eso nos devuelva cuarenta años atrás en el túnel del tiempo, no importa que eso traiga tristeza y tragedia a muchas familias. Lo que importa es que la iglesia esté contenta y que la caverna se anote un notable triunfo. Sometidos a los designios de Merkel como están, ahora redondean la faena sometiéndose a la voluntad del sector más retrógrado e intolerante de la iglesia española. A los que son más papistas que el papa.

J.T.


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