domingo, 26 de octubre de 2025

Trump contra el mundo



Las salidas de tono de Donald Trump contra España son pecata minuta al lado de las insidias y amenazas que dedica a países como Canadá, Dinamarca, México, Venezuela o Colombia por no hablar de sus erráticas relaciones con China y Rusia. O de las desconsideraciones con Ucrania, el pisoteo a Palestina o la humillación pública all primer ministro de Israel obligándole a llamar a Qatar para pedir perdón por bombardear un edificio de Doha donde había una delegación palestina. Matonismo estajanovista. 


No es una casualidad que Estados Unidos, en esta nefasta era Trump, encienda fuegos diplomáticos por todos lados. No es un error de cálculo, es un diseño consciente. Porque este sicópata de pelo naranja ha decidido que el mundo no ha de ser será un club de aliados tranquilos sino un tablero de ajedrez en el que él mueve ficha, sin pedir permiso y sin consultar casi a nadie.


¿Por qué lo hace? En primer lugar, los expertos explican que este peculiar dueño del mundo que nos ha tocado en suerte entiende la política exterior como empresa y espectáculo. Los estudios de análisis de rasgos de liderazgo señalan que Trump actúa desde una mezcla de nacionalismo, egocentrismo y pragmatismo sin filtro. No es solo “America First” como eslogan, es “América antes que la norma, la alianza o la institución”.


Segundo, entiende los tratados, las alianzas y los consensos multilaterales como lastre y por eso los está derribando, como derriba el ala oeste de la Casa Blanca. Le da la gana, punto. Puede y quiere, para chulo, él. Ese es el nivel. En consecuencia, con esta manera de entender la política global, el orden internacional basado en las reglas con las que se construyó tras 1945, y que todos admitían, ha saltado por los aires. Frente a los líderes que apuestan por el diálogo, y lo practican, Trump nos despierta cada día con un nuevo despropósito: amenaza con arrebatar territorios, rompe compromisos, acusa a aliados y halaga dictadores. ¿Dinamarca? ¿Canadá? Amenazados. ¿México? Tarifa tras tarifa. ¿China? Guerra comercial. ¿Venezuela y Colombia? Presión, diplomacia coercitiva. ¿Palestina? Nuevas reglas, poco proceso.


La tercera razón por la que Trump actúa así es porque frente a una audiencia doméstica que siente abandono, desindustrialización y falta de influencia, les vende el discurso de “Yo peleo por vosotros (americanos) ante el mundo”. Y entonces cada puerto, cada tratado, cada país vecino es un potencial adversario. Eso quiere decir que su política exterior no es tanto diplomática como competitiva. 


Así las cosas, ¿qué podemos esperar en el futuro inmediato?


Hay que tener en cuenta que la credibilidad de EE.UU. como aliado se debilita a medida que transcurren los días. Los países que creían en Washington como baluarte comienzan a mirar otro lado. China y Rusia aprovechan el vacío, buscan mayor influencia regional. En Latinoamérica, Oriente Medio, Asia, los actores locales no esperan a Estados Unidos: actúan.


La nueva “doctrina Trump” pone el foco en lo que se obtiene, no en lo que se construye. A los aliados: o paga o adiós; a los adversarios: amenaza o sanción. 

Con este panorama, la legitimidad de instituciones internacionales se resiente, y eso significa que si EE.UU. rompe las reglas con facilidad, otros acabarán siguiendo sus pasos, con lo que el riesgo es que la cooperación global para crisis como el cambio climático, pandemias o migración se debilitará aún más. Veremos tensiones en varias direcciones: Canadá y Dinamarca agitan por posible anexión o presión; México y Colombia bajo amenaza tarifaria o migratoria; China en pleno choque comercial y estratégico. 


Se acabaron las certezas. El aliado de ayer puede ser el blanco de mañana. Los marcos de cooperación se redefinen. El libre comercio, la defensa colectiva, los valores democráticos quedan en entredicho. Y eso afecta directamente a la capacidad de los países más pequeños para maniobrar.


En definitiva, estamos ante una nueva era geopolítica que se dibuja así: Estados Unidos pelea por su propio espacio, pero no desde la cooperación, sino desde la confrontación. Y cuando el gran capo actúa así, el equilibrio internacional se tambalea. 


Volvemos  al principio: no es casualidad que Canadá reciba un misil verbal, que China sea amenazada con una subida de tarifas o que Colombia se quede sin apoyo. No lo es, es estrategia frente a la que todos tendremos que decidir si respondemos con alianzas renovadas o nos resignamos a aceptar que América ya no juega en equipo, sino en solitario. No es para nada una buena noticia.


J.T.


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