lunes, 20 de octubre de 2025

Consejo de Informativos de TVE: el órgano que deslegitima lo que dice defender


Cuando una institución creada para proteger la independencia periodística se convierte en un instrumento para sabotearla, no estamos ante una simple crisis interna, estamos ante un acto de traición a la esencia del periodismo público. Eso es exactamente lo que está ocurriendo con el Consejo de Informativos de TVE (CDI), un órgano que nació, en teoría, para blindar la libertad de los periodistas frente a las presiones políticas, y que hoy actúa como correa de transmisión de los mismos partidos que siempre soñaron con domesticar a la televisión pública.


El Consejo, colonizado en buena parte por representantes afines al PP y Vox, ha decidido declararle la guerra a la dirección de TVE -una dirección que, por primera vez en muchos años, ha conseguido reconectar con la ciudadanía, levantar las audiencias y devolver algo de dignidad al servicio público. Batallan con argumentos falsos, disfrazados de tecnicismos legales y con ello torpedean, o lo intentan, el buen funcionamiento de programas como Malas Lenguas o Mañaneros 360.


La maniobra es vieja y chapucera: se trata de envolver el ataque político en una especie de barniz jurídico. Alegan que esos espacios son “programas informativos” y deben regirse por las normas de los telediarios -producción interna al cien por cien, contratación exclusiva de plantilla fija y cero externalización-. Eso es falso y lo saben. Ya en 2021 lo aclaró la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) cuando concluyó que no es lo mismo un telediario que un programa de actualidad con debate y análisis. Lo saben, pero les da igual porque su objetivo no es tener razón, sino crear ruido, erosionar la credibilidad del proyecto y, de paso, proporcionar munición al ABC, El Mundo, OkDiario y demás pasquines de la derecha mediática, encantados ellos de sembrar cizaña y contribuir a la confusión.


En estos momentos al CDI y a sus altavoces no les interesa la calidad del servicio público, les interesa tumbar cualquier formato que no esté al servicio del relato conservador. Les escuece que existan programas donde se sale al paso de las mentiras, se desmontan bulos y se exponen las manipulaciones de la derecha política y mediática. Les molesta que TVE vuelva a tener músculo, recupere espectadores y ofrezca algo tan revolucionario hoy en día como una información decente.


Mientras la mayor parte de los medios privados viven de inflar falsedades urdidas en los laboratorios de los partidos, en RTVE se ha empezado a hacer lo que tanto tiempo hemos esperado de una televisión pública: informar con honradez profesional, serle a los espectadores lo más útil posible. Y eso, para quienes han hecho del bulo una forma de vida, es intolerable.


El CDI, en lugar de defender ese avance, se ha puesto del lado de los medios que temen perder el monopolio del relato. Este órgano no actúa ya como un garante de independencia, sino como una quinta columna interna. No se limita a opinar, amenaza con convocar un referéndum entre la plantilla saltándose las normas de confidencialidad, manipulando los procedimientos internos y tratando de dividir a los trabajadores entre “buenos” y “malos”. Un método más propio de las cloacas que de un órgano ético.


¿Cómo es posible que, justo ahora que la televisión pública vive su mejor momento de los últimos años, sean sus propios empleados quienes se dediquen a boicotearla desde dentro? ¿Qué clase de ceguera o de servidumbre ideológica hace que algunos periodistas se alineen con quienes llevan décadas queriendo privatizar RTVE o reducirla a una oficina de propaganda al servicio del Gobierno de turno?


Resulta obsceno que quienes más deberían defender la libertad informativa se conviertan en instrumento de quienes la estrangulan cada día desde los platós privados y las tertulias pagadas. No se puede estar del lado de los que manipulan a conciencia y, al mismo tiempo, decir que se defiende la ética periodística. RTVE está cumpliendo su misión: ofrecer información rigurosa, plural y libre de las ataduras que imponen los intereses privados. Que eso moleste tanto a las derechas y a sus aliados mediáticos es la mejor prueba de que algo se está haciendo bien en la dirección.


El Consejo de Informativos ha cruzado una línea roja. Ha dejado de ser el guardián de la independencia para convertirse en su verdugo. Ha pasado de ser un dique de contención frente a la manipulación política a convertirse en una de sus herramientas. Eso no puede ser, los ciudadanos tenemos derecho a una televisión pública fuerte, con periodistas que informen y no obedezcan, con programas que desmonten bulos y otorguen voz a quienes nunca la tienen. TVE está empezando a hacerlo, y eso merece apoyo, no sabotaje.


Lo que está en juego no es un simple debate corporativo, es la credibilidad del periodismo público frente a la intoxicación organizada. O TVE continúa por el camino de la transparencia y la pluralidad, o vuelve a ser el cortijo de siempre. Y si algo ha quedado claro, es que los enemigos de la libertad de prensa no están solo fuera de los edificios de la Corporación; algunos llevan muchos años dentro, disfrazados de guardianes de la ética.


J.T.

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