Si lo que están haciendo las autonomías gobernadas por el PP cuenta con el respaldo de Núñez Feijóo, malo; y si no lo tiene, peor. Reconozco que no he podido evitar una cierta desazón estos días cuando veo el destrozo que las derechas continúan perpetrando en aquellas comunidades donde gobiernan. Libertades que creíamos consolidadas vuelven a tambalearse. Anulan leyes, cuestionan derechos, reivindican modos y maneras de tiempos oscuros que habíamos conseguido olvidar, cuestionan el progreso y preconizan la vuelta atrás.
En Extremadura, el pasado jueves la Asamblea regional derogó la Ley de Memoria Democrática que venía a hacer justicia con los 14.000 represaliados que siguen en cunetas y fosas comunes en la región. PP y Vox, que cuentan con mayoría, aprobaron lo que han dado en llamar una nueva “Ley de Concordia”, es decir, una bajada de pantalones más de los populares ante los fascistas titulares para conseguir aprobar los presupuestos. Que con esta ley “miran al futuro”, dicen. ¿Cómo, arrancando placas, archivando expedientes, devolviendo al silencio a los que nunca tuvieron voz? Alberto, ¿no tienes nada que decir?
En Madrid, otra sumisión del PP a Vox, en este caso del alcalde Almeida, sacó el asunto del aborto a pasear hasta que también el pasado jueves su comadre Ayuso remató la faena mandando fuera de Madrid a las mujeres que quieran abortar. Lo escuché y no me lo creía: ¿cómo se puede ser tan borde, tan deslenguada, tan desconsiderada? Anunciaba además que se negaría a realizar el registro de médicos objetores al que obliga la ley. En este caso Alberto reaccionó horas después con una carta pública: “Garantizaré siempre –decía- que cualquier mujer que opte por la interrupción de se embarazo pueda hacerlo con la mejor atención médica y sicológica, conforme a las leyes”.
En Andalucía, donde la sanidad pública vive su peor etapa en décadas, la crisis de las mamografías, las miles de mujeres que no fueron informadas en tempo y forma de los resultados de sus pruebas, es la metáfora perfecta de la desconsideración hacia la ciudadanía, del gran error que supone descuidar la sanidad pública. Lo que antes era un derecho ahora es una lotería. El “Sálvese quien pueda” convertido en política sanitaria tras las descaradas privatizaciones que proporcionan suculentos beneficios a amiguetes y familiares varios. Alberto, ¿esto tampoco lo piensas parar?
En Valencia, las lluvias torrenciales han mostrado el precio del desmantelamiento ambiental. La dana de hace un año se llevó por delante vidas y viviendas dejando al descubierto la irresponsabilidad de quienes recortaron en prevención, se negaron a invertir en infraestructuras y mintieron, como evidencian nuevos vídeos, sobre la manera de gestionar la tragedia. El otro día Mazón usó “su” televisión pública para tratar del asunto con el desparpajo que le caracteriza sin ser replicado por sus periodistas felpudo en una retransmisión cuya audiencia -1,7% (0% entre el público de 25 a 44 años)- deja claro hasta qué punto el personaje produce grima. Sus gobernados lo quieren fuera, pero no hay modo. Feijóo aquí tampoco actúa, él sabrá por qué.
Ya que hablamos de televisiones “públicas”, en Galicia, TVG se ha convertido en el manual de estilo de la propaganda institucional. Los informativos parecen boletines de partido, los trabajadores se rebelan y los espectadores cambian de canal. En lugar de servir a los gallegos, sirve al gobierno del PP. Aquí Alberto tampoco tiene nada que decir porque, entre otras cosas, esta eficaz maquinaria quien la puso en marcha fue precisamente él.
En Castilla y León, a pesar del escándalo de este verano con la gestión de los incendios, aún se duda sobre si los medios de extinción deben ser estacionales o permanentes. Las políticas de Mañueco erosionan además sin discusión derechos sociales, sanitarios y laborales. Se practican recortes presupuestarios, aumenta el odio, se discrimina al colectivo LGTBI y la población en riesgo de pobreza supera el 22 por ciento ¿Feijóo aquí? Ni está, ni se le espera.
En cuanto a Murcia, es toda una muestra de cómo el PP se pliega a las exigencias de Vox apenas necesita ayuda: para aprobar los presupuestos López Miras no dudó en revocar la compra de viviendas para menores migrantes no acompañados, reducir ayudas a sindicatos y patronal o cerrar el centro de acogida para menores. Al tiempo, el Mar Menor sigue muriéndose a la vista de todos, víctima de la connivencia entre política y negocio.
En Cantabria, el actual gobierno regional parece empeñado en borrar cualquier rastro de políticas sociales progresistas. Su prioridad no es avanzar sino desmontar lo anterior, como si el progreso de los demás fuera una afrenta personal. En noviembre del año pasado derogaron también la Ley de Memoria Histórica y Democrática, los recortes en educación y dependencia perpetúan las desigualdades y las listas de espera en Sanidad son cada día más largas y lentas porque los presupuestos priorizan la deuda sobre la inversión social.
¿Y Baleares? Aquí también el guion se repite, a pesar de la ruptura del PP con Vox: se han producido recortes culturales, revisionismo educativo, censura de obras incómodas, se está intentando reescribir la historia con brocha gorda aunque al menos aquí no han conseguido derogar la ley de Memoria. Se han dado pasos atrás también en violencia de género y en derechos LGTBI… aplicando siempre la plantilla con la que se suelen normalizar las regresiones: primero se niegan, luego se maquillan, después se normalizan.
Todo esto junto deja una sensación difícil de soportar, la de estar viendo cómo el país se deshilacha por las costuras más débiles. No hay grandes anuncios, no hay golpes de efecto; hay una lenta y calculada marcha atrás, un desmantelamiento de lo que costó décadas levantar. Y lo peor no es que lo hagan, lo peor es que lo hacen intentándonos vender que el retroceso es progreso. ¡Hay que tener poca vergüenza!
Nos están devolviendo a un país más miedoso, más desigual, más dividido. Pero hay algo que no pueden borrar: la memoria de quienes ya lucharon por esto antes. Y si entonces se avanzó contra viento y marea, también ahora sabremos decir que no. No al miedo, no al silencio, no a la resignación. Cada paso atrás duele más cuando sabes cuánto costó dar el anterior hacia adelante.
Vuelvo a preguntarme, ¿las autonomías gobernadas por el PP actúan con el visto bueno de Núñez Feijóo o va cada una por su lado y a su aire? ¿Se le ha ido el partido de las manos a su todavía presidente, le quedan algo más que los aplausos hipócritas de su grupo en el Congreso cada vez que suelta una tontería? Su predecesor ya probó esa medicina y vio cómo los aplausos se convertían en cuchilladas de un día para otro. ¡Ánimo, Alberto!
J.T.
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