Si algo refleja la magnitud de los ataques que TVE viene sufriendo de un tiempo a esta parte es que, aquello que se cuenta en la tele, tiene más repercusión de lo que parece. Si ya no la viera nadie, como hay quien se empeña en afirmar, ¿a qué se deben entonces los furibundos ataques contra la televisión pública del Estado desde que sus índices de audiencia amenazan con disputar el liderazgo a la hasta ahora inexpugnable Antena 3TV?
Por primera vez en mucho tiempo, la programación de TVE amenaza la zona de confort en que se encontraba instalado el duopolio formado por Atresmedia y Mediaset, los dos conglomerados audiovisuales que absorben el ochenta y cinco por ciento de los ingresos publicitarios en el sector. Un duopolio que lleva más de siete años actuando como descarado portavoz de los intereses de las derechas y cuyas cabezas más visibles atizan sin misericordia al gobierno de coalición en cuatro teles, decenas de emisoras de radio y diversas cabeceras de prensa en papel y digital.
Esta dos empresas han sido el principal vehículo de transmisión del lawfare, esa infame práctica consistente en que cuando cualquier entidad ultra coloca en un juzgado una demanda endeble y falaz, acto seguido un juez abre sumario con cuatro recortes y, a partir de ahí, ya tenemos una noticia de cuyo hilo tirar hasta el infinito para someter a pena de telediario a cualquier miembro del gobierno o a su familia. Merced a la eficacia que posee repetir una mentira mil veces, llevamos desde 2018 en un bucle infernal del que, hasta hace unos meses, también participaban los informativos de Televisión Española.
Aún no hace un año que los nuevos responsables de la televisión pública del Estado decidieron apostar por atajar los bulos, no consentir las mentiras ni tampoco dar pábulo al lawfare. Desde entonces a los políticos no se les pone ya el micrófono para que coloquen sus mensajes sin más, sino que se les replica o puntualiza cuando sueltan disparates, algunos incluso de marcado carácter inconstitucional. Desde hace unos meses ya no se difunden apologías del racismo, la violencia de género o el golpismo en la televisión pública.
A medida que se corre la voz de lo que sucede, el espectador sintoniza su frecuencia y permanece en ella al descubrir que, por fin, desde la pantalla se cuentan las cosas como él estaba deseando escucharlas, que desde los programas de la pública se respeta su inteligencia y se le proporcionan datos y argumentos para que sea él quien extraiga sus propias conclusiones. Encuentran en la tv pública del Estado lo que siempre han echado de menos en autonómicas como Telemadrid, Canal Sur o TVG y en las privadas que controlan Atresmedia o Mediaset.
Había un plan por parte de las derechas para reforzar en TVE esos mismos mensajes políticos y facilitar así la llegada de la derecha al poder mintiendo como bellacos mañana, tarde y noche. Y ese plan, mire usted por dónde, de pronto se ha visto interrumpido cuando sus actuales responsables han decidido devolverle al medio la dignidad y su carácter de servicio público. La clave está siendo apostar por programas de actualidad pegados a lo que sucede en la calle con mesas de opinión donde se analiza y se discrepa, pero en las que el filogolpismo no tiene cabida.
Esto se está haciendo como complemento de unos servicios informativos por fin algo más equilibrados, a pesar de la resistencia interna a los cambios que continúa existiendo en buena parte de la redacción de los telediarios. A pesar también de la beligerancia con la dirección de la tele que practica un moribundo Consejo de Informativos creado en su día para preservar la independencia y que en estos momentos actúa como claro defensor de los intereses políticos de las derechas. ¿Lo entienden ustedes? Yo, tampoco.
Tanto la dirección como las caras visibles de los principales programas están siendo víctimas de todo tipo de acosos y ataques: investigaciones fiscales, amenazas, persecuciones por la calle micrófono en mano de activistas ultras que pretenden pasar por compañeros de oficio… Desde despachos de altos vuelos les hacen llegar mensajes directos sin cortarse un pelo: vosotros sabréis dónde vais a encontrar trabajo cuando os echemos de aquí. Juegan con el miedo al paro que existe en el oficio periodístico y lo hacen porque tras años ejerciendo este tipo de prácticas mafiosas, saben que son muchos los que acaban cediendo ante la presión. Dejarse comprar es mucho más cómodo que defender tus principios y la condición humana es la que es.
La guerra contra la nueva programación de Televisión Española es un
acontecimiento político de primera magnitud. Ese ochenta y cinco por ciento de ingresos que maneja el duopolio audiovisual y esos tentáculos involucionistas que se extienden por instituciones del Estado claves para su funcionamiento como la justicia y las fuerzas de seguridad, no quieren una televisión pública libre y plural. De ahí mi reconocimiento a quienes la están defendiendo.
A la amenaza ultra había que plantarle cara y en eso TVE tenía que ejercer su responsabilidad para contribuir a sanar la democracia, para “gripar la motosierra”. Por fin se está haciendo y por eso felicito a quienes están poniendo la cara y el cuerpo entero para conseguirlo.
J.T.

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