Afirmaba este viernes en Onda Cero José Manuel Villegas, bombero de guardia en Ciudadanos mientras los que aún quedan en el barco buscan la mejor manera de disfrazar el naufragio, que es “incapaz de identificar la decisión concreta que desencadenó el mal resultado del 10 de Noviembre.” Seguro que lo sabe, pero le da vergüenza reconocerlo. Seguro que sabe que la vocación pirómana de Rivera, Girauta, Páramo y demás marineros huidos viene de bastante atrás.
En Catalunya se dedicaron siempre a avivar las llamas del enfrentamiento y en cierto momento encontraron brecha en un sector no independentista de la población al que dijeron las cosas que quería oír, estos los votaron en masa y se produjo el espejismo. Pero nunca aportaron ni una sola propuesta en positivo, solo palo y mano dura en unos momentos de alta crispación donde lo recomendable hubiera sido bajar el balón al suelo y ponerse a construir juntos cuanto antes. Pero Ciudadanos nunca construyó nada solvente, y Villegas lo sabe.
Encontraron otra brecha, la corrupción, cuando dieron el salto a la política nacional, y aplicaron las mismas recetas que en Catalunya: cero propuestas y alto voltaje para generar enfrentamientos, crispación, insultos, con el único objetivo de capitalizar, sin contraprestaciones, el cabreo de los votantes del PP cabreados con su partido de siempre.
Hablaban de regeneración y se creían los más listos, capaces de pactar ora con la socialista Susana, ora con la pepera Cristina. Eran la nada envuelta en celofán pero se crecieron, perdieron la perspectiva y caminaron durante unos años con el viento a favor, si consideramos viento favor esos empresarios de postín convencidos de que Iglesias y los suyos eran poco menos que el diablo en persona, y decidieron ponerse manos a la obra para apadrinar un Podemos de derechas que hiciera de contrapeso.
No creo que exista una decisión concreta que acabara propiciando el descalabro de la formación política a la que aún pertenece el señor Villegas; quizás la génesis de la catástrofe pudo tener lugar tras las elecciones andaluzas de diciembre del año pasado, donde no tuvieron pudor alguno en contar con el apoyo de los fascistas de Vox para conseguir la vicepresidencia de la Junta. Tampoco creo que les haya ayudado mucho su actitud pendenciera, ni las provocadoras visitas a Waterloo, Vic o Alsasua para sembrar cizaña.
A todo esto hay que sumar la célebre foto en la madrileña plaza de Colón, cuando para protestar contra el gobierno socialista, Ciudadanos acompañó a los gamberros de Vox, junto a las huestes de Casado, para exigir todos juntos elecciones ya y conseguir echar a Sánchez cuanto antes del poder. Desde aquel domingo de febrero (apenas han pasado poco más de nueve meses, quién lo diría), nadie tuvo dudas de que cada vez que Albert Rivera pudiera aliarse con los filonazis lo haría, como sucedió en la Región de Murcia, la Comunidad de Madrid y también en el ayuntamiento de la capital.
El siguiente paso natural, dada su carencia de escrúpulos, hubiera sido pactar con los socialistas tras las elecciones generales (algo que a Sánchez, por cierto, le habría encantado) y gobernar juntos dado que su formación y la del PSOE sumaban 180 escaños. Pero ahí, sin que sea fácil explicar por qué Rivera se comportó como lo hizo, defraudó las expectativas de sus mentores y empezó a cavar su propia fosa.
¿De verdad necesita usted buscar una “decisión concreta” para explicar lo que le ha ocurrido a Ciudadanos, señor Villegas? ¿Acaso no recuerda cuando se les subió el pavo en la primavera del 18 porque las encuestas contemplaban la posibilidad de que fueran ustedes los más votados si en ese momento se hubieran convocado elecciones? Pero, ¡oh, desgracia!, en lugar de elecciones llegó la moción de censura que descabalgó a Rajoy y situó a Sánchez en la Moncloa.
Seguro que conoce usted el famoso principio de Peter, donde se explica que todo incompetente suele experimentar un empuje hacia arriba inversamente proporcional a su capacidad para asumir las responsabilidades que se le encomiendan, ¿fue eso? ¿eran un souflé, un globo al que hincharon más de la cuenta hasta que les explotó en la cara cuando, este verano, los mismos poderes que un día les auparon, se cansaron de tanta tontería y decidieron dejarles tirados?
El resultado de tanto sinsentido ya lo conocemos: un memorable tortazo que se estudiará para siempre en la historia de España, de 57 diputados a 10 en solo seis meses. Quizás con el tiempo se vayan despejando tantos interrogantes aún pendientes, entre los que figuran también las razones del fracaso de la operación Valls en Barcelona, o la extraña habilidad con la que dilapidaron en un plis plas el enorme caudal de apoyos con el que contaban en Catalunya, donde en 2017 llegaron a ser la fuerza más votada. Y ya puestos, señor Villegas, cuéntenos, ¿cuándo tomó usted la “decisión concreta”, aunque sea en diferido, de salir corriendo también?
J.T.
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