sábado, 7 de diciembre de 2019

Esa discreción que a tantos desespera


Parece que los muchos enemigos del preacuerdo entre PSOE y Unidas Podemos para conformar un gobierno progresista de coalición están empezando por fin a asumir que es bastante probable que ese pacto fructifique. Por más que obispos, empresarios, bancos y vacas sagradas del socialismo añejo se hayan esforzado en pintar el más apocalíptico de los escenarios, hay suficientes señales que indican que existen bastantes posibilidades de que ese preacuerdo, firmado el pasado 12 de noviembre, acabe obteniendo los respaldos necesarios para gobernar.

Radioactivistas y telepredicadores no cesan de bramar, insultar y vaticinar la mayor de las hecatombes, pero ni sus soflamas ni las infames portadas de periódicos como ABC o El Mundo parece que vayan a conseguir esta vez sus objetivos. Eso sí, son pesados, demasiado pesados, cansinos y muy poco originales.

La nueva moda es criticar el silencio y la discreción con que se ha ido llevando el desarrollo de los acuerdos. Les pone de los nervios sentirse fuera de juego a esos santones del periodismo que siempre se ufanaron de obtener primicias y ahora apenas tienen nada que llevarse a la boca salvo las medidas declaraciones que tanto Iglesias como Sánchez vienen ofreciendo en las escasas veces que han aparecido en público durante las últimas semanas.

Los mismos que el pasado verano criticaron con dureza que las negociaciones entre Echenique y Carmen Calvo se retransmitieran prácticamente en directo, y calificaban por ello de irresponsables a sus protagonistas, ponen ahora el grito en el cielo porque pasan los días y no hay manera de saber quién tendrá qué cartera, qué ministros se irán y cuáles se quedarán, cómo estarán distribuidas las competencias y las tareas de gobierno, o cuáles serán los contenidos.

Pero vamos a ver, queridos colegas todos, incluidos próceres de antaño que ahora andáis a dos velas, ¿no están ahí los programas? ¿no están ahí los diez puntos del preacuerdo del 12 de noviembre? Es de suponer, se me ocurre, que estarán hablando sobre cómo encajar todo eso, ¿o no?

Esta calma, dentro de un orden lo de calma, claro está, podría ser un buen presagio. Los focos de la intriga andan estos días centrados en Esquerra y sobre cuál será su decisión final, si ayudará a que el gobierno de coalición sea posible o no. Pero al mismo tiempo están pasando otras muchas cosas, y una de las más importantes es sin duda el trabajo diario entre socialistas y Podemos para, en el caso de conseguir luz verde, tener a punto y al detalle, con los mínimos flecos posibles, el acuerdo en el que ha de basarse el primer gobierno democrático de coalición que vería la luz desde que, tras la muerte de Franco, recuperamos las libertades.

Llama la atención el descoloque de los figuras de las exclusivas porque llevan casi un mes viviendo de migajas, pequeñas píldoras que Sánchez e Iglesias sueltan con cuentagotas cuando no les queda más remedio, pero sin ofrecer apenas ninguna pista sabrosa. En cenáculos como Casa Manolo, el famoso bar de las trasera del Congreso de los Diputados donde periodistas y políticos vienen reuniéndose desde hace más de cuarenta años, no llevan nada bien que sus fuentes de siempre los tengan ahora en ayunas. Unos andan cabreados porque en sus redacciones les reclaman titulares jugosos con urgencia, y otros echan chispas porque pasan los días y continúan sin disponer de la carnaza que esperan con ansiedad para poder tirarse a la yugular del nuevo gobierno, ya con datos concretos, desde el primer minuto.

A lo mejor, quién sabe, esta vez se hace realidad aquel refrán inglés –“no news, good news-“, y la ausencia de noticias acaba desembocando en buenas noticias. Falta nos hace. Y si es pronto, mejor.

J.T.

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