Hay varias razones por las que admirar a la Rosa María Mateo de 2018. La primera, por haber aceptado un puesto tan comprometido como el de Administradora única de Televisión Española, de manera provisional y en un período político más lleno que nunca de marrullerías y sobresaltos. Sé de muchos, y de muchas, a quienes se le va la fuerza por la boca en protestas y diagnósticos, que nunca se habrían atrevido a aceptar semejante potro de tortura por muy efímero que este pueda llegar a ser. O quizá precisamente por eso, por la presunta brevedad de un puesto bien remunerado. La segunda razón es la diligencia con la que ha acometido cambios indispensables para que la televisión pública recuperara un mínimo de decencia en el menor tiempo posible. Contando para ello, además, con profesionales de la casa, sin grandes fichajes ni gastos exagerados.
Y la tercera razón por la que admirar a la actual responsable máxima de Radiotelevisión Española es por las verdades que les cantó este martes a los políticos. En su cara y en sede parlamentaria les señaló, con sencillez y claridad, lo que tanta gente piensa: “Yo creo que a todos ustedes, perdónenme, les importa muy poco la televisión pública –les dijo. Solo les importa cuando la pueden controlar. Y esto es intolerable. Los trabajadores de Televisión Española estamos un poco cansados de todos los políticos, señorías”.
Lo bueno de este tipo de comparecencias es que las cosas que se hablan allí quedan reflejadas para siempre en las actas oficiales. No están acostumbrados los políticos a que alguien sin ataduras ni aspiraciones (“yo estoy de paso, señorías”, recordó Mateo en otro momento memorable) les suelte verdades indiscutibles. En el insalubre microclima del congreso, soplos de aire fresco como este son un gusto.
Rosa María Mateo sí nos representa. Nos representa cuando rebate el empleo del término “purga” para lo que es un relevo legítimo, nos representa cuando afea a los diputados su comportamiento gamberro e irrespetuoso, cuando les dice sin filtros lo que merecen oír y cuando rechaza hacerle caso a la nota que le hacen llegar sus asesores recomendándole que no se altere. Hay que alterarse, diga usted que sí, señora Mateo, y dejarse de una vez ya de cogérsela siempre con papel de fumar. Los maleducados y los intolerantes juegan con ventaja si de vez en cuando no hay alguien que, como hizo ayer la Administradora única provisional de RTVE, pegue un puñetazo en la mesa y diga hasta aquí hemos llegado.
Ya está bien de tanta tontería. Alguien tenía que hacer y decir lo que este martes hizo y dijo Rosa María Mateo en el Congreso de los Diputados. La quisieron acorralar con los métodos intimidatorios de siempre y ella vino a decirles: ni hablo su relamido y tramposo idioma, ni tengo ningún interés en hacerlo. Yo estaba tan tranquila en mi casa y si he aceptado un compromiso como este no es para escuchar maldades ni tampoco lugares comunes, sino para intentar devolverle a la televisión pública una dignidad que había perdido. Uno de los momentos culminantes, tantas veces recogido este martes por los medios, fue cuando dejó claro que no acepta órdenes de nadie ni de ningún partido. Por eso durará poco, y por eso hay que agradecerle su gestión y sus valientes decisiones, entre las que destaca haber situado a Begoña Alegría al frente de los informativos y fijarle como objetivo recuperar la decencia que estos adquirieron durante la etapa en que Fran Llorente estuvo al frente de ellos (2004-2012).
Me pregunto si quien suceda a la actual administradora única de Radiotelevisión Española será capaz de comportarse en las comparecencias del congreso con la misma libertad que ella. Con todos mis respetos a quien llegue a ocupar ese puesto en su día, lo dudo. Por eso hay que celebrar, y propagar a los cuatro vientos, momentos como el de este martes, momentos televisivos llenos de interés y de titulares que, sorprendentemente, apenas tuvieron repercusión en los espacios informativos de la misma televisión pública sobre la que se estaba hablando en el Congreso. No lo entiendo. Mientras Antena Tres, por ejemplo, resaltaba en su informativo del mediodía alguno de los titulares que acabo de reflejar, en la primera edición del telediario solo se incluyó una tímida referencia en la que no se ofreció ningún total, ninguna frase textual. Y en la segunda edición, la comparecencia de la máxima responsable de la Corporación se despachó con unas colas y un total situados en la parte baja de la escaleta. Esa timidez inexplicable (hay precauciones que solo favorecen a los desaprensivos) es la que no tuvo Rosa María Mateo durante sus intervenciones en la comisión parlamentaria.
Por eso debemos estarle muy agradecidos. Porque si la Rosa María Mateo de otros tiempos nos seducía por su carisma y su capacidad de contar las cosas con empatía y claridad, la de 2018, con su determinación y contundencia, permite que seamos muchos quienes nos sintamos representados por ella y hasta vengados. Gracias, señora Mateo.
J.T.
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