El componente vocacional del periodismo permite que en este oficio se soporten agravios que en cualquier otro sencillamente no se aguantarían.
Si los salarios del noventa por ciento de los currantes son cada vez más ridículos en todos los medios y en todas las regiones, en Andalucía el asunto es especialmente sangrante. Eso sin hablar de horarios o de la posibilidad de organizar de una manera medianamente decente la vida personal.
Quiero hacerme eco aquí de una preocupación que forma parte de las conversaciones entre compañeros cada vez que coincidimos en una cobertura. Nos miramos a la cara, y sin hablarnos demasiado ya sabemos cómo lo está pasando el colega de turno.
Es un oficio éste que muchos profanos consideran un privilegio. Alguna vez puede que fuera así. Ahora, no. Otro día entraré en detalles, en esos detalles que todo el que se dedique o se haya dedicado a esto conoce. Hoy sólo quiero dejar constancia de algo que cada vez fluye más en el ambiente: se cobra poco, se echan horas por un tubo, la estabilidad es prácticamente impensable... y la cosa no parece que pinte a mejor precisamente
Hay mucha gente desanimada en un trabajo donde la condición para que salga bien es, en primer lugar, disfrutarlo.En estos tiempos que corren recobra todo su sentido una de la primeras frases que le escuché, hace más de treinta años, a uno de mis maestros en el diario Pueblo y que desde entonces he oído mil veces:
"No le digas a mi madre que soy periodista. Mejor dile que trabajo como pianista en una casa de putas"
J.T.
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