domingo, 10 de agosto de 2025

A propósito de las vallas-provocación de Vox en El Ejido





Nos preguntabais hace unos días, ultraderechistas de Vox, qué Almería es la que queremos. Nos invitabais a elegir, a través de un par de infames vallas-provocación instaladas en El Ejido, entre una mujer vestida de negro y tapada por completo a la que identificáis con el bipartidismo o una joven de cabello desenvuelto y mirada semiperdida que se supone es para vosotros la imagen de esa España “Una, Grande y Libre” con la que soñáis. No se puede tener menos vergüenza. Mentís como bellacos y manipuláis sin pudor alguno, pero sabed que no os vamos a permitir que dinamitéis la convivencia por mucho que os empeñéis en crispar los ánimos.  


Me pregunto de dónde habéis salido, cómo y cuándo habéis mamado tanta hostilidad. La Almería que queremos quienes nacimos en esa provincia, la España por la que tanto hemos peleado, no tiene nada que ver con la que vosotros preconizáis, fascistas de pacotilla. En Torrepacheco o Jumilla, localidades murcianas de tipo medio que este verano habéis utilizado como ciudades-probeta de la desestabilización, os está saliendo el tiro por la culata a pesar de la triste complicidad de un Pp cada vez más pusilánime. Creamos en lo que creamos, seamos religiosos o no, los ciudadanos no queremos violencia ni malos rollos. Aspiramos a vivir y trabajar en paz y a ver crecer nuestros hijos y nietos en armonía y sin sobresaltos. A ver si os enteráis.


No queremos más vallas provocación como las de El Ejido, ciudad que por cierto ya experimentó hace veinticinco años un brote racista de vergonzoso recuerdo. No queremos que nos interpeléis con ese descarado desahogo que os gastáis pero, ya que lo habéis hecho, al menos yo os voy a contestar. Os voy a decir la Almería que quiero, o mejor, la que no quiero.  


No quiero una Almería en blanco y negro, no quiero que en pueblos como el mío se vuelva a instalar el miedo a expresar en público lo que se piensa, no quiero volver a temblar cuando veo un guardia civil ni que los maestros utilicen la violencia en la escuela como método de enseñanza, no quiero que ningún niño tenga que cantar más el “Cara al sol” cada mañana antes de entrar al cole en formación, no quiero música militar cada dos por tres, ni alcaldes jefes provinciales del Movimiento, ni beatas fiscalizando quién va a misa y quién no. Tampoco quiero homófobos, ni machistas borrachos golpeando con impunidad a sus mujeres, ni chicas que no puedan estudiar porque las obliguen a quedarse en casa preparando el ajuar para la boda. No quiero esa Almería nunca más, ¿sabéis? No quiero esa España ni creo que la quiera nadie por mucho que no les guste el gobierno de Pedro Sánchez.


Volver al pasado no puede ser el camino y eso es lo que preconizáis con vuestras soflamas racistas y vuestras explosiones de odio al diferente. No hay futuro sin la inmigración y lo sabéis, así que entonces, ¿a qué jugáis? ¿De verdad queréis que se vuelvan a casa quienes están sosteniendo la economía y haciendo crecer la prosperidad en las zonas donde estáis sembrando la discordia? No os gustan sus rezos, sus costumbres ni su indumentaria, pero mirad por donde a nosotros tampoco nos gustan vuestras caras y nos aguantamos. Utilizáis el desconcierto de un sector de la juventud que anda desorientada y la escasez de formación de un segmento de la clase trabajadora que no sabe valorar lo que tiene, para pescar así en unas aguas que si están revueltas es porque sois vosotros mismos quienes os dedicáis a agitarlas. Aún así, creo que no se os escapa que eso, en el mejor de los casos, puede que sea pan para hoy para vosotros, sí, pero hambre para mañana para todos. Lo sabéis, insisto.


Como también sabéis que, por mucho odio que propaguéis, siempre habrá quienes actúen como hicieron el otro día la mayor parte de los veraneantes en una playa de Castell de Ferro, Granada, cuando silbaron y abuchearon a los pocos energúmenos que les dio por levantarse de las toallas y ponerse a jugar a policías persiguiendo migrantes que acababan de saltar a la orilla desde una patera. Viendo la reacción de la mayoría, tuvisteis la oportunidad de comprobar que el país que queremos no tiene nada que ver con el que vosotros preconizáis. 


Puede que a muchas personas les falle la memoria, también que buena parte desconozca nuestra terrible historia reciente, pero lo de Castell de Ferro, como lo de Torrepacheco o lo de Jumilla demuestra que el ciudadano de a pie tiene sentido común, que quiere vivir tranquilo y que dejéis de envenenar el ambiente. Esa es la España que quieren, la Almería que queremos, no la que vosotros os empeñáis en describir con vuestras infames campañas en vallas publicitarias como las que colocasteis estos días pasados en la localidad almeriense de El Ejido.


J.T.

domingo, 3 de agosto de 2025

La mentira como instrumento de trabajo




Ley de Amnistía, ¡fuera! Financiación singular (en el caso de que finalmente se apruebe), ¡fuera! Delitos de sedición y malversación, ¡revísense! Desconozco los datos sobre expectativas de voto que Núñez Feijóo maneja en Catalunya para anunciar estas barbaridades, si alguna vez quiere gobernar España, pero da igual porque no lo hará. Hay algo que el todavía líder del PP tiene más acreditado que su soltura para el despropósito: su capacidad para no decir una verdad ni por equivocación.


Feijóo sabe que miente cada vez que habla, como se han encargado de advertirnos siempre los gallegos sin que en el resto del país nos lo acabáramos de creer. Fue su principal instrumento de trabajo en la Xunta, y en Madrid continúa aplicando la misma plantilla. Cuando le sale el tiro por la culata, como ocurrió durante la célebre entrevista en tve con Silvia Intxaurrondo, se permite indignarse porque no es capaz de entender cómo alguien se atreve a dejarlo en evidencia.


Miente, crispa e insulta porque no puede contar ninguna de las medidas que piensa adoptar si llega a gobernar, se cuida de explicarnos qué decisiones tomará por ejemplo en materia de política social porque sabe que si lo hiciera sería su ruina, como lo va a ser haber prometido sacar la amnistía del ordenamiento jurídico o modificar los posibles acuerdos sobre la financiación singular. 


Solo desde la amoralidad se puede alguien permitir ser tan bocazas. Sus comparecencias, la mayoría sin preguntas, producen vergüenza ajena. Como si antes de salir al atril se hubiera preguntado a sí mismo y ahora qué digo yo, tengo que hablar porque me toca, no tengo más remedio pero es que no tengo nada que decir. Al final se acaba perdiendo durante la disertación, o no, y va y te suelta lindezas como que las vacaciones están sobrevaloradas, que el gobierno roba a los pobres para incrementar el salario mínimo mínimo o que derogará lo antes posible leyes “sanchistas” como la de Memoria Democrática ¡Viva la convivencia en paz!, mayor tranquilidad para los ciudadanos, imposible, ¿verdad? 


Como decía, creo que Feijóo no quería comparecer la semana pasada pero no le quedaba otra. No habrá tregua veraniega, prometió sin precisar si se refería a él mismo o a los peones que tiene desplegados ejecutando el “que pueda hacer que haga”: Hurtado, Peinado, Marhuenda, Inda, Pedrojota, siempre Pedrojota… Esta vez, mire usted por dónde puede que en lo de no descansar, nuestro hombre no mienta del todo porque lo cierto es que tiene mucho trabajo urgente que hacer, mucho que mentir, mucho que crispar para intentar parar todo lo que se les viene encima, que no podrán.


El calendario de comparecencias en los juzgados que espera a los populares cuando acabe el “no descanso” veraniego está repleto: al menos 28 procesos hay abiertos relacionados con casos como Gürtel, Púnica, Lezo, Kitchen y con pesos pesados del partido como Mariano Rajoy, Rodrigo Rato, Ana Mato, Jorge Fernández Díaz o Eduardo Zaplana. Por si faltaba algo,para rematar la faena está el caso Cristóbal Montoro, un escándalo para el que se acaban los calificativos y que, mire usted por dónde, casi ha desaparecido estos días de la información de actualidad, ¿no es maravilloso? 


A intentar tapar todo esto cuanto antes se debe tanta prisa. Por eso les resulta imprescindible la utilización de la mentira como instrumento diario de trabajo. Si hay que decir que la vivienda fomenta la “okupación” como hace Ayuso, se dice; si hay que afirmar que no se han cerrado consultorios médicos en el medio rural como hacen Fernández Mañueco el suavón de Moreno Bonilla, se afirma, si hay que negar todas las evidencias sobre tu responsabilidad en la Dana valenciana como hace Mazón, se niega. 


Todos a una entregados a la mentira para no ser menos que el jefe. Y así pasa, que tienen al Psoe contras las cuerdas desde que a estos los pillaron con el carrito del helado (Cerdán, Ábalos, Koldo, currículum falsificados y demás tropelías) y ni por esas levantan cabeza en el PP. Feijóo y los suyos mienten mucho y se equivocan al hacerlo. Como se equivoca el Psoe, empeñado como parece en competir con ellos a ver quién la dice, o la hace, más gorda. Ni a unos ni a otros les preocupa mentir. Igual es que se han dado cuenta que a los ciudadanos no nos importa tanto como debería. Esto es lo que hay.  


J.T.

domingo, 27 de julio de 2025

La Gran Presión




Vuelve la Gran Presión para que las izquierdas se unan como sea con tal de evitar que el fascismo se siente en la Moncloa. Siempre la misma historia cuando se atisban elecciones en el horizonte, el mismo chantaje, la misma amenaza. Las derechas se unen, vosotros os peleáis, será culpa vuestra que la derecha ultra y la ultraderecha acaben sumando. 


Como van tarde, y lo saben, vuelve la coacción, el eterno apremio, el enfoque socialista que en su momento sedujo a Yolanda Díaz para intentar acabar con Podemos y que ahora, mire usted por dónde, ha decidido que le cae bien Gabriel Rufián. Otro abrazo del oso de manual que va a poner a prueba la capacidad del portavoz de ERC en el Congreso para rendirse o no a unos halagos atiborrados de trampas. 


Unámonos, clama ya en redes el político catalán, de lo contrario no sumaremos. ¿Dónde he oído yo eso antes? ¿De verdad no hay más solución que repetir siempre la misma jugada? Todos juntos con la nariz tapada para mantener al Psoe en el poder incumpliendo la mayor parte de lo que promete año tras año, legislatura tras legislatura? ¿Por qué procrastinan los socialistas ignorando la razón por la que se les vota, que es cambiar de una vez tantos grandes asuntos pendientes? Se siguen oponiendo a cualquier comisión de investigación sobre la monarquía, no solucionan el problema de la vivienda, hacen oídos sordos a las legítimas reivindicaciones de las autonomías históricas, no derogan la ley mordaza, no ponen en su sitio a la iglesia… ¿es para eso para lo que preconizan la unidad de los partidos a su izquierda? ¿para volver a ignorarlos apenas consigan renovar mandato, para machacarlos como intentaron hacer con Podemos aunque no consiguieron acabar con ellos, quizás para humillarlos como a Sumar?


Estoy seguro que a Rufián le mueven las mejores intenciones cuando escribe cosas como “menos pureza y más cabeza” pero otra vez con el “que viene el lobo” no, por favor, de nuevo la misma cantinela, no. Se ha acabado. Basta ya de aceptar que el socialismo coloque sobre los partidos de izquierda la responsabilidad de lo que ellos no son capaces de hacer o no quieren defender. La izquierda tiene la obligación de hacer cosas de izquierdas, y si el Psoe insiste en autodenominarse de izquierdas ha de hacer cosas de izquierdas sin necesidad de verse obligado a ello por los partidos que lo mantienen. Pasó con Podemos cuando gobernaban juntos y pasa con sus distintos socios de ahora: los avances sociales de los últimos años se han conseguido “a pesar” de los socialistas. Leyes cuya aprobación tramitaron a regañadientes y de las que ahora presumen atribuyéndose los méritos con el mayor de los descaros.


El Psoe gobierna con el freno de mano puesto, con miedo a que se le enfaden los empresarios, las farmacéuticas, las eléctricas, los bancos, los obispos o los jueces. Saben que, si no plantan cara, nunca se ganarán su respeto pero no lo hacen. Me pregunto qué les impide pegar un puñetazo encima de la mesa, ser contundentes, decir hasta aquí hemos llegado y legislar cogiendo la sartén por el mango, dejando de hacer las cosas tarde y mal como en el caso del Poder judicial. Si creen que así van a calmar a la fiera se equivocan y a los hechos me remito. Hagan lo que hagan, los ataques no solo no van a parar sino que irán a más. Así que si esto va a seguir así, si las expectativas de voto de la ultraderecha no paran de crecer, ¿no vale más hacer lo que hay que hacer y en el caso de perder las elecciones, al menos morir con dignidad? Si vas a morir igual, por lo menos que sea porque te has dejado el sudor y la sangre haciendo una auténtica política de izquierdas. Si los vas a indignar igual, ¿por qué no los indignas de verdad?


Ah, no, que es más fácil dedicarse a presionar a quienes no te bailan el agua desde la izquierda, ponerlos a parir cuando no te votan un real decreto y que tus voceros se dediquen a titular que el BNG o Podemos te tumban una ley alineándose con PP y Vox. Pero vamos a ver, ¿cómo os atrevéis a utilizar un argumento tan demagógico quienes no habéis parado de votar junto a las derechas contra propuestas como crear un nuevo impuesto a las grandes fortunas, subir tipos del IRPF, imponer recargos a las eléctricas, crear un empresa pública energética, establecer precios máximos de alquiler, prohibir desahucios sin alternativa o defender los derechos del Sahara Occidental?


Los artífices de La Gran Presión parece que esta vez lo tiene más difícil, por mucho que hayan convencido a Rufián para protagonizar el pistoletazo de salida. Son tantos los timados, los humillados, los ofendidos que resulta difícil imaginar que todos acaben tragando de nuevo. Demasiada tierra quemada para recrear una macedonia similar a la de julio del 2023. Ya no cuela jugar con la amenaza de la ultraderecha, así que el gobierno socialista va a tener que inventarse algo nuevo. Si creen ir tarde igual es porque no han sabido hacer bien sus deberes, políticas progresistas de verdad, o porque no han sido capaces de demostrar a los lobbies y poderes fácticos de siempre que quien manda es el gobierno democráticamente elegido, no ellos. 


Si son capaces de plantar cara a la ultraderecha como esta se merece, igual vuelven a ganarse el respeto de una ciudadanía que ha ido dejando de votarles porque lleva mucho tiempo esperando que se acaben los remilgos, los miedos y el recurso a una mentalidad práctica mal entendida que, como hemos podido comprobar con tristeza, al final acaba amparando siempre la corrupción. Ni el gobierno se puede permitir actuar con miedos, ni para continuar en el poder atreverse a usar como comodín el miedo que la mayoría le tenemos al fascismo.


J.T.


lunes, 21 de julio de 2025

Feijóo en su laberinto




Lo primero que tiene que hacer Núñez Feijóo sin pérdida de tiempo es marcar claras distancias con todas esas organizaciones ultraderechistas que atestan los juzgados de casos puestos en marcha con recortes de periódico (Manos limpias, Hazte oír o Abogados cristianos). Después, estaría bien que el Partido Popular dejara de meter sus sucias manos en el Poder Judicial, se desligara por completo de una organización como Vox, intolerante y violento, y dejara bien claro que condena las actividades desestabilizadoras de grupos ultra como Desokupa o DTN (Deport them now = Deportémoslos ahora).


Ya sé que todo esto es soñar porque la esencia del PP desde que José María Aznar lo cinceló a su imagen y semejanza es camorrista, gamberra, destroyer en definitiva. Algo a lo que hay que añadir su ya proverbial familiaridad con una corrupción sistémica que convierte trincar sobres o embolsarse comisiones por pequeñas adjudicaciones en un juego de niños comparado con las decenas de casos donde se ha robado a manos llenas y al que desde hace unos días se ha incorporado el escándalo Cristóbal Montoro, la guinda que les faltaba. 


Alguien decía el otro día que si entre los socialistas hay corrupción, el Partido Popular “es” la corrupción. Podían haber apostado por ser decentes pero no supieron o no quisieron. Es curioso, la mayoría son ricos o hijos de ricos pero no se conforman. Quieren más. Ese tipo de insatisfacción para disfrutar de lo que se tiene suelen sufrirla quienes no saben qué puede ser de su futuro y quieren asegurárselo. Quien es rico es ladrón o hijo de ladrones, dice el refrán, pero los ricos que anidan en el PP, la mayoría con sabrosas oposiciones aprobadas o herencias suculentas, nunca tienen suficiente. Temen que algún día vengan mal dadas y se quieren cubrir las espaldas lo más posible porque saben que buena parte de lo que tienen no les pertenece. Por eso hacen todo lo posible por permanecer manejando el cotarro y cuando lo pierden recuperarlo cuanto antes, por eso arremeten sin disimulo contra aquellas opciones políticas que pelean por disminuir la desigualdad, por una mayor justicia social, por una mejor distribución de la riqueza. Ni en broma están dispuestos a jugar a ese juego.


Los socialistas tampoco han estado finos cada vez que han gobernado cuando se han topado con el enorme poder que mantienen los herederos del franquismo. En lugar de meterles mano de manera contundente y acabar con las secuelas de la dictadura para siempre, tanto Felipe González como José Luis Rodríguez Zapatero y ahora Pedro Sánchez optaron por aplicar mentalidad práctica y limitarse a acometer tímidas reformas sociales. La puntita nada más, pero nada de entrar a saco. De ahí que buena parte de la educación concertada no haya dejado nunca de estar en manos de curas y monjas o que los ministros y ministras de Sanidad, por ejemplo, sean tristemente cautos a la hora de cuestionar la privatización de hospitales. No saben, o si lo saben se hacen los tontos, que las derechas son insaciables por definición, que siempre van a querer más. Ceder a sus presiones, cuando no chantajes, no es la solución.


Cuando apareció Vox, ese hijo que parecía tonto, en el PP no supieron reaccionar y ahí siguen, sin saber cómo neutralizar el ascenso que la ultraderecha experimenta a su costa apostando sin tapujos por el conjunto de ofertas más canalla que existe en el ideario fascista: negación de la violencia de género, guerra al aborto, a la homosexualidad, al feminismo, a los inmigrantes… Todo esto aderezado con la nostalgia franquista y los lugares comunes que caracterizaron la dictadura: dios, patria, rey, bandera inconstitucional, brazos en alto cara al sol… En ese contexto creo que es en el que hay que analizar la locura del momento que estamos viviendo últimamente, desde los disturbios ultras de Torrepacheco al compadreo entre según qué policías y ultras internacionales o a la impunidad con la que se mueven según qué activistas disfrazados de periodistas que se sirven del micrófono y la cámara para sembrar la discordia y propagar el odio. A los populares se les ha ido esto de las manos por empeñarse en pensar que la única manera de no perder votos era parecerse a ellos en lugar de apostar por una oferta de derechas, claro está, pero democrática y decente. 


El escándalo de aquel ministro de Hacienda apellidado Montoro, aquel que amenazaba e intimidaba artistas, periodistas y adversarios políticos, no les ha venido a ayudar mucho. Aún así, Feijóo tiene ahora la oportunidad de cortar de raíz todo lo que huela a corrupción en su partido, de abandonar la dinámica del “y tú más”, coger el toro por los cuernos y demostrar que cuenta con un plan para gobernar, para alejarse de la ultraderecha, para que nadie que esté a sus órdenes tenga la tentación de robar nunca más. Tiene la oportunidad, pero no lo hará. 


J.T.

miércoles, 16 de julio de 2025

El País, sin escrúpulos



Hay un problema muy serio en el mundo de la información: el futuro de los periodistas pocas veces depende de su capacidad profesional. Los factores que intervienen en que puedas llenar la nevera y pagar la hipoteca se parecen poco a los problemas que afronta un arquitecto, un médico o un agente inmobiliario para conseguirlo. Por lo general un profesional depende de las leyes del mercado para ganarse la vida con sus conocimientos. En periodismo no, en periodismo dependes de tu habilidad para hacer la pelota, de tu destreza para olvidarte de las cuatro cosas decentes que aprendiste en la facultad, si es que en la facultad aprendiste alguna cosa decente.    


Existe algún que otro medio que de vez en cuando va y recuerda que sus lectores, sus oyentes o sus espectadores merecen un respeto y ahí es donde, en ocasiones, los profesionales que tienen la suerte de trabajar en él consiguen regresar a casa al final de la jornada satisfechos con el trabajo realizado. Sin que les avergüence mirarse al espejo, como debería ocurrirle a tanto mercenario, por lo general mal pagado, que en estos momentos ha hecho del bulo y las noticias falsas el santo y seña de su supervivencia diaria. Claro que estos asalariados al poco tiempo -la capacidad de adaptación del ser humano es infinita- andan ya por la vida encantados de haberse conocido y defendiendo cualquier dislate aparecido en su medio, así se trate de la infamia más grande jamás contada ¡Qué malo es tener hambre!


En estas cosas andaba yo pensando el pasado fin de semana cuando me acordé de algunos compañeros del diario El País a los que respeto, profesionales por lo general con sueldos dignos, de los pocos en el oficio, quienes llevan tiempo haciendo un periodismo que ojalá puedan continuar desarrollando. No he querido hablar con ninguno de ellos antes de escribir estas líneas porque prefiero transmitir aquí lo que percibo como lector desde que hace poco más de un mes se marchó Pepa Bueno y entró Jan Martínez Ahrens a ocupar su puesto como responsable del periódico. 


Lo primero que me descuadró fue lo poco que tardó en cambiar el tono de las primeras páginas y de los editoriales. Para peor, claro. O para mejor, si el objetivo del nuevo responsable es robarle clientela al ABC, El Mundo o La Razón ¿Significa esto que a la nueva dirección no le importan ya sus lectores de siempre? Es verdad que los principales espadas continúan sirviéndonos su trabajo con la misma profesionalidad, pero el envoltorio resulta cada día más difícil de digerir. Nunca fue el actual presidente del Gobierno santo de mi devoción, pero no me parece buen síntoma que en la madrileña calle Miguel Yuste, sede del diario El País, se vuelva a abrir la veda contra Pedro Sánchez como sucedió en los tiempos de Antonio Caño, el director más tóxico (mayo 2014-junio 2018) que jamás tuvo el diario hasta que otro, y no miro a nadie, se empeñe en superarlo.


La verdad es que Ahrens se encontrará ahora con menos trabajo que el que tuvo Caño haciéndose eco de bulos y falsas informaciones por ejemplo contra los miembros de Podemos, cuando se decretó una cacería contra la formación morada en la que el periódico no se mantuvo precisamente al margen. Lo que nunca entenderé es cómo Sánchez, que ya supo en sus propias carnes cómo era capaz de gastárselas por entonces El País -lo llamaron “insensato sin escrúpulos” en un editorial y le confesó a Jordi Évole en una entrevista televisiva las presiones que en su momento había sufrido por parte de Prisa-, una vez que consiguió ser presidente del Gobierno y se reconcilió con el grupo editorial decidiera ponerse de perfil frente a los ataques que sus socios de coalición continuaron recibiendo por parte del diario. 


Como le ha ocurrido con las cloacas, con los jueces o con la policía patriótica, que ahora van a por él como antes iban a por Podemos, en El País han vuelto a enfilar a Sánchez al tiempo que dan cabida entre sus columnistas a firmas que defienden, por ejemplo, a los activistas de ultraderecha disfrazados de periodistas, esos saboteadores de ruedas de prensa de los políticos de izquierda que torpedean el quehacer de los informadores parlamentarios y consiguen que el ambiente de trabajo en la sala de prensa del Congreso sea cada vez más irrespirable.


Algunos de los periodistas del diario El País han alzado su voz manifestando abiertamente su discrepancia con la publicación en el diario de columnas donde el autor no se toma la molestia de verificar lo que escribe. Hago votos muy sinceramente porque puedan continuar llenando sus neveras como siempre y no vean peligrar sus puestos de trabajo por defender la dignidad del oficio y hacer buen periodismo, ni acaben tampoco conviviendo de nuevo con personajes tipo Alandete o Torreblanca, dos de los lugartenientes más significados en los tiempos de Antonio Caño.


Hago votos porque puedan continuar manifestando su opinión cada vez que no les guste algo de lo que se ofrece en las páginas del periódico para el que trabajan, hago votos asimismo porque la información sobre partidos de izquierda como Podemos sea cabal y no acabe desapareciendo de ellas. Y también, qué caray, porque en ningún editorial del diario se le vuelva a llamar a Pedro Sánchez insensato sin escrúpulos. La posibilidad existe porque El País, es un hecho, ha vuelto a las andadas. En mes y medio no lo reconoce ya ni la madre que lo parió.


J.T. 




domingo, 13 de julio de 2025

Fascismo entre invernaderos




Eugenio tiene seis hectáreas de tierra en el Poniente almeriense y seis subsaharianos que trabajan para él de manera continuada. Cultiva en sus invernaderos judías verdes, calabacines y últimamente tomate cherry.  Cuando tenía una hectárea votaba al PSOE, con tres votó ya al PP; con media docena de empleados y sesenta mil metros cuadrados de terreno ha acabado cayendo rendido en los brazos de Vox. Las mentiras fascistas han calado en su limitada formación acentuando su complejo de inferioridad al tiempo que su patrimonio  aumentaba. No es, o no ha sido, mala persona pero desconfía, se siente inseguro entre otras razones porque no tiene estudios y cualquiera de sus asalariados -jóvenes, fuertes, fibrosos todos ellos- domina tres idiomas mientras que el castellano que él habla está infestado de faltas de ortografía.  


Aún habiéndose dejado envolver por la propaganda ultra, he de decir a su favor que Eugenio se encuentra entre los clientes más moderados del bar de Vícar donde desayuno estos días de verano. Allí me encuentro desde trabajadores de la comunidad de regantes hasta policías municipales, camioneros o agricultores de la zona poniendo verde a Pedro Sánchez apenas ven su imagen aparecer en algún programa mañanero de una tele siempre encendida y sintonizada en antena tres o telecinco. O sin que aparezca. Ni durante toda la mañana, tampoco por las tardes a la hora de los partidos de fútbol, entra nunca un inmigrante en el bar; solo producto nacional encantado de haberse conocido, la mayoría de ellos luciendo prominentes barrigas cerveceras. 


Cuando finaliza la jornada laboral veo pasar a los inmigrantes con sus bicicletas o sus patinetes camino de no se sabe dónde, porque la mayoría desaparecen del paisaje ciudadano. A veces me los encuentro en el Mercadona, en el centro de salud, haciendo cola en un cajero automático o en la oficina de Correos enviando giros postales a sus familias. El fútbol lo ven en bares regentados también por inmigrantes en los que solo se sirve café y refrescos, establecimientos estos donde jamás entra ningún parroquiano de la zona. 


Los que trabajan para Eugenio se sienten afortunados, les paga un salario razonable, los tiene asegurados y un día por navidad comen todos juntos con él. No es lo más común. Buena parte cobran en negro y trabajan a salto de mata, madrugando mucho para acudir a determinados cruces de caminos donde al alba aparecen las furgonetas de quienes necesitan mano de obra para esa jornada. Cincuenta euros al acabar el día y si te he visto no me acuerdo.


Esta es la dinámica desde hace años en una zona próspera donde quienes se encargan de la parte más dura del trabajo diario necesitan que transcurra mucho tiempo hasta que consiguen regularizar su situación. Eso quienes lo consiguen. Aún así, tener papeles no da derecho a votar, lo que significa que su destino no depende de ellos mismos. En el Poniente almeriense estamos hablando de cien mil personas bajo sus plásticos cuyos derechos como ciudadanos están mermados o directamente no existen. Quienes los emplean saben que sin ellos irían a la ruina. Quienes los emplean saben que son trabajadores y pacíficos. Quienes los emplean, como Eugenio y los barrigudos entre quienes desayuno, han escuchado estos días que Vox, ese partido que les cae tan simpático, quiere echar a ocho millones de inmigrantes.


Pero claro, estos pequeños propietarios con tanto dinero como escasa formación, piensan que eso no va con ellos. Que Rocío de Meer no estaba pensando en quienes trabajan en sus invernaderos cuando ha hablado de “reemigrar” extranjeros a sus países de origen, que esa chica tan guapa y que debe oler tan bien se refería a los delincuentes y violadores que se mueven sobre todo por ciudades como Madrid o Barcelona. Que quieren devolver no solo a los marroquíes y a los subsaharianos, les dices, sino también a los hijos que han tenido aquí, los que han nacido en el hospital de El Ejido ¿Aquí? ¡Qué va, eso no es verdad!, te contestan. Si los votas será lo que harán, insistes, y te dicen que estás loco, que Vox lo que quiere es bajar impuestos y acabar con la corrupción y las violaciones, que es el único partido que habla claro y le dice las verdades al gobierno en la cara.


Todos delincuentes menos quienes trabajan conmigo, aunque no coincidamos ni en los bares donde ponen el fútbol. Todos a su tierra menos quienes me sacan a mí las castañas del fuego. Esa es la esquizofrenia en la que viven en estos momentos buena parte de los agricultores del Poniente almeriense quienes, como Eugenio, gastan desde hace un tiempo parte de su dinero, para que sus hijos adquieran la formación que ellos no pudieron tener, en colegios privados la mayoría religiosos donde no solo forman jovencitos y jovencitas a quienes importan poco los derechos sociales y laborales, sino donde tampoco es que se preocupen mucho por combatir el racismo ni la xenofobia. Esto es lo que hay.


J.T.




 


domingo, 6 de julio de 2025

Iglesia y monarquía, monarquía e iglesia

A pesar del pródigo material informativo que este fin de semana nos han regalado tanto el PSOE como el PP, hay dos asuntos que no se han tratado de manera explícita, pero en los que el bipartidismo que muchos quieren revitalizar coincide por completo: 


1. Seguirás llevándote bien con la iglesia católica pase lo que pase.

2. Defenderás la monarquía por encima de tu cadáver.


A Pedro Sánchez no parece preocuparle demasiado la cara de vinagre que le dedica el rey cada vez que se encuentran (la más reciente, en Sevilla, fue todo un poema). A pesar del reiterado desdén del Borbón, el presidente defiende la institución monárquica a capa y espada. No entiendo cómo se enfadan tanto con él Guerra, González y demás dinosaurios “socialistas”. Por mucho que se conspire a su alrededor, Pedro sigue siendo monárquico. O pareciéndolo. 


Núñez Feijóo y los suyos, por su parte, mantienen su inquebrantable adhesión a una institución cuyo actual titular no disimula las ganas que tiene de ver a los populares sentados en la Moncloa. Solos o en compañía de otros. “En compañía de otros”, he ahí la cuestión. Esos otros son el fascismo, pero el todavía marido de Letizia parece haber olvidado, porque seguro que lo estudió, lo que ocurrió en Italia en 1922 cuando Víctor Manuel III, que consideraba a Mussolini un mal menor comparado con el posible ascenso del socialismo, se negó a declarar el estado de sitio tras la marcha sobre Roma y favoreció la llegada al gobierno de quienes en poco tiempo prohibirían los partidos y sindicatos no fascistas, y establecerían la censura de prensa y la pena de muerte entre otras lindezas. 


La iglesia católica italiana redondeó la faena cuando pasó de estar enfrentada con el Estado a convertirse en uno de sus principales apoyos. A cambio de regar de dinero al Vaticano y permitirles recuperar la soberanía, el fascio consiguió el respaldo moral, político y social de millones de católicos. “Por el Papa y el Duce”, fue el eslogan que consolidó el llamado Pacto de Letrán en 1929. 


Al tiempo que la iglesia se fortaleció, la monarquía en Italia acabó desapareciendo. Si nuestro ilustre “preparao” conoce la historia, me gustaría saber cómo le ha sentado que el portavoz de los obispos españoles haya solicitado a tumba abierta su intervención para propiciar la celebración de elecciones generales cuanto antes. Él sabrá por qué guarda silencio ante este pronunciamiento claramente anticonstitucional. 


Ni el fascismo ni los obispos, tanto monta-monta tanto, necesitan a la monarquía para nada. La iglesia, dos mil años de vida, se considera muy por encima de una institución cuyos miembros han tenido que salir de España por pies varias veces en los dos últimos siglos sin saber si podrían volver o no. En cuanto a los ultras, nostálgicos franquistas en su mayoría, tampoco quieren rey aunque de momento les venga bien. Les viene bien que al Borbón le caiga mal Sánchez, como le viene bien a los bancos y a los grandes empresarios tener alguien mortal a quien hacer reverencias, que no todo van a ser genuflexiones en el reclinatorio para que se les perdonen las corrupciones y tejemanejes que utilizan como herramienta en su trabajo diario. Es lo bueno que tiene ser católico: robas, te confiesas el domingo, te perdonan y así el lunes puedes volver a robar partiendo de cero.


Mientras iglesia y monarquía continúen teniendo en nuestro país el predicamento del que todavía disfrutan, -“por dios, por la patria y el rey”- continuaremos anclados en el siglo XIX, con militares añorando tiempos que se niegan a olvidar y jueces ultras desestabilizando con sumarios imposibles, distópicas “huelgas” y manifestaciones que mancillan y desprestigian la honorabilidad de las togas con las que se revisten. Lo de los periodistas vendidos al encanallamiento de la convivencia es más complicado de entender, a menos que la explicación sea que tienen hambre, los pobres. No solo se prostituyen entregándose a la manipulación y la difusión de bulos de la manera más vergonzosa posible, sino que la mayoría lo hace además por salarios de miseria. 


El ecosistema de la convivencia en España tiene mucho que resetear, y tras la celebración del comité federal socialista y el congreso de los populares, que son las dos formaciones políticas que han definido el bipartidismo desde hace casi cincuenta años, no parecen existir demasiados motivos para el optimismo. En la lucha política por un futuro de progreso hay una cosa clara: no se pueden templar más gaitas ni con la iglesia ni con la monarquía, y el alma de izquierdas de la que presumen aún algunos socialistas lo sabe de sobra. Porque ambas instituciones están llamando a voces al fascismo y haciendo lo posible para que los totalitarios lleguen al poder cuanto antes, aún a sabiendas de que se arrepentirán de ello más pronto que tarde, sobre todo el jefe del Estado.  


Como he escrito alguna vez, quienes defienden que hay que salvar la institución monárquica porque es la mejor manera de que nos salvemos todos, en realidad están pensando en salvarse solo ellos. A la iglesia católica, como sobrevive siempre, le da igual monarquía que dictadura. Lo que parece que le sienta peor es la democracia. Quizás sea esa la razón por la que muchos de sus representantes se dedican a sembrar cizaña involucionista desde los púlpitos contribuyendo con ello a envenenar la convivencia más aún de lo que ya está. 


J.T.

martes, 1 de julio de 2025

Sobre el moribundo Consejo de Informativos de rtve

El enemigo está dentro desde hace décadas. El problema de tve es la bunkerización de buena parte de quienes trabajan en ella, el espíritu funcionarial que se respira en su atmósfera y que, si eres fijo, hace que te sientas blindado aunque seas un vago redomado o un inútil. O peor todavía: una mala persona instalada en el agravio permanente que se dedica a proclamar día tras día por los pasillos lo poco que se le valora con lo magnífico profesional que él es. Según por donde vaya el viento, unas veces se lo escucharás a unos, pasado un tiempo a los otros y así sucesivamente. 


Cuando alguien de fuera llega a tve recién contratado y con sangre en las venas, con ganas de hacer cosas y obtener resultados, más pronto que tarde acaba chocando con el “funcionario” de turno que le para los pies: pero tú dónde te crees que vas, chaval, a ver si piensas que vas a inventar la pólvora. He visto ya a muchos como tú llegar queriendo comerse el mundo y no han tardado en estrellarse, por listos. Así que si yo fuera tú, me lo tomaría con calma y te irá mejor. 


Relajarse significa no empeñarse en cambiar las cosas, que la inercia siga funcionando porque quienes tienen un cargo pasan pero tú continuarás ahí. Cuando quien se comporta así es un especialista en decorados o un responsable de mantenimiento no pasa nada o pasa poco, pero cuando se trata de un redactor, de un realizador o de un reportero gráfico ya estamos en otra dimensión, sobre todo si hablamos de los Servicios Informativos.


Somos independientes y no estamos dispuestos a consentir que los políticos metan las manos en nuestro trabajo, braman quienes no paran de levantar teléfonos y se dedican a conspirar con políticos sin descanso. A mí no me manipula nadie, proclaman quienes no hacen otra cosa que manipular a destajo como si no hubiera un mañana. Siempre me pareció abominable esta manera de actuar, más grave aún cuando de lo que estamos hablando es de un medio de comunicación público, pero creo que lo entiendo: a veces hay mucho en juego y la información siempre ha sido material sensible, oscuro objeto de deseo de todo político apenas atrapa el poder. 


A rtve ha llegado por primera vez en mucho tiempo un equipo directivo que ha decidido respetar al espectador y programar pensando en el carácter de servicio público que dota de sentido la existencia del medio ¿Dónde se creen ustedes que están encontrando más beligerancia? ¿En los partidos políticos ya sean de derechas o de izquierdas, en los sindicatos, quizás entre los empresarios o en las televisiones de la competencia? 


Error: la mayor hostilidad proviene de los propios trabajadores de la casa. De algunos, claro está, no de todos, pero hay algunos que son muy algunos. Unas veces porque estaban tan a gusto cobrando sin pegar ni golpe y ahora los quieren poner a trabajar, otras porque llevan años viviendo en su zona de confort, con horarios de ensueño y sueldos impensables en otros medios, desconociendo por completo el frío que hace fuera, otras porque se consideran desplazados y, mientras esperan que cambie el viento, se dedican a poner todos los palos en las ruedas que pueden. Luego está los que recurren a la legislación vigente para que las cosas no mejoren cuando no les gustan: que sea difícil innovar, que vaya pasando el tiempo hasta que el escenario cambie y esas mejores vuelvan a ser innecesarias.


Si en los Servicios Informativos de Televisión Española no es ese el espíritu, la verdad es que lo parece bastante. No hay manera de que los telediarios se elaboren estrictamente con carácter informativo desde que el Partido Popular destituyó al equipo que lideraba Fran Llorente. Durante esa época (gobierno Zapatero, 2004-2011)) se decidió crear un órgano que velara por la calidad de la información al que llamaron Consejo de Informativos con la idea de velar por la independencia, objetividad y veracidad de los contenidos. Entre sus funciones destacaba una: actuar como guardián de la ética informativa. No se rían, por favor.


Durante años este Consejo, formado por profesionales elegidos por sus propios compañeros, funcionó con espíritu constructivo y contribuyó en parte a mejorar las cosas, incluso consiguió sobrevivir cuando en el 2012 el PP tomó Torrespaña por asalto y reinstauró los tiempos oscuros apostando sin rubor por la manipulación, la tergiversación, el escoramiento a la derecha y el ninguneo de los partidos progresistas. De todas aquellas prácticas continúan quedando secuelas a día de hoy. El Consejo de Informativos de los primeros tiempos de Rajoy plantó cara pero le hicieron poco caso, perdió prácticamente todas las batallas porque sus dictámenes no son vinculantes. Desde entonces, cada año que ha pasado ha pintado menos. 


A juzgar por lo que se ve en pantalla, Torrespaña continúa siendo un bastión inexpugnable donde parece que no haya manera de emitir un telediario cuya escaleta se rija estrictamente por criterios profesionales. Y aunque últimamente parece que se cortan un poco, continúan dejando mucho, pero mucho que desear. 


El único aire fresco proviene de programas como La Hora de la 1, Mañaneros 360 o Malas Lenguas que no dependen directamente del área de informativos y que analizan la actualidad con la intención de ser útiles al espectador, contestar a sus preguntas, aclarar sus dudas y ofrecer diferentes puntos de vista sobre lo que sucede para que quien escucha disponga de argumentos distintos y pueda sacar sus propias conclusiones. 


Pues bien, aquí es donde en Torrespaña se ha rasgado las vestiduras. Aquí es donde el actual Consejo de Informativos, que ya no tiene nada que ver con lo que fue durante sus primeros años de vida (ahora la votación ni siquiera es en urna y la participación telemática de la última consulta fue alarmantemente baja) se ha puesto en pie de guerra publicando distópicas notas de prensa. Ni Cintora Ni Ruiz ni Intxaurrondo son de la casa, ¿cómo se atreven a hacer lo que les corresponde hacer a ellos?, protestan airados. Investiguémoslos, que se saltan el manual de estilo. ¿Por qué hay que hacer las cosas bien si se pueden continuar haciendo como siempre?, esto es un escándalo, están haciendo periodismo, les falta decir. Hasta la emisión del documental 7291, dedicado a los fallecidos en las residencias de ancianos de la Comunidad e Madrid durante la pandemia, les pareció mal que se emitiera. Anunciaron una investigación para que se les explicara por qué se hizo con producción ajena y por qué se centraba solo en la Comunidad de Madrid. Esas investigaciones, si es que las hacen, que lo dudo, se suelen quedar luego en agua de borrajas pero montar el pollo, la verdad es que lo montan.


Algunos de los agraviados, que esperan en la redacción la vuelta del PP como agua de mayo, mantienen una buena cuota de poder en la estructura de los Servicios Informativos impidiendo que se haga mejor información en los telediarios y en el canal 24 horas. Hablamos de mejor información, entiéndaseme bien, no de información a favor de unos o de otros, que ya veo venir a tanta piel fina como hay por ahí. Y buena información es la que están ofreciendo por fin, a día de hoy, los programas de actualidad a los que el Consejo de Informativos tiene enfilados públicamente y que se emiten desde los platós de Prado del Rey, no desde Torrespaña  que esa es otra. No quieran saber ustedes por qué, porque cada vez que lo pregunto nadie me lo explica con claridad. 


Que el moribundo Consejo de Informativos de tve se alinee con quienes no quieren que nada cambie, con quienes no parecen tener interés en que la televisión publica sea útil y cumpla su función, es una pésima noticia. Pero así son las cosas, y así se las hemos contado. 


J.T.