Televisión Española ha resucitado. Después de años de languidecer con audiencias mediocres, este 2025 que ahora acaba la televisión pública ha vuelto por fin a ser una cadena competitiva, plural y, sobre todo, útil para la ciudadanía. Lo ha hecho cumpliendo aquello para lo que fue creada: funcionar como el servicio público que es.
El artífice principal de esta transformación es José Pablo López, presidente de RTVE desde diciembre de 2024. Expulsado en su día de la dirección general de Telemadrid por Isabel Díaz Ayuso y Miguel Ángel Rodríguez, López ha apostado tanto en TVE como en RNE por la gestión eficiente, el uso discreto pero eficaz de las redes sociales y por responder de manera respetuosa y documentada durante sus comparecencias parlamentarias tanto en el Congreso como en el Senado. Sus contestaciones nunca crispadas, en ocasiones salpicadas de fina ironía, han hecho furor en redes y aumentado la cifra de su número de seguidores. En apenas un año ha conseguido zarandear un gigante dormido, infestado de reticencias internas, apostando por aplicar mentalidad práctica, siendo resolutivo allá donde podía y siguiendo un orden de prioridades que según parece está funcionando.
Los datos hablan por sí solos y desmienten a quienes intentan minimizar el éxito. En noviembre de 2025, La 1 alcanzó un 12,3% de share, su mejor noviembre en catorce años, con un crecimiento de 2,1 puntos respecto al año anterior. Aunque en los Servicios Informativos queda aún bastante trabajo por hacer, aún así los telediarios han vivido también su mayor subida histórica el mes pasado. Apuestas como “Ena” han supuesto un rotundo éxito, con el mejor estreno de una serie histórica en La 1 en los últimos 12 años, e incluso apuestas arriesgadas como “Aria, locos por la ópera”, un talent show de música clásica en prime time, han demostrado que TVE puede atreverse a innovar sin renunciar por ello a la calidad cultural. Los centros territoriales, reforzados con nuevos horarios y mayor proximidad, han visto también cómo sus informativos crecen en audiencia superando la de muchas televisiones autonómicas en lugares donde gobierna el Partido Popular.
La audiencia importa, claro que sí, sobre todo porque dota de autoridad moral y sostenibilidad económica al medio que la consigue, pero no es el único objetivo. El verdadero objetivo de una televisión pública ha de ser ganarse el respeto de la ciudadanía con una oferta honesta y plural. Lo están consiguiendo, y por eso la derecha ultra y la ultraderecha están que se suben por las paredes. Los mismos que no toleran en las televisiones autonómicas de las comunidades donde gobiernan ni el diez por ciento de la pluralidad que ofrecen debates en programas de actualidad como Mañaneros 360, La Hora de la 1 o Malas lenguas, esos mismos tienen la desfachatez de llamar a TVE “Telepedro”.
Amenazan, intentan desacreditar, insultan… Vox ha hablado abiertamente de entrar “con motosierra o lanzallamas” en Prado del Rey y el PP ha alimentado bulos sobre manipulación de audímetros y ha cuestionado la independencia justo cuando TVE es más atractiva y competitiva que nunca. Están desatados porque las derechas nunca han querido ni querrán una televisión pública fuerte y para todos. Lo que les interesa es una oferta débil que aburra y traslade la audiencia a unas televisiones privadas cada día más impresentables. El mismo mecanismo que con la Sanidad, el mismo que con la Educación: cabrear con la ineficacia de lo público para que nos rindamos y no nos quede más remedio que acudir a lo privado y allí nos desangren ya sea el bolsillo o el cerebro.
Sin vergüenza alguna, ya han anunciado que apenas lleguen a la Moncloa no dejarán títere con cabeza. Habrá que trabajar pues para que no lo consigan. Mientras tanto, disfrutemos de esta televisión cuyos gestores y muchos de sus profesionales han demostrado que, cuando uno se remanga y se pone a la tarea, doce meses pueden dar para mucho. Estoy seguro que, si se mantienen durante todo el año 2016, podremos llevarnos más sorpresas agradables en materia de programación y honestidad informativa. TVE es un monstruo donde cualquier decisión ejecutiva ha de sortear múltiples dificultades burocráticas que impiden avanzar con rapidez. Como ocurre con los automóviles, arrancar cuesta. Diríase que han puesto primera y segunda y están a punto de poner tercera velocidad. Si la lentitud en los avances no ha impedido que se perciban ya resultados, no quiero ni imaginarme lo que puede llegar a ocurrir cuando coloquen la directa. Por eso las derechas están peleando con todas sus fuerzas para que eso no llegue a suceder.
Si continúan así, no creo que sea muy descabellado aventurar que conseguirán convertirse en líderes de audiencia por encima de cualquier otra oferta televisiva. Acaban 2025 en el segundo lugar del ranking, no demasiado lejos ya de Antena 3. Por eso los ejecutivos de las privadas andan de los nervios buscando cómo evitar que TVE continúe disparándose en aceptación y reconocimiento. La tele pública demostrando que apostar por lo público merece la pena y puede funcionar, es un "mal precedente", algo que quienes mueven los hilos de todo el tinglado político y económico no están dispuestos a tolerar. Mis mejores deseos en 2026 para quienes en este año que ahora acaba me han hecho reconciliarme con la televisión pública.
J.T.

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